Se denomina enanismo insular o isleño al proceso evolutivo que tienden a sufrir las especies en pequeños entornos cerrados. En una isla, por ejemplo, las especies tienden a desarrollar una disminución del tamaño para adaptarse a la limitación del espacio o de los recursos. Un águila imponente, en fin, no necesita ser imponente en una isla minúscula. Sucede algo parecido en la selva, un espacio tan grande que puede resultar impracticable y limitado, y donde el calor, además, tiende a crear cuerpos diminutos, sin interés alguno en retener su temperatura.
Tu casa, tu salario, tu tiempo se han empequeñecido. Esa reducción indica que vivimos aislados en una selva, ese sitio en el que todo se empequeñece. Pero sabernos aislados y en una selva nos indica que estamos rodeados de aún más objetos mermados. Nosotros somos objetos mermados. Nuestra libertad ha mermado. Es posible que dispongamos de una vivencia pequeña del amor o de la amistad. O de la paternidad o de la maternidad. Esos conceptos nos copan el pecho porque recordamos que siempre fue así. O porque, simplemente, nuestro pecho ya es pequeño y cualquier gota lo colma. Una carcajada, una lágrima, deben de pesar, en verdad, poco. Las palabras sí o no deben de ser ya minúsculas. Como la fraternidad en un hermano encogido. Un beso nos llena el alma porque el alma ya es minúscula, y choca contra las costillas continuamente. Decimos palabras importantes que nos turban, pero tanto nuestras palabras como nuestra turbación es ínfima en una conciencia ínfima. Nuestras apuestas o traiciones son leves. El dolor apenas duele porque es insignificante. Es el recuerdo del recuerdo de algo que en verdad dolía con el volumen del fuego contra la carne. En la calle, en el trabajo, en la cocina ves, aislado, la selva. Y los gritos y los mordiscos apenas duelen. Un águila imponente moriría en esas jaulas. Pero nosotros no, a pesar de que nuestra muerte sería pequeña. Solo es grande el miedo a la selva y a nosotros, las fieras pequeñas. Es preciso huir, que no se nos empequeñezcan las ganas de huir. Conservar el secreto de la huida en nuestro cuerpo diminuto. Es poco, pero ese secreto, tan pequeño, algún día podrá ser el mapa del retorno. Al país de las águilas imponentes.
27 de enero de 2019