AGRADECIMIENTOS
Llevaba queriendo escribir esta historia una eternidad (unos diez años). Durante todos los (muchos, muchos) cambios, hubo mucha gente que me apoyó. Y algunos de ellos merecen un agradecimiento especial, porque sin ustedes, ésta seguiría siendo sólo una historia que me «posee».
Mi marido, Carl, y mis chicos, Christian, Alexander y Sammy. Entendieron que cuando los sacaba de mi habitación para poder escribir, lo hacía con amor. Y que cuando aparecía saltando desde rincones oscuros para asustarlos, lo hacía con el único propósito de investigar.
Ann Marie Meyers y Mindly Alyse Weiss, me ayudaron cuando esta historia no era más que la confesión de la hija del dueño de una funeraria. Las dos me brindaron un apoyo increíble durante mis lágrimas y mis celebraciones… y mis lágrimas otra vez. Pero mejor no hablamos de eso.
Mi hermano, Brandon, gracias por compartir las experiencias de la vida real conmigo y por no reírse nunca de mí (en mi cara) cuando intentaba cazar fantasmas. Prometo no «visitarte» desde el más allá. Bueno, quizás.
Amie Borst y Niki Moss, dos escritoras increíbles y fantásticas amigas. Me ayudaron tanto cuando tuve un bloqueo y cuando necesité un empujoncito extra de creatividad. Y no se quejaron ni una sola vez. ¿Cuál es su secreto?
Kari Ripplinger, mi mejor amiga (viva), que vino a mi rescate cuando me torcí el dedo justo antes de una entrega. Te adoro como adoro el chocolate. ¡Y eso es mucho!
Romero Stimola, mi maravilloso agente, es por ti que puedo compartir mis historias con el mundo. ¿Qué haría yo sin ti? Por favor, no respondas.
Wendy Loggia y todo el fabuloso equipo de Random House. Gracias por todo el duro trabajo y la dedicación que ha convertido esta historia en un libro real.