NIC no solía maquillarse demasiado por el día, pero lo hizo un poco más de lo habitual aquel domingo por la mañana, en un vano esfuerzo por ocultar las sombras que tenía debajo de los ojos. Había dormido poco y se veía en su rostro.
El suéter color rojo, los pantalones grises y las botas negras fueron otro intento de crear una ilusión óptica. El color rojo, que era el que debía haber llevado para el partido, desviaría la atención de su rostro. Al menos, ésa era la intención.
Aunque no pretendía engañar a Joel. Lo máximo que podía esperar era que él también tuviese mal aspecto aquella mañana.
Ojalá no tuviese que ir a aquel desayuno. Algunos de los compañeros de Joel habían mencionado la noche anterior que no irían, como Jimmy, que saldría de viaje temprano.
Pero Heidi había insistido en verse una última vez antes de despedirse, sobre todo porque había muchas personas alojadas en el complejo que iban a desayunar juntas. Joel no había sabido cómo negarse.
Nic se dijo que podría aguantar otra hora más. Podría seguir sonriendo y asintiendo con la cabeza, fingiendo que no tenía nada más en mente que socializar con Joel y sus amigos. Y, cuando volviese a casa, se mantendría ocupada con el trabajo, dándose tiempo, y dándole tiempo a Joel, para decidir si lo que les había ocurrido había sido algo impulsivo, si se habían dejado llevar por unos sentimientos que no podían durar.
Joel terminó de vestirse antes que Nic. La oyó en su habitación al pasar por delante, pero no llamó. Ya saldría cuando estuviese preparada y no necesitaba que la acompañase abajo.
Joel observó con tristeza las fotografías que su madre tenía colgadas en el pasillo. No se había dado cuenta hasta entonces de cuántas fotos había de Heather. Tampoco se le había ocurrido pensar hasta entonces cómo se sentiría una nueva mujer en su vida al verlas.
Hasta entonces no había necesitado pensar en ello. Nic era la primera mujer que había llevado a casa desde la muerte de Heather.
Sin querer, se detuvo justo delante de una fotografía con un marco enorme del día de su boda con Heather. Estaba tan guapa, parecía tan feliz. Y a pesar de haber esperado a terminar sus estudios para casarse, los dos parecían muy jóvenes.
Habían pasado algo más de cinco años desde que habían hecho esa foto, pero él se sentía mucho mayor. Muy distinto. Quizás fuese por eso por lo que se estaba enamorando de una mujer muy diferente.
Había conocido a Heather mejor que a nadie, incluso mejor que a su familia. La había conocido de niña y la había visto convertirse en una mujer educada y profesional. Lo habían compartido todo, sus sueños, sus miedos, sus alegrías y tristezas. Y, no obstante, no sabía qué habría pensado Heather de Nic. Ni qué le parecería lo que estaba empezando a sentir por ella.
Como la mayor parte de las parejas, habían hablado poco después de su matrimonio acerca de la posibilidad de que uno de los dos muriese prematuramente. Convencidos de que algo así nunca les ocurriría, se habían hecho prometer el uno al otro que nunca estarían solos, ni se sentirían desgraciados.
—Yo querría que volvieses a enamorarte —le había dicho Heather—. Necesitas una relación estable para estar bien. No me gustaría que te quedases solo.
—Y yo querría que volvieses a casarte —le había dicho él, aunque mentía.
Sí, él habría querido que Heather fuese feliz, pero no había podido imaginarla con otra persona. Ni siquiera podía pensar en ello. ¿Le había mentido también Heather a él?
—¿Joel?
No había oído abrirse la puerta de Nic. Se volvió al oír su voz y se sintió culpable.
—Ah, buenos días.
Ella lo miró a él y luego miró la fotografía, pero no dejó de sonreír.
—Buenos días. ¿Me estabas esperando?
—Sí —dijo él—. Sales justo a tiempo.
El desayuno fue la típica reunión de despedida. Todo el mundo parecía un poco cansado, dispuesto a volver a su rutina.
La empresa de cátering iba un poco retrasada y las mesas todavía no estaban abiertas, así que se habían formado grupos por la sala y en el balcón para comentar el fin de semana y beber café. Eran menos que la noche anterior, así que había menos ruido. Nic oyó a varias personas decir que estaban deseando que llegase la siguiente reunión, cinco años más tarde.
Ella no asistiría, por supuesto, pero se alegró por Heidi de que aquélla hubiese salido tan bien. Parecía significar mucho para ella.
Y, hablando de Heidi…
Aprovechando que Joel estaba hablando de un partido de fútbol con sus viejos compañeros de equipo, Heidi acorraló a Nic en la mesa donde estaba la bollería y se la llevó al balcón.
—Bueno, Nicole, ¿te lo has pasado bien en nuestra reunión?
—Muy bien, gracias.
—A nosotros nos ha encantado tenerte aquí. Ha sido muy agradable conocer a una amiga de Joel, de Arkansas. Todos nos preocupamos por él, ya sabes. Pero nos sentimos mejor al saber que tiene gente en la que apoyarse allí.
Nic se apartó el pelo de la cara y analizó las palabras de Heidi, intentando leer entre líneas.
—Joel tiene muchos amigos —comentó sin comprometerse.
—Seguro que sí. Siempre ha conseguido que la gente lo quiera. Supongo que es por eso por lo que nos preocupa que sea feliz.
—A mí me parece que os preocupáis demasiado por él. Es el hombre más independiente que conozco. Y también uno de los más felices.
Heidi le dio una palmadita en el brazo, con cierta condescendencia.
—Sí, pero si lo hubieses visto en la última reunión entenderías que nos preocupásemos por él. Estaba fatal. Francamente, he temido por su bienestar mental y físico.
A Nic no le gustaba aquella situación, se sentía como si estuviese cotilleando acerca de Joel, y sabía que a él no le agradaría que Heidi lo describiese como un objeto de compasión y preocupación para sus antiguos compañeros.
—Pues quédate tranquila. Está bien.
Si a Heidi le molestó la frialdad de Nic, lo ocultó muy bien.
—Tú eres una buena amiga suya, Nicole. Me sorprende que nunca hayáis salido juntos…
La interrogación implícita que había al final de aquella frase hizo que Nic negase con la cabeza.
—Nunca hemos salido. Como ya te he dicho, somos vecinos. Ésta es la primera vez que pasamos tanto tiempo juntos.
Y eso había dado como resultado unas complicaciones que ni Joel ni ella habían previsto, aunque aquello no tenía que mencionárselo a Heidi.
—¿Joel sale con alguien en Arkansas? —preguntó Heidi—. No quiero meterme en lo que no me importa, sólo quiero saber si ha rehecho su vida.
—Sale con gente cuando su trabajo se lo permite. Pero la verdad es que eso es algo muy personal, ¿no te lo parece? Si de verdad piensas que a Joel no le importa que hagas esas preguntas, deberías hacérselas a él.
—Ya sé que te estoy dando la impresión de que soy una cotilla —dijo Heidi riendo—. Es que Joel es muy especial para mí. Es casi como un hermano. Y si no tiene pareja, conozco a alguien que le iría como anillo al dedo. Una prima de mi marido. Tiene veinticinco años, está soltera, es guapa, inteligente. Es profesora de instituto, una antigua animadora de Danston. Y tiene un máster en Historia.
—Esto, Heidi…
—La verdad es que me recuerda un poco a Heather. Quiere formar una familia, pero todavía no ha conocido a la persona adecuada… y tengo la sensación de que Joel puede serlo. Se me da bastante bien hacer de celestina. He unido a varias parejas que ahora son muy felices.
—Qué suerte —murmuró Nic.
—¿Qué has dicho?
—Nada —respondió ella cambiando de tema—. Hace un día muy bueno, ¿verdad?
Pero no era fácil distraer a Heidi hablando del tiempo.
—Tú conoces a Joel bastante bien. ¿Qué crees que le parecería si le sugiero que salga con Jenny?¿Crees que está preparado para empezar otra relación seria? ¿Habéis hablado de ello alguna vez?
Nic estaba empezando a cansarse. Lo que Joel pensase acerca de salir con alguien no era asunto suyo, ni tampoco de Heidi. Y si ésta quería saberlo, que se lo preguntase a él.
Quería decirle a Heidi claramente que se aguantase las ganas de emparejar a nadie, pero se mordió la lengua.
—No. No hablamos de esas cosas.
—Oh —Heidi parecía decepcionada y un poco avergonzada. Quizás por fin se hubiese dado cuenta de que Nic no quería cotillear acerca de Joel, ni darle a Heidi información para que ésta lo hiciese con otras personas.
Nic se había vuelto para mirar a su alrededor, buscando una excusa para escapar. Heidi y ella no eran las únicas en disfrutar de la cálida mañana y de las vistas. Casi todo el mundo había salido al balcón y se habían formado pequeños grupos a lo largo de la reja. Un soplo de aire la despeinó e hizo volar varias servilletas blancas.
Suspendido sobre la colina que daba directamente al lago, el balcón se movió un poco con el viento. Nadie pareció alarmarse ni por el movimiento, ni por el crujido de la madera, así que Nic tampoco lo hizo.
De pronto, Heidi dio un grito ahogado y la tomó por el brazo. Por un instante, Nic pensó que pasaba algo, pero luego miró hacia donde le señalaba Heidi.
—¡Mira! —gritó—. Ciervos. ¿No te parecen preciosos?
Aliviada por que hubiese algo aparte de la vida social de Joel que llamase la atención de Heidi, Nic se acercó con ella a la reja para admirar a los animales que paseaban por la hierba que bordeaba el lago. Había cinco ejemplares, cuatro hembras y un cervatillo. Alertadas por la reacción de Heidi, otras personas se acercaron también a la reja. Eran unos quince en un lado del balcón.
A Nic le empujaron hacia un lado, y sonrió compungida. Cualquiera hubiera dicho que se trataba de unicornios recién salidos de un banco de niebla. ¿Tan aburrido era aquel grupo que un ciervo les causaba tantísima emoción?
Volvió la cabeza y vio a Joel con los gemelos Watson. Sus miradas se cruzaron y él sonrió, Nic se quedó sin respiración. La sensual curva de sus labios le recordaba el beso de la noche anterior, y deseó volver a saborearlo de nuevo.
Entonces recordó los planes de Heidi para emparejarlo y no pudo evitar apretar el puño con rabia. Volvió a abrir la mano rápidamente y le devolvió la sonrisa a Joel.
Alguien anunció que el desayuno estaba servido y todo el mundo se olvidó de los ciervos y se dirigió hacia la sala. Nic se dio cuenta de que los hermanos Watson iban por comida, Joel se quedó allí y dejó que otras personas pasasen por su lado.
No retiró la mirada de Nic, que esperó que fuese a reunirse con ella. Nic no pensaba que a Joel le importase ser el último en servirse, y a ella tampoco le importaría pasar unos minutos con él a solas disfrutando de aquellas preciosas vistas.
—Nicole —dijo Heidi, que tal vez había visto el intercambio de sonrisas cómplices y estaba intentando interrumpir. No se había retirado de la reja—. Ven a ver. El cervatillo es una monada.
Ella apartó la mirada de Joel y se volvió obedientemente hacia la otra mujer.
Sintió que la madera temblaba justo unos segundos antes de que se moviese el suelo bajo sus pies. Entonces, la esquina del balcón más cercana de donde estaba Heidi, se derrumbó.
Alguien gritó detrás de ella. Heidi tropezó y sacudió los brazos. Ella sintió que el suelo se movía debajo de sus pies otra vez y supo que tenía que tirarse hacia atrás.
Pero saltó hacia delante, donde estaba Heidi y la esquina del balcón que se estaba derrumbando.
Joel iba en dirección a Nic, con el corazón en un puño como resultado de la sonrisa que ella le había dedicado, cuando la terraza se derrumbó. Se quedó helado al verla caer hacia la parte que estaba medio derruida. Nic se había puesto en pie inmediatamente, pero luego había saltado hacia fuera.
El suelo volvió a temblar bajo sus pies y la gente gritó a sus espaldas. Él avanzó y llamó a Nic.
La vio agarrando a Heidi y empujándola hacia donde él estaba. Joel consiguió agarrar a Heidi sin tropezar, y, actuando por puro instinto, la echó hacia la sala. Heidi se cayó, pero Ernie Watson la tomó del brazo y se la llevó dentro.
Nic intentó saltar hacia Joel cuando supo que Heidi estaba a salvo, pero el suelo había empezado a caer de nuevo. Tropezó y cayó hacia atrás.
Todo ocurrió en una fracción de segundo, pero Joel se sintió como si estuviese viendo a Nic a cámara lenta.
—¡Nic! —gritó, estirando la mano para agarrarla.
Ella saltó hacia él, que intentó agarrarla, pero no lo consiguió. Alguien lo sujetó justo cuando el balcón volvía a crujir. Joel luchó contra la fuerza que lo hacía retroceder hacia las puertas, y Nic se cayó y desapareció de su vista.
Le dolía la cabeza. No solía despertarse con dolor de cabeza, pensó Nic al abrir los ojos. ¿Y por qué tenía todo el cuerpo entumecido?
La cama era extraña. Dura. Llena de bultos. Oía ruidos extraños y tenía la nariz impregnada de olor a antiséptico. Una parte de su mente sabía que no estaba en su habitación, pero le estaba costando abrir los ojos para ver exactamente qué estaba pasando.
—¿Nic?
Era la voz de Joel. Intentó abrir los ojos. Quería verlo.
Veía borroso. No conseguía enfocar el rostro de Joel, que se agachó hacia ella y repitió su nombre. Nic parpadeó, o al menos lo intentó. Hasta sus párpados parecían moverse despacio.
—¿Joel?
¿Qué era aquel graznido? No podía ser su voz. Se aclaró la garganta y se estremeció al sentir otra punzada de dolor en la cabeza.
—Eh —dijo él en voz baja al tiempo que le apartaba un mechón de pelo de la cara—. Te has despertado. ¿Cómo te encuentras?
—Esto… —seguía confusa y le costaba hablar, pero se sintió aliviada al ver mejor el rostro de Joel, que sonreía, aunque la miraba preocupado—. Estoy bien. ¿Dónde…?
—Estás en el hospital, pero todo va bien. Te caíste. ¿Lo recuerdas? El balcón se derrumbó.
Aunque Joel seguía sonriendo, hablaba con dureza. Casi nunca lo había visto enfadado, pero algo en su tono le hizo pensar que no era con ella con quien lo estaba.
—¿Está todo el mundo bien? —preguntó al empezar a recordar lo que había sucedido—. ¿Heidi?
Joel sonrió todavía más.
—Está fuera, en la sala de espera, contándole a todo el mundo que eres una heroína. Dice que le has salvado la vida. En cuanto te vea se pondrá a llorar sobre tu hombro.
—No será necesario.
—La retendré todo lo que pueda.
—Gracias —se movió en la cama y volvió a sentir dolor—. ¿Hay alguien más herido?
—Earl Watson se torció un tobillo al agarrarme cuando se derrumbó el balcón, pero consiguió llegar a las puertas y evitar que ambos cayésemos también. Heidi se ha hecho unos rasguños en las rodillas al caer dentro del salón, pero está bien. El resto estaba dentro. No sabemos si la estructura ya estaba en mal estado o si cedió cuando todo el mundo se fue.
—Ahora empiezo a recordar.
—Es normal que tengas algunas lagunas. Tienes una contusión.
—Una contusión. De acuerdo. ¿Y algo más?
—Unos cuantos hematomas. Te han dado seis puntos justo debajo de la barbilla, tendrás una cicatriz, pero no se te notará mucho.
Ella asintió. La cicatriz no le preocupaba, ya tenía otras.
—Tienes algunos cortes de poca importancia, y algunos de los hematomas son muy grandes. En particular, uno en el hombro derecho. Durante los próximos días, vas a sentirte como si te hubiesen dado una paliza, pero eso es todo. Tuviste mucha suerte de caer en una pendiente y rodar, no te han caído los escombros encima.
Recordó a Joel acercándose a ella, tumbada en el suelo, aturdida y todavía sin sentir el dolor que la invadiría ya en la ambulancia. Había dicho su nombre con desesperación, nunca lo había visto así. Ella había experimentado lo mismo con alguno de sus amigos, pero recordaba lo segura que se había sentido al saber que estaba a su lado, cuidándola.
—¿No tengo nada roto?
—No, gracias a Dios. Cualquier otra persona estaría gravemente herida, pero siempre he dicho que tú eras la mujer más fuerte que conozco.
—Pues que no se te olvide —dijo ella sonriendo débilmente.
—No te preocupes —respondió Joel acercándose a darle un beso en la frente—. Me has dado un susto de muerte.
—Sí, bueno, ésa era la intención —murmuró—. Llevaba todo el fin de semana planeándolo. Para darle emoción a la reunión, ya sabes.
—Pues la próxima vez prefiero que sea aburrida.
Nic empezó a decirle que no habría una próxima vez. Cuando tuviese lugar la próxima reunión, ellos tendrían cada uno su vida. Pero le costaba hablar, así que murmuró algo entre dientes y cerró los ojos.
Joel volvió a apartarle el pelo de la cara.
—¿Por qué no descansas? Estaré cerca si me necesitas.
Aquello la ayudó a dormir y los labios de Joel sobre su frente le aliviaron el dolor que tenía en todo el cuerpo.