Presente…
Cuando Travis y Liam se marcharon al granero, Sierra inspeccionó la cocina de leña. Luego sacó bacon y lo frió. Estaba cocinando en una cocina del siglo xix, se dijo. Y de pronto se sintió conectada con todas las McKettrick que la habían precedido.
Cuando volvió la electricidad, se sobresaltó y casi se lamentó.
Encendió la televisión para ver las noticias de la mañana. Toda la parte norte de Arizona se había inundado y estaba sin luz.
Sonó el teléfono y contestó. Sujetó el auricular entre el hombro y la oreja.
—¿Sí?
—Soy Eve… ¿Eres tú, Sierra?
Sierra se quedó petrificada. Travis y Liam volvieron de fuera riéndose, pero se quedaron callados al verla.
—¿Sierra, estás ahí?
—Sí… Estoy aquí.
Travis le hizo señas de que se marchase a hablar a otro sitio.
—Yo me ocuparé del fuego —le dijo.
—¿Es mal momento para que hablemos? —preguntó Eve, insegura.
—No… No hay problema.
—He oído por el Canal del tiempo que habéis tenido una tormenta allí… —dijo Eve.
Sierra asintió, y luego se dio cuenta de que aquella mujer a la que no conocía, su madre, no podía verla.
—Sí… Ahora tenemos luz nuevamente, gracias a Travis. Ha puesto el generador…
—¡Pobre Travis! —dijo Eve.
—¿Pobre Travis? ¿Por qué?
—¿No te lo ha contado? ¿No te lo ha dicho Meg?
—No. Nadie me ha dicho nada.
Hubo un silencio.
—Quizás sea una indiscreción decirlo, pero hemos estado un poco preocupados por Travis. Es como de la familia. Su hermano menor, Brody, murió en una explosión hace unos meses, y realmente aquello derrumbó a Travis. Se apartó un poco de la gente… Meg tuvo que hablar con él para convencerlo de que volviera y se quedara en el rancho.
Sierra se alegró de estar hablando por teléfono fuera de la cocina.
—No lo sabía…
—No sé si he hecho bien en contártelo… Pero bueno, he llamado para ver qué tal estáis Liam y tú. Sé que no estáis acostumbrados al clima frío, y cuando vi lo de la tormenta en la televisión, me he preocupado…
—Estamos bien… —dijo Sierra.
Si hubiera conocido mejor a aquella mujer le hubiera confiado su preocupación por Liam y «sus fantasmas».
—Noto una inseguridad en tu voz… —dijo Eve.
—Liam dice que la casa está encantada…
—Oh, es por eso… Son inofensivos… Los fantasmas, quiero decir, si es que son eso…
—¿Estás al tanto de los fantasmas?
Eve se rió.
—Por supuesto. Yo me crié en esa casa. Pero no sé si «fantasmas» es la palabra apropiada. Para mí siempre ha sido más bien como sentir que estaba compartiendo la casa con otra gente… Siempre me ha parecido que estaban tan vivos como yo…
Sierra recordó el sonido del piano.
—¿Quieres decir que crees…?
—Digo que he tenido algunas experiencias… Nunca he visto a nadie… Pero siempre he tenido la sensación de que había alguien más… Y por supuesto, también estaba el tema de la tetera que desaparecía…
Sierra se sentó, turbada.
—¿Sierra?
—Sí, estoy aquí.
—A veces dejaba la tetera fuera y me iba a hacer algo… Y la tetera desaparecía, y la encontraba en el armario de la porcelana. A mi madre le pasaba lo mismo, y a mi abuela… Ellas estaban convencidas de que era Lorelei.
—¿Cómo es posible?
—¡Quién sabe! La vida es misteriosa…
Era verdad, pensó Sierra.
—Me gustaría ir a verte —dijo Eve—. Pero lo haré cuando estés preparada para que lo haga…
—Supongo que lo estoy… —respondió Sierra.
Nunca estaría realmente preparada.
—Bien. Entonces iré a verte en cuanto pueda aterrizar el jet.
«¿El jet?», pensó Sierra.
—¿Tenemos que ir a buscarte a algún sitio?
—Haré que me espere un coche —dijo Eve—. ¿Necesitas algo, Sierra?
Si se lo hubiera preguntado durante su infancia le habría contestado que «una madre», y le hubiera dicho lo mismo cuando había tenido a Liam y su padre había actuado como si no hubiera cambiado nada.
—No, gracias. Estoy bien.
—Te volveré a llamar antes de ir —le prometió Eve.
Sierra se quedó en la silla un rato con el teléfono en la mano, y no se habría movido si no hubiera entrado Liam para decirle que el desayuno estaba listo.
1919
Hacía mucho frío y el camino a casa de los Jessup parecía interminable. Doss miraba cada tanto a su sobrino deseando haberle hecho caso a Hannah.
Cada tanto pensaba: «Tengo intención de casarme con tu madre». Era la verdad, pero no era fácil decirlo ni hacerlo.
—¿Has pensado alguna vez en vivir en el pueblo? —preguntó Tobias, sorprendiéndolo.
—A veces… Sobre todo en invierno.
—No hace más calor allí…
—Es verdad. Pero hay otra gente. Puedes ir al correo a recoger la correspondencia, en vez de esperar una semana a que pase el vagón del correo… Y comer en un restaurante de vez en cuando. Y la biblioteca es muy interesante…
—Mamá quiere marcharse a Montana… Si me obliga a ir, me escaparé… —dijo Tobias sin mirarlo.
Doss se estremeció al oírlo, a pesar de saber cuáles eran los deseos de Hannah.
—¿Adónde te marcharías? Si te escapas, quiero decir.
—Me escondería en algún sitio en la montaña…
Doss disimuló una sonrisa.
—Allí hace mucho frío… Tendrías que refugiarte en una cueva.. ¿Y de dónde sacarías la comida?
—Podría cazar. Papá me enseñó a disparar…
—Los McKettrick no huyen.
—No iré allí, sea como sea… —respondió el niño.
—Tal vez no tengas que hacerlo.
Aquellas palabras llamaron la atención del niño y éste lo miró, expectante.
—¿Qué te parecería que yo me casara con tu madre?
—¡Eso me gustaría mucho!
—Pensé que no te gustaría la idea, siendo yo el hermano de tu padre y todo eso…
—Estoy seguro de que a mi padre también le gustaría la idea. Sé que se alegraría.
Internamente, Doss también lo sabía.
Gabe había sido un hombre práctico, y habría querido que todos ellos siguieran adelante. Además, le había pedido a él que cuidara a Hannah y a su hijo…
—¿Te ha dicho mamá que se casaría contigo? —preguntó Tobias—. Anoche le dije que debería hacerlo, y ella me dijo que no estaría bien que lo hiciera.
—Las cosas pueden cambiar.
—¿Quieres a mi madre?
Era una pregunta difícil de responder.
Había amado a Hannah desde que Gabe la había llevado a su casa como esposa suya. Su hermano se había dado cuenta y un día que estaban solos en el granero le había dicho:
—No tengas vergüenza. Es fácil amar a Hannah…
—Por supuesto que la quiero —dijo Doss—. Es familia mía.
Tobias puso cara de desagrado.
—No me refiero a eso.
Doss sintió un nudo en el vientre.
—¿A qué te refieres, entonces?
—Papá solía besar a mamá todo el tiempo. También solía tocarle el busto cuando pensaba que no lo veían. Y ella se reía y le rodeaba el cuello…
Doss sintió un dolor en su vientre. No sólo por saber cuánto se habían amado Gabe y Hannah sino por la pérdida de su hermano.
—Trataré bien a tu madre, Tobias —dijo Doss.
—Lo dices como si estuvieras muy seguro de que te dirá que sí —comentó el niño.
—Lo ha hecho —contestó Doss.
Presente…
Sierra tuvo miedo de que se fuera la luz nuevamente y puso una lavadora por la mañana mientras Travis y Liam estaban poniendo el lavaplatos. Había llamado al médico de Flagstaff pero no le había hablado de las alucinaciones. Tenían cita para la consulta el siguiente lunes por la tarde.
Liam estaba viendo la televisión en el estudio.
Travis llegó con más leña cuando ella estaba temiendo que se terminase.
Lo miró y recordó lo que Eve le había contado acerca de su hermano pequeño, y el hecho de que Travis había dejado su trabajo y se había ido a vivir al rancho en su trailer, cuidando caballos.
—¿Qué tipo de trabajo hacías antes de estar aquí? —preguntó Sierra. Y se arrepintió inmediatamente de haber sacado el tema.
—Ninguno en especial —dijo él.
—Yo era camarera —comentó ella.
Porque pensó que tenía que decirle algo después de aquella pregunta tan indiscreta.
—Lo sé. Meg me lo ha dicho.
—Claro… —dijo Sierra mientras ponía a calentar sopa en lata en una cacerola.
Travis no dijo nada durante un rato y luego comentó:
—Era abogado de la empresa McKettrickCo.
Sierra lo miró.
—Impresiona… —comentó ella.
—No mucho. Es una tradición en mi familia ser abogado. Bueno, en todos menos en Brody, mi hermano. Él en cambio se hizo adicto al alcohol metilado, y le explotó.
—Lo siento —dijo Sierra
—Sí, yo también —Travis se dirigió a la puerta.
—¿Te quedas a comer?
—Otra vez será —respondió y se marchó.
1919
Doss y Tobias llegaron al atardecer de la casa de los Jessup. Hannah había estado nerviosa toda la tarde, esperándolos. Podría haber habido una avalancha, lobos hambrientos en el camino, que mataban el ganado y a la gente a veces. Doss ni siquiera se había llevado el rifle.
Cuando Hannah oyó el ruido de los caballos, corrió a la ventana, desempañó el cristal con su delantal y los observó desmontar y llevar las monturas al granero.
Había hecho bizcochos aquella tarde para no volverse loca mientras esperaba. Y la cocina olía bien.
Pasó casi una hora hasta que entraron, y Hannah tenía puesta la mesa, las lámparas encendidas y el café listo. Quería examinar bien a Tobias para asegurarse de que estaba bien, pero no iba a hacerlo.
En cambio les preguntó por la viuda de Jessup. La mujer estaba bien, pero se le estaba acabando la leña, le dijeron. Habían hecho bien en ir a ayudarla.
Cuando lo tuvo a su alcance, Hannah agarró de las orejas a Tobias y le besó toda la cara. Luego lo mandó a lavarse las manos para cenar.
El niño parecía contento, relajado y comió con apetito.
Cuando terminó, Doss se levantó y lo llevó en brazos hacia la escalera.
Hannah sintió un nudo en la garganta al verlos.
—¿Le has puesto el camisón y la colcha de más que hay en la habitación? Tobias no tiene que pillar frío…
—Lo he acostado como estaba, salvo por los zapatos —la interrumpió—. Pero me aseguré de que estuviera abrigado, así que deja de preocuparte…
Hannah había dejado los platos en remojo, y se quedó bebiendo té.
—He hablado con Tobias sobre nuestra boda —dijo Doss—. Y está a favor de ello.
Hannah se puso colorada y exclamó:
—No debiste hacer eso. Yo soy su madre y me correspondía a mí…
—Ya está hecho, Hannah. Déjalo así.
—No me digas lo que está hecho y lo que tengo que dejar… No pienso obedecer órdenes tuyas ni ahora ni cuando estemos casados.
Él sonrió.
—Es posible. Pero eso no quiere decir que yo no las dé…
Ella se rió, sorprendiéndose a sí misma.
—Me parece que va a haber otra tormenta —comentó él—. Me parece que no vamos a poder casarnos hasta la primavera, como el tiempo siga así. Espero que no estés gorda como un traficante de sandías para entonces.
Ella se sorprendió de su forma de describir un embarazo y se lo reprochó.
—Voy a ir a ver el ganado. Si pudieras venir a echarme una mano, terminaríamos antes.
Hannah lo miró.
—Hay heno fresco, y si pusiéramos una manta encima… —dijo Doss.
Hannah se puso roja, pero se excitó. Le dijo algo para cambiar de tema y Doss se marchó.
Hannah se molestó. Si Doss pensaba que iba a conseguir lo que quería de ella, y en el granero, estaba… en lo cierto.
Hannah se envolvió con el chal más grande que tenía y salió tras él.
Presente
En cuanto Sierra puso la cena en la mesa aquella noche, la luz se fue otra vez. Mientras buscaba velas, Liam corrió a la ventana más cercana.
—El trailer de Travis está oscuro. Va a tener hipotermia ahí fuera…
Sierra suspiró.
—Estoy segura de que vendrá a controlar la cocina de leña, como hizo esta mañana. Le preguntaremos si quiere cenar con nosotros.
—¡Ahora lo veo! —gritó Liam—. ¡Está saliendo del granero con una linterna! —corrió a la puerta y antes de que su madre pudiera detenerlo estaba fuera, sin abrigo, galopando por la nieve y llamando a Travis.
Sierra se puso su abrigo, agarró el de Liam y fue tras él.
Travis lo estaba haciendo volver a la casa cuando lo alcanzó.
—Mamá ha preparado carne al horno, y dice que si quieres probarla.
Sierra lo envolvió con el abrigo e iba a regañarle cuando se encontró con la mirada de Travis mientras agitaba la cabeza.
Ella se tragó todo lo que le iba a decir y metió a su hijo en la casa.
—Pondré el generador… —dijo Travis.
Sierra asintió y cerró la puerta.
—¿Cómo se te ocurre salir sin ponerte un abrigo? —protestó Sierra.
El labio inferior de Liam tembló.
—Travis dice que así no lo hacen los vaqueros. Él iba a ponerme su abrigo cuando apareciste tú.
—¿Qué es lo que no hacen los vaqueros?
—Salir sin abrigo. Los vaqueros siempre están preparados para los cambios de tiempo…
Sierra se relajó un poco y sonrió.
—Travis tiene razón.
Liam se alegró y preguntó:
—¿Comen carne asada los vaqueros?
—Seguro… —contestó su madre.
El horno se encendió y Sierra se alegró de que Travis estuviera allí.
Sierra había puesto otro plato en la mesa y todos se sentaron al mismo tiempo, como si fuera algo natural que se reunieran a comer, algo que a Sierra la conmovió.
—Estoy muerto de hambre —comentó Travis.
—Los vaqueros comen carne asada, ¿no? —preguntó Liam.
—Éste, sí —sonrió Travis.
Sierra se rió, pero a su rostro asomaron unas lágrimas al mismo tiempo. Se alegró de la relativa oscuridad de la cocina.
—Una vez vi un programa en el Canal de la ciencia en el que había un hombre de una caverna en un bloque de hielo. ¡Tenía como catorce mil años de antiguedad! ¡Apuesto a que podían tomar una muestra de su ADN y clonarlo! —Liam se sirvió un trozo de carne—. Y estaba todo azul… Así te quedarás tú, si duermes en tu trailer esta noche… —le dijo a Travis.
—Tú no eres un niño —bromeó Travis—. Tú eres un hombre de cuarenta años con ropa de niño.
—Soy realmente inteligente —dijo Liam—. Así que tienes que escucharme.
Travis miró a Sierra un momento.
—El generador tiene poco combustible —dijo Travis—. Así que tenemos dos opciones. Podemos subir a mi camión e ir al motel de la zona rogando que haya habitaciones, o podemos hacer fuego en esa cocina antigua y acampar en la cocina.
—¡Acampar en la cocina! —exclamó Liam—. ¡Acampar! —gritó moviendo el tenedor.
—No es posible que hables en serio —dijo ella.
—Oh, claro que hablo en serio —respondió Travis.
—Yo prefiero el motel —dijo Sierra.
—Las carreteras son malas, realmente malas —respondió Travis.
—Una vez vi en la tele una noticia de un hombre que se había congelado en su coche —dijo Liam.
—Ocurre muchas veces —aseguró Travis.
Y así fue como los tres terminaron en sacos de dormir, con cojines de los sofás como colchones, uno al lado del otro, al calor del fuego de la cocina.