EN esta ocasión, no intentó contenerse. Sus besos fueron cada vez más apasionados, sus movimientos, más decididos, hasta que los dos se encontraron jadeando y retorciéndose de deseo. Nic se apartó un momento para sacar una caja de preservativos de su mesilla de noche y luego le quitó a Joel el polo de manga larga por la cabeza.
Concentrado, Joel la desnudó con una eficiencia que sorprendió a Nic. Le pasó cuidadosamente las puntas de los dedos por los hematomas.
—Deberías estar descansando —murmuró.
—Lo haré —prometió ella apretándose contra él, escuchando cómo se entrecortaba su respiración al sentir su piel desnuda—. Luego.
Luego volvió a besarlo mientras lo empujaba hacia los almohadones.
Para que Nic se sintiese lo más cómoda posible, Joel le dejó que fuese ella quien estableciese el ritmo. Fue ella quién lo instó a ponerse entre sus piernas, quien le dejó claro que no sentía dolor alguno. Al menos, no tanto como para que se preocupasen.
Fue Nic quien levantó su cuerpo para ayudarlo a penetrarla cuando Joel no pudo esperar más. Y también fue ella quien se puso tensa y gritó al sentir el mayor placer que había experimentado en toda su vida.
Joel se dejó llevar con ella hasta alcanzar también el clímax.
Había algo especial en el modo en que le latía el corazón a Joel. En el modo en que la abrazaba con sus fuertes brazos. En las cosquillas que le hacía el suave pelo de su pecho en la mejilla. En la pesadez de sus miembros cansados. Nic suspiró satisfecha y se arrimó un poco más a su hombro.
—¿Qué pasa? ¿Te duele algo?
Ella le dio una palmadita en el pecho.
—Estoy bien. Mejor que bien, la verdad. Sólo estaba disfrutando del momento.
Él se relajó un poco, aunque a Nic le pareció que estaba tenso.
—Tienes que descansar. Has salido del hospital esta mañana.
—No tenía por qué haber dormido anoche en el hospital, y tú lo sabes. No tengo más que una contusión. Los médicos sólo querían curarse en salud… y me parece que tú has tenido algo que ver en eso.
—Sólo quería asegurarme de que no surgía ningún problema durante la noche. Sé que la contusión no es importante, pero no debes tomártela a la ligera. Es probable que ahora mismo te duela la cabeza, aunque sé que no vas a decírmelo.
Nic se encogió de hombros.
—Tal vez me duela un poco, pero otras veces me ha dolido más.
Joel la apartó a un lado y se movió hacia el borde de la cama.
—Iré a buscarte un par de ibuprofenos. Y no te has tomado la infusión de la que habíamos hablado.
—Eso era para relajarme, pero ya lo has conseguido tú —rió ella.
—Me alegro.
Hasta entonces, Nic había estado demasiado contenta para darse cuenta de que había algo que molestaba a Joel. En ese momento, vio que su sonrisa era forzada y que no la miraba a los ojos. Tenía los hombros tensos y la mandíbula apretada.
Aquél no era el rostro satisfecho de un hombre que acababa de hacer el amor.
—¿Pasa algo? —le preguntó frunciendo el ceño.
—No, claro que no —respondió él sin mirarla a los ojos. Mientras buscaba sus pantalones vaqueros, le preguntó:
—¿Sigues guardando los ibuprofenos en el cuarto de baño?
—Sí. En el botiquín.
Cuando Joel desapareció, Nic salió de la cama y sacó del armario una bata de felpa. Quizás hubiese subestimado el dolor de cabeza, pensó frotándose las sienes. Y tal vez estuviese más dolorida de lo que quería admitir.
Se preguntó qué le pasaría a Joel.
Cuando volvió, estaba ya prácticamente vestido y llevaba en las manos dos pastillas y un vaso de agua.
—Tómate esto.
Ella obedeció.
—¿Por qué no preparas ese té ahora? —preguntó.
—La verdad es que debería llevar las maletas a casa, darme una ducha e irme a la clínica un rato. Se supone que debería de haber vuelto ayer al trabajo. A no ser que tú me necesites aquí.
—Estaré bien, pero…
Joel ya estaba dirigiéndose hacia la puerta.
—¿Quieres que llame a Aislinn para que venga a hacerte compañía?
—No, gracias. Seguro que viene de todos modos.
—De acuerdo. ¿Me llamarás si necesitas algo?
—Por supuesto. Joel…
Él se detuvo. Ya tenía un pie fuera de la habitación.
—¿Sí?
—¿Vamos a volver a hablar de esto alguna vez?
Él se ruborizó un poco, y tragó saliva, era evidente que estaba avergonzado con su propio comportamiento.
—Por supuesto. Luego hablamos. Adiós.
A pesar de la mezcla de emociones que sentía en su interior, Nic consiguió sonreír.
—Cuando estés preparado.
Él dudó un poco más, luego se dio la media vuelta y se marchó. Poco después, Nic lo oyó cerrar la puerta principal.
Joel estaba guapo incluso asustado, pensó con nostalgia. La pregunta era qué lo había hecho marcharse de aquella manera, casi como si temiese por su vida.
—¿Necesitas algo más? ¿Más lasaña? ¿Otro panecillo?
Nic sacudió la cabeza como respuesta a las preguntas de Aislinn y se alegró al comprobar que ya casi no le dolía. Se había dado una ducha y había echado una siesta, ambas cosas la habían ayudado a recobrarse del cansancio del día, del viaje desde Alabama y de haberle entregado su corazón a Joel en una bandeja de plata, pensó torciendo el gesto.
—Estoy llena —dijo intentando apartar a Joel de su mente—. Pero la cena estaba riquísima. Gracias por haberte molestado en traerla.
Aislinn se encogió de hombros.
—Era lo mínimo que podía hacer. No he podido serte de gran ayuda durante el fin de semana.
—¿Qué quieres decir?
—Que no te pude advertir de que iba a derrumbarse el balcón.
—Lo que demuestra que no eres vidente, tal y como Pamela va diciendo por ahí a todo el mundo. Tenías la sensación de que iba a pasar algo malo y llamaste para asegurarte de que estaba bien. Sé que estabas preocupada por mí.
Aislinn no pareció sentirse mejor.
—Fui yo quien le sugirió a Joel que te llevase a la reunión. No debí mezclarme en sus problemas. Hacer de celestina siempre tiene sus riesgos, en especial cuando se trata de tu mejor amiga.
—No podías saber que sufriría un accidente. Sólo estabas intentando ayudar a Joel —le recordó Nic.
Entonces se dio cuenta de lo que había dicho Aislinn.
—Espera un momento. ¿Hacer de celestina? ¿Intentabas emparejarnos?
Aislinn se ruborizó, avergonzada.
—Pensé que sería una buena ocasión para que salieseis de la rutina de vuestra amistad y que exploraseis otras posibilidades. Ahora me pregunto si no cometí un error.
—¿Por qué? —preguntó Nic, aunque no estaba segura de querer conocer la respuesta.
Aislinn se aclaró la garganta.
—¿Quieres algo de postre? He traído brownies.
—Ya lo tomaré luego. Ahora quiero saber por qué piensas que fue un error intentar emparejarme con Joel. ¿Has tenido algún presentimiento al respecto?
Aislinn parecía triste mientras recogía los restos de un panecillo y los echaba en su plato.
—No exactamente. Pero no quiero que vuelvan a hacerte daño. Y no me refiero a un daño físico.
Nic se dijo que no debía haber hecho aquella pregunta. Aislinn estaba más o menos prediciendo que su relación con Joel iba a ser un desastre, tal y como ella se temía.
—No tienes que preocuparte por mí. No dejaré que eso ocurra.
—¿De verdad? —murmuró Aislinn. Su expresión hizo sospechar a Nic que su amiga ya se imaginaba lo que había pasado entre ellos unas horas antes.
—Tal vez no.
—¿Quieres que hablemos de ello? —sugirió Aislinn dejando el tenedor.
—No sabría por dónde empezar.
—Cuéntame qué ha pasado este fin de semana.
—Tampoco sabría por dónde empezar.
—¿Por qué no empiezas por el principio?
Aquello parecía lo más razonable. Al fin y al cabo, Aislinn y ella siempre se lo contaban casi todo.
Empezó a describir su llegada a Alabama, cómo había conocido al hermano y a los padres de Joel, que había ido al partido vestida con los colores del adversario, la comida con Ethan al día siguiente, el baile, los besos al borde del lago, el derrumbamiento del balcón. Al fin y al cabo, si le intentaba ocultar algo a Aislinn, ésta se daría cuenta.
Le contó todo hasta el momento en que Joel y ella habían entrado en casa esa misma tarde. Quizás Aislinn ya hubiese adivinado lo que había ocurrido entre ellos, pero Nic no se sentía preparada para hablar de ello.
Aislinn la había escuchado con atención, en silencio, hasta entonces.
—Dices que los padres de Joel fueron a despediros esta mañana. ¿Cómo reaccionaron cuando supieron que habías sufrido un accidente?
—Oh, han sido muy comprensivos. Estaban preocupados, como si aquello fuese un tanto en contra de su hospitalidad. Y han sugerido que no habría pasado nada si no fuese tan imprudente.
—Seguro que no…
Nic levantó la mano.
—He sido un poco injusta. Han sido muy amables. Hasta me han regalado una caja de bombones. Estoy comportándome como una estúpida mientras debería sentirme agradecida por su hospitalidad. Te prometo que les enviaré una nota dándoles las gracias antes de acostarme y la echaré mañana mismo.
—Nic, ¿acaso te he juzgado alguna vez? Puedes contarme cómo te han hecho sentir, lo hayan hecho intencionadamente o no.
Ella suspiró y se pasó una mano por el pelo.
—Lo sé. Pero no me gusta ser tan mezquina. Lo cierto es que así fue como me sentí, pero no puedo decir que fuesen ellos los que me hicieron sentir de esa manera. No puedo evitar preguntarme si no fui yo la que proyecté mis propios sentimientos hacia ellos.
—¿Te sientes culpable del accidente?
—No exactamente. Aunque una siempre piensa que debía haber reaccionado antes o de un modo distinto, pero no podía dejar que Heidi cayese. Sabía que yo estaba más preparada que ella para lo que podía ocurrirme, que estaba en mejor forma física.
—Por no mencionar que te dedicas a ayudar a otras personas, no a protegerte a ti misma.
—Sí, es mi trabajo. Y odié que me juzgasen por eso. Según los padres de Joel no es una trabajo para una jovencita. Orientadora familiar sí lo es.
—¿Orientadora familiar?
Nic se sonrojó y bajó la mirada hacia su taza de té. Sabía que sus siguientes palabras le dirían mucho a Aislinn, y no sabía si estaba preparada para revelar sus sentimientos. No obstante, habló:
—A eso se dedicaba Heather, la esposa de Joel.
—Ya veo.
—Debió de ser una mujer sorprendente. Todo el mundo la quería. Su familia política. Sus compañeros de clase. Parece ser que todos adoraban a Heather.
—Seguro que había chicas en su clase que no le hacían caso. Que tenían celos o que, sencillamente, no se llevaban bien con ella.
—Si las había, no dijeron ni una palabra en la reunión. Las habrían lapidado.
—Nic.
—De acuerdo, estaba exagerando. Digamos que cualquier crítica habría sido mal vista.
Le contó a Aislinn lo de la beca, que a ambas les pareció un gesto estupendo, y acerca del santuario lleno de fotos de Heather que Elaine tenía en la escalera.
Aislinn retiró su plato, clavó el codo en la mesa y apoyó la mano en la barbilla, pensativa.
—Siempre que alguien muere joven y de manera trágica, se tiende a santificarlo.
—Cierto. Pero es muy difícil estar a la altura de una santa.
—Sí, es complicado —admitió Aislinn—, pero quizás Joel no quiera estar con una santa en esta ocasión.
—O quizás no quiera estar con nadie en absoluto —murmuró Nic, recordando cómo se había ido de su casa aquella tarde.
—Claro que sí. La cuestión es si él lo sabe.
Aislinn no hablaba a menudo tan enigmáticamente, como si se tratase de una vidente y, cuando lo hacía, Nic no se lo permitía. Solía tomarle el pelo y burlarse de ella hasta que o bien admitía que no tenía una respuesta, o bien era más clara acerca de lo que le decía su intuición. Pero en esta ocasión, tal vez Nic no quisiera que Aislinn examinase demasiado minuciosamente su relación con Joel.
Justo cuando iba a decir algo, Aislinn se levantó y tomó los platos sucios.
—Yo recogeré la cocina. Tú ve al salón y descansa un poco. Te llevaré un té caliente cuando haya terminado.
Nic se puso en pie, sacudiendo la cabeza.
—No soy una inválida. Puedo ayudarte…
—Nic —Aislinn se dio la vuelta y le puso una mano en el brazo—. Déjame que haga esto. Aunque sé que no me culpas de lo que ha ocurrido, yo sigo sintiéndome responsable por haberte animado a ir a Alabama. Es como si te hubiese puesto en peligro… en varios sentidos. No lo supe hasta que no era demasiado tarde. Deja que cuide de ti esta noche, ¿de acuerdo? Mañana podremos volver a la normalidad.
Nic no supo qué contestar. La emoción con que Aislinn había dicho aquello la había dejado sin habla.
No quería imaginar cómo sería perder a Aislinn, y sabía que su amiga sentía lo mismo por ella. Debía de haber sido horrible para Aislinn saber que estaba en peligro y no ser capaz de hacer nada para evitarlo. Así pues, aunque no le gustase nada que la mimasen y a pesar de estar decidida a convencer a Aislinn de que ella no había sido responsable del accidente, supuso que lo mejor era ceder y dejar que limpiase la cocina.
Joel se quedó parado en el porche delantero de la casa de Nic, con un paquete en una mano y el corazón en la garganta. Se sentía como un idiota por haberse marchado de aquella manera unas horas antes. Había huido asustado y estaba prácticamente seguro de que Nic lo sabía. En esos momentos, se sentía extraño, inseguro e incómodo, y ésas eran emociones que nunca habría creído poder sentir frente a Nic, ni frente a ninguna otra persona.
Aquello era precisamente lo que le preocupaba, pensó frunciendo el ceño. Había temido estropear una amistad que significaba mucho para él. Esperaba no haberlo hecho ya.
Se sorprendió al ver que era Aislinn, y no Nic, quien le abría la puerta. Sabía que estaba allí, por supuesto, porque había visto su coche aparcado en el camino, pero Nic siempre habría ella la puerta.
—Ah, hola. ¿Está bien Nic?
—Sí —le aseguró Aislinn con una sonrisa un tanto forzada—. Yo ya me marchaba. Me alegro de verte, Joel.
Aquellas palabras no sonaban nada sinceras. Joel escudriñó su rostro, pero no vio nada.
—Esto… yo también me alegro de verte.
Ella asintió y pasó a su lado.
—Buenas noches.
Con una mano en el pomo de la puerta, Joel la llamó:
—Aislinn…
—¿Qué?
No supo cómo preguntárselo.
—¿Pasa algo?
La expresión de Aislinn no cambió.
—No lo sé. ¿Tú qué crees?
—¿Estás enfadada conmigo?
—Todavía no.
—¿Estás intentado decirme algo? Porque no lo pillo…
Ella hizo un gesto que expresó la misma frustración que sentía Joel.
—No estoy intentando decirte nada. No tengo nada que decirte. No tengo todas las respuestas. Lo único es que… no quiero que nadie vuelva a hacer daño a Nic.
—Yo tampoco.
—Entonces estamos de acuerdo. Buenas noches.
Joel observó cómo abría la puerta del coche.
—Fue idea tuya que la llevase a la reunión de antiguos alumnos —dijo sin poder evitarlo.
—¿De verdad?
De pronto, Joel se dio cuenta de que había sido él quien le había pedido a Nic que lo acompañase.
—Bueno… tú no intentaste convencerla de que no viniera —murmuró, sintiéndose como un idiota nada más decirlo.
Aislinn se subió en el coche y cerró la puerta, debió de pensar que aquello no merecía siquiera una respuesta.
—¿Joel?
Se volvió al oír la voz de Nic y oyó el coche de Aislinn en el camino. Respiró hondo, abrió la puerta y entró.
Nic estaba de pie en el salón, parecía acabar de levantarse del sofá, como si fuese a ver por qué estaba tardando tanto en entrar.
—Hola. ¿Estabas hablando con Aislinn?
—Sí. Creo que no soy su persona favorita en estos momentos.
—No le he contado lo que ha pasado entre nosotros —le aseguró Nic, un poco a la defensiva.
A Joel le alivió oír aquello, pero no estaba seguro de que Aislinn no se lo imaginase de todos modos. Parecía estar convencida de que le iba a romper el corazón a Nic. Lo irónico era que él se temía que ocurriese justamente lo contrario.
—¿Cómo te encuentras?
Nic se encogió de hombros
—Bien. Ni siquiera me duele la cabeza.
No tenía buen aspecto, con aquella gasa en la barbilla y los hematomas de la mejilla y los brazos, pero Joel seguía sintiéndose atraído por ella. Se aclaró la garganta y preguntó.
—¿Has cenado?
—Sí. Aislinn me ha traído la cena. Queda algo en la nevera, si tienes hambre.
—No, gracias. Me he comido un sándwich hace un rato. Ah, te he traído esto.
Con curiosidad, Nic aceptó la bolsa de papel marrón que Joel le tendía. Éste pensó que tenía que haberlo presentado mejor. Haberle puesto un lazo o algo así. Que Nic fuese su amiga desde hacía mucho tiempo no quería decir que no se mereciese los detalles propios del noviazgo ahora que su relación había cambiado.
Por su sonrisa al mirar dentro de la bolsa, Joel supo que le gustaba el regalo a pesar de la burda presentación.
—Frutas escarchadas cubiertas de chocolate. Te has acordado de que me encantan.
—Has debido de mencionarlo una o dos veces.
—Muchas gracias, Joel. Me entretendré con ellas hasta que pueda volver al trabajo.
—¿Ya te estás poniendo nerviosa?
—Sí. ¿Qué se supone que voy a hacer durante el resto de la semana? No me gusta lo que hay en la televisión durante el día.
—¿No tienes alguna afición que hayas descuidado últimamente por falta de tiempo?
—Me pasa igual que a ti, mi trabajo es mi afición.
Tenía razón, pensó Joel mientras ambos se sentaban en el sofá.
—Creo que tenemos que hablar de lo que ha pasado antes.
Nic levantó la barbilla, como poniéndose a la defensiva.
—Eso depende. ¿Me vas a decir que sientes haberte marchado así o que hemos cometido un tremendo error?
Joel se dio cuenta de que Nic intentaba esconder su vulnerabilidad bajo aquella bravuconada. Del mismo modo que no se lo diría aunque las heridas le doliesen, tampoco dejaría al descubierto cualquier inseguridad referente a su relación.
Si quería tener algo con ella, tendría que aprender a averiguar sus emociones. Aquello también sería diferente a cómo había sido con Heather, que siempre había compartido con él todos sus sentimientos.
Pero no era el momento de pensar en Heather.
—No creo que hayamos cometido un error —dijo con firmeza—. Sigo pensando que esto llevaba mucho tiempo gestándose entre nosotros. Pero no me he comportado bien. Me he puesto nervioso. Quizás me haya sobrepasado la situación. Necesitaba algo de tiempo para procesarlo todo, por eso me he marchado. Lo siento.
Ella estudió su rostro un momento y luego sonrió.
—Disculpas aceptadas.
¿Aquello era todo? ¿No quería Nic que le explicase por qué se había sentido sobrepasado? ¿Tampoco quería que le contase las conclusiones a las que había llegado? ¿No quería que le prometiese que no volvería a huir de ese modo?
Nic abrió la caja de dulces que le había llevado.
—¿Quieres uno? Mis favoritos son los albaricoques cubiertos de chocolate.
Sin dejar de mirar su rostro, él aceptó un albaricoque y se lo comió en dos mordiscos.
—Tienes razón. Son buenos.
Nic dejó la caja a un lado.
—Tienes un poco de chocolate en la boca. Deja que te lo limpie.
Se echó hacia delante y cubrió sus labios con los de ella.
Había momentos en los que los hechos valían mucho más que las palabras, decidió Joel inmediatamente, acercándola más a él.