La ermita lucía espectacular el día de la renovación de los votos de Bruce y Klaudia, repleta de bonitas flores, mientras los revitalizantes rayos de sol entraban por las cristaleras, dando a todo el toque dorado y luminoso de la mañana.
Klaudia y Bruce querían una ceremonia íntima, por lo que en la ermita solo estaban su familia y sus amigos más cercanos, alrededor de unas trescientas personas, cuando empezó a sonar la marcha nupcial y Klaudia, radiante con su vestido blanco de novia, entraba en la iglesia del brazo de su padre, que iba elegantemente vestido. Unos pasos más atrás, se adentraba también en la iglesia Bruce Tanner, que iba con Sofía como madrina. Para él, en realidad, su suegra había sido en cierto modo como una madre, dándole en muchas ocasiones el cariño y la compresión que su madre no le había llegado a dar nunca.
En los primeros bancos de la iglesia estaban también junto a la familia sus amigos. Tony y Carol estaban en la primera fila, junto a su primo Angelo Rafaelo, al que disimuladamente se le acercó Olivia, sentándose casualmente justo a su lado.
En la fila de atrás se sentaban Fede y Cristina, junto a John, que estaba totalmente emocionado, cuando el sacerdote de la ermita desde el altar, empezaba la ceremonia.
—Queridos hermanos, hoy estamos aquí reunidos para ratificar ante Dios y ante los hombres, el enlace de amor de Bruce y Klaudia, un amor, que ha tenido que vencer todos los obstáculos, todas las barreras. Llegaron un día aquí a casarse ante la Virgen del Mar, casi en secreto, como si cometieran un delito. Como Romeo y Julieta enamorados contra la voluntad de su familia. Y en estos años, su amor ha tenido que luchar contra todo, que sufrir, como sufrió el Cristo en la Cruz por puro amor. ¿Hay algo más bello? ¿De más mérito en la vida? —dijo el sacerdote mientras John empezaba a llorar emocionado, porque sabía que era cierto todo lo que había tenido que sufrir esta pareja por amarse.
—¿Me das un pañuelo? —le dijo John a Carol, enjugándose con él las lágrimas de los ojos y sonándose la nariz, que resonó en el templo.
—Bruce Tanner —dijo el sacerdote—. ¿Quieres a Klaudia por esposa, para amarla y respetarla, hasta que la muerte os separe?
—Sí quiero —dijo él mandándole a Klaudia una sonrisa.
—Y tú, Klaudia Fabrichi, ¿quieres a Bruce Tanner como tu legítimo esposo, para amarlo y respetarlo, hasta que la muerte os separe?
—Sí quiero —dijo ella lanzándole a Bruce una mirada cómplice mientras a su madre se le escurrían dos lágrimas por las mejillas.
—Pues entonces, estando los dos comprometidos de seguir amándoos cada instante, hasta el día que la hermana muerte venga a separaros, ante Dios y ante los hombres, yo declaro renovados vuestros votos, vuestro amor de marido y mujer en el sagrado matrimonio. Amén.
Terminada la ceremonia, el feliz matrimonio salió a las puertas de la iglesia, donde los invitados los recibieron arrojando arroz sobre sus cabezas.
—¿Puede haber algo tan bonito? —le comentó Olivia emocionada a Angelo Rafaelo, al ver las caras de felicidad de la pareja.
—Sí, tú —expresó él sin paños calientes, ya que se sentía terriblemente atraído por ella. Olivia se quedó inmóvil, como hipnotizada, porque no se esperaba esta respuesta, mientras Angelo Rafaelo, al que no le gustaban las cosas a medias, le sostuvo la cara de la chica con sus manos y le dio un dulce beso, al tiempo que las campanas de la iglesia repicaban a gloria, se sucedían los vítores a los novios y sonaban cohetes que ordenó lanzar Angelo Rafaelo.
—Venga, John, que va a lanzar Klaudia el ramo de novia —exclamó Cristina mientras todas las chicas solteras se colocaban a la espalda de la novia para recibir el ramo.
—Ojalá pudiera yo vestirme de novia, con mi traje blanco y mis ligueros —dijo John con nostalgia—. Pero es un imposible, por eso yo soy feliz cuando un matrimonio es feliz por el amor. Creo que esa es la lección que Dios quiere que yo aprenda en esta vida –dijo John emocionado mientras Klaudia arrojaba por la espalda su ramo de novia, que le cayó casualmente a Olivia, que no se lo esperaba, y que fue corriendo a abrazar a Rafaelo por la emoción, no desaprovechando este la ocasión de volverla a besar en los labios a la vista de todos.
—Creo que tu primo y Olivia se entienden muy bien —comentó Bruce a su esposa mientras bajaban los escalones hacia el coche de novios que esperaba bajo la escalinata.
—Ya sé quiénes pueden ser los padrinos de nuestro hijo —opinó Klaudia divertida mientras se metían en el coche.
—¿Mi hijo el ahijado de un mafioso? —expresó Bruce mientras reía—. Seguro que no hay quien se meta con él en el recreo –dijo Bruce levantando la risa de ambos, mientras que empezaba a sonar el teléfono móvil que tenía en el bolsillo.
—No debiste meterte con las personas equivocadas —dijo una voz al otro lado de la línea.
—¿Quién es? ¿Qué desea? —exclamó Bruce muy serio sin comprender nada.
—Este va a ser el enlace matrimonial más corto del mundo —anunció Peter Bilson, que junto a Elena Onegan se encontraban en un coche oscuro justo enfrente del coche de novios, mientras Elena Onegan le gritaba como una histérica.
—¡Mátalos! ¡Mátalos! —rugía Elena.
—Peter —dijo Bruce reconociéndolo—. Creía que una rata como tú se tiraría más tiempo en la cárcel.
—Todavía no te has enterado de que yo soy el que domina la situación —dijo Peter Bilson al tiempo que Bruce lo reconocía tras los cristales del vehículo que tenían enfrente—. Voy a apretar el botoncito rojo del mando que tengo en la mano, y tú y tu mujercita volareis por los aires cuando estalle la bomba que está bajo vuestro coche —le dijo Peter Bilson, al tiempo que Bruce veía cómo, por la ventanilla, sacaba un mando a distancia apuntándoles a ellos. Bruce se lanzó instintivamente sobre Klaudia para protegerla con su cuerpo, intentando llegar al tirador de la puerta de ella para que escapara sin conseguirlo, cuando una terrible deflagración tuvo lugar, explotando el vehículo en mil pedazos, alzándose varios metros del suelo, y matando a las personas que había en su interior. Dos personas, dos mundos creados para amar, y que el destino quiso truncar esparciendo sus cuerpos, mientras algunas piezas del coche eran lanzadas por la explosión a muchos metros de allí, devorándolo todo una gran llamarada y una espesa nube de humo negro que se alzaba por el aire.
—¡Guau, menos mal que no hemos sido nosotros! —exclamó Bruce, que tenía bien abrazada a Klaudia después de salir del coche—. ¡Menuda explosión!.
—Unos tipos americanos buscaron a algunos de mis hombres para que les hicieran un trabajo —explicó Angelo Rafaelo, que bajó junto a ellos—. Querían que mis hombres pusieran una bomba en vuestro coche. Yo pensé que si la bomba se la colocaban a ellos en su auto sería más divertido —afirmó mientras observaban el amasijo de hierros en el que se había convertido el coche de Bilson ardiendo en la calle.
—Gracias, primo, nos has salvado la vida —dijo Klaudia abrazándose a Rafaelo, todavía con la ansiedad del susto.
Poco después, Bruce y Klaudia seguían su viaje en el coche por la carretera, cuando divisaron frente a ellos un enorme cartel publicitario, en el que aparecía la imagen de Klaudia vistiendo solo un sujetador y unas braguitas, con unas letras grandes que ponían: VISTETE DE EMOCION - SEDUCE CON VICTORIA’S SECRET.
—¡La madre que te pario! —exclamó Bruce viendo el cartel con su esposa medio desnuda—. ¿Esto es la campaña de fotos que te han hecho a nivel mundial? ¿Salir una mamá en pelota ahora que vamos a tener un hijo?
—No te preocupes —dijo Klaudia recostándose sobre su pecho—. Que basta con que tú me lo pidas para que deje la campaña sin rechistar —dijo Klaudia, que sabía que la apartarían de la campaña en cuanto descubrieran su estado. Ya tendría tiempo de hacer otro nuevo contrato más adelante, pensó con picardía.
—Eres adorable, hacer esto por mí —dijo él dándole un beso.
—Sabes que por ti yo haría lo que fuera —dijo ella volviéndose para besarlo, y sabiendo lo ciertas que eran sus palabras, porque no había cosa en el mundo que ella no hiciera por el amor de su marido.