NIC se dijo que estaba malinterpretando acciones completamente inocentes, se volvió y sonrió a la madre de Joel.
—Sí, tomo café. Los policías tendemos a sobrevivir a base de cafeína y comida basura.
—Debe de ser duro ser mujer en una profesión que ha sido tradicionalmente de hombres —comentó Elaine desde la cocina, donde le estaba sirviendo café en una delicada taza de flores.
—Ya no. No soy la única mujer de mi sección, aunque no somos muchas. Gracias —dijo tomando la taza que le ofrecía Elaine.
—¿Quieres seguir trabajando en la policía cuando te cases y tengas hijos?
Aquélla era una pregunta anticuada, sobre todo en el tono en que la había formulado Elaine, pero Nic intentó responder con una sonrisa.
—No lo he pensado. De todos modos, no tengo pensado casarme ni tener hijos próximamente.
—¿No quieres tener hijos?
—No por el momento.
—¿Cuántos años tienes? ¿Veintiséis?
—Veintisiete. El café está muy bueno. ¿Qué marca es?
O Elaine no oyó su pregunta, o fingió no haberla oído.
—Yo ya tenía dos hijos a tu edad. El pequeño Kyle nació un mes después de mi treinta cumpleaños.
—Joel me ha contado lo de Kyle —dijo Nic sintiendo que su irritación se evaporaba—. Lo siento mucho. Debió de ser algo muy doloroso.
—Gracias, cielo. Fue una prueba difícil de superar, pero somos una familia unida. Nos ayudamos los unos a los otros, al igual que cuando perdimos a nuestra Heather, hace cinco años y medio.
«Nuestra Heather». ¿Qué quería decirle Elaine con aquello? ¿O eran todo imaginaciones suyas?
—Yo tengo un hermano mayor —dijo ella sin que nadie se lo preguntase—. Mi madre y yo nos apoyamos mucho en él cuando mi padre falleció hace unos años. Mamá se ha ido a vivir con él a Europa, trabaja en una embajada estadounidense. Es agradable tener una familia en la que apoyarse cuando uno lo necesita.
Elaine la miró con un atisbo de aprobación.
—Sí.
Nic dio otro trago de café, tenía la sensación de que acababa de ganar un punto, aunque no estaba segura de cuáles eran las reglas del juego.
Se sintió aliviada cuando la puerta de la cocina se abrió y aparecieron Joel y Lou.
—¿Está listo el desayuno? —preguntó Joel sonriendo—. Estoy muerto de hambre.
—Sí —contestó Elaine dándole una afectuosa palmadita en el brazo—. Haz que se siente tu invitada y siéntate tú también. Voy a ponerte un café.
—Sí, señora —respondió él mirando con complicidad a Nic y ofreciéndole una silla.
Sintiéndose como una tonta, Nic se sentó y desdobló la servilleta blanca como la nieve que había al lado del floreado plato que Elaine había puesto encima de un mantel individual de color amarillo.
Los gofres desaparecieron rápidamente. Nic casi no habló durante el desayuno, se limitó a murmurar que todo estaba delicioso y escuchó mientras los otros hablaban de personas y acontecimientos locales. Joel intentó hacerla participar en la conversación, pero ella se limitó a responder con un par de educados monosílabos.
—Pensé que Ethan iba a desayunar con nosotros —comentó Joel.
Lou frunció el ceño.
—Ha estado muy ocupado últimamente con un proyecto que no quiere contarnos. Dice que nos lo contará cuando esté preparado.
—¿A qué se dedica? —se interesó Nic.
—Es asesor financiero autónomo. Básicamente, va por los pequeños negocios que casi no pueden subsistir y los ayuda a conseguir beneficios.
—¿Así que es como un genio de las finanzas?
—Más o menos —rió Joel—. Él odiaría esa definición, pero podrías llamarlo así.
—Es un genio en lo que respecta al dinero de los demás —se quejó Lou—, porque él casi no cubre los gastos. Con su talento, debería ser un hombre rico, pero cobra tan poco a sus clientes que sólo le da para sobrevivir.
—Gana suficiente para cubrir sus necesidades —lo defendió Elaine—. Me ha prometido que está ahorrando para el futuro. A Ethan no le interesa ser rico para impresionar a los demás.
—No es ésa la cuestión. Quizás un día encuentre a una mujer y quiera formar una familia, entonces deseará haberse preocupado más por sí mismo.
A juzgar por el tono de Lou, Nic imaginó que aquélla era una vieja batalla que ninguno de los dos esperaba ganar. Lou estaba orgulloso de sus dos hijos, eso era evidente, pero parecía echarse la culpa de que sus vidas no fuesen como Elaine y él habrían querido para ellos. Ethan debía haber sido un asesor bien situado, casado y con hijos, y Joel debería estar al frente de una clínica pediátrica más importante, y todavía casado con aquella mujer a la que todos habían querido.
Le pareció que debía estar más orgulloso de sus hijos, que se habían convertido en hombres honrados, trabajadores y que tenían como propósito ayudar a los demás en vez de hacerse ricos. Pero los problemas de la familia Brannon no la incumbían. Ella sólo estaría allí unas horas más, y luego lo más probable era que no volviese a verlos nunca.
Salvo a Joel, por supuesto. Que seguiría siendo su amigo y vecino, una parte importante de su vida.
—¿Qué planes tenéis para hoy, Joel? —preguntó Elaine para cambiar de tema—. La fiesta de tu promoción no empieza hasta las seis.
—Heidi ha organizado un torneo de golf y de tenis en el complejo y un recorrido por el balneario para las mujeres, pero Nic y yo hemos decidido pasar de esas actividades. Voy a enseñarle la zona, si a ella le apetece.
—Por supuesto —dijo Nic entusiasmada con la idea de salir de aquella casa y con evitar pasar el día con Heidi y las otras mujeres.
—Estupendo. ¿Nos prestas el coche, papá?
—Claro. De todos modos, pensaba pasar el día trabajando en el jardín.
—Y yo tengo una reunión en la iglesia —comentó Elaine—. Fay va a pasar a recogerme, así que tu padre puede utilizar mi coche si quiere ir a algún sitio. ¿Por qué no quedamos todos aquí para tomar algo antes de que os vayáis a la fiesta? ¿Qué tal a las cinco?
—Muy bien. De todos modos, tenemos que venir a cambiarnos de ropa.
—Voy a lavar los platos del desayuno —se ofreció Nic.
—De eso nada —replicó Elaine—. Id a divertiros. Prefiero ocuparme yo de la cocina, pero gracias de todos modos.
—A mamá le gusta hacer las cosas a su manera —explicó Joel haciendo una mueca.
—A Heather sí la dejaba ayudarla —recordó Lou—, pero porque quería enseñarla a hacer las cosas como ella.
Joel se levantó de la mesa haciendo ruido con la silla en el suelo.
—Como nos está prohibido ayudar, nos vamos. Voy a llevarte a ver el centro histórico de la ciudad, Nic.
—Suena fascinante —dijo ella poniéndose en pie.
No había mucho que ver en Danston. Tardaron aproximadamente una hora en dar el paseo.
Joel le fue enseñando los lugares que habían sido importantes para él durante su niñez. El instituto. La heladería a la que iba con sus amigos después de las clases.
El cine con dos salas donde había visto las comedias para adolescentes de los años ochenta. La pista de patinaje que ya no existía y las tiendas que habían cerrado al poco de abrir un enorme centro comercial al lado de la autopista. El centro había vuelto a cobrar vida con la apertura de tiendas de antigüedades, regalos, artesanía y utensilios de cocina y baño.
—Es una ciudad muy bonita. Seguro que viene mucha gente de los alrededores de compras.
—Sobre todo en Navidad. La decoración de las tiendas es muy bonita. Ya lo verás.
Nic pensó que lo más probable era que no tuviese la oportunidad de verlo, pero no lo dijo.
—Suena muy bien.
—Sí.
Luego volvieron al coche y condujeron en silencio durante un buen rato, Nic intentó pensar en algo que decir.
—Sé que hace mucho que no venías a casa. Si quieres pasar más tiempo con tus padres hoy, no te sientas obligado a entretenerme. He traído un par de libros y puedo dedicarme a leerlos mientras tú estás con ellos.
—La verdad es que prefiero pasar el día contigo, Nic. Quiero a mis padres, pero me estresa pasar demasiado tiempo con ellos. Creo que nos estresa a todos.
—¿Por qué?
—No lo sé —contestó él sin separar la vista de la carretera y encogiéndose de hombros—. Todavía no entienden que haya decidido marcharme de aquí. Supongo que nos hemos distanciado en los últimos cinco o seis años.
Desde la muerte de Heather, pensó Nic sacudiendo ligeramente la cabeza. Las tragedias solían unir o separar a las familias. Elaine le había dicho que la muerte de Kyle los había unido, pero parecía que la de Heather, los había distanciado.
—¿Adónde vamos ahora?
—Voy a enseñarte dónde vive Ethan. Está cerca del río, fuera de la ciudad. En los años cincuenta construyeron un embalse, el lago Parnell. Ethan vive a cinco minutos de allí. El complejo turístico donde se hospedan la mayor parte de mis compañeros y donde tendrá lugar la fiesta de esta noche tiene el mismo nombre. Solía ser un pabellón de pesca, pero lo remodelaron el verano pasado.
Joel parecía desear poner cualquier excusa antes que volver a casa y prefería hablarle de la zona en vez de contarle por qué, así que ella asintió y apoyó la espalda en el respaldo para disfrutar del paisaje.
La casa de Ethan no era lujosa, pero Nic entendió que le gustase vivir allí. Era una cabaña con un cedro a uno de los lados, grandes ventanas y un pequeño jardín, y estaba tan cerca de la orilla del río que se podía tirar una piedra desde la puerta trasera hasta el agua. Había un sencillo embarcadero con un pequeño refugio para su barca de pesca y un cenador con techo de cedro con una mesa de picnic y una barbacoa de piedra. Era más como una residencia para ir a pescar los fines de semana que un lugar para vivir todo el tiempo, pero Nic imaginó que a Ethan le gustaba la soledad del campo.
—Es bonito.
Joel asintió con la cabeza.
—Sí. He pasado algún fin de semana aquí con él. Pescando, viendo la televisión y comiendo carne a la brasa.
—¿Y manteniendo largas charlas de hermanos?
—Ethan no es de los que hablan mucho —rió él.
—¿Nunca ha estado casado?
—No. Dice que nadie puede soportarlo el suficientemente tiempo. Lo cierto es que él nunca se comprometería lo suficiente para que una relación funcionase.
—Supongo que no te sorprenderá que me identifique con eso —murmuró Nic arrugando la nariz.
—No me sorprende. El coche de Ethan está en el camino. ¿Quieres que paremos a saludarlo?
—¿No le molestan las visitas sorpresa?
—No. Ethan no es de los que hacen cumplidos. Si le apetece vernos, nos invitará a pasar. Si no, nos dirá que está ocupado.
Joel hizo la crítica con cariño. No daba la impresión de que el comportamiento de su hermano le pareciese extraño, quizás fuese porque estaba acostumbrado a él.
Aparcó detrás del antiguo coche marrón de Ethan y abrió la puerta. Nic no esperó a que fuese a abrir la suya, salió también. El aire de octubre era fresco, aunque no frío y respiró hondo. Incluso la atmósfera era tranquila allí, había poco tráfico en la carretera y no se veía la casa de ningún vecino.
—Me recuerda la cabaña de pesca de mi tío en el río Buffalo —comentó mientras avanzaban hacia el porche delantero, donde había dos mecedoras de secuoya y una hamaca colgada de una cadena—. Me encantaba ir allí con mi familia el día del Trabajador.
—Mi abuelo tenía un lugar similar a éste en Michigan. Íbamos allí de niños, a verlo. El abuelo murió cuando yo tenía diez años y desde entonces no hemos vuelto, pero Ethan siempre había dicho que viviría algún día en una cabaña de pesca. En cuanto tuvo dinero, compró este lugar.
Nic archivó aquello en su mente, con todo lo demás que sabía del hermano mayor de Joel, mientras éste llamaba a la puerta. Ésta se abrió casi inmediatamente, lo que la hizo preguntarse si Ethan los había oído llegar.
Ethan sonrió al ver a su hermano. Nic pensó que parecía mucho más accesible cuando sonreía. Aunque la gente dijese que era gruñón, parecía ser una buena persona en el fondo. No obstante, la sonrisa volvió a cambiar cuando la miró a ella y Nic se preguntó qué sería lo que le molestaba.
—Nic —la saludó amablemente—. Me alegro de verte de nuevo. ¿Te estás divirtiendo?
—Mucho, Joel me ha enseñado la zona.
Ethan rió.
—No os ha debido llevar mucho tiempo. Pasad. Haré un café.
Aparentemente se sentía sociable. Nic siguió a Joel dentro de la casa y estudió discretamente la decoración, no la sorprendió que fuese casi minimalista. Sofás y sillas cómodos, mesas funcionales, una enorme chimenea de piedra, librerías de obra y pocos adornos.
Era la casa de un hombre, de un soltero, y Ethan debía de sentirse cómodo allí. Nic no pudo evitar preguntarse si nunca habría deseado compartirlo con alguien.
La cocina era especialmente acogedora, con sus grandes ventanas, los electrodomésticos de aspecto industrial y una percha con sartenes de fondo de cobre muy cuidadas.
—¿Te gusta cocinar? —le preguntó a Ethan sorprendida.
Él se encogió de hombros.
—Me gusta comer. No me gusta la comida congelada ni la comida rápida y vivo demasiado lejos de la ciudad, así que tuve que aprender a cocinar.
—Es muy práctico.
—Es un gran cocinero —añadió Joel—, en especial si eres carnívoro.
—¿Habéis comido ya? —preguntó Ethan—. Podríamos hacer unas hamburguesas a la brasa.
Dado que a Joel pareció gustarle la idea, Nic dijo que le parecía divertido. Y así fue.
Le gustó ver la interacción entre ambos y notó sus diferencias, y sus parecidos. A pesar de que Ethan no era demasiado hablador, Joel y él charlaron animadamente y con complicidad, ella se sintió confusa en un par de ocasiones, pero no excluida deliberadamente.
Ethan parecía muy interesado en oír hablar del trabajo de Nic.
—No siempre es divertido —dijo ella para responder a una de sus preguntas—. Intervengo en muchos accidentes de tráfico, robos, peleas domésticas y esas cosas.
—Llevas un arma. ¿Has tenido que utilizarla alguna vez?
—No estando de servicio, pero practico con regularidad por si tengo que hacerlo alguna vez.
—Ha utilizado su arma de electrochoque en un par de ocasiones —dijo Joel limpiándose los dedos en una servilleta de papel—. Y también la han utilizado contra ella. Me enseñó el vídeo.
—Forma parte de la formación, para que sepamos de primera mano el daño que estamos infligiendo.
—¿Y cómo es?
—Horrible. No dura mucho, pero te da la sensación de que la descarga va a durar para siempre. Yo me caí de rodillas, pero no perdí el conocimiento.
—Enhorabuena —dijo Ethan sonriendo irónicamente.
—A pesar de que es un arma muy controvertida, es muy útil. No es mortal, pero ayuda a manejar situaciones difíciles.
Ethan le hizo un par de preguntas más, a las cuales ella respondió con paciencia. Al menos le hablaba, y parecía mirarla con menos reticencia. Quizás se hubiese dado cuenta de que Joel y ella sólo eran amigos, que Nic no tenía los ojos puestos en su hermano.
Aparentemente, no le parecía mal que fuese su amiga; sólo le preocupaba que fuese algo más. Nic se preguntó por qué, aunque diese igual.