TRES DÍAS más tarde, Dexter estaba en unos grandes almacenes de Cleveland, firmando ejemplares de Cómo estimular tu vida amorosa. O, más bien, sentado frente a un montón de ejemplares del libro… sin haber firmado ni uno solo.
Eso sí, le había indicado a mucha gente cómo llegar al lavabo.
Kylie estaba hablando por el móvil, como siempre, aunque tuvo el detalle de llevarle un helado de chocolate. Dexter le dio un lametón, deseando aplicar ese frío a sus córneas, que estaban ardiendo a causa de las lentillas. Se había puesto gotas, pero tenía los ojos secos.
Cuando miró su reloj y vio que le quedaba una hora, tuvo que contener un suspiro.
Y le quedaban veinticuatro días para dar por terminada su misión. Aquella semana, estando con Kylie cada día y soñando con ella cada noche, había sido una tortura.
—¿Qué tal va? —preguntó ella poco después.
—Creo que la gente de Cleveland está muy satisfecha con su vida amorosa y no necesitan el libro de Harry para nada —contestó él—. ¿No podemos marcharnos ya?
Kylie negó con la cabeza.
—Estoy esperando a una periodista del Cleveland Herald. Llegará en cualquier momento.
—Pues no sé qué vamos a contarle.
—La verdad es que se me ha ocurrido una idea.
—¿Ah, sí?
—¿Qué te parecería si Cómo estimular tu vida amorosa hubiera sido la clave para un romance de verdad? Esa sería la prueba de que el libro funciona.
—¿Y dónde está la prueba?
—Aquí mismo —sonrió ella.
—¿En estos grandes almacenes?
—No, aquí mismo —insistió Kylie, señalándolos a los dos—. Tú y yo. ¿Qué te parece?
Dexter soltó una risita.
—Me parece que tiene muchísimas posibilidades.
—Se me ocurrió la idea cuando hablamos la otra noche. ¿Recuerdas lo que te conté de Adam?
—¿Tu ex novio?
—Ese mismo. Nuestro compromiso fue solo un montaje publicitario… y funcionó. Salimos en todas las revistas.
—Pensé que te había dolido mucho.
—Porque no sabía que era un montaje. Yo pensé que me quería de verdad.
—¿Y si lo hubieras sabido?
Ella se encogió de hombros.
—No lo sé. Quizá habría aceptado. Antes era un poco alocada.
—A mí me parece que sigues siéndolo —sonrió Dexter.
—He hablado con Amy y a ella le parece una idea estupenda.
—¿Y eso debería animarme? Amy es la persona que quiere exfoliarme a toda costa.
Kylie tomó su mano entonces.
—Aquí llega la periodista. Bésame.
A pesar de sus reservas, él obedeció, encantado. Llevaba días deseando besarla. Después del primer beso en su apartamento, necesitaba probar de nuevo para saber si lo que había sentido era una reacción natural o efectivamente, aquella chica lo afectaba… mucho más de lo normal.
Pero en cuanto rozó sus labios, supo que aquello no era normal.
Kylie enredó los brazos alrededor de su cuello y Dexter tuvo que hacer un esfuerzo para no tumbarla en el suelo allí mismo. Se olvidó por completo de la periodista, de que estaban en unos grandes almacenes… Se olvidó de todo, excepto de Kylie Timberlake.
No sabía lo poderoso que puede ser un beso. Ni qué debía hacer después. Pero no podía hacer nada, recordó entonces. Betty Brubaker lo tenía terminantemente prohibido. Si quería conservar el trabajo y tener la oportunidad de dirigir la empresa Kane, tenía que pensar con la cabeza.
De modo que se apartó, jadeando. Kylie parpadeó, confusa.
—Entonces, ¿el rumor es cierto? —escucharon la voz de la periodista.
—¿Rumor? —repitió Dexter, perplejo aún por el poder de aquel beso.
—Me ha llegado cierta información sobre un romance entre el autor de Cómo estimular tu vida amorosa y su publicista.
Dexter miró a Kylie y vio que se había puesto colorada. Obviamente, era ella quien había hecho correr el rumor.
—Soy Mara Hayden, de la sección cultural del Cleveland Herald.
—Encantado.
Dexter estrechó su mano, observando el brillo de admiración en los ojos femeninos. Seguía sin acostumbrarse al interés de las mujeres por Harry Hanover. Todas estaban pendientes de él en los restaurantes, en los hoteles… Solo Kylie seguía tratándolo de la misma forma.
¿O no?
¿Habría caído en sus brazos si fuera Dexter Kane, en lugar del atractivo y musculoso Harry Hanover? ¿Sería ese Harry el hombre de sus sueños?
—Escribí un artículo sobre su libro hace dos semanas —siguió Mara—. Por eso quería entrevistarlo. Pero ahora que el rumor es cierto, estoy mucho más interesada.
Dexter miró a Kylie, asombrado. Pero ella no parecía estar pensando en el libro ni en la periodista. No había dicho una sola palabra y estaba mirándolo con una expresión… aturdida. ¿Lamentaría haber hecho correr ese rumor?
Dexter decidió agarrarla por la cintura. Sería mejor seguir con el montaje.
—Me alegro de que hayas venido, Mara, porque no podemos seguir manteniendo el secreto. Estamos enamorados.
—Eso es —asintió Kylie, casi sin voz—. Harry me ha vuelto loca. Nunca había sentido nada parecido por un hombre.
Mara sacó un cuaderno del bolso.
—Dígame, señorita Timberlake. ¿Dónde está el atractivo del señor Hanover?
—Es difícil de explicar. La verdad es que yo no esperaba que ocurriese. Esta gira era simplemente una cuestión profesional, pero la primera vez que me besó…
—Lo supimos —intervino Dexter.
—Una pregunta para usted, señor Hanover. ¿Ha utilizado alguno de sus propios consejos para ganar el afecto de la señorita Timberlake?
—Por supuesto —contestó él—. En el capítulo tres de mi libro hay una guía detallada sobre cómo besar para conseguir los mejores resultados. Yo diría que ese capítulo definitivamente ha marcado nuestra relación.
—Es cierto —asintió Kylie—. Pero es algo más que sus besos. Harry es un hombre fuerte y seguro de sí mismo, pero también considerado, dulce y tierno. Me hace sentir especial.
—Que es lo que dice el capítulo seis de mi libro —entonó Dexter—. Pero debe entender que mis sentimientos por ella son profundos. Cómo estimular tu vida amorosa me ha dado confianza para intentar conseguir a una mujer tan hermosa e inteligente como Kylie. Pero yo tuve que hacer lo demás.
—Estupendo —murmuró Mara, sin dejar de tomar nota—. Entonces, ¿esta gira promocional terminará en boda?
Kylie negó con la cabeza.
—Creo que es demasiado pronto para hablar de eso.
Dexter sonrió.
—Para mí no, cariño. Y pienso hacer lo que haga falta para que cambies de opinión. Porque yo estoy oyendo campanas de boda.
—Esto es increíble —sonrió la periodista—. A mis lectores les va a encantar.
—Eso espero.
Después de comprobar sus apellidos y hacer un par de preguntas sobre la editorial Handy, Mara salió corriendo al periódico.
Ni Dexter ni Kylie dijeron nada durante unos segundos. Después, ella miró el reloj.
—Ya podemos irnos.
Dexter dejó escapar un suspiro.
—Y no he firmado ni un solo ejemplar del libro.
—Quizá el artículo de Mara nos ayude un poco. Si no…
—Inventaremos otro montaje —sonrió él—. El libro será un éxito como sea.
—¿Aunque tengamos que casarnos? —bromeó Kylie.
—¿Me he pasado?
—No, claro que no. Solo estabas haciendo el papel.
—Por supuesto —asintió Dexter, preguntándose qué diría ella si lo negara. Si le dijera que lo hacía pensar en cosas que nunca antes había pensado, como tener una mujer en su vida, una familia…
De repente, la idea de despertarse a su lado cada mañana le parecía muy apetecible.
Por supuesto, una vez que conociera a Sam, Kylie lo querría a él, no una mera imitación.
Él no era Harry Hanover, el invento de Amy. Bajo la ropa y el corte de pelo, era Dexter F. Kane.
Desinflado, se restregó los ojos, secos como el desierto del Sahara.
—¿Nos vamos al hotel?
—En cuanto firmes estos libros. El encargado me ha dicho que firmados los venderá mejor —suspiró Kylie—. ¿Crees que deberíamos dormir en la misma habitación, por si acaso? Si Mara decide comprobar…
La idea de compartir habitación hizo que Dexter se pusiera muy nervioso. Compartir cama con ella…
—Tenemos habitaciones contiguas. Yo creo que eso dará mucho que pensar.
—Tienes razón.
Eso esperaba. Porque la farsa de estar loco por Kylie empezaba a hacerse realidad.
Dos días después, Kylie estaba pintándose frente al espejo cuando oyó que Dexter la llamaba.
—¿Pasa algo? —preguntó, abriendo la puerta de su habitación.
Él estaba sentado en una silla, con la cabeza entre las manos.
—No veo nada.
—¿Cómo que no ves nada?
—No sé qué me pasa en los ojos. Me duelen mucho y no puedo abrirlos. Me molesta la luz.
—¿Desde cuándo te duelen? —preguntó Kylie, arrodillándose a su lado.
—Desde hace unos días. Pensé que era normal por las lentillas, pero me duelen muchísimo.
—Voy a llamar a un oftalmólogo.
—Lo siento, Kylie. Sé que tenemos una firma de ejemplares esta mañana…
—Olvídate de eso. Tus ojos son más importantes —lo interrumpió ella.
¿Por qué los hombres se empeñan en hacerse los mártires?, se preguntaba mientras buscaba un oftalmólogo en la guía telefónica. Su hermano era igual. A pesar del retraso en acudir al médico, habían conseguido detener la enfermedad a tiempo. Recibía radioterapia todas las semanas, pero el diagnóstico era muy bueno.
Durante las primeras semanas, Kylie se moría de preocupación. La misma que sentía en aquel momento por Dexter, aunque el problema no era tan serio.