1. LA NECESIDAD DE LA BANCA

 

 

 

En la era industrial, la banca era una buena forma de organizar los elementos del sistema financiero: el dinero y el crédito. En particular, la banca era indispensable para el crédito. El término crédito se refiere a la confianza necesaria entre dos partes para poder tener relaciones comerciales a lo largo del tiempo. Una parte recibe bienes, servicios o dinero hoy y promete suministrar a la otra parte bienes, servicios o dinero en el futuro; es decir, el crédito es un pago aplazado.[8]

Existen diferentes formas de crédito. La más corriente es el préstamo. Este es la transferencia temporal de dinero. La persona que recibe el dinero y lo devuelve más tarde se llama prestatario. La persona que da el dinero y lo recupera más tarde se llama prestamista. El precio que paga el prestatario al prestamista por obtener el dinero es el interés. En el caso de un préstamo, el tipo de interés se calcula según un porcentaje del importe nocional [o nominal], que es la cantidad de dinero prestada inicialmente.[9] El prestatario devuelve el importe teórico hasta el vencimiento, la fecha acordada para el fin del préstamo. El tiempo total transcurrido entre la entrega del importe nocional y el vencimiento se llama plazo de vencimiento.

 

 

EL PROBLEMA DE LAS ASIMETRÍAS DE INFORMACIÓN

 

Las personas prestan dinero porque esperan recuperar todo el importe nocional y, posteriormente, cierta cantidad en concepto de interés. Confían en ganar más en el futuro si conceden un préstamo que si se guardan el dinero en el bolsillo. Y los prestatarios piensan de manera similar. Creen que les conviene más tener dinero hoy aunque deban pagarlo con intereses mañana.

Si dejamos de lado la dimensión temporal, un préstamo no es más que un intercambio mutuo de dinero. La dimensión temporal constituye la característica definitoria del crédito. Cuando hablamos de crédito, lo hacemos también de tiempo y de incertidumbre. Y eso plantea toda una serie de problemas.

Imagínese que quiere conceder un préstamo. Primero, tiene que encontrar a alguien que sea de fiar y que pueda devolver todo el importe nocional con intereses. Lo normal es no conocer mucho sobre el carácter y sobre la capacidad del prestatario. Nos encontramos ante el problema que los economistas denominan conocimiento oculto. Además, nunca se puede estar seguro de si los posibles prestatarios usarán el dinero de forma que les permita devolverlo más adelante. Nos hallamos ante el problema denominado acción oculta. En el momento del vencimiento, puede surgir otro problema más. El mundo puede haber cambiado a peor en ese tiempo y quizá el prestatario ya no es capaz de seguir haciendo los pagos. Sin embargo, también puede ser que el prestatario finja ser incapaz de pagar para quedarse con el dinero. Si cree usted que eso es lo que sucede, le conviene investigar la situación económica del prestatario. Una investigación así probablemente será cara, de ahí que los economistas utilicen el término informe de solvencia no gratuito en este contexto.

En realidad, todos estos problemas se deben a la asimetría de información. El término asimetría de información significa que el prestatario sabe más cosas que el prestamista. Cualquiera que haya prestado alguna vez dinero lo entiende de manera intuitiva. Y esa es, en el fondo, la base de todos los problemas de los créditos. Por ejemplo, es lo que permite que haya un riesgo moral. El riesgo moral surge cuando alguien puede disfrutar de las ventajas de un determinado rumbo de actuación y hacer que las consecuencias negativas las sufran otros. En el caso del crédito, el prestatario puede mentir para obtener un préstamo que le beneficie, pero que luego no va a poder devolver. Y el que sufrirá las consecuencias negativas de que no lo devuelva será el prestamista.[10]

La asimetría de información fomenta el riesgo crediticio, que es el peligro de pérdidas del prestamista si el prestatario no devuelve —o no devuelve por completo— el dinero prestado. Si una persona, cuando concede un préstamo, no quiere perder demasiado dinero, tiene que afrontar de una u otra manera el riesgo crediticio. Las medidas que suavizan ese riesgo suelen englobarse en el término control.[11]

¿Cómo pueden controlar los prestamistas a los prestatarios? En primer lugar, los prestamistas evalúan de forma exhaustiva la credibilidad de los posibles prestatarios y reúnen las informaciones pertinentes para valorar el riesgo que corren al prestarles dinero. En función del riesgo crediticio previsto, los prestamistas conceden un préstamo con unas condiciones apropiadas o se niegan por completo a concederlo. En segundo lugar, los prestamistas mantienen una estrecha relación con los prestatarios durante todo el periodo de vigencia del préstamo. Comprueban que los prestatarios se atienen a las normas del contrato de préstamo, las cláusulas.

Además, resulta frecuente que el prestamista exija al prestatario que presente algún activo cuando pide el préstamo. Es lo que se denomina aval y, en ese caso, el préstamo constituye un préstamo avalado. El aval puede adoptar diversas formas; por ejemplo, una hipoteca es un préstamo avalado en el que la propiedad sirve de aval. Al avalar los préstamos, el riesgo crediticio se reduce de forma considerable. Si el prestatario no cumple sus promesas contractuales, el prestamista puede reclamar el aval y venderlo para enjugar sus pérdidas.

Como vemos, para que un préstamo salga bien, es necesario esforzarse en construir una relación de confianza. A los prestamistas les conviene ocuparse activamente de su relación con los prestatarios; como dice un proverbio ruso, confía, pero comprueba. El control sobre los prestatarios puede resolver los problemas derivados de la asimetría de información.

Si bien los bancos siguen a sus prestatarios, esa actividad no es la que define al banco. Hay muchas otras instituciones financieras que también controlan, como las agencias de calificación y los fondos de capital riesgo. Los bancos tienen otra característica exclusiva: sirven de intermediarios entre las necesidades dispares del prestamista y del prestatario.

 

 

COMPAGINAR LAS NECESIDADES DE LOS PRESTATARIOS Y DE LOS PRESTAMISTAS

 

El control proporciona la base del crédito. Sin embargo, por sí solo, no basta. Para que el crédito sea fructífero, es necesario compaginar las necesidades de los prestamistas y de los prestatarios.

Lo aclararemos con un ejemplo. Imagine que Sarah quiere poner en marcha una empresa de tueste de café. Para ello necesita comprar un equipamiento caro, empezando por la máquina de tostar café. Normalmente, los ahorros de una sola persona no bastan para pagar una máquina así. Además, la inversión tarda mucho tiempo en ser rentable. Sarah tendrá que pasar bastante tiempo vendiendo su café recién tostado para ganar suficiente dinero y recuperar su inversión inicial.

Este ejemplo ilustra dos necesidades típicas de los prestatarios. En primer lugar, necesitan un préstamo importante —es decir, un préstamo por un importe nocional elevado—, porque las herramientas y la maquinaria son caras. En segundo lugar, prefieren plazos prolongados de vencimiento, porque necesitan tiempo para ganar el dinero que les permita devolver el préstamo.

Las necesidades de los prestatarios no coinciden con las de los prestamistas. Los prestamistas habituales —por ejemplo, una persona normal y corriente— no suelen poder prestar más que pequeñas cantidades de dinero. Y son reacios a correr aventuras y a asumir un riesgo crediticio. Para repartir ese riesgo, prefieren no prestar más que una parte de lo que tienen ahorrado a un solo prestatario. Además, prefieren tener posibilidad de acceder rápidamente a esos ahorros, porque su vida está llena de incertidumbres. A lo mejor, la persona que ha prestado el dinero se queda sin trabajo o le ofrecen un trabajo estupendo en otra ciudad. En ambos casos, necesita acceso inmediato al dinero que ha prestado para cubrir los gastos que derivan de esos acontecimientos inesperados.

En resumen, los prestatarios, a la hora de emprender inversiones arriesgadas, suelen preferir préstamos con un gran importe nocional y un vencimiento a largo plazo. Los prestamistas, en cambio, quieren préstamos con un pequeño importe nocional y un vencimiento a corto plazo para arriesgarse lo menos posible. Compaginar las distintas necesidades de prestamistas y prestatarios es la esencia de la banca. Antes de explicar, en el próximo capítulo, la mecánica de las actividades bancarias, conviene que veamos cuál es la tercera función de la banca.

 

 

FACILITAR LAS TRANSACCIONES MEDIANTE SERVICIOS DE PAGO

 

Dada la importancia de los bancos para resolver las asimetrías de información y compaginar las necesidades de los prestatarios y de los prestamistas, se podría pensar que la banca[12] nació con las primeras personas que prestaron dinero. Sin embargo, la banca surgió, en realidad, con los primeros servicios para facilitar los pagos. Los predecesores de los bancos eran custodios que guardaban el oro y las monedas de sus clientes y ofrecían a cambio servicios de pago.

Los custodios pueden facilitar los pagos de sus clientes y, así, hacerles mucho más cómoda la vida. Podemos aclararlo con un sencillo ejemplo. Supongamos que Sittah, una comerciante, compra una carabela a Nathan, el dueño de un astillero. Ambos tienen unas cuantas monedas de oro, que han puesto al cuidado de un custodio llamado Bonafides. De modo que Sittah y Nathan pueden indicar a Bonafides que pase unas monedas de la cuenta de Sittah a la de Nathan. No hacen falta más que dos modificaciones en los libros contables de Bonafides. Primero, se anota en el debe de la cuenta de Sittah la cantidad de oro necesaria para comprar la carabela. Segundo, se registra en el haber de la cuenta de Nathan esa misma cantidad. Este procedimiento hace que la transacción resulte mucho más fácil. Si no, Sittah habría tenido que sacar sus monedas de oro de la caja fuerte de Bonafides y entregárselas a Nathan, que habría tenido que volvérselas a dar a Bonafides para su custodia.

Los servicios de pago son muy útiles y constituyen una de las cosas que ofrecen hoy los bancos con un sistema de cambio contable.[13] El empresario paga el sueldo del empleado mediante un cheque o una transferencia bancaria. Si no existieran esos servicios de pago, habría que hacer todas las transacciones en efectivo. Podemos imaginar lo pesado que sería esto, especialmente al comprar algo a alguien que vive muy lejos.

El ejemplo mencionado demuestra que un custodio puede ofrecer servicios de pago, pero no es tan obvio por qué pueden los bancos. El contrato de custodia es muy diferente del contrato de depósito de los bancos. Un banco no es un custodio; de hecho, los bancos suelen utilizar y prestar el dinero que se les confía. El depositante o impositor presta dinero al banco, de modo que se convierte en prestamista, y el banco, en prestatario. El banco puede utilizar el dinero depositado para cualquier fin que considere apropiado, como conceder préstamos a empresas.

Es evidente que, para el impositor, este acuerdo parece menos seguro que la situación en la que el banquero se limita a guardar las monedas en la caja fuerte. ¿Por qué vamos a preferir un contrato de depósito a un contrato de custodia? Los depósitos tienen una gran ventaja: en lugar de pagar por tener el dinero a salvo, el dueño del dinero suele cobrar un interés por el dinero guardado. Por eso los contratos de depósito son tan atractivos y por eso los custodios terminaron por convertirse en bancos.

Aunque los bancos no guardan el dinero de los impositores, sino que lo prestan, sí ofrecen servicios de pago como los de los custodios puros. Da la impresión de que los impositores tienen todas las ventajas. Por un lado, prestan dinero y obtienen un interés a cambio; por otro, tienen rápido acceso a él. ¿Por qué el préstamo al banco (es decir, el depósito, o cuenta) parece «equivalente al dinero»? Ese es el milagro de la banca.