NIC ya sabía que Joel era viudo. Había mencionado en una ocasión que su esposa había muerto en un accidente, pero no le había pedido detalles, ni él tampoco se los había dado.
Desde que lo conocía, no había salido con nadie, y Nic se preguntaba si todavía lloraba la pérdida de su mujer. Después de saber todos los años que Joel y Heather habían estado juntos, entendía lo dolorosa que debía de haber sido la pérdida.
—Lo siento —no sabía qué otra cosa decir.
Aunque aquello pareció suficiente.
Él asintió.
—No debí haber ido a la reunión sin haber pasado por el duelo, y fue una experiencia… muy dura. Había demasiados recuerdos dolorosos, demasiada emoción y compasión por parte de mis compañeros. Acabé fatal y no fui capaz de ocultarlo.
—Es comprensible. Habría sido una experiencia terrible para cualquiera.
Joel miró a Nic a la cara, para comprobar que realmente lo entendía. Lo que vio pareció satisfacerlo. Volvió a asentir con la cabeza.
—Pero eso fue hace cinco años. Ya he hecho las paces con el pasado. He rehecho mi vida aquí y me considero un hombre feliz.
—Eso es la impresión que siempre me has dado.
En realidad, Nic pensaba que era el hombre menos complicado que conocía. Solía envidiarlo por su capacidad para tomarse las cosas con calma.
—Y así es como me siento la mayor parte del tiempo.
—A tus viejos amigos les alegrará ver que estás tan bien.
—No estoy seguro de que vayan a verlo así. Temo que vean al hombre que fui, no al que soy ahora.
—Entiendo tu preocupación —comentó Aislinn.
—Pues no vayas —dijo Nic—. Di que tienes demasiado trabajo para ir, pero que estás muy bien.
—Quizás fuese lo mejor…
—Pero no es lo que tú quieres —dijo Aislinn a juzgar por su expresión—. ¿Por qué no?
—Me parece que es una cuestión de orgullo —reconoció él avergonzado.
Eso sí que lo entendía bien Nic. La habían acusado en numerosas ocasiones de ser demasiado orgullosa.
—No quieres que piensen que no podrías soportar otra reunión. Temes que, si no vas, piensen que sigues demasiado dolido y vulnerable. A eso te referías con lo de ser un caso perdido…
—Supongo que es eso —admitió él—. El único modo de convencerlos de que estoy bien es yendo y demostrándoselo. Pero… no será fácil.
—Lo que deberías hacer es ir acompañado —se le ocurrió a Aislinn de repente—, con alguna chica. Así todo el mundo verá que estás bien y no centrarán la atención en ti.
—¿Ir acompañado? —repitió Joel sorprendido—. No se me había ocurrido.
—¿Qué mejor ocasión para demostrar que has seguido adelante? —preguntó Nic. La idea de Aislinn tenía su lógica.
—No me gustaría fingir que tengo una relación que no existe.
—Sólo tienes que presentar a tu acompañante como una amiga. Cada uno que piense lo que quiera.
Joel jugó pensativo con un trozo de pizza que tenía en el plato.
—Es buena idea, pero no sabría a quién llevar. A no ser que… haya algún modo de convencerte a ti, Nic.
—¿Quieres que vaya yo contigo? —preguntó ella sorprendida.
—Bueno, me parece lo más lógico. Somos amigos. Lo pasamos bien juntos. Si se lo pidiese a otra persona, le tendría que dar explicaciones, mientras que tú ya conoces la historia. Te he oído decirle a Aislinn antes que podrías pedirte un par de días libres. Sé que no son las vacaciones ideales, pero te prometo que lo pasaremos bien.
Joel había hablado tan deprisa que a Nic casi no le había dado tiempo a seguirlo. En definitiva, le había pedido que lo acompañase a su reunión de antiguos alumnos.
—Esto…
—Da igual —dijo él avergonzado—. No es buena idea. Es normal que no quieras tener nada que ver con esto.
—Ha sido idea nuestra —admitió ella haciendo un gesto a Aislinn, que los observaba en silencio.
—Sí, pero no te has ofrecido voluntaria y lo entiendo.
—¿Podrías ir con otra persona?
—La verdad es que no. Ya te he dicho que no quiero tener que contar la historia, ni engañar a nadie acerca de mis intenciones al pedirle que me acompañe a una reunión de antiguos alumnos. No sería justo que utilizase a otra persona sólo por orgullo.
Quizás Nic no entendiese el dilema de Joel completamente, porque a ella nunca le había parecido una «figura trágica», pero comprendía que necesitase hacerse valer delante de otras personas. Ella llevaba la mayor parte de su vida haciendo eso.
—De acuerdo —soltó—. Iré.
Aislinn murmuró su aprobación.
Joel parpadeó.
—¿Vendrás?
Ella asintió antes de que le diese tiempo a arrepentirse. Joel era un amigo, se recordó, y no tenía demasiados amigos de verdad. Los amigos tenían que ayudarse.
—Iré si de verdad piensas que seré de ayuda. Pero te advierto que soy un desastre para las fiestas y los acontecimientos sociales. Quizás te arrepientas de haberme llevado cuando te avergüence delante de tus compañeros.
Él sonrió y Nic sintió que un escalofrío le recorría la espalda.
—Seguro que no.
No era la primera vez que Nic se fijaba en lo atractivo que era, ni que su cuerpo reaccionaba ante él. Algo normal dado que era una mujer soltera y que Joel era tan sexy. No obstante, nunca había esperado, ni siquiera querido, que pasase nada entre ellos.
Le gustaba que fuese su amigo. Y sabía por experiencia que no había nada mejor para estropear una amistad que intentar convertirla en algo más.
De pronto, se dio cuenta de que quizás tuviese que preocuparse por algo más que por sentirse observada por extraños durante la reunión.
Aquello le supuso un interesante, y frustrante, dilema. Por hacerle un favor a Joel tal vez estaría arriesgándose a poner en peligro una relación que durante los últimos meses había sido muy especial.
Joel se marchó poco después. No quiso tomar el helado que Nic le ofreció de postre. Aislinn ayudó a Nic a recoger los restos de la cena.
—Has sido muy amable ofreciéndote a ayudarlo —le dijo cuando estuvieron solas.
Nic miró a su amiga con desconfianza.
—¿Por qué me da la sensación de que me has manipulado para que acepte?
—Yo no he hecho nada. Joel necesitaba tu ayuda, y tú se la has ofrecido, como haces siempre que alguien te importa.
Nic cerró la puerta del lavaplatos dando un golpe.
—Porque soy una imbécil, ¿verdad?
—No, porque tienes un gran corazón. Y porque hay muy pocas cosas que no harías por tus amigos.
—Sí, aunque quizás me haya excedido en esta ocasión. ¿Supongo que no sabías que iba a pedirme que lo acompañase?
—No. Sólo tenía la sensación de que podías ayudarlo… y sabía que lo harías.
—Pero… una reunión de antiguos alumnos, Aislinn, con un montón de extraños. Si ni siquiera a él le apetece. Puede ser horrible.
—Pero sería peor si fuese solo. Ambas comprendemos por qué no quiere que se compadezcan de él. Y Joel y tú sois tan buenos amigos que él sabe que lo pasaréis bien a pesar de que la situación sea un tanto extraña.
—Seguro que es por eso por lo que me ha pedido que vaya. Porque nos entendemos bien sin tener que preocuparnos de nada más —dijo ella para asegurarse de que Aislinn no se hacía falsas ideas—. Y no quiere pedírselo a otra para no tener que engañarla, parece que el problema es el hecho de que sea médico y esté soltero.
—Y que sea tan guapo —murmuró Aislinn.
Nic imaginó a un montón de mujeres esperanzadas intentando dar caza a Joel y frunció el ceño.
—Supongo que por eso prefiere pedírmelo a mí. Sabe que yo lo veo como a un amigo nada más.
—Umm.
Nic frunció el ceño todavía más.
—¿Qué significa eso?
—Nada —respondió su amiga con inocencia—. Sólo te estaba contestando.
A pesar de que el tono de Aislinn seguía haciéndola sospechar, ya eran amigas desde hacía tanto tiempo que no se engañaban la una a la otra con facilidad, Nic prefirió dejarlo estar. Le daba la sensación de que se estaba acercando a un territorio potencialmente peligroso.
—Tal vez os divirtáis —dijo Aislinn después de un silencio demasiado largo.
—Y tal vez me toque la lotería. Pero voy a ir, ¿de acuerdo? Y Joel tendrá que compensarme por ello.
—Estoy segura de que le encantará hacerlo.
Nic decidió volver a dejarlo pasar.
—¿Estás segura de que no te importa hacer esto?
Era el viernes por la mañana de la reunión de Joel y éste estaba de pie, con una mano apoyada en el maletero de su coche, estudiando la expresión de Nic. Acababa de guardar su maleta, pero quería darle una última oportunidad de echarse atrás.
Ella zanjó el asunto colocando la mano al lado de la de él y cerrando el maletero.
—Es demasiado tarde para que te eches atrás. Ya he pedido el día. No tengo que volver hasta el lunes por la mañana.
—Pero podrías hacer con tu tiempo libre algo mejor que sacarme de un apuro.
—Tío, hemos tenido esta conversación una docena de veces durante las dos últimas semanas. Súbete al coche antes de que cambie de idea.
Joel rió socarronamente y le abrió la puerta para que se sentase. Luego le dio la vuelta al coche y se puso al volante.
—Te lo agradezco mucho, Nic.
—Mira —dijo ella abrochándose el cinturón de seguridad—, ya me lo has agradecido bastante.
—Vale, pero te lo agradezco.
Nic suspiró exageradamente. Él rió.
Dejaron el coche en el aparcamiento del pequeño aeropuerto, facturaron las maletas y pasaron los controles necesarios. Joel había insistido en pagar el billete de avión de Nic, aunque ella se había ofrecido a comprarlo.
Joel había replicado que el viaje corría por su cuenta. No era como si Nic hubiese elegido ir allí de vacaciones.
El vuelo desde Little Rock hasta Birmingham, Alabama, no era largo, y el tiempo pasó deprisa. Nic estaba decidida a ayudar a Joel lo máximo posible durante ese fin de semana, pero no tenía prisa por empezar.
En el aeropuerto de Birmingham los esperaba un hombre que tenía exactamente los mismos ojos color avellana que Joel. Ambos se sonrieron y se abrazaron cariñosamente. Nic estudió a Ethan Brannon con curiosidad. Él no se parecía a Matt Damon. El rostro de Ethan era más anguloso que el de Joel, más duro, incluso cuando sonreía.
Y sonreía cuando se volvió hacia ella, que le tendió la mano cuando Joel se la presentó como su amiga y vecina. Pero su sonrisa era distinta a la que le había dedicado a su hermano pequeño. Era una sonrisa educada y más bien fría que debía de dedicarle a los extraños en los que no sabía si podía confiar.
No obstante, la saludó con simpatía.
—Nicole, encantado de conocerte. Joel me ha hablado de ti. ¿Eres la policía, verdad?
—Sí, pero llámame Nic, por favor.
Él asintió y se volvió hacia Joel.
—Vamos por vuestras maletas.
—Ya las tenemos aquí.
Tanto Joel como Nic habían llevado pocas cosas para el fin de semana. Joel le había dicho a Nic, bromeando, que llevaba mucho menos de lo que habría esperado de una mujer, pero a ella le había dado la impresión de que, en realidad, no estaba sorprendido.
—Vamos.
Nic se instaló en el asiento trasero del todoterreno de Ethan y dejó que los dos hermanos se pusiesen al día durante el trayecto, de una hora de duración, que los llevó a la casa de sus padres en la pequeña ciudad de Danston. Aprovechó para observar el comportamiento de ambos.
Ethan se comportaba como el hermano mayor que era, un poco mandón, un poco demasiado preocupado por el bienestar de Joel, como si fuese su responsabilidad.
Nic conocía ese comportamiento porque ella también tenía un hermano mayor. Paul siempre se había sentido con derecho a opinar sobre su vida hasta que, con veinte años, ella se había rebelado y le había dicho que no necesitaba sus consejos, aunque aquello significase equivocarse de vez en cuando.
Se preguntó si Joel le habría dicho algo parecido a Ethan alguna vez. Al fin y al cabo, Joel tenía treinta y tres años, ya había pasado la época en la que ella había reivindicado su independencia.
Quizás la diferencia residiese en que Ethan parecía un poco más sutil que Paul. No se metía en lo que no le importaba ni daba consejos, sólo hacía preguntas y discrepaba de ciertas decisiones tomadas por su hermano, como la de haberse ido a Arkansas habiendo podido quedarse en Birmingham o en Atlanta.
—Y si querías vivir en una ciudad pequeña, podrías haberte instalado en Danston.
—Necesitaba marcharme de Danston —replicó Joel encogiéndose de hombros.
Ethan debió de entender la indirecta. Dejó el tema.
—Bueno, Nic, ¿qué te ha dicho mi hermano para convencerte de que lo acompañes a esa reunión?
—Nada —rió ella—. Pero me ha manipulado. Y me debe un favor después de esto.
—No me extraña. Yo vivo aquí y no voy a mis reuniones de antiguos alumnos.
—La diferencia es que nadie espera que vayas —murmuró Joel.
—No. La diferencia es que a mí no me importa lo que los demás esperen de mí —espetó Ethan.
Joel no discutió.
—Ya hemos llegado casi a casa de mis padres, Nic —dijo Ethan mirándola por el espejo retrovisor—. Seguro que tienes ganas de estirar las piernas y refrescarte.
—Pero yo me voy a quedar en un motel, ¿no?
—¿Bromeas? Mamá ya te ha preparado la habitación de invitados. Lleva días con ello.
—Oh, no quería causarle molestias —dijo ella frunciendo el ceño y mirando a Joel, que le había ocultado aquello deliberadamente—. Te dije que estaría muy a gusto en un motel o en el complejo turístico donde se aloja el resto de tus compañeros.
—¿Quedarte sola en un motel? A mamá le habría dado un ataque. Es un poco antigua para esas cosas. Y ya vamos a pasar suficiente tiempo en el complejo. Supongo que no te apetecerá estar allí encerrada con mis compañeros mientras yo estoy en casa. Así podremos marcharnos juntos cuando nos aburramos… porque seguro que nos aburrimos.
Nic volvió a arrepentirse de haberse ofrecido a ir con él.