Capítulo diecisiete

Lo primero que percibió fue el sonido de materiales que se movían. Después, un leve toque, una sensación de que alguien estaba cerca. Luchó para aclarar su mente, respiró hondo y comenzó a gritar tan fuerte como pudo. Sonaba espantoso, totalmente desatinado en ese silencio paralizante. Se encorvó y se detuvo con brusquedad cuando una mano áspera le tapó la boca.

«Cállate», gruño la voz ronca en la oscuridad. Ella se giró y torció la cara, liberándola lo suficiente como para captar un atisbo de la persona que se inclinaba sobre ella. Aterrada, gritó una y otra y otra vez, tan fuerte como pudo hacia la oscuridad, jadeando, la garganta en llamas. Con el rabillo del ojo, alcanzó a ver que la persona retrocedía un poco, y, por un instante, sintió que gritar y pelear le había servido de algo. Entonces sintió el pinchazo en el hombro y, de nuevo, perdió lentamente el control del cuerpo y se desmayó.