A TESS no la sorprendió no tener noticias de Craig durante la semana siguiente. No obstante, estaba triste. Él era la única persona con la que podía contar y lo había estropeado todo.
Había pasado más de un mes desde que se había hecho la prueba de embarazo y a pesar de que tendría pronto su primera visita prenatal, todavía no sabía qué sería lo mejor para el bebé. Lo único que sabía era que iba a volverse loca si no salía de casa. Así que el sábado por la mañana, sin saber adónde iba, se subió al coche y condujo. Finalmente decidió ir a ver a su hermana.
En realidad era su hermanastra, pero se querían como si fuesen hermanas de verdad. A pesar de que sus padres se habían divorciado, ellas habían seguido siempre en contacto. Laurie era la única persona a la que podía contarle su situación y en esos momentos necesitaba desesperadamente poder confiársela a alguien.
—No son ni las diez —se quejó Laurie nada más abrir la puerta.
—He traído el desayuno —anunció ella enseñándole unos vasos de café y una bandeja con donuts.
Tess siguió a su hermana hasta la cocina. Dejó el desayuno en la mesa y sacó a Devin, que tenía sólo diez semanas, del cochecito. Le encantaba estar con sus sobrinos y siempre había soñado con tener un hijo algún día. Y ese día no tardaría en llegar.
—Es increíble lo mucho que ha crecido —comentó.
Becca, la hermana mayor, de dos años, entraba poco después en la cocina.
—Zumo, mamá.
—Se pide por favor.
—Manzana —dijo la niña.
—Todavía no entiende el por favor y las gracias —le explicó Laurie a Tess mientras sacaba el zumo de la nevera y le servía un vaso a la niña. Ésta lo tomó y se marchó al salón, donde estaba jugando a las construcciones.
—¿Qué piensa Becca de su hermano pequeño?
—Depende del día, lo más normal es que no le haga caso. Supongo que la cosa cambiará cuando éste crezca y puedan jugar juntos —comentó tomando uno de los vasos de papel de la bandeja. Retiró la tapa y sonrió—. Capuchino. Tendré que perdonarte por haberme despertado tan temprano.
—Siento no haberte llamado antes. Pero necesitaba hablar contigo.
—Sabes que siempre eres bienvenida… y que estoy deseando tener una conversación entre adultos.
Tess sonrió y le acarició la cabeza a Devin, que se había dormido en sus brazos. En menos de ocho meses, tendría su propio bebé.
—¿Dónde está Dave?
—Se ha ido a hacer la compra. Tardará por lo menos media hora. Pero dime qué te pasa.
—Estoy embarazada.
—¿Embarazada? —repitió su hermana atragantándose con el café.
Tess asintió.
—No sabía que estuvieses saliendo con nadie… después de lo de Roger.
—No salgo con nadie —confesó ella sintiéndose enrojecer—. Es de Craig.
—¿Craig Richmond?
—Sí.
—Bueno, veo que habéis hecho unos avances muy interesantes.
—Sí, interesantes, pero también insensatos.
—Yo hace tiempo que pensaba que eras una insensata por no intentar salir con él…
Tess frunció el ceño; Laurie sonrió.
—¿Y cómo ha ocurrido? —preguntó su hermana mientras se comía un donut de chocolate.
—Todo fue por culpa de Roger. Pensé que podría formar una familia con él y…
—Nunca entendí qué habías visto en él.
—Pensé que te gustaba.
—Quería que fueses feliz.
—Bueno, la noche que tenía que haber sido de bodas, me fui a un bar y me tomé un par de copas. Luego, un chico guapo se sentó a mi lado y me pidió bailar, y yo me sentía sola, así que acepté.
—¿Y?
—Y bailamos. Y él estaba empezando a hacerme saber que quería algo más cuando llegó Craig. Después me dijo que había visto mi coche en el aparcamiento y se había preocupado por mí. El caso es que me llevó a casa.
—No puedo creerme que Craig se aprovechase de ti en semejantes circunstancias.
—Y no lo hizo. Sólo quería llevarme a casa. Pero yo no quería ir a casa, no quería estar sola.
—Así que os fuisteis a la suya —adivinó Laurie.
—Me abrazó mientras yo lloraba. Y luego, me besó.
Laurie esperó que Tess siguiese contándole lo que había ocurrido, pero ella no estaba dispuesta a volver a recordarlo todo.
—Con un beso no te quedas embarazada —dijo Laurie por fin.
—No, pero como tú tienes dos hijos, supongo que no hace falta que te explique cómo se hacen.
—No quiero los detalles, pero me da la sensación de que no me lo estás contando todo.
—Fue… la experiencia más increíble de toda mi vida. Nunca habría imaginado que el sexo podría ser tan… tan… todo.
—Lo es cuando lo haces con la persona adecuada.
—Craig no es la persona adecuada. No para mí.
—¿Por qué no?
—Porque somos amigos.
—Es evidente que sois algo más que amigos.
Tess ignoró el sarcasmo de su hermana y se concentró en el donut.
—¿Qué dice Craig del bebé?
—Me ha propuesto que nos casemos.
—¿Cuándo es la boda?
—¿Qué te hace pensar que he aceptado?
—Que tendrías que estar loca para rechazarlo. Es un hombre maravilloso: guapo, sexy, inteligente y rico. El sexo con él es increíble y es tu mejor amigo.
—Pero sólo me ha pedido que me case con él porque estoy embarazada.
—Lo que demuestra que también es responsable.
—No puedo casarme con él —insistió Tess.
—¿Por qué no?
—Porque acabo de escapar de un matrimonio desastroso y no quiero meterme en otro.
—¿Qué te hace pensar que tu matrimonio con Craig sería un desastre?
—Que él no se merece verse atrapado en un matrimonio que en realidad no desea y que yo no necesito un marido para criar a mi hijo.
—Quizás no necesites un marido —admitió Laurie después de un silencio—. Pero después de haber crecido sin padre, ¿no quieres uno para tu hijo?
Tess suspiró, su hermana siempre sabía cómo darle en el blanco.
—Por supuesto que quiero que mi bebé tenga un padre. Pero no siempre se puede tener lo que uno quiere. Y no quiero que Craig me odie por haberle metido en semejante lío.
—Craig no es de los que se dejan meter en líos. Si no quisiese casarse contigo, no te lo habría pedido.
—No estoy segura de que quiera casarse. Lo que sí quiere es asumir su papel de padre.
—No tiene que casarse contigo para eso.
Aquello era exactamente lo que ella quería hacerle ver a Craig.
—Quizás sus motivos para casarse contigo son más profundos de lo que piensas —sugirió Laurie.
—No, me ha dicho claramente por qué quiere casarse.
—Oh —Laurie parecía decepcionada—. ¿Y qué vas a hacer?
—Voy a tener el bebé, yo sola, y espero que Craig y yo podamos salvar nuestra amistad.
—¿Estás segura de que es eso lo que quieres?
Tess ya no estaba segura de nada, pero sabía que no podía pensar en Craig como en un amigo cuando recordaba su cuerpo desnudo contra el de él. Pero por muy atraídos que se sintiesen físicamente, el matrimonio no era la respuesta. Aunque resolviese algunos de los problemas inmediatos, a largo plazo no sería la solución.
—Me parece lo mejor.
—¿Quieres saber lo que pienso?
—Probablemente no —admitió Tess—, pero me lo vas a decir de todos modos.
—Creo que tienes miedo a enamorarte de él.
—Si fuese a enamorarme de él, no habría tardado quince años en hacerlo.
—En el amor no hay reglas. Piénsalo. Tiene sentido. Siempre has salido con hombres a los que no has dejado que se acerquen lo suficiente como para llegar a tu corazón. Siempre temí que lo hicieses por el fracaso de la unión entre nuestros padres. Pero ahora me pregunto si no mantenías las distancias porque ya estabas enamorada de Craig.
—Quería a Roger —dijo Tess.
—Querías quererlo. Porque no querías admitir tus sentimientos por Craig.
—No estoy enamorada de Craig.
—Tú nunca actúas impulsivamente. Pero te has acostado con Craig y dudo que eso hubiese ocurrido si no sintieses nada por él. Y si eso es cierto, no creo que casarte con él sea algo tan horrible.
—Pensé que estarías de mi parte —se quejó Tess.
—Y lo estoy. Sólo quiero que seas feliz.
Tess guardó silencio, esperando que su hermana cambiase de tema de conversación. Pero Laurie quiso hacer un último comentario:
—Yo pienso que serías feliz con Craig… si os dierais una oportunidad.
Afortunadamente en ese momento oyeron gritar a Becca.
—Papá. Papá. Papá —dijo corriendo hacia la puerta.
Tess observó cómo su cuñado se pasaba todas las bolsas a una mano y levantaba a su hija con la otra. Luego, le dio a la niña un sonoro beso en la mejilla.
—¿Quién es mi niña?
Devin también abrió los ojos e intentó girar la cabeza al oír la voz de su padre. Tess lo ayudó a que lo viese, parecía adorarlo, igual que su hermana.
Recordó lo contenta que se ponía siempre que su padre llegaba a casa después de trabajar. Y se sintió culpable. ¿Acaso tenía derecho a privar a su hijo de aquello?
Intentó no pensar en ello. Dave dejó a Becca en el suelo y le dio un prolongado beso a su mujer. Tess volvió la cabeza hacia otro lado, suspirando por dentro. Era evidente que Laurie y Dave estaban enamorados y eran felices juntos. Se alegraba por ellos, aunque sintiese algo de envidia.
Eso era lo que ella quería: un marido que la quisiera, una familia. Pero aquel cuento de hadas estaba fuera de su alcance. La realidad era que estaba embarazada sin haberlo planeado y que su mejor amigo le había propuesto un matrimonio de conveniencia.
Después de que Tess se hubiese ido de su casa el viernes por la noche, Craig sabía que necesitaría algo de distancia para tranquilizarse. Dado que habían tenido una buena bronca, decidió darle una semana. Pero no quería dejar que pasase mucho más tiempo antes de arreglar las cosas.
Quería retroceder en el tiempo a aquellos momentos en los que podía llamarla a cualquier hora del día, sólo para saludarla, o pasar por su casa a verla. No se había dado cuenta de lo mucho que necesitaba hablar con ella y verla hasta entonces. Pensaba en ella nada más levantarse por las mañanas y justo antes de dormirse.
Se pasó la mayor parte de la semana considerando cómo debía acercarse a ella, y acabó trazando un plan. Desgraciadamente, cuando por fin se decidió a ponerlo en práctica el sábado por la mañana y fue a verla, no estaba en casa.
Pero no iba a tirar la toalla tan fácilmente.
Era casi mediodía cuando Tess volvió y se encontró a Craig esperándola en su salón.
—¿Cómo has entrado? —le preguntó.
—He utilizado la llave que me diste.
—¿La que te di en caso de emergencia?
—Pensé que era una emergencia. He estado llamándote toda la mañana y no contestabas.
—Es evidente que no estaba aquí.
—Ya, pero yo no lo supe hasta que no vine. Porque normalmente se te puede localizar en el teléfono móvil cuando estás fuera y hoy tampoco respondías.
—Se me ha olvidado encenderlo —admitió ella.
—¿Tienes demasiadas cosas en la cabeza?
Tess no hizo caso de la pulla.
—Así que viniste y entraste…
—Llamé primero —se defendió Craig. Tess parecía molesta con él, y no quería perder la oportunidad de disculparse antes de que lo echase de allí.
—De acuerdo. Llamaste y luego entraste. ¿Pero por qué no te marchaste cuando te diste cuenta de que no estaba?
—Porque había pedido que te mandasen unas flores y pensé que no habría nadie en casa cuando llegasen.
Tess miró a su alrededor, como si hasta entonces no se hubiese dado cuenta de los ramos de rosas que había en la sala. Las había rojas, rosas, blancas, amarillas, color melocotón y color lavanda y también unas que la florista llamaba bicolores. Craig había encargado una docena de cada con la esperanza de que aquel despliegue de color le ablandase el corazón a Tess.
—Te dije que no quería flores y esto no me va ha hacer cambiar de opinión.
Pero ya no parecía tan enfadada y tomó el jarrón con el ramo blanco para olerlo.
—No pretendo volver a pedirte que te cases conmigo, sólo quiero disculparme.
—Pues debes de estar muy arrepentido.
—Más de lo que puedas imaginarte.
—Tengo que admitir que me gusta este tipo de disculpa. Pero necesito saber por qué quieres pedirme perdón.
—No me arrepiento de haberte besado —admitió él—, ni tampoco de que casi hiciésemos el amor… de hecho, me hubiese gustado que lo hiciésemos. Pero siento que pensases que estaba intentado manipularte.
—¿Acaso no es cierto?
—La verdad es que no lo tenía planeado, sólo me dejé llevar por el deseo.
—¿De verdad?
Parecía aliviada al saber que no podía contener el deseo que sentía por ella. Eso mismo le ponía nervioso a él.
—De verdad.
—Entonces, te perdono.
—Gracias.
—Gracias a ti por las flores, aunque sean un gesto innecesario y extravagante.
Craig suspiró, la cosa parecía estar enderezándose.
—Sigo pensando que deberíamos casarnos, pero es evidente que no estamos de acuerdo en eso, así que me gustaría que, por lo menos, intentemos pensar los dos juntos en lo que es mejor para el bebé.
—A mí también me gustaría.
—Y creo que ir al cine esta noche sería dar un paso en la dirección adecuada. Ponen una película nueva de James Bond.
Tess dudó sin saber por qué, era admiradora de James Bond y había ido con Craig al cine en muchas ocasiones. Pero había algo en su aparente naturalidad que le hacía estar en guardia.
—¿Tienes algún otro plan? —preguntó Craig al ver que ella no respondía inmediatamente.
—No.
—Sólo vamos a ir al cine —dijo él quitándole importancia.
Pero Tess lo conocía demasiado bien como para pensar que sus motivaciones eran tan sencillas.
—¿Sólo?
—Y quizás podamos ir a cenar algo después —añadió él.
—De acuerdo —accedió finalmente, lo cierto era que quería ir a ver esa película.
—Estupendo. Tengo que hacer un par de recados esta tarde, pero volveré a recogerte sobre las siete.
—Si quieres podemos quedar en el cine.
—Pasaré a recogerte. Me parece más adecuado, tratándose de nuestra primera cita.
—No es una cita —protestó Tess.
—Ya sé que no es demasiado ortodoxo, dado que ya estás embarazada de mí, pero he pensado que podemos salir un par de veces antes de volver a hablar de lo del matrimonio.
Aquello confirmaba lo que ella se había temido, Craig no tiraría la toalla tan fácilmente.
—Pensé que estábamos de acuerdo en que íbamos a olvidarnos de la boda e íbamos a pensar en lo que es mejor para el bebé.
—No. Yo sólo he dicho que no estamos de acuerdo acerca del tema de la boda y que sí lo estamos en que los dos queremos lo mejor para el bebé.
—Quizás no sea buena idea.
—Te veré a las siete —dijo él de camino a la puerta.
—Creo que tenemos que hablar de esto un poco más.
—Ya hablaremos esta noche.
—Espera, Craig…
Oyó que se cerraba la puerta de la calle.
Resopló, exasperada, preguntándose en qué estaban de acuerdo realmente.