Capítulo 5

 

 

 

 

 

ELAINE estaba en la sala de estar, bebiendo algo que olía a infusión cuando Nic y Joel volvieron a casa después del partido. Llevaba puesta una bata de raso que le llegaba hasta los pies y que sólo dejaba ver el cuello de un camisón de encaje blanco. A Nic se le pareció todavía más a una muñeca de porcelana.

—¿Qué tal el partido? —preguntó sonriendo al verlos entrar.

Joel se agachó para darle un beso en la mejilla.

—Hemos ganado. Ha sido muy emocionante.

—Me alegro mucho. ¿Y qué tal la reunión?

—Bien. Tengo ganas de que acabe.

Elaine sacudió la cabeza.

—No puedes perderte el gran acontecimiento de mañana. Le romperías el corazón a Heidi. Lleva meses preparándolo.

—Podrían llamarte desde Cabot para una urgencia —sugirió Nic—. Ya has hecho acto de presencia y le has demostrado a todo el mundo que estás bien.

Joel pareció considerar la sugerencia, pero Elaine sacudió la cabeza con desaprobación.

—¿Cómo vas a mentir a tus viejos amigos? ¿A gente que tenía tantas ganas de verte? Supongo, Nic, que estás bromeando. Joel nunca haría algo así.

Joel puso mala cara, sabía que Nic lo había dicho en serio, e intentó tranquilizar a su madre.

—Iré a la fiesta, mamá. Y probablemente me lo pase bien, pero eso no quiere decir que esté deseando que llegue.

Elaine se levantó del sofá, todavía frunciendo un poco el ceño en dirección a Nic.

—Me voy a la cama. Tu padre ya se ha acostado, estaba cansado. ¿Te acompaño a tu habitación, Nicole?

Sorprendida por la propuesta, ella sacudió la cabeza.

—Gracias, pero prefiero quedarme un rato viendo la televisión, necesito relajarme después del partido, si no hay ningún problema.

—Claro que no —dijo Joel—. Yo también lo necesito. Quizás me tome una infusión de las de mamá.

—De acuerdo. Si necesitas cualquier cosa durante la noche, háznoslo saber, Nicole.

—Estaré bien. Buenas noches, señora Brannon.

—Sí. Buenas noches.

Nic esperó a que la madre de Joel se hubiese marchado para comentar:

—¿Piensa que voy a lanzarme sobre ti en cuanto estemos solos?

—¿Por qué iba a pensar algo así? —preguntó él sorprendido.

—Porque es evidente que no quería dejarnos aquí juntos.

—Seguro que son imaginaciones tuyas. A veces mamá es difícil de descifrar.

A Nic no se lo parecía. Para ella, estaba claro que Elaine había decidido que no le convenía a su hijo. Tal vez pensase que quería convertirse en la siguiente señora Brannon.

—Ponte cómoda —le dijo Joel señalándole el sofá—. ¿Quieres algo de beber? ¿Una copa? ¿Un refresco? ¿Un chocolate caliente?

—Un chocolate caliente. ¿Necesitas ayuda?

—No, tú siéntate.

Nic se hundió en los cómodos e intimidantes cojines blancos del sofá y tomó el mando a distancia.

Su teléfono móvil sonó justo cuando un vendedor de coches local le gritaba a la cámara las increíbles ofertas que tenía para el mes de octubre, metió la mano en el bolso de lona y vio el número de Aislinn en la pantalla. Sorprendida, y un poco preocupada, contestó.

—¿Aislinn? ¿Qué pasa?

—Eso era lo que quería preguntarte yo a ti —dijo su amiga muy seria—. ¿Estás bien?

—Sí. ¿Por qué lo preguntas?

—No lo sé. Tenía la sensación de que te pasaba algo.

—Pues, por una vez, te equivocas. Todo va bien. Joel y yo acabamos de volver del partido, el equipo local ha ganado y todo. Casi todos los amigos de Joel son simpáticos y lo he pasado bastante bien.

—¿Entonces no…? Tenía la sensación de que estabas en peligro. Tenía que llamarte.

Nic no pudo evitar sonreír.

—Ha habido una pelea después del partido entre dos grupos de chicos de los dos equipos rivales. Bueno, casi una pelea, la he parado con la ayuda de Joel, sus amigos y otro policía. Pero no he corrido ningún peligro.

—¿Una pelea? Quizás haya sido eso. ¿No estás herida ni nada?

—No tengo ni un arañazo. No eran más que niños.

—De acuerdo. ¿Y lo estás pasando bien?

—Digamos que todavía no tengo ganas de cortarme las venas.

—Eso está bien —rió Aislinn—. ¿Qué estabas haciendo? ¿Te he sacado de la cama?

—No, Joel y yo íbamos a tomarnos un chocolate caliente. De hecho, acaba de llegar —comentó sonriéndole—. Aislinn te saluda.

—Dile hola de mi parte. ¿Qué quiere? ¿Comprobar si has salido corriendo ya?

—Más o menos. Joel te saluda, Aislinn.

—Os dejo disfrutar del chocolate. Pasadlo bien mañana. Y… Nic, ten cuidado, ¿de acuerdo?

—Por supuesto, ya me conoces, siempre tengo cuidado.

—¿Qué pasa? —quiso saber Joel mientras le tendía la taza y se sentaba a su lado en el sofá.

Nic volvió a guardar el teléfono en su bolso y se encogió de hombros.

—Aislinn tenía la sensación de que estaba en peligro.

—¿En peligro? ¿Aquí? —no obstante, Joel parecía ligeramente alarmado, él también se tomaba las advertencias de Aislinn en serio—. ¿Qué te ha dicho?

—Le he contado lo de la pelea y ha dicho que quizás fuese eso…

—Tienes unos amigos muy raros, Nic.

Ella rió.

—¿Me lo dices tú después de haber pasado la noche con los gemelos Watson y con Heidi?

—Tienes razón.

—El chocolate está delicioso.

Él sonrió y le limpió el labio con el dedo pulgar.

—No son más que polvos, se añade agua hirviendo y se remueve.

De pronto, Nic se sintió nerviosa. Se aclaró la garganta, miró su taza y balbuceó:

—¿De verdad? Pues los polvos deben de ser mejores que los que yo compro.

—Mamá hace ella misma una mezcla de leche en polvo, cacao y algo más, tal vez canela.

—Quizás pueda darme la receta antes de que nos vayamos.

—Seguro que sí.

La atmósfera cambió al hablar de la señora Brannon. Joel no dijo nada cuando Nic se separó un par de centímetros de él y dejó la taza en la mesita para poder cambiar de postura. Luego subió el volumen de la televisión y se concentró en la pantalla.

Se tocó los labios con los dedos, fingiendo que se limpiaba, y los detuvo brevemente en el lugar donde la había tocado Joel.

 

 

Después de dejar las tazas en el lavaplatos y apagar la televisión, Joel acompañó a Nic a su habitación.

—¿Estás segura de que no necesitas nada?

—No, gracias —respondió ella sonriendo.

—Estoy en la puerta de al lado, si quieres algo.

Ella miró hacia la puerta, que estaba demasiado cerca de la suya propia.

—Buenas noches, Joel.

—Buenas noches, Nic.

Él no se marchó inmediatamente. Se quedó allí parado, mirándola. Y a Nic empezó a latirle el corazón tan deprisa que casi no podía respirar. Sintió que se ruborizaba, algo poco habitual en ella, dio un rápido paso atrás y cerró la puerta.

¿Qué le estaba pasando?

 

 

Joel dejó su polo rojo en el respaldo de una silla y se pasó la mano por el pelo. Por alguna razón, estaba inquieto aquella noche.

Tal vez fuese la reunión, se dijo. Los recuerdos de su juventud, el ver a sus amigos mayores. Imaginó que era normal que sintiese nostalgia de unos días más inocentes y libres de preocupaciones.

Pero en esos momentos no era el pasado lo que tenía en su cabeza, sino su vida actual, la vida que tenía en Arkansas, su casa, sus pacientes, sus amigos. En especial una amiga que estaba durmiendo en la habitación de al lado.

Estaba contento de haberle pedido que lo acompañase. Gracias a Nic, la noche había sido mucho más sencilla, no había tenido que hablar con sus amigos de la muerte de Heather, había permanecido en el presente. Por no mencionar que siempre estaba a gusto con Nic.

Sonrió al recordar el entusiasmo con el que había animado al equipo de su colegio. Nic no era precisamente tímida ni retraída. Había impresionado a los Watson con sus conocimientos de fútbol. Y no hacía falta que la entretuviese ni estuviese pendiente de ella. De hecho, siempre insistía en cuidarse sola, ni siquiera le había permitido ir a buscarle un refresco.

Su sonrisa se desvaneció al recordar cómo había detenido la pelea en el aparcamiento. Lo máximo que habría hecho cualquier otra mujer, y la mayoría de los hombres, habría sido buscar a un policía.

Joel no entendía por qué sus amigos pensaban que era un poco rara. ¿Porque era policía?

¿Porque le gustaba el fútbol? Conocía a muchas mujeres a las que les gustaba el deporte.

¿Porque había parado una pelea sin dudarlo? Deberían admirarla por ello. Si Nic no hubiese estado allí, alguno de esos chicos podría haberse hecho daño.

No obstante, tenía la sospecha de que el problema era que Nic era completamente diferente a Heather, pero ése no era un motivo para que no pudiese ser su amiga, o incluso algo más si ambos hubiesen querido.

Pensó en Nic de pie delante de su habitación, le había parecido ver algo de nerviosismo en sus grandes ojos azules oscuros. Y tenía las suaves mejillas sonrojadas. Quizás le hubiese afectado, también a ella el hecho de compartir la intimidad de darse las buenas noches en una casa en silencio y a oscuras. ¿O había sido imaginación suya?

Quizás no hubiese sido buena idea llevarse a Nic, pensó mientras se tiraba encima de la cama. Su amistad le importaba demasiado como para arriesgarse a estropearla.

 

 

Siempre era extraño levantarse en una casa desconocida, despeinada y desorientada. Se quitó el pelo de la cara, agarró la ropa y el neceser con el maquillaje y abrió la puerta de la habitación. No había nadie en el pasillo y la casa estaba en silencio, lo que le hizo preguntarse si sería la única en estar despierta un sábado a las siete de la mañana.

Acababa de llegar a la puerta del cuarto de baño cuando ésta se abrió. Joel salió, casi chocando con ella. Sólo llevaba puestos unos pantalones vaqueros y se frotaba el pelo mojado con una toalla. Se detuvo al verla.

—Lo siento. No quería atropellarte.

—No te preocupes —dijo ella dando un paso atrás—. No sabía que estuvieses aquí.

—Ya he terminado. El baño es todo tuyo. ¿Necesitas algo?

—Esto…

De repente, Nic tenía la mente en blanco y no sabía lo que Joel acababa de preguntarle. Sabía que estaba fuerte, pero no había imaginado que esos músculos pudiesen haber estado escondidos debajo de su ropa de joven profesional conservador.

—¿Nic?

Joel la miró de un modo extraño, y ella se obligó a apartar la mirada de sus pectorales y abdominales.

—Lo siento. Supongo que todavía no estoy del todo despierta. ¿Qué me has preguntado?

—Si necesitabas algo. Tienes gel, champú y toallas ahí, pero si necesitas algo más…

—No, tengo de todo. Gracias.

Nic se encerró en el baño. Esperaba que Joel se hubiese creído lo de que estaba medio dormida y que no sospechase que había estado observando su impresionante físico.

El aire de Alabama debía de tener algo, pensó mientras se metía debajo del chorro de agua. No había sido ella misma desde que había llegado allí.

 

 

Se duchó, se secó el pelo, se maquilló y se puso unos vaqueros, una camisola de encaje y una chaqueta vaquera. Ya estaba presentable para el segundo día de reunión de Joel. Había cuidado su apariencia más de lo habitual y se había dicho que lo había hecho sólo para dar su mejor imagen a los amigos de Joel. Además, su anfitriona iba peinada y maquillada meticulosamente y Nic no quería ser menos.

Aunque no estaba compitiendo con nadie, se dijo mientras bajaba las escaleras. Ni con Elaine, ni con Heidi… y mucho menos con la memoria de una guapa pelirroja.

Había esperado encontrar a Joel con sus padres en el piso de abajo, pero el salón y el comedor estaban vacíos. Fue hasta la cocina, donde Elaine estaba haciendo unos gofres.

Elaine sonrió al verla entrar.

—Buenos días. Estoy haciendo gofres con fresas naturales y nata montada. Pero si prefieres huevos o tortitas…

—Me encantan los gofres, pero no tenía que haberse molestado por mí.

Elaine sacudió la cabeza mientras sacaba una jarra de zumo de naranja recién exprimido de la nevera.

—No es ninguna molestia. A Joel también le gustan mucho, así que los hago siempre que viene. Aunque no sea demasiado a menudo…

—Está muy ocupado en Cabot —dijo Nic saliendo en su defensa—. Trabaja diez horas al día, cinco días a la semana, y un par de horas los sábados y domingos. Y está disponible para sus pacientes incluso cuando no está en la clínica.

En vez de tranquilizarse, la madre de Joel pareció preocuparse todavía más.

—Me preocupa que trabaje tanto. Se va a quemar. O a poner enfermo.

—Le gusta su trabajo. Y adora a los niños.

—Siempre le han encantado los niños. Había planeado tener varios con Heather.

—¿Puedo ayudarla en algo, señora Brannon? —preguntó Nic para cambiar de tema.

—Puedes poner la mesa si quieres. El desayuno casi está listo.

Nic llevó la jarra de zumo a la mesa que estaba al otro lado de la barra que separaba la cocina del salón y que estaba situada en una ventana en saliente que daba al jardín trasero de la casa. Vio a Joel y a su padre que parecían estar examinando la cerca que rodeaba la propiedad.

—¿Tienen algún problema con la cerca? —le preguntó a Elaine más para darle conversación que porque estuviese realmente interesada.

Elaine sacudió la cabeza, exasperada.

—Lou está obsesionado con las termitas. Está convencido de que van a atacar en cualquier momento.

A Nic le divirtió aquello, aunque Joel parecía estar tomándoselo muy en serio. Se fijó en cómo el sol de la mañana resaltaba algunas mechas más claras de su pelo castaño.

Elaine dejó la fuente con los gofres encima de la mesa dando un golpe quizás algo más fuerte de lo necesario.

—¿Tomas café, Nicole? — dijo haciéndola salir de su ensimismamiento.

Nic se preguntó si no lo habría hecho adrede.