Introducción

Introducción

Las ideas aquí expuestas proceden en su mayor parte de mi trabajo clínico cotidiano con pacientes que se esfuerzan por alcanzar mejores niveles de madurez o que se esfuerzan por evitarlos. En consecuencia, este libro contiene fragmentos de historias clínicas reales. El carácter confidencial es esencial en la práctica psiquiátrica, de modo que en todas las descripciones se han alterado los nombres y otras particularidades a fin de mantener el anonimato de mis pacientes, procurando, sin embargo, no deformar la realidad esencial de las experiencias compartidas.

No obstante, puede existir cierta deformación a causa de la brevedad de la exposición de los casos. La psicoterapia rara vez es un proceso breve, pero como por fuerza he tenido que centrarme en los puntos más característicos de cada caso, el lector puede tener la impresión de que dicho proceso es claro y dramático. El drama es real y finalmente lograríamos alcanzar la claridad, pero es preciso recordar que, a efectos de facilitar la lectura, hemos omitido de las descripciones aquellos períodos prolongados de confusión y frustración inherentes a casi toda terapia.

También quisiera disculparme por referirme continuamente a Dios con la imagen tradicionalmente masculina; lo he hecho así por razones de simplificación, no porque tenga una idea clara y distinta sobre el género.

Como psiquiatra, creo que hay que mencionar desde el principio dos postulados que están en la base de este libro. Uno es que no hago ninguna distinción entre mente y espíritu y, por lo tanto, no distingo entre el desarrollo espiritual y el desarrollo mental.

El otro postulado es que dicho desarrollo es una empresa compleja, ardua, que dura toda la vida. La psicoterapia, si quiere prestar una ayuda sustancial al desarrollo espiritual y mental, no puede ser un procedimiento rápido o sencillo. No pertenezco a ninguna escuela en particular de psiquiatría o psicoterapia; no soy freudiano, ni junguiano, ni adleriano, ni conductista, ni gestaltista. No creo que haya una sola respuesta fácil. Considero que las formas breves de psicoterapia pueden ser útiles y que, por consiguiente, no hay que desacreditarlas, pero que la ayuda que procuran es inevitablemente superficial. El desarrollo espiritual es un largo viaje. Quisiera dar las gracias a los pacientes que me permitieron acompañarlos en importantes tramos de su viaje particular. Su viaje fue también el mío, y buena parte de lo que presento aquí es lo que aprendimos juntos. Quiero asimismo dar las gracias a muchos de mis maestros y colegas, particularmente a mi mujer, Lily. Ha puesto tanto de su saber como cónyuge, madre, psicoterapeuta y persona en este trabajo que resulta difícil distinguirlo del mío propio.