Después de estar varias horas en comisaria contestando preguntas, Klaudia y Bruce, se dirigieron cansados a su apartamento, tan juntos, tan unidos, como si nada hubiera pasado entre ellos, sintiendo ambos el amor que se tenían el uno por el otro y que brotaba de sus pechos como un manantial de luz. Sus corazones palpitaban al unísono, como queriendo salir del cuerpo, felices por estar juntos de nuevo. Bruce cerró la puerta de su apartamento empujándola con el pie mientras ambos, abrazados, escanciaban pausadamente el dulce sabor de un largo y apasionado beso.
—Bruce, no sabes el miedo que he pasado al verte en peligro, al pensar que te podían matar. Me he sentido morir. Prométeme que nunca me abandonarás, no resistiría perderte —dijo Klaudia susurrando con voz dulce.
—Te lo prometo. —Él volvió a unir sus labios sin separarse de ella—. Pero te recuerdo que eras tú la que quería dejarme. —bromeó—. ¿Ya has cambiado de idea?
—No seas tonto —contestó Klaudia von voz melosa—. Yo no me separaría de ti nunca. —Le echó los brazos al cuello para besarlo de nuevo.
—Pues ya tenías el billete para Italia en el bolsillo —le hizo notar Bruce con guasa mientras ella se sentaba en el sofá y él preparaba dos copas.
—Pero eso era porque tú tenías la culpa —dijo ella tomando el vaso—. Pero esto no volverá a pasar más, yo jamás pensaré en dejarte.
—Así me gusta —dijo Bruce.
—Perche la próssima vez che una donna quiera robare il mío marito, le daré una paliza. —Klaudia provó una carcajada de Bruce—. Te defenderé con uñas y dientes porque eres mi tesoro, lo más valioso que tengo, y no voy a dejar que ninguna ladrona me lo arrebate.
—Eres única —dijo Bruce sonriendo mientras la miraba dulcemente a los ojos—. Me gusta cómo eres, no cambies nunca, te amo. —le dijo con voz dulce, aproximando su boca a la de ella, rozando sus labios, que se atraían con un fluir magnético, mientras él tomaba la cabeza de Klaudia entre sus manos, besándola con pasión, con frenesí, con vehemencia, sintiendo que la tenía entre sus brazos cuando horas antes la tenía por perdida—. Klaudia, no me vuelvas a hacer más esto –le dijo con voz jadeante.
—¿El qué? —susurró ella llena de deseo.
—Cuando dijiste que me dejabas, creí volverme loco, jamás pensé que se podía necesitar tanto a una persona como yo te necesito a ti. Quererte tanto como te quiero. Te quiero tanto que solo pensar en tu ausencia me desgarra el alma. En la cárcel pasé momentos muy duros, pero jamás tan duros como los que tú me has hecho pasar, porque que recuerde, yo nunca antes había llorado, y tú me has hecho llorar como un niño.
—Tú también me has hecho llorar, tanto que las lágrimas secaron las cuencas de mis ojos sumida en la amargura —dijo ella con voz lánguida, mientras a sus ojos, brillantes como el cristal, asomaba humedeciéndolos una lágrima furtiva que él, con el pulgar, esparció por su mejilla.
—Shesss —susurró él—. Ahora no quiero nada de tristeza, ahora estamos juntos otra vez, el pasado ha sido olvidado. Tenemos toda una vida por delante para estar juntos. —Bruce provocó una sonrisa de Klaudia, que lo miraba fijamente a los ojos, feliz de estar entre sus brazos.
—¿Qué cosa tan importante era esa que le dijiste al policía de que teníamos que hacer? —preguntó Klaudia con una sonrisa picarona.
—¿No lo sabes? —dijo él mientras le desabrochaba pausadamente los botones de la camisa, descubriendo a la vista sus exuberantes pechos, envueltos en un bonito sujetador blanco—. ¿Te lo tengo que explicar?
—Pues sí —susurró Klaudia rebosante de deseo.
—Te lo explicaré todo lo detalladamente que quieras —dijo él deseándola, sintiendo el ardor del amor al tiempo que le quitaba el sujetador y lo dejaba caer al suelo para acariciar con sus manos, sus maravillosos pechos mientras recorría su cuerpo con sus besos. Klaudia sentía latir su piel, vibraba por las caricias, anhelaba ser acariciada en cada centímetro de su cuerpo. Sus corazones galopaban como locos, dejando caer ambos sus pantalones y enredándose sus cuerpos desnudos, adentrándose en la dimensión del amor más puro, donde solo reina la felicidad y la dicha plena.