A la hora prevista para la llegada del vuelo de los Shepard, Williams estaba en el aeropuerto con sus hombres. En cuanto el matrimonio y su hijo de diecinueve años salieron por la puerta de desembarque, fueron arrestados y llevados a la central de los SWAT. También habían obtenido una orden para registrar la casa donde la noche anterior habían detenido a aquellos fulanos, y ya estaban los especialistas trabajando allí.
—Exijo saber qué está pasando —exclamó Stefan al ver aparecer al sargento en la sala de interrogatorios.
—Yo que usted no me pondría tan gallito, tenemos a los tres hombres que contrató para que secuestraran a Carol Shepard.
—¿A mi hija? ¿Cómo voy a raptar a mi hija? Usted es estúpido. Tengo derecho a un abogado.
Por su mirada de superioridad, el agente supo que aquel no iba a soltar prenda. Se creía intocable.
—Cómo no, ahora mismo.
Williams salió de la sala y fue a la de al lado, donde estaba la esposa de ese hombre. Al verlo, ella se puso muy tiesa en la silla donde se sentaba. Parecía más estirada que el gilipollas de su marido.
—¿Puedo saber por qué estamos aquí? —Su tono de voz era puro hielo y su mirada castaña estaba cargada de desprecio.
—Esperaba no tener que decírselo, me consta que su marido está muy colaborador —mintió—. Quizá lo hace para llegar a un trato con la fiscalía.
La mujer se revolvió como una tigresa, con una mirada que achicharraría a quien tuviera por delante.
—¡Será hijo de puta! Ya sabía yo que no podía confiar en un medio hombre como ese. La idea de secuestrar a su hija fue de él. Yo solo le exigí que sacara a mi hijo del lío en el que se había metido.
—Me cuenta eso de su hijo.
Al ver que colaboraba sin pedir un abogado, Williams se sentó frente a ella.
Astrit le explicó todo lo ocurrido con el descerebrado de Axel, y que le habían negado una fianza para que no escapara del estado. Con un padre adinerado, era muy probable que desapareciera del mapa y no volvieran a encontrarlo.
—En toda esta historia, ¿dónde entra Carol Shepard?
Al escuchar el nombre, ella apretó la mandíbula.
—Ella tiene información que mi marido pretendía usar para ablandar al fiscal.
—¿Qué quiere decir? ¿Pretendía amilanarlo?
—Sí, algo así.
—Explíqueme el «algo así». Que yo sepa, el fiscal Myers no se ha dejado sobornar nunca.
Los ojos de Astrit lanzaron rayos de indignación.
—Seguro que mi marido...
—Su marido ¿qué?
—Es muy convincente.
—No lo será tanto si la señorita Shepard no le dio lo que él quería.
Keanu habría jurado haber oído rechinar los dientes de esa bruja.
—Se lo habría dado.
—Si está tan convencida, ¿por qué robaron el ordenador donde estaba la información que buscaban?
—Nosotros no...
—No trate de negarlo, en su casa hemos encontrado el ordenador.
—¿En mi casa? ¿Qué hacían ustedes en mi casa?
—La pregunta no es esa, es ¿qué hacía la señorita Shepard encerrada bajo llave en su casa?
—Creo que es hora de que llame a mi abogado —dijo Astrit al darse cuenta de que lo sabían todo.
Williams no dijo nada más y salió de la sala. En otra lo esperaba el hijo mayor de ambos. ¿Estaría metido en todo el follón?
Al salir al pasillo, el comandante Peterson lo paró.
—¿Shepard está hablando?
—Por ahora no, pero cuando se entere de que su mujer lo ha hecho, se le desatará la lengua. Tengo la impresión de que es ella la que ha maquinado todas las tropelías. —El comandante asintió a las palabras del sargento—. Ahora voy a ver si el hijo está al corriente de los planes de esas dos joyas que tiene como padres. No me extraña que el otro sea un delincuente.
Fue hacia la sala donde estaba Jason Shepard. Se sentó frente a él y al ver que no decía nada, no preguntaba qué estaban haciendo allí, pensó que eso de por sí ya era una de las respuestas que buscaba. El joven lo miraba con el ceño fruncido.
—¿Cuántos años tienes? —preguntó Williams.
—Diecinueve.
—Ya se te puede juzgar como un adulto.
—Yo no he hecho nada.
—Pero sabías lo que estaba pasando. ¿Por qué habéis ido a Nueva York? —No negó nada.
—Asuntos de mi padre.
—No te hagas el tonto, que no me lo pareces. Yo también he tenido diecinueve años y sabía lo que pasaba a mi alrededor.
El silencio se abatió en la sala.
—Estás trabajando con tu padre, ¿no? Entonces debían ser cuestiones de negocios de los dos.
—Él es el presidente.
—Y tú un ejecutivo de una renombrada empresa inmobiliaria. Ya puedo imaginar que no tuviste que pasar muchas pruebas para llegar a ese puesto. —Su tono sarcástico hizo que Jason se incomodara. «Bien», pensó Keanu, a ver si así se le desataba la lengua.
—Claro que no, es un negocio familiar.
—¿Sabes que tienes una hermana del anterior matrimonio de tu padre?
—Sí, nunca nos lo ha ocultado.
—¿Tenéis buena relación con ella?
—No nos conocemos.
Keanu ya lo sabía; sin embargo, se hizo el sorprendido.
—¿No es eso un poco raro? Ya se sabe que cuando hay una ruptura los hijos suelen ser los más perjudicados, pero... ¿qué edad tiene tu hermana?
—No lo sé exactamente, es mayor que yo.
—¿Sabes si tu padre se hizo cargo de su manutención?
—No tengo ni idea, supongo que sí. —Jason se preguntaba dónde quería llegar ese agente por esos derroteros—. ¿Estoy aquí por el sustento de mi media hermana? Yo era un niño cuando mi padre se separó de su ex.
—Tienes razón, sí. ¿Sabes si tu padre tiene relación con esa señorita?
—No, no creo.
—Es raro, ¿no? Al fin y al cabo, también es su hija.
—Creo haber escuchado en alguna ocasión que es ella la que no quiere saber nada de nosotros.
—¿Y eso es algo que tu padre lamente?
—Eso tendría que preguntárselo a él.
Williams se daba cuenta de que se estaba poniendo a la defensiva.
—Muy bien, ya lo haré. Ahora dime, ¿por qué fuisteis a Nueva York?
—Tiene que creerme, no lo sé. Llegó mi padre a casa y nos dijo que preparáramos una maleta para pasar un par de días fuera.
—¿Es normal que haga eso?
—Normalmente va solo o con mi madre a los viajes de negocios.
—Y tú te quedas al frente de la empresa.
—Sí, me extrañó mucho. Más cuando allí me dijo que fuera a divertirme, que él se encargaría de la reunión que tenía prevista.
—Entonces ¿tú sabías algo del secuestro?
Jason frunció el ceño.
—¡¿Qué secuestro?! —le hablaba mirándolo directamente a los ojos y Williams supo que no, no sabía nada.
—Bien. —Williams sacó un bloc y un bolígrafo de la carpeta que tenía sobre la mesa—. Escribe aquí los lugares que visitaste.
El sargento se levantó para salir y se detuvo en la puerta al escuchar la pregunta de Jason.
—¿Me puede decir lo que está pasando?
—Primero comprobaremos tu coartada.
—¿Coartada?
Lo dejó mirándolo con unos ojos como platos.
—No creo que esté implicado en el secuestro —informó al comandante Peterson al salir de la sala.
—No lo parece.