Todo por mi marido

Esta vez la estancia de Bruce en la comisaría fue algo menor, pues conservaban los datos personales impresos del día anterior, aunque aun así, Expósito tuvo que rellenar algunos formularios por los siete tipos que Bruce acababa de eliminar en defensa propia esa misma mañana.

—Klaudia, puedes pasar con Bruce, no creo que tarde mucho en terminar —comunicó el teniente Forrest pasando ambos al despacho donde se encontraba Bruce y el sargento Expósito terminando unos informes.

—Todo lo que nos contó el falso Víctor Onegan es cierto, lo estamos confirmando. Le caerán por todos sus crímenes como mínimo treinta años en prisión. En realidad no se llama Víctor Onegan sino Tom Maccaster. Víctor Onegan está muerto.

—¿Y cómo es que nadie se dio cuenta del cambio? —preguntó Klaudia con incredulidad—. Porque tiene toda su cara.

—Víctor Onegan perdió a sus padres en un accidente de coche y vivió en un orfanato desde los dieciocho meses de edad hasta que fue adoptado poco tiempo después por la familia Onegan, que le dejaron en herencia parte de su imperio —explicó el teniente Forrest—. Pero Víctor Onegan tenía un hermano gemelo, Tom, que fue adoptado también a la misma edad por la familia Maccaster, pero siguiendo su vida derroteros poco recomendables.

—Tom descubrió que le podía sacar partido al inmenso parecido con su hermano, empezando al principio por meter en la empresa a algunos de sus hombres y ordenar algunas transacciones, pero que le hicieron sospechar al verdadero Víctor Onegan, que se sentía como vigilado y con la sensación de que algo o alguien querían suplantarlo y quitarlo de en medio, por lo que te contrató a ti como guardaespaldas, Bruce —expuso el teniente de policía.

—Y después intentó matarme para tener el campo libre y eliminar a Víctor Onegan suplantándolo por completo —dedujo Bruce.

—Más o menos, eso fue lo que pasó —continuó diciendo el teniente Forrest —. A ti te disparó en Beirut al sentirse descubierto y entonces vio que era el momento de eliminar a su hermano y ponerse él al frente de los negocios.

—¡Que asqueroso es el dinero! —exclamó Klaudia al pensar cómo un hermano podía llegar a matar a otro por dinero.

—Dinero vil metal —sentenció Bruce.

—Las huellas de Tom Maccaster no coinciden con las de su hermano, pero sí coinciden con las huellas del arma que según balística disparó una de las balas que tenía el cuerpo sin vida del Director de Créditos e Inversiones —explicó Expósito.

—Menudos directivos, todos chorizos —exclamó Bruce.

—Son las nuevas técnicas empresariales —bromeó Expósito—. Cuanto más chorizo y más ladrón sea el que pongas a dirigir la empresa, mejor..

—Espero que ahora que lo tenéis no lo dejéis en libertad a la media hora de detenerlo como ayer —dijo Bruce.

—Esta vez sus abogados no podrán librarlo de la cárcel —aseguró Forrest.

—Ha sido muy grata su compañía, pero comprenderéis, señores, que tengo cosas más importantes que hacer —dijo Bruce levantándose en compañía de Klaudia para marcharse.

—Y la próxima vez que necesitéis ayuda, llamad a la policía antes de que se acabe la fiesta —dijo el teniente Forrest en tono cordial mientras Bruce y Klaudia se marchaban camino de la calle.

—Joder, ¡qué tío! —exclamó Expósito después de que se fueran—. Debería trabajar en el departamento, resolvería todos los asuntos en dos días.

—O nos llenaría toda la ciudad de muertos —sentenció el teniente Forrest.

Ya de vuelta en casa , y tras cerrar la puerta del apartamento, los dos sintieron que había llegado el momento de descansar y , que había llegado su momento, el momento de retomar sus vidas, de volver a ser de nuevo ellos mismos, olvidándose de todo lo malo que les había tocado vivir, empezando de nuevo una vida de felicidad, una vida juntos.

Eran las tres de la tarde y ambos se dejaron caer en el sofá, un poco cansados.

—He pasado hoy tanto miedo —dijo Klaudia suspirando entre los amorosos brazos de Bruce—. Prométeme que no me engañarás de nuevo para arriesgar tu vida de esa manera. Si te hubieran matado me hubiesen matado, a mí también, ¿ comprendes?

—No quería asustarte —contestó Bruce—. Por eso no te dije nada, ¿pero cómo adivinaste dónde estaba?

—Mi corazón intuía que corrías peligro, y que yo podía perderte para siempre. Por eso corrí a buscarte —dijo ella sin querer dar más detalles, pues le daba vergüenza confesar los celos que había sentido.

—¿Y me quieres decir ya cómo te has hecho ese arañazo en la cara? ¿Te has peleado con un gato? —dijo adivinando que se había peleado con otra mujer.

—Sí —dijo ella disimulando—. Iba caminando por la calle y dijo un gato ¡Miau! Y se tiró a la cara a arañarme. —Provocó la risa de Bruce por lo ingeniosa de su respuesta.

—¿No sería más bien una gata? —dijo Bruce sin poder contener la risa.

—Tú ríete, pero eso fue exactamente lo que pasó —dijo Klaudia melosa mientras él la besaba en los labios cariñosamente.

—Está bien, no me tienes que decir nada si no quieres —dijo abrazándola, echando la espalda de ella sobre su pecho—. Pero deberías de cuidarte la herida.

—Ya me la he curado en comisaría, no es nada —dijo ella quitándole importancia y quedándose un momento en silencio.

—Bruce. -dijo ella con voz dulce – Está bien, te lo contaré. Estaba yo tan tranquila en la oficina esperándote y vino el putón de Elena Onegan, a decirme que ella follaba con mi marido porque ella te gustaba más que yo.

—¡Maldita embustera! —exclamó Bruce. ¿Y tú no le dijiste nada? —dijo muy sereno mientras le acariciaba el pelo.

—Tranquilo, que ella quedó peor que yo, porque tiene tantos arañazos en la cara que tardará un mes en poder salir a la calle. –declaró ella provocando la risa de Bruce.

—¡Esa es mi niña! —dijo Bruce riendo y contagiándole la risa a Klaudia.

—Y además —continuó diciendo Klaudia entre risas –—. Su peluquero la va a tener que pelar a rape, porque me quedé con dos mechones de pelo en las manos.

—Guau, eso tiene que doler —dijo Bruce con sarcasmo—. Pero me alegro, se lo tenía merecido por embustera. ¿Tú no te creerás esa mentira que te dijo, verdad?

—Ni por asomo. No se me pasó ni por la imaginación, ¿por quién me tomas?

—Por una mujer enamorada.

—Eso sí —aceptó ella sonriendo—. Y si alguien intenta quitarme lo que es mío, me convierto en una fiera.

—Me encanta que seas así. No cambies. —dijo él dándole un beso en la cara.

—¿Cómo que no cambie? ¿Te acuerdas de algo? —dijo ella ilusionada mientras se giraba para mirarlo a los ojos, esperando su respuesta.

—A veces tengo flashes. Esta mañana, cuando tenía a Tom Maccaster frente a mí, lo recordé estando en un puente, y que al poder verle la cara empezó a dispararme.

—¡Eso es maravilloso! —gritó ella eufórica—. ¡Así fue tal y como sucedió! ¡Estás empezando a recordar! —afirmó Klaudia llenándole la cara de besos, y quedando por un momento inmóvil y más seria mientras miraba a Bruce—. ¿Me estás diciendo que te acordabas del cabrón de Víctor Onegan y no te acordabas de tu mujer? – le dijo ella un poco molesta. –Esto es inconcebible, -protestó Klaudia enfadada –. Sabes cómo era ese tipo y ni siquiera sabes cómo soy yo.

—Sé que eres una mujer preciosa y que te amo. ¿Qué más debo de saber?

—Pues cómo era yo antes, que te acuerdes de mí.

—Quizá me podrías ayudar tú un poco a que recuerde. Yo creo que si te quitaras algo de ropa, me ayudarías a recordar —dijo picaronamente y provocando la sonrisa de Klaudia, que veía que seguía siendo el mismo Bruce de siempre.

—¿Así está mejor? —dijo ella desabrochándose la camisa y mostrando sus turgentes pechos desnudos.

—Mucho mejor. —Él se tumbó en el sofá mientras ella dejaba caer la camisa en el suelo—. Quizá si me acercaras algo más lo pechos para que los vea y los palpe un poco… —añadió con una sonrisa, a lo que Klaudia respondió tendiéndose sobre él y poniéndole los pechos sobre su boca—. Gracias, ya creo que voy recordando algo —dijo él con picardía, sintiéndose totalmente excitado.

—¿Y esto? ¿Lo recuerdas? —Se desabrochó la falda y la dejó caer al suelo, mostrándose totalmente desnuda. Bruce observó ese cuerpo tan perfecto, tan irresistible, de una belleza arrebatadora.

—Caray, Klaudia, —dijo él levantándose y acercándose hasta ella sin poderse resistir—. Quizá si te recuerdo, pero lo que si sé es que sabes volverme loco. —Le dio un apasionado beso y dio rienda suelta a las caricias, tumbándola en el sofá con delicadeza para proseguir con un sinfín de roces y besos, los dos enredados en los brazos del amor más puro, hasta llegar a las cimas más elevadas del placer y la dicha más infinita, abrazados, formando un solo cuerpo, un solo ser, mientras Klaudia chillaba irreprensiblemente de mágico gozo y a Bruce, extasiado de felicidad y placer, le venían a su memoria, esta vez sí, momentos de felicidad vividos entre ambos. No había duda, aquello le había hecho recordar.

—Klaudia, te recuerdo —dijo con emoción—. He vuelto a recordar cosas de mi pasado.

—Ya sabía yo que este jarabe era una medicina infalible —contestó con una sonrisa, abrazada a él.

—Pues tendrás que darme de este jarabe, tres veces al día. Mañana, tarde y noche, así me lo recetaría el médico —dijo con una sonrisa picara.

—Yo te doy todo el jarabe que necesites, porque tú eres mi felicidad — contestó ella enredándose ambos en un apasionado beso.