OCTUBRE pasó, llegó noviembre y empezó a oler a vacaciones por todas partes. No era un otoño especialmente frío, hacía un tiempo relativamente bueno. Nic iba de aquí allá con una sonrisa perenne en los labios, haciendo que sus compañeros sacasen conclusiones al respecto.
Cuando varios amigos perspicaces le preguntaron si estaba saliendo con alguien, ella no lo negó, aunque tampoco les dio más información. Se resignó a que sus compañeros le gastasen bromas cuando se enteraron de que salía con un médico.
—¿Estás intentando dar un braguetazo? —se burló uno de los chicos—. ¿Quieres que te retire de todo esto?
Acababan de solucionar una pelea doméstica en la que había implicados alcohol y violencia y que había culminado con uno de los protagonistas vomitando por todas partes.
—¿Por qué iba a querer que me apartase de esta vida de glamour y aventura sin límite? ¿Acaso hay un trabajo mejor en el mundo?
Su compañero rió y sacudió la cabeza.
—No que yo sepa —admitió limpiándose el pantalón con un pañuelo mugriento.
Mientras que a Nic no le importaba contar que estaba saliendo con Joel, no estaba segura de que él estuviese preparado para hacer pública su relación. Si le había dicho a alguno de sus amigos que salía con ella, Nic no estaba al corriente. Salían, cómo no. Iban a cenar, al cine y a alguna fiesta. Pero Nic se preguntaba si las personas que tenían a su alrededor se daban cuenta de que su relación de amistad había cambiado.
Quizás Joel no fuese de los que demostraban su afecto en público. Lo cierto era que en privado sí era muy cariñoso, a pesar de que todavía tenían que hablar de sus sentimientos.
Nic no sabía si Joel le había dicho a su familia que eran algo más que amigos. Sospechaba que no. Y no podía evitar preguntarse si era porque estaba esperando a ver si su relación podía durar, o porque no quería oír su desaprobación. O si no quería intentar defenderse ante ellos.
Nic no quería hacerse ilusiones de que su esfuerzo por ayudar a Heidi hubiese ayudado a que los padres de Joel la viesen de un modo distinto. A pesar de que le habían dado las gracias en nombre de su amiga, era evidente que no les gustaba como pareja de Joel.
Pensó en cómo sus amigos bromeaban con ella y le decían que si quería dar un braguetazo. Sabía que no hablaban en serio. Cualquiera que la conociese sabría que ella nunca haría algo tan superficial y poco gratificante a largo plazo. Pero la familia y los amigos de Joel no la conocían tan bien, por eso tal vez les preocupase aquello.
Aunque a ella le había parecido que la principal razón por la que no habían terminado de aceptarla era que era muy distinta de Heather. Nic no quería pensar que aquello fuese tan importante, pero reconocía a regañadientes que tal vez los escépticos tuviesen cierta razón. Si Joel había sido tan feliz con Heather, ¿por qué iba a querer salir con alguien que era prácticamente todo lo contrario a ella?
Nic se dijo que no debía pensar en aquello en esos momentos. Al fin y al cabo, Joel y ella estaban disfrutando del presente. No habían hablado de un futuro juntos y ella tampoco buscaba un compromiso a largo plazo. Intentaba convencerse de aquello al menos tres veces al día.
Durante las primeras semanas de noviembre no vio mucho a Aislinn, que decía estar muy ocupada con sus tartas. Aunque Nic se preguntaba si no sería otro el motivo de la ausencia de su amiga. ¿Estaba dejando que ellos explorasen su nueva relación o había algo más? ¿Sentiría Aislinn que aquello no iba a tener un final feliz?
Nic estaba decidida a no estropear su felicidad presente preocupándose por un futuro que no podía controlar, así que prefirió no darle demasiadas vueltas ni al comportamiento de Aislinn, ni a las opiniones de la familia de Joel. El tiempo diría lo que tuviese que ser. Pasase lo que pasase, ella lo superaría. Ya había sobrevivido a otras rupturas.
No obstante, sospechaba que olvidarse de Joel sería mucho más difícil de lo que había sido olvidarse de otros hombres.
Joel suspiró mientras apartaba la bata de felpa que le llegaba a Nic a la pantorrilla y le miraba la pierna derecha.
—Maldita seas, Nic.
Ella rió, haciendo caso omiso de su reprimenda.
—Es sólo un arañazo. Tiene peor aspecto de lo que es en realidad. Y tenías que ver cómo ha acabado el otro tipo.
—Acabas de recuperarte de la caída y tu pantorrilla derecha vuelve a estar morada, por no mencionar ese arañazo.
—No lo he hecho a propósito.
—Se supone que jugando al flag football no tienes que hacer placajes. Ésa es la gracia del juego. Para no hacerse daño.
—Tenía que hacerlo —dijo ella encogiéndose de hombros—. Iba a anotar un tanto. Además, me estaba provocando. No iba a dejarle marcharse tan tranquilamente. Pero por si eso te hace sentir mejor, que sepas que a él se le va a poner un ojo morado.
—¿Por qué iba eso a hacerme sentir mejor? —preguntó Joel con incredulidad—. Podías haberte hecho daño. Ambos podíais habéroslo hecho.
—De acuerdo, a veces los partidos se nos van un poco de las manos. Intentaré tener más cuidado.
—Eso espero.
Joel acababa de volver de una reunión en Little Rock y seguía vestido con una chaqueta oscura, una camisa gris, corbata y pantalones negros. Parecía un joven y próspero profesional. Había ido directamente a casa de Nic porque había estado en un atasco y habían quedado para cenar juntos.
Nic estaba saliendo de la ducha. Se había quedado jugando con un grupo de compañeros en el parque, disfrutando de la agradable tarde de sábado, y había perdido la noción del tiempo. Joel le había visto la herida cuando se había acercado a él, y no había parado de regañarla desde entonces.
—Si vamos a salir a cenar, será mejor que me vista —dijo para cambiar de tema de conversación—. Puedes ir a casa a cambiarte tú también si quieres. No tenemos prisa.
Joel se encogió de hombros.
—Estoy bien así.
Lo que quería decir que ella no podría ponerse los pantalones vaqueros y la camiseta que había dejado encima de la cama, pensó guardándolos de mala gana.
Sacó los pantalones negros y el suéter negro y morado, los tiró encima de la cama y se quitó la bata.
—¿Qué tal tu reunión?
Joel respondió sin dejar de mirarla, a Nic le hubiese gustado pensar que estaba admirándola a ella en ropa interior, pero sabía que estaba observando el hematoma que tenía en la pantorrilla derecha.
—Bien —contestó ausente—. Un poco aburrida.
—Lo siento —dijo Nic poniéndose los pantalones y escondiendo así la herida de su vista, aunque sabía que Joel seguía teniéndola en la mente.
Una vez preparados, la llevó a un agradable restaurante en North Little Rock, a veinte minutos de su casa, y la animó a que pidiese lo que le apeteciese.
—Yo tomaré el filete y la cola de langosta —anunció Joel cuando Nic frunció el ceño al ver los precios a la derecha del menú—. ¿Te gusta el marisco, verdad?
Le encantaba, la verdad, pero su presupuesto no le daba para aquellos lujos.
—Mira, tienen patas de buey de mar de Alaska —señaló Joel—. Sé que te gustan, se lo has mencionado a Aislinn en alguna ocasión.
—Sí, pero…
—Decidido. ¿Quieres que compartamos unos champiñones de aperitivo? Si vamos a darnos un capricho esta noche, hagámoslo bien. Además, estoy seguro de que has quemado bastantes calorías hoy.
Nic intentó olvidarse de los precios.
—Me encantan los champiñones.
—Bien. Tenemos que dejar algo de hueco para el postre. La tarta de lima que hacen aquí es la mejor que he probado nunca.
Nic casi podía oír a sus compañeros riéndose en su mente mientras escuchaba a Joel pedir la cena sin preocuparse de que la cuenta fuese a ser más alta que su factura de electricidad del mes. Y ni siquiera era una ocasión especial, se dijo mientras buscaba el vaso de agua. No era más que una cena.
Se dijo que Joel no estaba intentando impresionarla. Le había apetecido ir a un restaurante caro y podía permitírselo, ¿por qué no iba a darse el capricho?
Su conversación fue un poco más tranquila de lo habitual, tal vez por la atípica formalidad del lugar en el que estaban. Hablaron acerca de la reunión que había tenido Joel y sobre el partido que había jugado ella, aunque aquél parecía un tema un tanto espinoso. Finalmente, terminaron concentrándose en sus platos, comentando de vez en cuando que la comida estaba deliciosa.
No era tarde cuando volvieron a casa, así que Nic invitó a Joel a entrar. Se dio cuenta en ese momento de que nunca iban a casa de él. Y se preguntó si aquello tendría alguna importancia o si era sólo una coincidencia. Aquella noche le estaba dando demasiadas vueltas a todo.
Se dijo que no estaba comportándose como una cobarde cuando se abrazó al cuello de Joel y le sonrió seductoramente. No estaba intentando evitar una conversación incómoda. Sólo tenía ganas de tocarlo.
—La comida estaba deliciosa. Te debo una cena especial. Quizás te prepare mi famoso plato de langostinos con espárragos muy pronto.
Él la abrazó sin fuerza por la cintura.
—Famoso, ¿eh?
—Lo he llevado a dos cenas del departamento y he recibido muchos elogios en ambas ocasiones.
—Entonces tendré que probarlo.
—Mientras tanto… —Nic se puso de puntillas para rozarle los labios con los suyos.
—Ah, sí. Mientras tanto… —él la acercó más a su cuerpo.
Fueron al dormitorio y la ropa de ambos acabó tirada por el suelo. Mientras se besaban y se acariciaban se tumbaron en la cama y no tardaron en sentir el calor del deseo.
Nic se estremeció instintivamente cuando Joel le rozó la pantorrilla herida. Él se puso tenso inmediatamente.
—¿Te he hecho daño?
—No —respondió Nic tirando de sus hombros—. Estoy bien.
—Deja que te mire la pierna…
—Luego. Ahora mismo estoy ocupada.
—Nic…
Joel había susurrado su nombre contra sus labios y, un momento después, dejó de resistirse.
Estaban sentados frente al televisor de Nic un par de noches después cuando casi vuelven a pelearse. La discusión comenzó de un modo bastante inocente. Estaban viendo un programa de noticias y ambos sentían curiosidad por un plan para jóvenes en riesgo que había sido puesto en marcha por un psicólogo y un policía en Baltimore. A los dos les interesaba profesionalmente el tema de los jóvenes con problemas y empezaron a discutir acerca de si una versión más moderada de aquel programa podría implantarse en su ciudad.
—Podrías dedicarte a algo así —le sugirió Joel como si acabase de ocurrírsele la idea—. Trabajar con niños con problemas, quiero decir.
—Ya hago algo parecido —le recordó ella—. En muchas de las llamadas que recibimos hay involucrados niños.
Él sacudió la cabeza.
—No me refiero a dentro de tu carrera como policía. Quiero decir que deberías centrarte exclusivamente en ese trabajo. Serías muy buena. Quizás en un instituto. Ya sabes, como orientadora.
—¿Orientadora? —Nic se puso tensa y se alejó de él en el sofá—. Soy policía, Joel, no psicóloga.
—Pero dijiste que te gustaría trabajar con niños…
—Me interesaría participar en un programa como el de la televisión. En un plan conjunto entre la policía y los servicios sociales. Nunca he dicho que quisiese dejar mi trabajo.
—No te pongas así. Sólo estamos hablando.
Nic sacudió la cabeza y se fue a la cocina. Necesitaba unos minutos para serenarse antes de volver al salón.
Quizás le estuviese dando demasiada importancia al tema, pero le había afectado que Joel quisiese instarla a seguir el mismo camino que su difunta esposa. Lo más probable era que él lo viese de otro modo. Debía de haber sido un comentario no reflexionado como respuesta a algo que él debía de creer que ella había dicho. No obstante, no consiguió tranquilizarse del todo.
Joel estaba en la clínica, acababa de ver a un niño con una dolorosa otitis y estaba aprovechando para devolver algunas llamas de teléfono antes de ir a ver al siguiente paciente.
—Eh, Joel —le dijo su socio, Bob McCafferty desde el hall—. ¿Has oído lo que ha pasado?
—¿Qué ha pasado?
—Ha habido una toma de rehenes esta mañana. Un pirado secuestró a su ex novia y a su hijo. Amenazó con suicidarse y matarlos a ellos también… y a llevarse por delante también a un par de policías. He oído que tu vecina ha estado en todo el meollo.
A Joel le dio un vuelco el corazón.
—¿Nic? —consiguió preguntar mientras agarraba con fuerza el gráfico que llevaba en las manos—. ¿Está…?
Bob levantó una mano y sacudió la cabeza.
—Tranquilo. Está bien. Parece que no ha habido heridos. La cosa se ha puesto fea durante un rato, pero todo ha terminado bien.
Joel expiró todo el aire de sus pulmones y se sintió un poco aturdido.
—Me alegra oírlo.
—Mucha conmoción para una ciudad tan pequeña como ésta, ¿verdad? Seguro que tu vecina tendrá una historia muy interesante que contarte.
—Sí. Ya le preguntaré —respondió él en tono grave—. Perdóname, Bob, tengo un paciente esperándome.
Joel necesitaba mantenerse ocupado durante el resto del día. Demasiado ocupado como para pensar en lo que podría haber ocurrido.
Se colocó una sonrisa profesional en los labios y abrió la puerta de la sala de exámenes. Casi podía oír el eco de la voz de su madre recordándole que cualquier persona que tuviese una relación con un policía tenía que aprender a vivir constantemente con miedo.
Iba siendo hora de que reflexionase seriamente acerca de su relación con la oficial de policía Nicole Sawyer.
—Creo que no voy a ser capaz de soportarlo, Nic.
Nic sintió que se le revolvía el estómago al mirar al hombre que tenía enfrente, en su salón, con expresión severa. Aquella escena estaba empezando a serle demasiado familiar, pensó con tristeza. Sabía exactamente lo que iba a decirle después.
—Déjame que lo adivine —dijo tranquilamente—. No es por mí, sino por ti.
Joel, que parecía abatido, se metió las manos en los bolsillos de sus pantalones negros.
—Creo que estás siendo sarcástica, pero tienes razón. No es por ti. Soy yo el que tiene un problema con tu trabajo.
—Eso tendría sentido si fuese policía en Nueva York, o en Los Ángeles, incluso en Little Rock —añadió Nic amargamente—. ¿Pero aquí? Lo siento, Joel, pero me parece una excusa demasiado barata para romper conmigo.
—No es una excusa. Es una explicación.
—Mira, si te has cansado de que estemos juntos, dilo, ¿de acuerdo? Nunca hemos dicho que esto fuese a ser una relación seria. Sólo hemos estado divirtiéndonos. Si para ti ya no es divertido, no pasa nada. Sé acabó.
Nic tenía el corazón roto, pero se prometió que Joel no se daría cuenta. Mantuvo la barbilla bien alta, los ojos sin lágrimas, y así seguiría… al menos hasta que estuviese a solas.
Él frunció el ceño.
—No me estás escuchando, ¿verdad? Para mí no ha sido sólo diversión. Era algo importante. Demasiado importante.
Nic no estaba segura de creerlo. Tal vez fuese porque quizás le doliese demasiado pensar que Joel se había enamorado realmente de ella, pero no la entendía del todo.
—Sí, muy bien. Ha sido algo importante. Y acaba de terminarse. Porque prefiero seguir siendo policía a convertirme en lo que tú quieras que sea.
—Eres una insensata —espetó él casi enfadado—. Te arriesgas incluso cuando no es necesario. Eres la primera en meterte en medio de una pelea. La primera que viola las normas aunque eso te ponga en peligro. No puedo pasarme la vida preocupándome por si vas demasiado lejos. Me importas demasiado. Pero tú ni siquiera quieres considerar cambiar algunas cosas que harían que estuvieses a salvo.
—No voy a intentar convertirme en alguien que no soy sólo para que a ti te sea más fácil estar conmigo —respondió ella con orgullo—. Soy policía, Joel. No soy una santa. No tengo un doctorado. No quiero ser orientadora. Soy poli. Y por mucho que me importes, no puedo cambiar eso por ti. No funcionaría.
Sus veladas referencias a Heather habían hecho que la mirada de Joel se ensombreciese y que apretase los labios.
—Yo no te he pedido que seas otra persona —protestó—. Y lo único que he querido siempre es que tengas cuidado. No creo que sea pedir tanto.
—¿Le has dicho a tu madre que estábamos saliendo? ¿O a Ethan?
Joel parpadeó, sorprendido por aquella aparente incongruencia.
—No…
—¿Se lo has dicho?
Él sacudió la cabeza.
—No.
—¿Por qué no?
—Yo… —se detuvo, luego se encogió de hombros—. Supongo que estaba esperando el momento adecuado.
—Pero no te parecía que ese momento fuese a llegar nunca, ¿verdad? No pensabas que nuestra relación fuese a durar lo bastante como para tener que decírselo. Y no querías tener que admitir delante de ellos que tenían razón, que yo no te convenía.
—Yo no…
—Lo cierto es que nunca los contradijiste cuando te dijeron que yo no era la persona adecuada para ti porque en el fondo estabas de acuerdo con ellos. ¿Y sabes por qué no te convengo, Joel? ¡Porque yo no soy Heather! Podrías intentar convertirme en ella, pero no lo conseguirías y supongo que por fin te has dado cuenta de ello.
A Joel se le puso la cara de varios colores. Tal vez Nic fuese a sentirse culpable más tarde por lo que había dicho, pero cuanto más pensaba en que Joel la estaba dejando sólo por su trabajo, más se enfadaba.
—Eso me parece muy injusto. Yo nunca te he comparado con Heather.
—¿No? —fue hasta la puerta y la abrió—. ¿Sabes qué, Joel? Que tienes razón. El problema no soy yo, sino tú. Ahora, será mejor que te marches.
—Nic…
—Por favor, márchate.
Él suspiró.
—Si eso es lo que quieres. Te llamaré luego.
—No te molestes. Estaré ocupada —quizás estuviese siendo demasiado grosera, pero estaba furiosa.
Joel se fue sin decir una palabra más. Se limitó a marcharse, llevándose el corazón de Nic con él.
Nic pensó en echarse a llorar, pero estaba demasiado enfadada incluso para eso. Así que se dedicó a andar de un lado a otro, hablando entre dientes.
Cuando oyó el timbre veinte minutos más tarde, dudó en ir a abrir. Si era Joel, no quería hablar con él. Y tampoco tenía ganas de visitas. Salvo de ver a Aislinn, tal vez. De pronto, supo que era ella.
Aislinn la miró a la cara y cerró la puerta.
—Debe de ser algo grave.
—Me ha dejado. Joel me ha dejado.
—Nic, lo siento mucho…
Nic tragó saliva y levantó una mano para que Aislinn no se compadeciese de ella.
—¿Te puedes creer que se ha atrevido a darme un discurso?
Su amiga hizo una mueca.
—El de…
—Sí, ése. El de el problema no eres tú, sino yo. El muy cretino.
Aislinn entró en la cocina, abrió la nevera y sacó una botella de vino.
—Cuéntamelo todo desde el principio —dijo mientras abría el armario en el que estaban guardadas las copas.
Nic estaba buscando helado en el congelador.
—Empezó a gritarme casi nada más abrirle la puerta. Por haber hecho mi trabajo esta mañana…
—¿La toma de rehenes? He oído algo. Todo el mundo habla de ello.
Nic sacudió la cabeza con impaciencia.
—Lo más probable es que todo el mundo exagere. No ha sido tan grave. El tipo se estaba tirando un farol. Ni siquiera nos ha disparado.
—¿Y eso no ha tranquilizado a Joel? —preguntó Aislinn mientras servía dos generosas copas de vino.
Nic hizo lo mismo con el helado.
—No ha querido escucharme. ¿Puedes creerte que me ha pedido que me plantee dejar mi trabajo? Me ha dicho que no estaba seguro de ser capaz de acostumbrarse a él. Lo ha dicho como si pensase que yo iba a dimitir para hacerle feliz.
—Tal vez le hayas malinterpretado.
Nic le pasó un cuenco con helado a Aislinn y clavó la cuchara en el suyo.
—No le he malinterpretado. Me ha dicho que soy una insensata, que le gustaría que me pareciese más a Heather.
Aislinn dejó la cuchara encima de la mesa dando un golpe.
—No ha dicho eso.
Nic se ruborizó.
—De acuerdo, no lo ha dicho con esas palabras. Pero la otra noche me propuso que me convirtiese en orientadora para niños con problemas. Ya te conté que Heather había sido orientadora familiar. ¿Te parece que es una mera coincidencia?
—No suena bien —admitió Aislinn.
—No puedo permitir que Joel me convierta en una burda copia de su difunta mujer.
—¿De verdad crees que es eso lo que está intentando hacer?
Nic apartó el cuenco de helado y agarró la copa de vino.
—Es el único modo de que le convenga. A los ojos de sus amigos y de su familia. Incluso a los suyos propios.
—Oh, Nic…
Al oír a Aislinn compadecerse de ella, Nic sintió que el enfado que había estado protegiéndola del dolor comenzaba a debilitarse. De pronto se le hizo un nudo en la garganta.
—Ha sido un error desde el principio.
—Te has enamorado de él, ¿verdad?
Nic volvió a dejar en la mesa la copa de vino que no había probado. A cualquier persona le hubiese dicho rotundamente que no, pero tratándose de Aislinn, contestó:
—Lo superaré.
—¿No crees que exista la posibilidad de…?
—Me ha dejado —le recordó ella—. Ha dicho que no podía aceptar que… aceptarme. ¿A ti te parece que esto tiene arreglo?
—No, la verdad es que no —admitió Aislinn con tristeza.
A pesar de que Nic ya se lo había dicho ella misma, le dolió escucharlo de labios de su amiga.
—Tú sentiste desde el principio que esto no iba a terminar bien, ¿verdad?
—Tuve la sensación de que te iban a hacer daño —dijo su amiga utilizando la cuchara para hacer dibujos en el helado—. Intenté advertírtelo.
—Lo sé. Y no te escuché. Pensé que merecería la pena.
—¿Y no la ha merecido?
Nic agarró la copa con ambas manos y lo reflexionó. Las dos últimas semanas habían sido tan especiales que casi no podía pensar en ellas sin que los ojos se le llenasen de lágrimas. ¿Sería capaz de recordarlas en un futuro como algo maravilloso que había compartido con Joel?
—Todavía no lo sé.
—Tiempo al tiempo. Y si necesitas hablar, ya sabes dónde estoy.
Ella asintió.
—Sólo quiero decirte una cosa más antes de cambiar de conversación.
—¿El qué?
Aislinn alargó la mano para agarrarla por el brazo cariñosamente.
—La verdad es que el problema no eres tú, Nic. No hay nada malo en ti. No tienes que compararte con nadie.
Las lágrimas se agolparon en sus ojos, pero luchó por contenerlas.
—Gracias. Pero, claro, tú eres mi amiga.
—Sí, pero, aun así, tengo razón.
Nic esbozó una débil sonrisa y volvió a agarrar el helado.
—Claro que la tienes. Siempre la tienes.
—Hay veces que me gustaría equivocarme.
A pesar de que no le apetecía, Joel fue a pasar el día de Acción de Gracias con su familia. Podía haberse inventado alguna excusa para no ir ese año, podía haber dicho que tenía mucho trabajo, pero para su madre parecía importante tenerlo allí. Además, su padre había estado enfermo, nada grave, sólo una infección respiratoria, y Joel se habría sentido culpable si no hubiese ido a verlo a pesar de haber estado en casa sólo unas semanas antes, para la reunión de antiguos alumnos.
Se lamentó de su decisión casi nada más llegar. Sólo podía pensar en Nic. Cada vez que pasaba por la habitación de invitados, esperaba que apareciese allí. Cada vez que sus padres decían algo divertido, buscaba su complicidad en una sonrisa.
Se dio cuenta de que había empezado a bajar las escaleras sin mirar las fotografías. Por primera vez, todas aquellas imágenes lo fastidiaban. No se había dado cuenta antes de lo anclada que estaba su familia en el pasado. ¿Qué era lo que les impedía avanzar? ¿Era en parte culpa suya?
Quizás fuese siendo hora de que él mismo retirase algunas fotografías.
Había llegado el miércoles por la tarde y se marcharía el sábado por la mañana. Pasó la mayor parte del tiempo con sus padres. No tenía ganas de encontrarse con ninguno de sus antiguos compañeros de clase.
Su madre esperó al viernes por la noche para abordar el tema de Nic. Todo el mundo le había preguntado por ella al llegar, pero una vez que Joel les había asegurado que estaba bien, no habían vuelto a mencionarla.
—¿Has visto mucho a Nicole últimamente? —preguntó Elaine mientras hacían juntos un rompecabezas en una esquina del cuarto de estar. Era uno de los pasatiempos favoritos de su madre y siempre intentaba convencer a su marido o a uno de sus hijos para que la ayudasen y le hiciesen compañía.
—La verdad es que no —respondió él sin levantar la mirada de las piezas—. Los dos hemos estado muy ocupados. Hace un par de semanas que no hablo con ella.
No comentó que había evitado encontrársela, ni que estaba seguro de que ella había hecho lo mismo. Teniendo en cuenta que vivían al lado, era extraño que la hubiese visto tan poco desde que habían roto dos semanas antes.
—¿Así que no ha corrido ninguna aventura peligrosa últimamente?
Joel miró la pieza que tenía en la mano con el ceño fruncido, tenía que encajar en algún sitio, pero no sabía dónde.
—Es policía, mamá. Lo que para ti y para mí son aventuras peligrosas, para ella no es más que su trabajo.
Hizo una mueca al escuchar la amargura de su propia voz. Quizás estuviese exagerando un poco. Tal y como la propia Nic le había señalado, no era como si trabajase en un equipo de asalto especial en una gran ciudad. Aunque sí era cierto que atendía casos de disputas domésticas peligrosas. Y tenía que enfrentarse ocasionalmente con drogadictos violentos o borrachos agresivos.
Pasaba la mayor parte de su tiempo con personas que violaban la ley y que se resistían a que se les castigase por ello. Llevaba un arma como otras mujeres lucían un collar de perlas. Aunque intentase restarle importancia, su trabajo era peligroso.
Elaine sacudió la cabeza con desaprobación.
—No sé cómo hace su madre para soportar la preocupación. Debe de ser muy difícil.
—No lo sé. Sólo la he visto una vez, al poco de mudarme, pero parecía estar acostumbrada al trabajo de Nic.
Nic le había contado que, al principio, a su madre no le había gustado la idea de que se hiciese policía, pero había acabado aceptándolo porque quería que Nic se dedicase a lo que le gustaba y a algo en lo que podía ser muy buena. Joel se preguntó por qué la familia de Nic no había intentado con más fuerza convencerla de que había muchos otros trabajos que podía llevar a cabo con la misma satisfacción.
Elaine colocó una pieza del rompecabezas en su sitio.
—Tengo que hacerte una pequeña confesión —dijo sin levantar la mirada—. He estado preocupada de que Nicole y tú estuvieseis saliendo juntos.
—No estamos juntos —se limitó a responder él.
—Bien. Es una chica muy agradable, pero no creo que sea la persona adecuada para ti.
Joel miró a su madre e intentó encontrar una respuesta a aquello. Luego volvió a bajar la mirada.
—Quizás sea todo lo contrario, mamá. Quizás sea yo el que no le convenga a ella.
Elaine sacudió la cabeza.
—No veo cuál es la diferencia —dijo confusa.
—Yo sí.
En ese momento encontró el lugar en el que encajaba la pieza que tenía en la mano.
Luego respiró profundamente y volvió a mirar a su madre.
—Creo que tenemos que hablar de las fotografías que tienes en el pasillo de arriba.
Nic estaba cansada. No sabía por qué. Había dormido bien la noche anterior y no le había pasado nada emocionante durante el día. Sabía que aquel cansancio era más emocional que físico.
Quizás fuese porque los días eran muy cortos y parecía haber más oscuridad que luz. No, no era ésa la verdadera razón. Aquello no era una depresión estacional. Tenía una causa mucho más específica.
Lo superaría. Le habían hecho daño, pero acabaría recomponiendo su corazón. Quizás en esta ocasión tardase un poco más, pero volvería a estar bien. Como siempre.
Abrió la nevera. No tenía demasiada hambre, pero iba a comer algo. No iba a comportarse como una de esas mujeres desdeñadas que se pasaban el día sentadas, alicaídas, y echando a perder su salud. No permitiría que nadie la convirtiese en eso, ni siquiera el único hombre que le había robado el corazón.
Cuando oyó a Joel llamar a la puerta de atrás, su primer impulso fue fingir que no estaba en casa. Pero fue a abrir más por orgullo que porque él supiese que sí que estaba. Respiró hondo, se irguió y abrió la puerta.
Tenía un aspecto horrible. Como Matt Damon después de una juerga de una semana, pensó sin que viniese al caso, aunque Aislinn no viese el parecido.
Era evidente que no había dormido. A pesar de que parecía decaído, Nic sabía que no podía permitirse que aquello la afectase, no si tenía que sacrificar su propia persona para intentar hacerlo feliz.
—¿Qué quieres, Joel? —preguntó en tono monótono para esconder las emociones que le provocaba su imagen.
—Necesito decirte algo.
Nic esperaba que no hubiese ido a pedirle que siguiesen siendo amigos. A pesar de que echaba mucho de menos la amistad que habían tenido antes de su desastroso intento de ser algo más, no pensaba ser capaz de volver a aquello. Sería demasiado doloroso, al menos para ella. Le habría gustado que fuese diferente, pero se conocía demasiado bien y sabía que no podría fingir que no le había roto el corazón.
—¿El qué?
—¿Puedo entrar?
Ella dudó un momento antes de retirarse de la puerta. Joel, que parecía más tranquilo, entró en la cocina y cerró la puerta tras de él.
Nic se metió las manos en los bolsillos de los pantalones del pijama de franela que se había puesto nada más llegar del trabajo, una hora antes. No le ofreció nada de beber, ni siquiera le dijo que se sentase. Quería que aquello terminase lo antes posible.
—¿Entonces? —le instó al ver que él no arrancaba a hablar inmediatamente.
Joel suspiró.
—No estoy seguro de cómo empezar. En primer lugar, quiero disculparme. Te he hecho daño, y no era mi intención.
—Disculpas aceptadas. Gracias por haber venido —dijo ella volviendo a la puerta.
Él sacudió la cabeza, parecía casi divertido.
—No te gusta poner las cosas fáciles, ¿verdad? Todavía no voy a marcharme. No hasta que no te haya dicho lo que he venido a decirte.
—Me parece que ya me dijiste todo lo que tenías que decir la última vez que estuviste aquí.
Él volvió a sacudir la cabeza.
—Se me olvidaron un par de cosas.
—¿Como por ejemplo…?
—Como que te quiero. Como que te llevo queriendo desde hace tiempo.
Nic se estremeció. Intentó esconder su reacción dándose la vuelta.
—No, por favor.
—Mis sentimientos no van a cambiar porque no lo exprese, Nic. Te quiero. Me enamoré de ti a pesar de estar convencido de que no te convenía.
—¿No crees que te estás equivocando? —preguntó amargamente—. ¿No querrás decir que estabas convencido de que yo no te convenía a ti?
—No —respondió Joel con firmeza—. Yo sabía que sería feliz contigo, pero no pensaba tener lo necesario para poder mantenerte a mi lado.
Nic se volvió y lo miró con el ceño fruncido.
—No te entiendo.
—Solías salir con vaqueros. Ir por ahí con otros policías, con personas que no se lo piensan dos veces a la hora de arriesgar sus vidas cuando están de servicio. Y tu mejor amiga es una vidente, por mucho que lo niegue.
—Y tú te relacionas con médicos y abogados y profesores de universidad, y sales con psicólogas y con reinas de belleza —espetó ella—. Pertenecemos a dos círculos diferentes. ¿No es eso lo que intentabas decirme antes?
Él sacudió la cabeza con frustración.
—Pareces creer que pienso que eres inferior a otras personas que conozco. No podrías estar más equivocada. Lo cierto es que no me parecía posible que te interesases por alguien tan aburrido como yo. Tan cobarde.
A pesar de que aquello la impresionó, Nic seguía siendo escéptica.
—Sé por qué querías que dejase el cuerpo de policía. Para que volviese a la universidad. Para que fuese más parecida a ti. Más parecida a…
No fue capaz de decir el nombre de Heather en ese momento, pero sabía que Joel sabía perfectamente a quién se refería.
—No quería que dejases la policía para que te parecieses más a mí, ni a ninguna otra persona, sino por mi propia cobardía. Estaba preocupado por ti, Nic. Tenía miedo a perderte. Ya he perdido a otra persona antes. Y no me creía capaz de volver a pasar por ello.
—Joel…
Él sacudió la cabeza y sonrió sardónicamente.
—Para mí, ese miedo era lo que hacía que no te conviniese. Dudo que los otros tipos con los que has salido se pasasen todo el tiempo preocupándose por ti.
—Cualquiera que tenga una relación con un policía va a tener que pasar mucho tiempo preocupándose —respondió ella—. Es parte del trabajo y la razón por la que muchas parejas se rompen. No pienso que seas un cobarde porque te preocupes por mí, pero soy quien soy, y no puedo cambiarlo.
—Durante las últimas semanas me he dado cuenta de que no quiero que cambies. ¿Por qué iba a quererlo? Me enamoré de ti tal y como eres.
Lo había dicho otra vez. Y a Nic seguía asustándola tanto como la primera. ¿Y Joel creía que era un cobarde? No tenía ni idea del miedo que sentía ella en esos momentos, estaba tan asustada que estaba malinterpretando lo que él quería decirle.
—Todo el mundo piensa que no te convengo. Tu familia. Tus amigos. Creen que deberías buscar a alguien que se pareciese más a Heather.
Había sido capaz de encontrar la fuerza necesaria para decir su nombre en esa ocasión. Tenía que hacerlo, ya que sentía que el recuerdo de la que había sido esposa de Joel seguía interponiéndose entre ambos.
—Mi familia y mis amigos no te conocen lo suficientemente bien para saber si nos convenimos el uno al otro o no. Aprenderán a quererte cuando les diga lo mucho que significas para mí. En realidad, lo único que quieren es que sea feliz, Nic. Y eso no significa que sepan cómo lograrlo.
—¿Y tú lo sabes?
—Sí —respondió él sonriendo, aunque su mirada era seria—. Seré feliz si estoy contigo.
Nic tragó saliva.
—Eso no te hacía feliz antes —le recordó.
—Fue culpa mía, no tuya. Tienes razón, estaba demasiado concentrado en aplacar mis miedos intentando controlar circunstancias que no están en mis manos. Pero lo he pensado mucho mientras hemos estado separados. Y me he dado cuenta de que en el fondo no somos tan distintos.
—¿No?
—No. Tu trabajo consiste en salvar vidas. El mío también. A mí no me dispara ningún paciente, pero, ¿sabes qué?, que para ser médico hay que ser valiente. Los padres ponen en tus manos las vidas de sus hijos y yo acepto la responsabilidad a pesar de que vivo con miedo a cometer un error o a pasar por alto algo que pueda tener consecuencias nefastas para mis pacientes.
—Por supuesto que hay que ser valiente. Te he dicho muchas veces que no sé cómo lo haces.
—Lo hago porque amo mi trabajo. Porque define cómo soy. Y no dejaría que nadie me convenciese de hacer otra cosa. Pienso que tú entiendes eso mejor que nadie.
—Sí, lo entiendo.
Joel asintió, su mirada empezaba a ser algo más cálida.
—Lo sé. Y tenemos muchas otras cosas en común. Los dos valoramos nuestras familias. Sabemos lo que es perder a alguien a quien queremos. Ninguno de los dos queremos escalar socialmente ni impresionar a nadie ya sea con ropa, coches o casas. No es eso lo que nos motiva. Para nosotros, el éxito no es eso.
—No —admitió Nic—. Nunca le he dado importancia a eso.
—Ni yo. Era una de las cosas que más exasperaba a Heather de mí —añadió tratando de entablar conversación—. No era una esnob, pero le gustaba formar parte de los círculos sociales de mayor nivel. Esperaba que algún día me nombrasen jefe de servicio de algún hospital de prestigio. No le habría gustado que nos instalásemos aquí y viviésemos en una casa modesta mientras yo trabajaba con otro socio en una pequeña clínica. Ella habría considerado que era su obligación instarme a conseguir algo más.
A Nic la sorprendió aquella revelación. No pensaba que Joel pudiese ser feliz en un ambiente de fiera competencia. ¿De verdad había pensado Heather que era eso lo que él quería? ¿O era que Joel había cambiado mucho en los últimos años?
—No me malinterpretes, Heather tenía un corazón enorme. Era una terapeuta excelente que se preocupaba mucho por sus pacientes. Pero le gustaba la buena vida, y la ropa cara y las joyas eran su debilidad. Le habría encantado vivir en una urbanización de lujo… y yo le habría dado gusto para hacerla feliz. Pero yo soy feliz aquí, con mi pequeña clínica y mis asiduos pacientes.
—Yo no te imagino en ningún otro lugar.
Joel sonrió.
—Eso es porque me conoces muy bien, Nic. Tú no intentarías cambiarme… Así que lo que te he hecho todavía tiene menos perdón.
—Yo pensaba que no podía competir con la memoria de Heather —murmuró ella.
—Ni siquiera tenías que intentarlo. Quería a Heather, pero no era perfecta. Y no pienso que ella quisiese que la pusiera en un pedestal. Eso no le haría justicia. Era una mujer brillante, especial, única, con sus virtudes y sus defectos, como todo el mundo.
Nic se mordió el labio, no sabía qué más decir.
Joel se acercó a ella.
—He estado recientemente observando las fotografías que tenía mi madre en la escalera. Y me he dado cuenta de que muchas personas, incluido yo mismo, se han acostumbrado a pensar que toda mi vida está en ellas. No han tenido en cuenta todo lo que he hecho en los últimos cinco años y medio, desde que Heather murió. He terminado la residencia, he montado la clínica, he comprado una casa, he hecho nuevos amigos. Me he construido una nueva vida. No quiero pasar el resto de mis días solo, con mis recuerdos, Nic. Tampoco quiero recrear algo que ya tuve. Estoy preparado para volver a empezar. Para un futuro nuevo. Y me gustaría construir ese futuro contigo si es que todavía es posible a pesar de haberme comportado como un imbécil. ¿Es posible?
—No voy a dejar mi trabajo —le advirtió Nic, que todavía desconfiaba—. Intentaré conseguir nuevas promociones y nuevas funciones porque siempre he sido ambiciosa en mi trabajo, y lo haré como tenga que hacerlo, aunque eso me haga correr riesgos de vez en cuando.
Joel tal vez había palidecido un poco, pero asintió.
—Puedo vivir con ello. No estoy diciendo que vaya a dejar de preocuparme por ti, pero puedo mantener a raya mis miedos siempre y cuando tomes ciertas precauciones.
—No quiero morir, Joel. No soy tan insensata como tú insinuaste. Aunque tal vez haya tenido menos cuidado del que debía en el pasado. Siempre y cuando eso no interfiera en mi trabajo, intentaré ser un poco más cauta en el futuro. Tal vez deje de hacer placajes cuando juegue al flag football.
—Eso ya es un comienzo —dijo él sonriendo—. ¿Quiere eso decir que quieres que volvamos a intentarlo?
—No estoy segura de tener otra opción —respondió ella—. Yo también estoy enamorada de ti.
—Nic…
Joel se abalanzó sobre ella para abrazarla, pero Nic se apartó y levantó una mano.
—Me has hecho daño una vez —le advirtió—. Si vuelves a hacerlo te daré patadas en el trasero de aquí a Birmingham.
Joel rió y la estrechó entre sus brazos.
—Te creo. Y si yo me entero de que has arriesgado tu vida innecesariamente, te daré patadas hasta llegar a Tulsa.
Nic lo abrazó por el cuello y sonrió por primera vez desde que le había abierto la puerta.
—Así que de pronto te has convertido en un tipo duro, ¿eh?
—Supongo que me estás corrompiendo.
Ella volvió a ponerse seria un momento. Tenía que reconocer un par de cosas más.
—No ha sido sólo culpa tuya, Joel. Yo no he luchado tampoco por nuestra relación. Te he acusado de resignarte al fracaso cuando lo cierto era que yo tampoco esperaba que lo nuestro durase. Me dejé influir demasiado por las opiniones de otras personas. Tal vez había empezado a creer que no valía lo suficiente para estar contigo. Que no podía ponerme a la altura de las circunstancias. No has sido el único cobarde. Tenía miedo de demostrarte lo mucho que me importabas, lo mucho que deseaba que lo nuestro funcionase. No permitiré que eso vuelva a ocurrir.
—Los dos hemos cometido errores. Y dado que ninguno de los dos es perfecto, cometeremos más. Pero todo irá bien esta vez. Ambos deseamos luchar por algo que nos importa tanto.
Nic seguía sin creer que Joel se hubiese preocupado de no ser lo suficientemente bueno para ella. Que hubiese pensado que era él quien no estaba a la altura. Quizás tardasen un tiempo en estar seguros de que podían hacer que aquello funcionase, pero ella estaba deseando ponerle todo su empeño, pensó mientras levantaba los labios hacia Joel. Siempre y cuando se quisieran, no habría obstáculo que no pudiesen superar.
Los dos habían tenido días oscuros en sus vidas, pensó mientras cerraba los ojos y se dejaba llevar por él. Pero el futuro les depararía muchos días de sol.
Joel la amaba, y ella lo amaba a él. ¿Qué más podía pedir?