Capítulo 11

 

 

 

 

 

AUNQUE Joel no tenía ninguna herida, le dolía todo el cuerpo mientras entraba lentamente en la sala de espera. Se temía lo que lo esperaba allí y habría preferido estar solo un rato para poder procesar todo lo que había ocurrido aquella mañana.

No tuvo suerte, Heidi saltó sobre él en cuanto lo vio aparecer por la puerta, estaba pálida, con los ojos muy abiertos.

—¿Joel? ¿Cómo está?

—Se va a recuperar, Heidi. Ha tenido mucha suerte.

—¿Suerte? ¿Cómo puedes decir eso después de la terrible caída que ha sufrido?

—Tiene muchos golpes, pero se pondrá bien. Créeme, podía haber sido mucho peor.

—Me ha salvado la vida. Podía haberse puesto a salvo, pero ha preferido protegerme a mí.

Heidi llevaba diciendo aquello desde que el balcón se había caído.

—Es policía. Ha sido entrenada para reaccionar ante situaciones arriesgadas en las que otras personas corren peligro. Habría hecho lo mismo por cualquier otra persona.

Heidi sacudió la cabeza.

—Le agradezco mucho que me haya salvado, pero me alegro de que sólo seáis amigos, Joel. No puedo imaginarte viviendo con la ansiedad de que pueda pasarle algo, en especial dado que no se lo piensa dos veces antes de lanzarse en situaciones peligrosas. Primero fue la pelea después del partido, y esta mañana… es un milagro que nunca haya sufrido heridas serias.

Para estar proclamándose eternamente agradecida con Nic, Heidi estaba siendo muy crítica. Quizás Joel estuviese empezando a ponerse de mal humor.

—¿Por qué no te vas a casa, Heidi? Deberías descansar. Nic va a estar durmiendo un buen rato, no necesita visitas. Le diré que has venido a ver qué tal estaba.

El marido de Heidi dio un paso al frente para tomarla del brazo.

—Tiene razón, cariño. Vamos a casa para que puedas darte un baño y lavarte esas rodillas. Joel se asegurará de que cuiden de su amiga.

A regañadientes, Heidi se dejó llevar después de haberle dado a Joel el bolso de lona de Nic. Joel pasó los siguientes diez minutos dispersando a otros amigos que se habían reunido en la sala de espera para asegurarse de que todo el mundo estaba bien.

Observó, aliviado, cómo se marchaban los hermanos Watson y sus esposas. Fueron los últimos. Le habían hecho prometerles que los llamaría si necesitaba algo, aunque Joel dudaba que fuese a ser necesario.

Se volvió, deseando disfrutar por fin de unos minutos de soledad, y se encontró de frente con su hermano.

—Ethan. ¿Qué estás haciendo aquí?

Él señaló un par de sillas vacías en una esquina relativamente tranquila de la sala de espera.

—Me ha llamado mamá. Ha sugerido que querrías que alguien te hiciese compañía. Iban a venir papá y ella, pero les he dicho que vendría yo y les mantendría informados.

—Gracias —Joel prefería que sus padres no hubiesen ido. Su padre era muy nervioso y no aguantaría sentado en la sala de espera, y se habría puesto nervioso él también de verlo ir y venir. Y Elaine se habría mostrado más preocupada de lo necesario, sacándolo también de quicio. Los quería mucho, pero no eran las mejores personas en las que apoyarse en situaciones difíciles.

Ethan era justo todo lo contrario. Tranquilo y práctico, una presencia reconfortante en situaciones de crisis. Joel no recordaba la última vez que había visto a su hermano realmente nervioso por algún revés de la vida. Su madre se preocupaba a veces por él, de que se contuviese tanto y se aislase de las alegrías de la vida y también de las penas. ¿Pero quién decía que Ethan no fuese mejor en las carreras de fondo?

—¿Quieres café u otra cosa? —preguntó Ethan cuando se hubieron sentado.

—No, estoy bien. Tómate tú uno si te apetece.

Ethan negó con la cabeza.

—¿Cómo está Nic? Mamá sonaba como si estuviese en su lecho de muerte, pero las enfermeras han dicho que va a recuperarse.

Joel le hizo un resumen de las heridas y le dijo lo mismo que a Heidi.

—Ha tenido mucha suerte.

—Pues sí. Podía haber sido una tragedia… para muchas personas. Es un milagro que Nic haya sido la única en caer cuando se ha derrumbado el balcón.

—Es verdad. Casi una docena de personas habían estado allí unos minutos antes. No sé qué ha hecho que los soportes se derrumbasen cuando todo el mundo ha entrado a la sala, pero el caso es que Heidi y Nic eran las únicas que quedaban fuera.

—¿Es cierto que Nic empujó a Heidi hacia adentro?

—Sí, la agarró y la alejó de la reja. Reaccionó sorprendentemente rápido, Ethan. Antes de que a mí me diese tiempo a darme cuenta de lo que estaba ocurriendo, Nic ya había agarrado a Heidi y la había empujado hacia mí. No pensó en su propia seguridad, sólo en ayudar a Heidi.

—¿Está entrenada para eso, no? Se pone en peligro para ayudar a otras personas.

Heidi había dicho algo similar. Y a pesar de que Joel nunca se había preocupado antes por el trabajo de Nic, de pronto, empezó a verlo de un modo diferente. Había que tener una personalidad determinada para ser policía, había que ser audaz, decidido, quizás un poco imprudente, y Nic se ajustaba a aquel perfil tal vez demasiado bien.

Tendría que pensar en ello más tarde, en privado.

Joel frunció el ceño y miró a su alrededor al oír música. El sonido provenía del bolso de Nic. Lo dejó en la silla vacía que tenía a su lado.

Se preguntó si debía intentar buscar el teléfono y responder. Sólo podía ser alguien de su familia, y tendría que explicarle lo que le había ocurrido y asegurarle que se recuperaría. Pero también podía ser Aislinn. Dado que ya había llamado varias veces preocupándose por Nic aquel fin de semana, se inquietaría todavía más si nadie contestaba.

Suspiró y metió la mano en el bolso lleno de cachivaches de Nic para buscar el teléfono. Éste todavía sonaba cuando se lo llevó al oído.

—¿Dígame?

—Ah, Joel. Soy Aislinn.

Había acertado. Debía sentirse aliviado de que no fuese la madre de Nic. Estaba seguro de que Nic preferiría contar personalmente a su familia qué había pasado. Pero Aislinn también lo ponía un poco nervioso.

—Hola, Aislinn.

—¿Va todo bien por allí?

Consciente de que Ethan lo estaba escuchando, Joel dijo:

—Nic ha tenido un accidente, pero se pondrá bien.

Aislinn guardó silencio unos segundos.

—¿Se pondrá bien?

No parecía sorprendida de que le hubiese ocurrido algo. Sólo necesitaba estar segura de que su amiga no tenía nada grave. Joel sacudió la cabeza y repitió:

—Sí, se pondrá bien. Tiene una contusión y varios hematomas, van a dejarla en observación en el hospital todo el día, pero no hay motivos para pensar que no vaya a volver a casa mañana.

—¿Qué ha pasado?

Joel le resumió el accidente y terminó diciendo:

—Podía haber sido muchísimo peor.

—Sí. Ojalá hubiese sabido lo que iba a ocurrir. Lo único que sabía era que Nic estaba en peligro. No he sido de ninguna ayuda.

—Aislinn, ¿cómo ibas a saber que el balcón iba a derrumbarse? Tendrías que haber sido una… bueno, ya sabes.

—Sí —dijo ella suspirando—. ¿De qué sirve tener más intuición que la mayoría de la gente si no puedes proteger a tus amigos?

A Joel aquello le pareció una pregunta retórica y, aunque no lo fuese, no habría sabido qué responder, así que se limitó a decir:

—Le diré a Nic que te llame cuando haya descansado un poco, ¿de acuerdo? Te sentirás mejor cuando hayas hablado con ella y te hayas convencido de que está bien.

—Gracias, Joel. ¿Hay algo que pueda hacer? ¿Quieres que vaya a ayudar?

—No. Mi hermano está conmigo. Y mis padres están cerca si necesitamos algo. Pero gracias.

—Cuida de Nic, Joel.

—Lo haré.

—Y deja que tu hermano te ayude. Necesita sentirse útil.

—Esto…

Pero Aislinn ya había colgado. Lo había dejado desconcertado.

 

 

Ethan lo miraba de un modo extraño cuando guardó el teléfono en el bolso de Nic, se alegró de que no hubiese oído lo que Aislinn había dicho.

—Era la amiga de Nic, Aislinn Flaherty.

—¿La vidente? —preguntó Ethan sonriendo.

—Ella dice que no es vidente, sólo que tiene… presentimientos.

—¿Y tenía el presentimiento de que le había pasado algo a Nic?

—Sí.

Ethan sacudió la cabeza.

—Tonterías.

Joel se encogió de hombros.

—Lleva todo el fin de semana llamando, preocupada.

—Eso no demuestra nada. Quizás siempre llame preocupada. Alguna vez tendría que acertar.

—No. Aislinn no es así. Tendrías que conocerla para entenderlo.

—No tengo ningún interés en conocerla. Suena como una chiflada. Pero da igual. ¿Qué plan tienes? ¿Has dicho que Nic tiene que quedarse a pasar la noche en el hospital?

—Probablemente. Estará bajo observación hoy, pero si todo va bien, le darán el alta mañana por la mañana. Tengo que llamar para cambiar los billetes de avión para por la tarde. Nic querrá volver a casa lo antes posible. Supongo que debería llamar a la comisaría para avisar de que no irá a trabajar durante un par de días. Debía haberle dicho a Aislinn que lo hiciese ella.

—Sí, eso sería de más ayuda que pasarse el día llamando para predecir fatalidades.

Joel no tenía ganas de discutir con su hermano acerca de Aislinn.

—Me alegro de que todo el mundo se haya marchado por fin a casa. Lo más probable es que Heidi vuelva, pero necesitaba algo de tiempo a solas para ocuparme de las llamadas.

—¿Te han dicho algo del complejo turístico?

—Sí. El dueño me ha hecho prometerle que lo llamaría si Nic necesitaba algo.

—Estoy seguro de que a la primera persona que ha llamado ha sido a su abogado. Nic no tendrá que preocuparse por las facturas del hospital y seguro que le dan alguna indemnización. Alguien va a tener que responsabilizarse del derrumbamiento de ese balcón.

Joel se encogió de hombros.

—Dejaremos que sean sus abogados y el de Nic quienes se ocupen de eso. Yo tengo otras preocupaciones ahora mismo. Será mejor que me ponga a hacer llamadas. Supongo que Nic tendrá el teléfono de su trabajo guardado en el móvil.

—¿Qué puedo hacer para ayudar?

Joel recordó lo que le había dicho Aislinn de que Ethan necesitaba sentirse útil. ¿Por qué habría dicho aquello? Y lo pensó unos segundos antes de contestar.

—No he desayunado. ¿Podrías ir a buscarme algo…?

—Desde luego —Ethan se puso en pie con tanta presteza que Joel sospechó que Aislinn había tenido razón. Se concentró en lo que tenía que hacer y volvió a buscar el teléfono de Nic.

 

 

Nic nunca se había sentido tan contenta de entrar en su propio dormitorio como cuando Joel la acompañó el lunes por la tarde. A pesar de que le dolía la cabeza, y todo el cuerpo, se movía deprisa y no cojeaba. Quería demostrarle a Joel que se estaba recuperando bien.

No la había agobiado demasiado durante el viaje de vuelta a casa. Lo más probable era que supiese que a ella no le hubiese gustado que lo hiciese. Pero había estado observándola. Como respuesta, Nic había decidido no mostrar ninguna debilidad, pero en esos momentos estaba llegando al límite de sus fuerzas.

No obstante, no se vendría abajo hasta que no estuviese sola. Algo que no sabía cuándo iba a ocurrir, porque Joel seguía pegado a sus talones. Dejó su bolsa de viaje a los pies de la cama.

—Será mejor que descanses. Tal vez quieras una infusión. Te ayudará a relajarte.

Ella consiguió sonreír.

—Suena estupendamente. Eso haré.

Joel la miró con complicidad y levantó la mano para acariciarle la mejilla.

—Lo que de verdad haría que te relajases sería que yo me fuese de aquí y te dejase sola. Pero me gustaría quedarme un poco más, si no te importa, sólo para estar seguro de que estás bien después del largo viaje.

—Claro que no me importa. Podemos tomarnos ese té juntos —respondió Nic que, de pronto, notó que tenía la piel muy caliente.

Quizás estuviese subiéndole la fiebre. O tal vez llevase teniendo aquella fiebre en particular más tiempo del que quería admitir, pensó conteniéndose para no apoyar la mejilla en la mano de Joel.

Él dejó de sonreír y la miró a los ojos.

—No te he dicho que siento muchísimo lo que ha ocurrido. Si hubiese sabido que podía pasar algo así, nunca te habría hecho ir a mi reunión.

Emocionada, Nic levantó la mano y le acarició la mejilla ella también.

—¿Cómo ibas a saberlo? Aislinn es lo más parecido a una vidente que conocemos y ni siquiera ella pudo advertirnos de que el balcón iba a derrumbarse. No ha sido culpa tuya, Joel.

Él le acarició el pómulo con el dedo pulgar.

—No te he dicho el miedo que pasé al verte caer. Me has dado un susto de muerte.

—Te olvidaste de que estoy en muy buena forma. Sé cómo caer.

—Pero no eres una súper mujer. Podías haberte hecho mucho daño. O algo peor.

—Pero estoy bien. Sólo tengo un par de hematomas y tendré que estar algunos días de baja. Eso es todo.

—Supongo que lamentas haber ido a mi reunión.

—En realidad ha sido… una experiencia interesante.

La sonrisa torcida de Joel mostraba que él también tenía emociones encontradas al respecto.

—Es un modo de ver las cosas.

Nic no pudo evitar ladear un poco la cabeza, frotando la mejilla contra su mano.

—Supongo que eres tú quien siente que a Aislinn se le ocurriese la idea de que te acompañase. Las cosas no han salido como habías planeado.

—La verdad es que no —dijo acercando su rostro al de ella—. Algunas cosas son mejores cuando no se planean —murmuró antes de besarla.

Nic lo abrazó por el cuello, sencillamente, porque era lo que quería hacer. Le dolió el hombro derecho, pero no dijo nada. Aquella sensación tan increíble merecía la pena, aunque fuese acompañada de dolor.

Joel la acercó más a él, teniendo cuidado con sus hematomas. Y la abrazó. Nic sentía el calor de sus manos en la espalda, a través de la ropa.

Aunque estaba empezando a sentirse confusa, podía recordar cómo había sido bailar con él por primera vez. Tan natural. Tan bueno. Como si hubiesen bailado muchas otras veces antes.

Al besarlo sentía algo parecido. Era como si hubiese estado esperando aquel momento durante mucho tiempo. Como si hubiesen estado predestinados a besarse desde el día que se habían conocido.

Joel separó los labios y respiró hondo. Luego volvió a besarla, con más pasión esta vez. Los besos anteriores habían sido maravillosos. Osados. Quizás hubiesen sido como una forma de rebelión contra todas las personas que habían intentado mantenerlos alejados, incluso contra ellos mismos.

En esa ocasión había pasión. Y un deseo creciente que Nic dudaba que pudiesen ignorar durante mucho más tiempo.

Cada vez le era más difícil recordar por qué debían hacerlo.

Joel levantó la cabeza muy despacio y terminó el beso a regañadientes. No la soltó. Apoyó la frente contra la de ella y dijo con voz ronca:

—Será mejor que deje de hacer eso.

—No lo hagas por mí.

El siguiente beso fue tan ardiente que podría haber derretido las suelas de sus botas.

Terminaron en la cama. Quizás Nic recordase más tarde cuál de los dos había dado el primer paso hacia allí, pero en esos momentos sólo podía centrarse en disfrutar de la sensación de tener las manos de Joel sobre su cuerpo, sus labios juntos. Él la acariciaba con avidez, pero con cuidado, casi con ternura, para no hacerle daño.

Nic gimió, como si sólo pudiese sentir placer en ese momento.

Él paró.

—¿Te he hecho daño?

—¿Bromeas? ¿Te han dicho alguna vez que tienes unas manos mágicas? —Nic cerró los ojos y se concentró en sentir el pelo de Joel entre sus manos. Sentía su peso desde el pecho hasta los muslos. Un calor masculino traspasaba los vaqueros y la camisa que llevaba puestos. Su erección se apretaba contra la cadera de Nic.

«¡Qué fuerte!», pensó Nic aturdida por el deseo. Estaba con Joel. Su vecino, su amigo. Y la deseaba. La deseaba y mucho, aparentemente. Y a ella le ocurría lo mismo. ¿Quién habría pensado que una reunión de antiguos alumnos haría que acabasen así?

Cualquiera con un poco de sentido común, se respondió ella misma. Aquella atracción había ido creciendo con el tiempo. Una parte de ella había sido consciente, hasta el punto de temer que acompañarlo a su ciudad natal pusiese en peligro su amistad.

Eso todavía le preocupaba, pero ya era demasiado tarde para negar lo que sentía por él.

Metió las manos por debajo de su camisa y las apretó contra su piel. Recordó cómo lo había visto al salir de la ducha, con el pecho desnudo y mojado, y recorrió sus costillas y sus músculos con las puntas de los dedos, deteniéndose en la cinturilla del pantalón vaquero.

Joel gimió.

—Será mejor que…

Ella lo acalló metiéndole la lengua entre los labios.

Un buen rato más tarde, Joel volvió a intentar ser sensato.

—Nic, deberíamos parar —murmuró con los labios pegados a su garganta.

Ella se acurrucó contra él y notó la prueba de que Joel tenía tantas ganas de terminar aquello como ella.

—¿Por qué?

La pregunta pareció sorprenderlo. Levantó la cabeza.

—¿Por qué? Bueno, porque…

—Eso no es una razón, Brannon.

—Hemos dicho que íbamos a ir despacio, ¿recuerdas? Con cuidado.

—Tendremos cuidado. Y podemos ir tan despacio como tú quieras.

Su tono travieso le hizo gemir y apretarse de nuevo contra ella.

—Pues no me estás ayudando.

Nic sonrió y le pasó un dedo por el labio inferior.

—Entonces, deja que te facilite las cosas —le agarró la cara con ambas manos, para que viese la sinceridad de su expresión—. Como tú mismo dijiste cuando me besaste por primera vez, esto se veía venir desde hacía tiempo. Tal vez funcione, o tal vez, no, pero dado que ninguno de los dos tenemos una bola de cristal, no quiero preocuparme por un futuro que no podemos predecir.

—¿Quieres vivir el momento?

—¿Acaso tenemos elección? ¿Quién sabe qué pasará mañana?

Nic tenía esa filosofía desde hacía tiempo. Pensaba que, a largo plazo, le evitaba mucha angustia. Quizás Joel terminase rompiéndole el corazón, o quizás no, pero lo mejor era que disfrutasen de aquello mientras durase.

Con Brad lo había pasado bien. Y después de que la dejase, se había recuperado con facilidad, concentrándose en las partes de su vida que podía controlar. Como el trabajo y los amigos.

Una vocecilla en su interior le advirtió que Joel no era Brad. Que lo que había sentido por este último no había sido tan fuerte ni arriesgado. Que tal vez en esta ocasión no le sería tan fácil seguir con su vida. Ignorando todo aquello, sonrió y esperó a que Joel tomase una decisión.

Él suspiró.

—Así que no sabemos qué pasará mañana, ¿verdad?

—No. Ni siquiera Aislinn acierta siempre.

Con la mano en su mejilla y los ojos mirando fijamente a los de ella, Joel se resistió sólo un momento más antes de volver a abrazarla.