Capítulo 9

 

 

 

 

 

ALGO por el modo en que sus compañeros lo miraron cuando Heidi lo llamó le hizo sospechar que todos, salvo Nic, sabían qué estaba pasando.

Intentó esconder su reticencia detrás de una sonrisa, se puso en pie y cruzó la sala para acercarse a Heidi.

—¿Qué es esto?

A Heidi se le llenaron los ojos de lágrimas y le tembló la sonrisa al mirarlo.

—Tenemos una sorpresa para ti, Joel. Esta noche es un honor y un placer para mí anunciarte que la clase ha creado una beca que se llama Heather Shields Brannon, que se otorgará anualmente a dos estudiantes del instituto de Danston, para que continúen sus estudios.

Joel sintió que la vergüenza y la irritación se disipaban, estaba conmovido por el gesto que habían tenido sus compañeros.

—Heidi, es algo…

—No he sido sólo yo —dijo ella poniéndose recta y sacudiendo la cabeza—. Hemos sido todos.

Le tendió el micrófono y dio un paso atrás, dejando claro que todo el mundo esperaba que dijese algo. A Joel le hubiese gustado ser capaz de encontrar las palabras.

—Es increíble —empezó mirando hacia los sonrientes rostros que lo rodeaban—. No se me ocurre nada que hubiese complacido más a Heather que una beca con su nombre. Adoraba nuestro instituto. Os quería a todos. Y quiero agradeceros en su nombre que hayáis hecho que su memoria y su alma sigan vivas en nuestro instituto y en nuestros corazones.

¿Había sido demasiado ñoño? Había dicho aquello con todo su corazón, pero esperaba no haber sonado demasiado insustancial. Cuando sus compañeros se levantaron a aplaudirlo, Joel tragó saliva, le devolvió el micrófono a Heidi y volvió a su mesa preguntándose si alguien se daría cuenta si en vez de dirigirse a la mesa, seguía hasta la salida.

 

 

A pesar de estar de pie, aplaudiendo como todo el mundo, a Nic le daba la sensación de que se le había congelado la sonrisa en el rostro. No habría sido capaz de describir cómo se sentía en esos momentos. La beca era un gesto bonito, por supuesto, y sabía que Joel estaba emocionado. Incluso ella acabaría haciendo una donación.

Los padres de Joel llorarían de emoción cuando se enterasen. Ethan no mostraría sus sentimientos, pero también lo afectaría, en especial si lo que ella había sospechado acerca de lo que había sentido por su cuñada era cierto.

A Joel le costó volver a la mesa. La gente lo paraba, los hombres le daban la mano y una palmada en el hombro, las mujeres, lo abrazaban, muchas lloraban. Joel mantuvo la compostura admirablemente, aunque Nic vio que estaba haciendo un gran esfuerzo.

Aquello, pensó Nic, era lo que Joel había estado temiéndose durante todo el fin de semana. Un emotivo y sentimental tributo a la que había sido su esposa. A pesar de sentirse conmovido por el cariño y la generosidad de sus compañeros, también estaba abrumado por aquellas demostraciones de emoción que le traían a la mente unos recuerdos muy difíciles.

Naomi le dio un abrazo cuando llegó a la mesa. Joel miró a Nic, que se dio cuenta de que no aguantaría mucho más.

Afortunadamente, el disk jockey había vuelto al trabajo, animando el ambiente con una canción que hizo que la gente volviese a la pista. Cuando Naomi soltó a Joel, Nic lo agarró de la mano.

—Me parece que necesitamos bailar una vez más antes de irnos a casa de tus padres.

Él le apretó la mano con fuerza.

—Sí —asintió llevándola hasta la pista.

No era un tema especialmente lento, pero Joel la tomó entre sus brazos y siguió el compás sin soltarla. Nic se preguntó si necesitaba agarrarse a alguien un par de minutos, si necesitaba un apoyo físico y moral.

—Gracias —dijo Joel poco después—. Lo necesitaba.

—Ha sido un gesto muy bonito, Joel.

—Lo sé. Ha sido estupendo. Y ha sido una sorpresa. No tenía ni idea de que estuviesen planeando algo parecido.

—Una beca de estudios es un homenaje perfecto. Mucho mejor que una placa.

—Exacto. Espero que los chicos que la reciban sean un orgullo para el instituto. Sólo…

—Sólo te habría gustado que no te lo hubiesen dicho delante de todo el mundo, para que hubieses tenido tiempo de asimilarlo en privado y decidir qué decir al respecto.

—Me lo has quitado de los labios —admitió él agradecido por su comprensión—. No quiero parecer ingrato, pero habría estado bien que me lo hubiesen dicho antes para que hubiese podido preparar un discurso.

—Me da la impresión de que a Heidi le encantan las sorpresas. Estoy segura de que organiza fiestas de cumpleaños a todos sus conocidos.

—De hecho, hasta preparó una para mi padre. Y él odia las fiestas sorpresa.

Nic sintió que Joel empezaba a relajarse. Los músculos de sus brazos y de sus hombros habían estado muy tensos cuando habían empezado a bailar.

—Me pregunto si Heidi le había contado a tu padre lo de la beca.

—Lo dudo. No habría confiado en que le guardase el secreto. Yo se lo contaré a mi familia.

—Estarán encantados.

—Sí —dijo él con su cabeza muy cerca de la de ella.

Nic sintió más que nunca que estaban siendo observados. Suponía que los compañeros de Joel se estarían preguntando qué pensaba ella del homenaje a la esposa de su amigo. Por mucho que lo habían intentado, no estaba segura de que hubiesen convencido a todo el mundo de que sólo eran amigos. O tal vez pensasen que ella quería algo más.

Aunque era normal. Había varias mujeres solteras en la promoción de Joel y más de una lo había mirado con ojos golosos. Seguro que estaban dispuestas a consolarlo y ofrecerle su compañía.

Para Heidi y el resto de los amigos de Joel, Nic no podía ocupar el lugar que Heather había tenido en el corazón de Joel. Ni en el de ellos.

Volvió a preguntarse qué era exactamente lo que les molestaba de ella. O si habrían mostrado el mismo rechazo por cualquier otra mujer que hubiese intentado reemplazar a Santa Heather.

—Creo que ya hemos socializado bastante esta noche —dijo Joel mirando a su alrededor, consciente de que todo el mundo los observaba—. Podemos despedirnos educadamente cuando acabe la canción.

Nic se sintió aliviada, a pesar de que la reunión no había sido tan pesada ni aburrida como ella había esperado.

—Estupendo. Ya han empezado a marcharse algunas personas. No les parecerá extraño que nos vayamos.

Cuando terminó la música, Joel la llevó hacia la mesa de la mano.

Se despidieron rápidamente hasta el día siguiente, que desayunarían todos juntos de despedida. Y se marcharon sin darle a Heidi la posibilidad de detenerlos y sin hacer caso a los gemelos Watson, que les estaban haciendo señas.

 

 

Nic se dio cuenta de que Joel no iba en dirección a casa de sus padres al salir del complejo, pero no dijo nada. Quizás necesitase ir por la carretera más bonita y relajarse antes de volver. Sospechaba que no estaba deseando contar a sus padres lo de las becas, probablemente porque imaginaba que su madre se emocionaría.

La radio estaba apagada y reinaba el silencio en el enorme sedán de su padre. Aquel silencio le gustó al principio, en contraste con el ruido de la fiesta, pero al cabo de un rato, Nic se sintió obligada a decir algo. Miró a Joel y estudió su perfil entre las sombras del coche.

—¿Lo has pasado bien esta noche?

—Más o menos. ¿Qué te ha dado Jimmy cuando nos íbamos?

Nic pensaba que Joel no se había dado cuenta, aunque no quería ocultárselo, tampoco había querido darle importancia.

—Su teléfono. Ya sabes, por si alguna vez necesito un contacto profesional en Memphis.

—¿Y por qué ibas a necesitarlo?

—No lo sé —admitió ella encogiéndose de hombros—. Podría darse el caso.

—Estaba coqueteando contigo.

—No estaba coqueteando conmigo —dijo Nic después de suspirar—, ha sido sólo un gesto de cortesía.

—¿Intercambias teléfonos con todos los policías que conoces?

—No, pero…

—Estaba coqueteando contigo.

Ella suspiró con más fuerza.

—No lo estaba.

Joel no respondió, pero su silencio dejó claro que no estaba de acuerdo.

Nic sacudió la cabeza y miró por la ventanilla. Joel iba por la carretera del lago, que estaba precioso con la luna reflejada en él. En la otra orilla estaba el complejo del que acababan de marcharse. Había luces en muchas ventanas, pero estaban demasiado lejos para saber cuántas personas quedaban en la sala.

Joel tomó una carretera en la que había una señal que indicaba un embarcadero. El camino de grava los condujo a un grupo de árboles que hicieron que todavía hubiese más oscuridad en el coche. Joel siguió hasta un aparcamiento vacío frente al lago. Sin decir una palabra, apagó las luces y el motor, dejándolos a oscuras y en silencio.

Si hubiese ido allí con otro, Nic habría pensado que la había llevado a aquel lugar premeditadamente para una rápida sesión de toqueteos. Tratándose de Joel, suponía que sólo quería hacer tiempo antes de volver a casa de sus padres.

Ella podía comportarse como una buena amiga y dejarle hablar de sus sentimientos, darle una palmadita en la espalda, si era necesario. Y no se sentiría decepcionada aunque Joel no intentase tocarla.

Le dio tiempo para que empezase a hablar. Se quedó atónita con sus primeras palabras:

—Jimmy es un buen tipo, pero he oído que ha estado casado dos veces.

—¿Todavía estamos hablando de Jimmy? —preguntó sorprendida—. ¿Por qué?

—Pensé que debías saberlo.

—Joel, ya te he dicho que no hay nada entre Jimmy y yo. ¿Por qué estás obsesionado con él?

Joel se volvió a mirarla.

—No lo sé —admitió después de un minuto—. Primero Heidi intentó emparejaros. Y luego congeniasteis tan bien. Y te ha dado su número de teléfono…

—Sólo estaba siendo amable. Teníamos un par de cosas en común: los dos somos policías y éramos los únicos de la mesa sin estudios superiores, eso es todo. No creo que vuelva a saber nada de él. Pero, aunque hubiese intentando coquetear conmigo, que no ha sido el caso, ya soy mayorcita, Joel. Sé rechazar a un tipo si no me interesa. Y puedo decirle que sí si me interesa sin que nadie me dé consejos fraternales.

—¿Fraternales? —Joel repitió la palabra pensativo—. ¿Piensas que estoy siendo fraternal?

—Bueno, quizás estés comportándote sólo como el amigo que eres. Pero no es necesario, Joel. Soy perfectamente capaz de…

—¿De saber cuando alguien está interesado en ti? —la interrumpió—. ¿De saber cuando un hombre quiere de ti algo más que una amistad?

Si se hubiese tratado de otra persona, Nic habría interpretado sus palabras de otro modo.

—Sí.

—Entonces no te sorprenderá que haga esto —dijo él acercándose.

Pero sí la sorprendió, pensó Nic al sentir los labios de Joel sobre los suyos. Estaba más que sorprendida. Estaba estupefacta.

 

 

Pareció haber pasado una eternidad cuando Joel se apartó de ella, aunque el beso debía de haber durado sólo un par de segundos. Sus labios estaban sólo a un par de centímetros por encima de los de ella y Joel intentó ver su rostro con la poca luz de la que disponían.

Nic se alegró de que estuviese oscuro. No quería que Joel viese su expresión, ya que no sabía lo que podría revelarle.

—¿Sigues estando segura de saber siempre lo que un hombre quiere de ti?

—Pero tú… nosotros… nosotros no… —molesta por su propio tartamudeo, se calló y respiró hondo antes de volver a intentarlo—. Sólo somos amigos.

—Lo sé. Y es lo que he intentado ser para ti últimamente, pero… no sé. Algo ha cambiado.

Aquello era lo último que Nic había esperado aquella noche, en especial después del homenaje a Heather.

Joel se alejó un poco, sin soltarla, pero dejándole más espacio.

—Mira, si no te interesa, no pasa nada. No me arrepiento de haberlo intentado, intentaré que las cosas vuelvan a ser como antes. Y no volveré a hablar de esto nunca más.

Nic intentó decidir cómo se sentía. Estaba aturdida.

—No es que no me interese —dijo por fin—. Es sólo… Bueno, no estoy segura de que sea buena idea. Eres uno de mis mejores amigos, ¿lo sabes? Y no me gustaría estropearlo todo.

—A mí tampoco.

—Además, me preocupa que esto haya ocurrido precisamente ahora, que estamos en tu ciudad, durante la reunión, con la emoción a flor de piel, confuso. Lo mejor sería que no dijésemos nada de lo que pudiésemos arrepentirnos después.

Él apartó las manos y volvió a apoyarse en el asiento.

—¿Estás sugiriendo que no sé lo que estoy haciendo?

Vaya, le había herido en su ego masculino. Era gracioso. Nunca le había ocurrido algo así con Joel. Claro, que era la primera vez que él se le insinuaba. Y dado lo mal que Nic lo estaba llevando, lo más probable era que no volviese a hacerlo nunca más.

Aquello la deprimió y se preguntó qué podía decir para evitar cerrar aquella puerta.

—No he dicho que no sepas lo que estás haciendo. Sólo me preguntaba si me habrías dicho las mismas cosas si no hubiésemos venido a la reunión.

—Creo que sí… con el tiempo. Aunque he estado intentando negarlo, la atracción lleva mucho tiempo ahí. Supongo que he estado esperando el momento oportuno.

—¿Y te ha parecido que era esta noche? —Nic sabía que sonaba escéptica, pero era difícil ocultar completamente sus dudas de que Joel hubiese sido capaz de disimular completamente la atracción que decía haber sentido por ella. No sabía qué había sido lo que lo había llevado a besarla, pero le costaba creer que Joel hubiese sufrido por sentir un deseo no correspondido.

Lo más probable era que se sintiese un poco perdido y solo después de la cena con sus viejos amigos, que parecían, en su mayoría, estar emparejados y felices. Joel había recurrido a la mujer que tenía más cerca.

Aquella conclusión no era demasiado halagadora para ninguno de los dos, pero eso no cambiaba la posibilidad de que tuviese razón.

Joel agarró la llave del coche.

—Supongo que me has dejado claro que estaba equivocado.

Ella le puso la mano en el brazo para detenerlo.

—¿De verdad te sentías atraído por mí?

Él se quedó callado un instante, y luego respondió con ironía:

—Digamos que me costó ocultar la alegría que sentí cuando Brad desapareció de tu vida.

Nic tragó saliva. ¿Quería decir Joel que había sentido celos de Brad?

—Pues lo hiciste muy bien.

—Ahora ya lo sabes.

La mano de Nic seguía en su brazo. Podía sentir sus músculos debajo de los dedos, su tensión. Nic recordó aquel momento en la puerta de la habitación de invitados la noche anterior, cuando sus miradas se habían cruzado y había sentido que había algo fuerte entre ambos.

Se había convencido de que era su imaginación, pero en esos momentos volvía a darle vueltas.

—Tal vez… —se humedeció los labios y lo intentó de nuevo—. Quizás podamos volver a hablar de esto en otro momento. Cuando volvamos a casa. Si tú quieres, por supuesto.

—¿Quieres decir que tal vez estés interesada después de todo?

—Yo no he dicho que no esté interesada —le recordó Nic—. Pero sí que debemos tomarnos las cosas con calma y tener cuidado si vamos a intentar que nuestra relación cambie.

—¿Con calma y cuidado? —preguntó Joel divertido—. Ésa no es la Nic Sawyer que yo conozco.

—A esa Nic Sawyer le han hecho daño muchas veces. Y en esta ocasión tenemos algo más que perder si las cosas salen mal. No me importó tanto que se rompiese la relación con Brad, pero no me gustaría que se estropease nuestra amistad.

No podía ver la expresión de Joel en la oscuridad. Él volvió a poner la mano en la llave de arranque.

—Será mejor que vayamos a casa. Se está haciendo tarde.

Nic reconoció con nostalgia que aquella extraña conversación había llegado a su fin y se preguntó si podría haberla llevado mejor, se recostó en el asiento y miró por la ventanilla. Era un lugar precioso, pensó mirando el reflejo de la luna en el lago. Joel no podía haber escogido un lugar más romántico para llevarla.

No pudo evitar preguntarse si habría llevado allí a Heather.

 

 

A pesar de que Lou y ella ya se habían acostado, Elaine había dejado un par de luces encendidas en el piso de abajo para Joel y Nic. Joel las apagó mientras seguía a Nic por la cocina y luego escaleras arriba, de camino a sus habitaciones.

Llegaron primero a la puerta de la habitación de ella, y él se detuvo a su lado.

—Buenas noches, Nic. Que duermas bien.

Como si fuese a ser capaz de dormir.

—Gracias. Lo mismo digo.

Y alargó la mano para abrir la puerta.

En esta ocasión, fue él quien la detuvo poniendo la mano encima de la suya en el pomo de latón. El metal estaba frío y la mano de Joel, muy caliente. El contraste hizo que un escalofrío le recorriese todo el cuerpo y tragó saliva antes de mirarlo. No dijo nada porque no confiaba en que no le temblase la voz.

Él la miró a los ojos.

—Lo que has dicho en el coche… que no querías estropear nuestra amistad. Sólo quiero que sepas que yo opino lo mismo que tú.

—¿Así que crees que deberíamos…?

—¿El qué? —preguntó él al verla dudar—. ¿Hacer esto?

Se agachó y la besó. Lo hizo con más confianza que la vez anterior. Ella deseaba agarrarlo por la corbata y meterlo en su habitación, para que ambos descubriesen qué más podían tener además de una amistad platónica. Lo miró a los ojos y vio lo mismo en ellos.

Joel levantó la mano para acariciarle la barbilla.

—Nic, yo…

—¿Joel? —Elaine estaba al otro lado del pasillo, en lo alto de las escaleras, mirándolos con el ceño fruncido. Ninguno de los dos la había oído acercarse, y ambos se quedaron helados al oír su voz.

Joel dejó caer la mano, aunque no se separó inmediatamente de Nic.

—¿Qué quieres, mamá?

—Sólo quería asegurarme de que habíais llegado bien a casa. Esto… ¿Necesitáis algo?

—No, gracias, señora Brannon —respondió Nic, orgullosa de que no le hubiese temblado la voz.

—Estamos bien, mamá. Buenas noches.

—Buenas noches —pero no se movió, y Nic tuvo la sensación de que no lo haría hasta que no se metiesen cada uno en su habitación.

Para facilitar las cosas, Nic tomó la iniciativa.

—Buenas noches, Joel. Hasta mañana.

Sin darle tiempo a contestar, se metió en la habitación y cerró la puerta.

Quizás Nic dudase si Joel y ella debían de intentar ir más allá de su amistad, pero lo que estaba claro era que para Elaine aquello sería un terrible error.