Capítulo 8

 

 

 

 

 

NO sé para qué nos ha puesto Heidi estas etiquetas. Todos nos conocemos. Y no hacía falta que pusiese «doctor» delante de mi nombre. Resulta pretencioso.

—Nadie que te conozca pensará que eres pretencioso —lo tranquilizó Nic—. Todos saben que ha sido idea de Heidi.

Afortunadamente, a ella no le había puesto «oficial de policía» en la etiqueta. Quizás estuviesen impresas de antes de que supiese a qué se dedicaba.

Los hermanos Watson ya estaban allí, por supuesto. Parecían incómodos con los trajes y sus corbatas que sus mujeres debían de haberles obligado a ponerse. También los saludaron un par de personas más que Nic había conocido la noche anterior.

Se sintió aliviada al comprobar que iba bien vestida para la ocasión. Las otras mujeres llevaban desde la ropa de los domingos hasta sus mejores galas, y ella se sentía en un término medio.

Le pareció divertido y un poco triste que Heidi hubiese decorado la sala como si se tratase de un baile de instituto. Había globos y banderines rojos, blancos y plateados en todas las esquinas. Y pancartas que proclamaban: Siempre Cardenales, siempre amigos.

El salón no era enorme, pero sí suficientemente grande para acomodar a todo el grupo. El suelo era de madera brillante, para bailar, y había una pared de cristales que daba a un balcón también de madera construido directamente encima del lago. Como hacía muy buena temperatura, las puertas estaban abiertas y había varias personas fuera admirando el reflejo de la luna en el agua.

Las paredes estaban cubiertas de enormes pósters de sus días de instituto. Nic los estudió durante un rato, divertida con las imágenes de los Watson más jóvenes, así como de otros compañeros.

Tal y como era inevitable, había varias fotografías de Joel y Heather. En unas salían juntos y en otras, separados. Al fin y al cabo, habían sido los líderes de sus clases, populares, atractivos y aparentemente muy activos en la vida escolar.

Nic se preguntó cuántas fotos suyas podrían contarse en una reunión de su promoción. Todas las actividades que había hecho habían sido fuera del instituto y el resto de su tiempo libre lo había pasado con su familia. Sus compañeros la recordarían, por supuesto, pero no con la intensa admiración que aquel grupo mostraba por Heather.

Había mesas para ocho personas a lo largo de todo el perímetro del salón, una mesa con un bufé instalada contra una de las paredes y unos camareros uniformados esperando. El centro de la sala estaba vacío, presumiblemente para utilizarlo de pista de baile.

Nic no vio ningún grupo musical, pero sí un equipo en un rincón que indicaba que lo más probable es que apareciese un disk jockey más tarde. Estaba segura de que la música sería la misma que había sonado el último año de instituto.

Joel la condujo hasta una mesa en la que ya había dos parejas. No recordaba a ninguno de ellos de la noche anterior, y después de ver cómo se saludaban con Joel supo que no habían estado en el partido. Ambas parejas eran afro-americanas y al ver lo contentas que se ponían al ver a Joel Nic se reafirmó en su impresión de que Joel había sido amigo de todos los diferentes grupos de la promoción.

—Es genial volver a ver a todo el mundo —dijo Joel después de darles la mano a los hombres y besos a las mujeres—. Tenía la esperanza de que vinierais.

—Sentimos perdernos el partido —comentó uno de los hombres—. Terrell y yo trabajábamos ayer y no nos daba tiempo a llegar, así que hemos venido juntos esta mañana.

—¿Seguís viviendo en Birmingham?

Los cuatro sonrieron y asintieron.

Joel hizo avanzar a Nic.

—Ésta es mi amiga, Nicole Sawyer. Nic, quiero que conozcas a Kevin Bender y su esposa, Naomi. Y éste es el primo de Kevin, Terrell Bender, y su esposa, Latricia. Kevin, Naomi y Terrell son de mi promoción, y a Latricia la conocí en la última reunión.

Nic sonrió y los saludó con la cabeza. Le impresionaba que Joel recordase el nombre de todo el mundo, aunque quizás estuviese leyendo los carteles que llevaban en la solapa.

—Encantada.

—Heidi nos ha dicho que vamos a cenar pronto. Terrell y yo estamos más que dispuestos —confesó Kevin—. Hemos comido muy pronto. ¿Queréis sentaros con nosotros?

—Por supuesto —aceptó Joel separando una silla y ofreciéndosela a Nic.

Algo en su manera de actuar le hizo preguntarse a Nic si no estaría evitando sentarse con los hermanos Watson, en cuya mesa quedaban dos sitios libres. Quizás ya hubiese tenido bastante la noche anterior. O tal vez sólo quisiese estar con esos otros amigos.

Pasaron por la habitual ceremonia consistente en ver fotografías de niños, hablar de trabajo y preguntar por las familias.

Nic no tardó en darse cuenta de que estaba sentada con un grupo de profesionales a los que les iban bien las cosas. Terrell era profesor de matemáticas en la universidad y su atractiva esposa, Latricia, trabajaba en un programa de televisión que se emitía por las mañanas. Kevin era arquitecto y Naomi, directora de un colegio. Todos se interesaron por la carrera de Nic, pero los sorprendió.

—¿Todo el mundo tiene hambre? —gritó Heidi acercándose a su mesa agarrada del brazo de un hombre—. Vamos a empezar a cenar.

Terrell le aseguró que iba a empezar a comerse el mantel rojo y blanco de flores.

Heidi rió y luego le hizo un gesto al hombre al que iba agarrada para que se sentase en una de las sillas vacías. Justo en la de al lado de Nic.

—Estoy segura de que os acordáis de Jimmy. No os importa que cene con vosotros, ¿verdad? Nic, es la persona de la que te he hablado. Oficial Jimmy Waller, ésta es la amiga de Joel, la oficial Nicole Sawyer. Estoy segura de que tendréis un montón de cosas interesantes que contaros.

Luego Heidi se marchó a través de las mesas para dirigir a los camareros que ya estaban destapando los platos.

Después de saludar a sus compañeros y de que le presentasen a Latricia, Jimmy se volvió hacia Nic con una sonrisa compungida en sus amables ojos marrones.

—Bueno, Nicole, ¿tienes muchas cosas interesantes que contarme?

Ella rió.

—La verdad es que no, lo siento. Tú trabajas en una ciudad más grande que yo, quizás quieras intentar impresionarnos con tus aventuras.

Jimmy sacudió la cabeza e hizo una mueca.

—En realidad, prefiero cenar. Será mejor que nos sirvamos antes de que los hermanos Watson se lo coman todo.

—Buena idea —admitió Kevin, poniéndose en pie.

Joel agarró a Nic un momento cuando los otros se hubieron marchado.

—Siento lo de Heidi. No tienes que entretener personalmente a Jimmy porque sea policía y haya venido solo.

—No te preocupes. Parece muy agradable.

—La verdad es que era un buen chico en el instituto —admitió él—, pero hace quince años que no lo veo, y la gente cambia, ya sabes.

¿Le estaba previniendo contra Jimmy? Aquello no estaba motivado por los celos, por supuesto, pero quizás Joel no quisiese que ella se distrajese de lo que había ido a hacer allí, servir de barrera entre él y la compasión de sus compañeros.

Nic prefirió no decirle que no tenía que preocuparse por que no le prestase atención. Lo cierto era que aquel fin de semana le estaba costando centrarse en nadie más.

 

 

Joel no se estaba divirtiendo exactamente. Le había alegrado volver a ver a Kevin y a Terrell, pero después de una hora ya se habían puesto al día. Cuando llegaron los postres, ya no sabía de qué hablar con ellos. Nic y Jimmy parecían no tener problemas para conversar.

Quizás fuese porque ambos eran policías. Tenían algo en común de lo que hablar.

Que estuviesen riéndose mucho y que pareciese que estuviesen disfrutando de la conversación no quería decir que estuviesen coqueteando. Ni que estuviesen conectando suficientemente para que aquello durase algo más que aquella noche. Sólo estaban charlando mientras cenaban y, de todos modos, no era asunto suyo.

Pero no le gustaba. Y aquella sensación le hacía sentir mezquino y egoísta. Le estaba dando vueltas al tema, pero intentaba que no se le notase.

Retiraron las mesas donde había estado la comida y el disk jockey ocupó su lugar detrás del equipo de música. Joel se miró el reloj y se preguntó cuándo podrían escaparse de allí Nic y él. Ojalá pudiese alejarla de su nuevo amigo, se dijo frunciendo el ceño.

Kevin y Naomi fueron una de las primeras parejas en salir a la pista de baile. Terrell y Latricia se habían ido a charlar con otras parejas, dejando a Joel, a Nic y a Jimmy en la mesa. Nic y Jimmy estaban enfrascados en una conversación acerca de la reciente legislación referente a las persecuciones en coche.

El intenso modo en que Nic estaba mirando a Jimmy hizo que Joel frunciese el ceño y se pusiese en pie.

—Venga, Nic. Vamos a bailar.

No era la invitación más elegante que había hecho durante su vida. Nic lo miró sorprendida, era evidente que no había esperado que la sacase a bailar. ¿Sería porque no había pensado bailar aquella noche? ¿O porque no había esperado que él quisiese que bailasen juntos?

—De acuerdo —aceptó, poniéndose en pie—. Perdónanos, Jimmy.

—Claro, quizás podamos bailar juntos después.

Nic sonrió.

—Por supuesto.

Joel sintió que su ceño se fruncía todavía más. Después de unos momentos de silencio, Nic echó la cabeza hacia atrás para mirarlo.

—¿Qué ocurre, Joel? ¿Hay algo que te molesta?

Él hizo un esfuerzo por relajar la expresión de su rostro.

—No, estoy bien. Es sólo que empiezo a cansarme de la reunión. ¿Y tú? ¿Te estás divirtiendo?

—Sorprendentemente, sí. Tus amigos son muy simpáticos, ¿verdad?

¿Se refería a todos sus amigos, o a uno en particular?

—Sí, casi todos son estupendos.

—Y la comida estaba buena, algo poco habitual en estos casos. La verdad es que Heidi sabe cómo organizar una fiesta.

—Vive para estas cosas.

Joel se dio cuenta de que muchas personas los observaban, con diferentes grados de curiosidad, pero por el momento le daba igual. Lo que le importaba en esos momentos era lo bien que se sentía con Nic entre sus brazos, y la compenetración con la que bailaban. Era como si llevasen mucho tiempo bailando juntos.

Se sintió bien. Mejor que bien en realidad.

Siempre había sabido que Nic estaba en muy buena forma, y que tenía un cuerpo tonificado y fuerte. Pero no era lo mismo saberlo, que sentirlo entre sus brazos.

Su calor traspasaba la fina tela de su ropa, y su suave pelo le rozó la barbilla cuando se volvió a sonreír a alguien.

Aquella noche, Nic estaba diferente. Más dulce. Más pequeña. Joel era consciente de que era una mujer autónoma, competente, de carácter fuerte. Eran cosas que admiraba de su amiga y vecina, pero aquella noche la estaba viendo con otros ojos. Y lo que veía era una joven atractiva, con un cuerpo estupendo y una sonrisa contagiosa.

En esos instantes lo estaba mirando de un modo extraño, como si su comportamiento la confundiese. Joel se obligó a sonreír y dijo lo primero que se le pasó por la mente.

—Bailas muy bien.

—Gracias. Me gusta bailar. Siempre he querido ir a clases de baile, pero nunca he tenido tiempo. Quizás algún día.

Heather y él habían ido a clases de baile un verano, cuando ambos habían vuelto a casa de la universidad. Habían planeado volver a hacerlo más tarde.

—En casa no hay muchos lugares donde den clases de baile.

—En cualquier caso, no de bailes de salón. Brad y yo solíamos ir a Boot-Scoot Barn de vez en cuando. Pero era baile en línea y swing.

La mención de su ex novio hizo que Joel volviese a fruncir el ceño, pero consiguió mantener la expresión imperturbable. No sabía por qué estaba de tan mal humor esa noche.

—Parece que Jimmy y tú habéis congeniado —dijo sin querer—. Heidi debe de estar encantada.

Nic arrugó la nariz.

—Tenemos en común nuestro trabajo. Supongo que ésa es la única razón por la que Heidi nos ha presentado.

—Quizás quisiera intentar emparejaros. Dado que tú y yo hemos dejado claro que sólo somos amigos, supongo que ha pensado que estaba haciéndote un favor.

Nic se encogió de hombros, acercándose más a él al hacer aquel movimiento, y haciendo que Joel se desconcentrase.

—Es agradable y todo eso, pero no es mi tipo. Además, nunca tendría una relación con otro policía, y seguro que Jimmy piensa igual que yo.

—¿Y cuál es tu tipo? —murmuró Joel—. ¿Los vaqueros?

Nic rió.

—Ambos sabemos que eso no funcionó. Quizás no tenga un tipo concreto.

—O tal vez todavía no sepas lo que estás buscando.

—O tal vez no esté buscando —dijo volviendo a reír.

Joel la miró a los labios y no pudo evitar sonreír. De repente, estaba de mejor humor, y sabía muy bien por qué.

Para divertir a Nic, levantó el brazo y le dio una vuelta, luego terminó la canción inclinándola hacia atrás. El truco funcionó; Nic rió y se dejó caer en sus brazos. Y cuando Joel volvió a ponerla derecha, no pudo evitar darle un ligero beso en la mejilla.

—Gracias por el baile —le dijo, preguntándose si Nic se habría dado cuenta de lo rara que sonaba su voz—. Ha sido divertido.

Ella estaba sonrojada, pero Joel no sabía si era a causa del beso o del baile.

—De nada —contestó.

 

 

Bailaron algunas canciones más, unas juntos, otras con otras personas, y a Joel no le importó que Nic bailase con Jimmy. Él lo hizo con Naomi mientras tanto, y se dijo que Nic había sido honesta al decirle que su antiguo compañero no la atraía especialmente. Al menos, quería creerlo así, y no se molestó en preguntarse por qué le importaba tanto.

Después de una hora de música, Heidi tomó el micrófono y atrajo la atención de todo el mundo. Joel, como presidente de la promoción, debía haber hecho el discurso, pero él había declinado aquel privilegio y se lo había cedido a Heidi, que había aceptado sin necesidad de insistirle demasiado.

A ella le gustaba ser el centro de la atención. Parecía contenta con el resultado de tantos meses de preparativos y mientras todo el mundo volvía a las mesas, Joel se sintió culpable por no haber apreciado más sus esfuerzos.

—Espero que os haya gustado la cena —empezó Heidi, la gente sonrió y asintió con la cabeza—. Quiero agradecer al cátering su excelente servicio. Y también darle las gracias al disk jockey, Chico Morales —la gente aplaudió entusiasmada—. Antes de que sigamos bailando, quería deciros algo. Lo primero, muchas gracias a todos por haber venido y por haber hecho de esta reunión un éxito. Empezando por la victoria en el partido de anoche.

La gente aplaudió y gritó entusiasmada, sobre todo los gemelos Watson, que parecía que habían llevado sus propias bebidas a la fiesta. Y no eran los únicos.

—También quiero recordaros que firméis la tarjeta para nuestro querido director, el señor Walenski, que esperamos que se recupere pronto de su enfermedad. Y ahora es el momento de los premios…

Joel no pudo evitar refunfuñar en voz baja, Kevin y Terrell también lo hicieron.

—¿Premios? —preguntó Nic.

—Ahora verás.

Riendo como la colegiala que todavía quería seguir siendo, Heidi leyó:

—«En primer lugar, al compañero con más hijos… Janie Caruthers Mayo, ¡madre de cinco hijos! El último tiene sólo diez semanas».

Todo el mundo aplaudió, Heidi le dio a la ruborizada mamá una enorme caja de aspirinas, otra de preservativos y un vale para una cena en un restaurante local.

—Ah —murmuró Nic—. Ése tipo de premios.

—Lo hace siempre. Sigue creyendo que es divertidísimo —dijo Joel.

También le dio un premio al compañero que había ido de más lejos, a otro que había sido elegido alcalde de una pequeña ciudad cercana y a otro que acababa de retirarse después de haber sido jugador de baloncesto. Éste último no parecía demasiado contento, aunque se esforzó por sonreír.

Luego, Heidi leyó un par de notas que habían enviado algunas personas que no habían podido asistir. Finalmente, Heidi se aclaró la garganta para hablar con más seriedad.

—Me gustaría anunciar la puesta en marcha de nuestro nuevo proyecto benéfico. Ha empezado estupendamente, por el momento han donado casi ocho mil dólares…

Joel frunció el ceño. No recordaba que le hubiesen hablado de ningún nuevo proyecto, ni le habían pedido una donación, aunque lo haría…

Lo sorprendió que Heidi lo llamase por el micrófono.

—Joel, ¿te importaría venir aquí un minuto, por favor?