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Vale la pena invertir tu tiempo en otros

¿Qué tiene tu amigo que te hace buscarlo para matar las horas? Búscalo siempre para vivirlas.

Gibran Jalil Gibran, El profeta

Hace algunos años organicé una entrevista telefónica doble con Elisabeth McKetta y Cathy Doggett para escribir un artículo sobre la amistad para Fast Company. Mi estrategia para las entrevistas es tener a la mano una larga lista de preguntas, hacer una y, en cuanto llega un momento de calma o silencio, pasar a la siguiente. Sin embargo, en cuanto Elisabeth y Cathy empezaron a hablar, comprendí que no era necesario hacer nada para que las historias fluyeran, porque sólo me estaba involucrando en una conversación que había empezado décadas antes. A veces, sólo bastaba una palabra para desencadenar los recuerdos y que las amigas rieran. De hecho podían terminar las oraciones de la otra.

Las madres de este par de amigas se conocieron en Texas y las animaron a reunirse cuando ambas vivían en Boston. Así fue como descubrieron que ambas eran vegetarianas y les gustaba cocinar. Cathy, que era la más organizada y madura, sugirió que se vieran todos los lunes para preparar la cena. Siempre tenía recetas a la mano y “el vino nunca faltaba”, señala Elisabeth.

Cuando tuvieron que mudarse a ciudades diferentes debido a cuestiones de trabajo y familiares —Elisabeth ahora vive en Boise, Idaho, y Cathy vive en Austin, Texas—, siguieron hablando por teléfono a pesar de que a ninguna de las dos les agrada particularmente este medio de comunicación. Cathy me dijo que habla con Elisabeth más que con cualquiera de las personas que viven cerca de ella. Pero las amigas no hablan solamente de asuntos sin importancia, también discuten de forma deliberada respecto a su vida. Hablan de sus objetivos y avanzan hacia ellos, y también hablan de los libros que han decidido leer juntas.

Tiempo después de que el artículo se publicara, le di seguimiento al caso y me enteré de que la suya, al igual que todas las relaciones de muchos años, había enfrentado algunas dificultades. “Tiene expectativas muy altas de toda la gente en su vida —dice Elisabeth respecto a Cathy—, y yo por naturaleza siempre he sido un poco menos confiable.” A Elisabeth se le ha olvidado devolver ciertas llamadas telefónicas y en una ocasión le rentó su casa de Boise a una banda de jazz en la fecha en que Cathy tenía programado visitarla.

Las discrepancias de personalidad condujeron a uno de los primeros desencuentros que ahora Elisabeth considera un recuerdo predilecto de su amistad. Habían planeado hacer su cena de los lunes, pero luego, poco antes de la reunión, Elisabeth comentó que tal vez esa noche iría a escuchar a un conferencista que estaba de visita en la ciudad. Seguramente Cathy no tendría problema si movieran la cena para otro día, ¿verdad? “Con un aire muy severo, dijo: ‘Sí, sí tendría problema. Hice este plan para ti, tengo la comida y para el miércoles ya se habrá echado a perder. No tienes que hacerlo, pero yo no puedo pasarlo a otra fecha’.” Fue un momento de epifanía para Elisabeth. “Contaba completamente conmigo”, explica.

A pesar de lo anterior, te equivocas si crees que Cathy es inflexible. Más bien estaba tratando de instar a Elisabeth a que respetara su tiempo y estableciendo reglas inamovibles para una relación que podría durar décadas. Sabía que si Elisabeth seguía cambiando y postergando los planes con frecuencia, ella no sentiría la fuerza necesaria para continuar con la amistad. Como quería seguir siendo amiga de Elisabeth, Cathy no la dejaría romper sus acuerdos como lo haría con los de alguien que no le importara. “Me sentí elegida y emocionada de intentar ponerme a la altura del reto —dice Elisabeth—. Cathy es muy buena para hacer preguntas que muestran una preocupación profunda y perdurable por mi bienestar.”

Las amigas han hablado de cómo podría cada una construir una vida satisfactoria. Cathy ha animado a Elisabeth a ser más enfocada, en tanto que Elisabeth le ayuda a Cathy a relajarse. Para eso a veces revisa los extensos planes de cenas de su amiga y le pregunta por qué organiza todo con tanta anticipación. Su amistad les ayuda a ambas a ver el mundo de una manera distinta y con el paso del tiempo va creando su propio peso: “Ella ha sido testigo de cada uno de mis momentos de evolución como adulta”, dice Elisabeth. Cualquier desacuerdo con un colega puede ponerse en perspectiva y ambas lo han comprobado. “Continuar viviendo y compartiendo todo con ella es muy liberador.”

O como dice Cathy: “Compartir los altibajos ha hecho que la vida sea menos solitaria y más significativa”.

Enriquecer la vida de esta forma es precisamente el objetivo de tener amigos. “Que la amistad no tenga otro propósito excepto el de hacer más profundo el espíritu”, escribe Gibran Jalil Gibran en ese libro intitulado El profeta, que bien podría ser un regalo de graduación. La mayoría de la gente anhela tener un vínculo tan profundo como el de Cathy y Elisabeth, y aunque algunas personas tienen la suerte de contar con una relación así gracias a su cónyuge o a un hermano o hermana, hay que reconocer que reproducir esa profundidad en otras relaciones permitiría que la vida fuera mejor en muchos sentidos. El tiempo que invertimos en convivir con nuestros seres queridos más cercanos es el que más nos genera verdaderas sensaciones de libertad. Desafortunadamente, cuando la gente me expresa su recelo acerca del concepto del manejo del tiempo, por lo general lo hace porque cree que abordar el tiempo de una manera estructurada es incompatible con pasar largas horas de gozo con la familia y los amigos más queridos.

Comprendo esta forma de pensar porque adoro las tardes que se extienden hasta la noche cuando estoy en la cocina de una amiga hablando de la vida, pero también me parece que dichas objeciones no tienen fundamento. En un mundo tan distraído, priorizar tus relaciones tiene que ser una decisión consciente. Cuando hablé a solas con Elisabeth McKetta, me dijo que la amistad de décadas que tenía con Cathy Doggett aún era posible porque Cathy “me eligió con esa especie de persistencia organizada que tiene”. Cathy hizo tiempo en su vida para Elisabeth y se comprometió a continuar haciéndolo, pero también se comprometió a instar a su amiga a ponerse a la altura de las expectativas. Y, cuando Elisabeth titubeaba, Cathy estaba dispuesta a hablar y exponer las dificultades.

Esto exige una cantidad asombrosa de conciencia. Exige que, en medio de una vida ajetreada, tomemos la decisión de darle a la gente la atención que merece, lo cual es maravilloso porque invertir tiempo en los demás es sumamente positivo. Por desgracia es difícil decidir entre el trabajo y las exigencias familiares. Si no hay una intervención consciente, el propósito de nutrir las relaciones cae casi automáticamente hasta el fondo de la lista de pendientes. Los amigos se distancian porque, evidentemente, si viven en Boise y en Austin nunca van a encontrarse de casualidad en la calle. Las parejas se convierten en compañeros de cuarto, en roomies; el compañerismo profesional se convierte en un asunto de transacciones que se lleva a cabo sólo hasta el punto necesario. Incluso los niños, que por naturaleza nos consumen mucho tiempo, reciben horas en las que no se siente que haya una profundización del espíritu para nadie. Soñamos con tener vidas trascendentes, pero vivimos en una realidad en la que lo importante es asegurarse de que todos los niños entreguen a tiempo sus permisos escolares.

Los verdaderos amos del tiempo saben que algunos días parecerá que lo único que hicieron fue trabajar como poseídos, sin embargo, tú puedes incrementar la probabilidad de vivir momentos libres del reloj con la gente con la que estás relacionado; sólo necesitas planear con minuciosidad y tener rituales inteligentes. También puedes cambiar la percepción de ciertos momentos y hacerlos más significativos, repitiéndote el mantra que te recuerda que vale la pena esforzarse e invertir tiempo en la gente porque las personas no sólo te ayudan a pasar el tiempo: también pueden imbuirle tiempo a tus horas.

LA GENTE EXPANDE EL TIEMPO

Este capítulo habla sobre cómo generar más espacio en tu vida para tus relaciones cercanas y cómo tomar buenas decisiones respecto a lo que hagas con ese espacio. Estas acciones pueden aumentar la felicidad en tu vida y hacerte sentir que tienes más tiempo. En la encuesta que realicé, las calificaciones que obtuvo la gente respecto a la forma en que percibía el tiempo aumen­taron de manera directamente proporcional al tiempo que pasa­ron con sus amigos y su familia ese lunes de marzo. Aunque los registros del encuestado promedio mostraban un periodo de 72 minutos invertidos de forma activa con amigos y familiares, la gente con calificaciones en el 20% superior invirtió 96 minutos y la gente con calificaciones dentro del 20% inferior invirtió 52. De nuevo, creo que el asunto no es que la gente en la parte inferior de la escala tuviera menos tiempo que los demás. Siento que la ecuación va hacia el lado contrario: el tiempo que se pasa con amigos y seres queridos suele percibirse como algo que te relaja y te beneficia, y eso, a su vez, te hace sentir que tienes más tiempo. Evidentemente, los minutos que pasamos revisando Twitter no logran esto.

Este fenómeno lo noté en particular cuando estudié los registros de la gente con calificaciones dentro del 3% superior. Para empezar, su forma de expresarse era distinta de la de la gente en el 3% inferior porque era más inclusiva: “caminé/corrí con los niños y el perro”, “visité a un amigo enfermo”, “cené con toda mi familia”, “hablé con mi esposo y cenamos juntos”, “mi esposa y yo hacemos nuestras tareas del lunes por la noche”. Incluso en las actividades ordinarias, la gente que obtuvo calificaciones altas en su percepción del tiempo se involucraba con las personas a las que quería incluir en su vida, en tanto que la gente que obtuvo calificaciones bajas fue más propensa a no incluir a otros a pesar de que, evidentemente, vivían en la misma casa.

La gente que estuvo muy de acuerdo en que el día anterior había apartado tiempo para la gente que le importaba fue 15% más proclive que el promedio a decir que en general tenía tiempo para las cosas que quería hacer. Si miras el panorama desde una perspectiva más amplia, verás que hacerte tiempo para otros literalmente puede incrementar el tiempo que tienes. La gente con fuertes vínculos sociales tiende a vivir más tiempo y a tener mejor salud que quienes no disfrutan de ellos, así que lo más seguro es que haya una correlación. La gente sana es más propensa a casarse y tiene la energía para visitar a sus amigos y su familia, pero existe evidencia de que también está involucrada la causalidad. Los amigos y los familiares pueden hacerte sentir menos estresado, te instan a cuidarte mejor y te cuidan y te animan cuando estás enfermo. Por todo lo anterior, en términos de longevidad, tener relaciones cercanas es parecido a dejar de fumar.

Un plan para las relaciones

Pero entonces, la gente que se hace tiempo para otros, ¿cómo estructura las horas para profundizar su espíritu?, ¿cómo construye una vida que le permita disfrutar lo suficiente este tiempo para sentir que se ha librado del reloj?

El profeta Gibran le dice a la gente de la ciudad de la que se va: “¿Qué tiene tu amigo que te hace buscarlo para matar las horas? Búscalo siempre para vivirlas”. La sabiduría de esta recomendación yace en reconocer que la gente suele asignarle a la manutención de sus relaciones nada más el tiempo que le queda una vez que ya cumplió con sus pendientes. Si puedo terminar este reporte antes del mediodía, entonces le pediré al nuevo empleado que vayamos a tomar un café. Llamaré a mi amiga en cuanto haya revisado todos estos correos electrónicos. Después de acostar a los niños y de arreglar la casa le preguntaré a mi esposa sobre eso que sé que la está molestando. La falla predecible de este plan es que, en los ajetreados años en los que construimos una carrera y una familia, usualmente sentimos que no queda mucho tiempo libre. Las pocas horas libres suelen llegar cuando menos energía tenemos y por eso nos parece tentador perderlas en el entretenimiento fácil que nos proveen la televisión y las redes sociales en lugar de hacer algo de mayor exigencia.

La gente que se hace tiempo para otros evita esta trampa haciendo lo que sugiere Gibran. “Lo buscan siempre con horas para vivir” y tratan sus relaciones con la misma intencionalidad que abordan su mayor compromiso: el trabajo.

Aunque en el contexto de su empleo la gente trabaja de una forma bastante ineficiente, una de las razones por la que el “trabajo” parece ocupar más tiempo mental del que las horas realmente sugieren es que la gente piensa en el lugar al que le gustaría llegar en el ámbito laboral, qué cosas necesita para llegar ahí y en qué momento podría hacerlas. En cambio, muy pocos manejan sus relaciones, en especial las personales, de una forma que siquiera se acerque a este nivel de intencionalidad, y para colmo el fenómeno se produce incluso cuando la cantidad de horas invertidas es similar. Yo, por ejemplo, he visto en mis registros que en una sola semana puedo pasar 40 horas trabajando y 40 horas conviviendo con mis hijos y mi esposo de manera combinada. Algunos padres súper comprometidos pueden abordar el desarrollo del talento de sus hijos con la misma intencionalidad que abordan el trabajo, pero eso es más bien producto de una mentalidad de entrenamiento o management de talento, y no del crecimiento de la relación misma.

Abordar las relaciones con la misma intencionalidad que abordamos el trabajo no significa que tengamos que programar tiempo familiar los fines de semana en bloques de 15 minutos ni enviar invitaciones a través del calendario de la computadora para ir a cenar, y aunque mantener una agenda holgada para tener conversaciones durante la cena y la sobremesa es una idea genial, en realidad se trata de incorporar las prioridades y los objetivos de la relación en tu planeación a largo plazo:

Si bien los objetivos profesionales suelen ser evidentes y la mayoría de la gente tiene claro cuáles son las prioridades personales — como leer un buen libro, por ejemplo—, las “prioridades para las relaciones” pueden resultar confusas. En general no pensamos que las actividades en el marco de las relaciones tengan objetivos específicos, pero sí puede ser así. Incluso si se trata de actividades que de todas maneras pensábamos hacer, identificarlas como prioridades de forma consciente nos permite asignarles más espacio mental, y si tu calendario se ve algo desprovisto, tal vez sea señal de que necesitas esforzarte por hacer contacto con la gente.

Considerar las relaciones como una categoría de tiempo aparte puede ayudarte a implementar un cambio importante, porque te permite transformar ciertas actividades que sólo haces cuando te queda tiempo en eventos que en verdad tengan lugar. Es decir, hace que el tiempo que te queda para matar lo conviertas en tiempo de vida.

TIEMPO DE CALIDAD DENTRO DE LA CANTIDAD DE TIEMPO

El resto de este capítulo versa sobre mis sugerencias de lo que podrías incluir en la categoría de relaciones en todas tus listas de planes y prioridades. A menudo pensamos que las relaciones se dividen en familia, amigos y colegas, pero hay una manera más práctica de separarlas: puedes pensar en la gente que de manera natural ves varias veces a la semana y en la gente que no ves con tanta frecuencia. Estos dos grupos requerirán distintos tipos de intencionalidad; uno exige que produzcas más significado dentro de bloques grandes de tiempo que ya existen y el otro exige que des pasos específicos para enfocarte en cierta persona.

Los miembros de tu familia inmediata, es decir, tu pareja y tus hijos, definitivamente pertenecen a la primera categoría, porque ésa es la realidad de compartir un hogar. Incluso si sales de casa 60 horas a la semana para cumplir con tus obligaciones laborales, y si duermes ocho horas por noche, o sea, 56 semanales, de todas formas te quedan 52 horas despierto. Si viajas un promedio de tres noches a la semana, estarás en casa cuatro, y eso es bastante tiempo.

El problema es que si trabajas fuera de casa, a lo largo de la semana tendrás que usar muchas de estas horas para lograr que todos salgan por la puerta en la mañana; en la noche se te irán en la tarea y actividades similares. Las horas del fin de semana pueden desvanecerse fácilmente debido a las tareas del hogar y los mandados que no se llevaron a cabo en los días laborales. Es lógico que no te sientas relajado, particularmente si tu pandilla de pequeñines te obliga a convertir el tiempo para convivir en un ejercicio de control de multitudes cuando las cosas van bien, o en una franca lucha por mantener la paz cuando la situación se torna peligrosa. En una excursión que hicimos en octubre, y que estuvo repleta de quejas, hice mis cálculos: si cada uno de mis cuatro hijos es feliz 75% del tiempo, y si la felicidad de cada niño es un suceso independiente, las probabilidades de que los cuatro estén felices simultáneamente asciende nada más a 31.6%. Dicho de otra forma, incluso si los cuatro en general son felices, dos de cada tres momentos implicarán la presencia de un niño descontento. Adoro ese momento de cada tres cuando todos chapoteamos juntos y felices en la alberca o disfrutamos una actividad colectiva, pero ya comprendí que hay pocas actividades que pueden ser entretenidas para toda la familia a lo largo de toda su duración. Sí, los momentos trascendentales son posibles, pero para llegar a tenerlos es necesario enfrentar mucho desorden.

Por esta razón, la mejor táctica que he encontrado para vivir una proporción mayor de instantes placenteros capaces de generar recuerdos durante las horas que paso con mis hijos consiste en pasar tiempo con cada uno por separado siempre que eso sea posible. Muchas de las prioridades en la relación que tengo con los miembros de mi familia inmediata siguen el mismo patrón: leer libros para los compañeros de Sam en la escuela o llevar a Jasper a hacer una audición para un espectáculo que le interesa, y no incluir a sus hermanitos para que no me distraigan. Cada verano también hago un “Día especial de mamá” con cada niño por separado. Ese día elegimos una actividad infantil que por lo general consiste en ir a un parque de diversiones, y a menudo también he terminado haciendo una actividad individual para celebrar el cumpleaños de cada niño. Todos mis hijos esperan con emoción ese día especial y disfrutan la atención. En nuestro día puedo cortar la infelicidad de raíz y conocer a cada niño individualmente, y no sólo como un miembro más de un equipo al que tengo que controlar.

Muchas otras personas han descubierto que si se enfocan en una sola situación al abordar las relaciones de familia, que por lo general implica la participación de un grupo, pueden transformar la dinámica. Peter O’Donell dirige una empresa de consultoría y en 2017 se hizo cargo de un proyecto para sus seis nietos, llamado Grandkids Best Day Ever (El mejor día de los nietos). “Entre mi esposa y yo estamos diseñando este proyecto que dura todo el verano e incluye las actividades que mis nietos siempre han querido hacer”, me explicó antes del verano. Si tienes una mentalidad enfocada en proyectos, en lugar de sólo decir: “Voy a tratar de ir a más juegos de soccer de Kason”, automáticamente empezarás a priorizar algunas tareas de tu lista. Peter veía a sus nietos con frecuencia, pero por lo general lo hacía en grupo o en el contexto de otras actividades. Planear con anticipación eventos individuales te ofrece la posibilidad de emocionarte previamente y de cobrar el tipo de conciencia que genera recuerdos profundos de los que parecen hacer que el tiempo se expanda.

Así pues, además de ir a más partidos de soccer del pequeño Kason de cinco años, Peter O’Donnell, su nieto y los padres de éste descubrieron que lo que en verdad le gustaba al niño era ir a McDonald’s con su abuelo y mostrarle sus videojuegos favoritos. Como parte del proyecto, Hannah, de 13 años, practicaría snorkel en la casa del lago de su abuelo e iría a cenar a un lugar elegante. Kyra, de 19, tomaría con su abuelo una clase para aprender a afilar cuchillos, la cual era parte del plan que tenían de cocinar juntos. Max, de cuatro, construiría con su abuelo una estructura de Lego o de otro tipo, y luego ambos irían a McDonald’s. “Puedes esperar que las oportunidades se presenten o puedes planearlas”, dice el ejecutivo a pesar de que, por supuesto, la vida no siempre sale como uno la imagina. Contacté a Peter después del verano para ver cómo iba todo y me enteré de que la clase para afilar cuchillos fue genial, pero Max se rompió el brazo y la sesión de construcción de Lego se tuvo que posponer. Como Kason se interesó mucho en el baloncesto, hacer tiros directos a la canasta con su abuelo cobró más importancia que los tutoriales de los videojuegos, y así sucesivamente. “Comprometerse es incluso más importante que diseñar un plan rígido”, dice Peter, quien gracias a sus malabares creativos logró pasar mucho tiempo especial e intencionado con sus nietos, lo cual no habría sucedido de otra manera.

Aunque los días o eventos especiales realizados de forma individual son emocionantes, una relación de este tipo también puede fortalecerse con actividades ordinarias porque, en general, la gente no necesita mucho. Un buen objetivo de relación podría consistir en enfocarse algunos minutos en cada miembro de la familia los días que estés en casa. Los cuentos para antes de dormir son geniales para esta estrategia, en especial si te haces suficiente tiempo en caso de que tu hijo o hija desee conversar. Incluso las situa­ciones que parecen vacías pueden convertirse en oportunidades. Un empresario me dijo que él y su esposa llevan en automóvil a sus dos hijos a la escuela todas las mañanas. Tendría más sentido turnarse, pero este viaje le permite a la pareja pasar tiempo solos en el auto en cuanto dejan a los niños en la escuela. Toda la semana, este empresario y su esposa se pueden enfocar exclusivamente uno en el otro por algunos minutos, a pesar de que para muchas parejas que trabajan y tienen niños esta oportunidad surge rara vez.

Por supuesto, las actividades individuales no son la única manera en que la gente puede imbuirle más significado al tiempo que pasa con su familia inmediata. En realidad, todo se resume a la intencionalidad. Al estudiar los registros de tiempo de la gente he visto que hasta un pensamiento breve puede servir para transformar una actividad tediosa en algo más profundo. Pocas personas se presentarían en la oficina a las 8:00 a.m. sin una idea de lo que harán hasta la 1:00 p.m., sin embargo, la mayoría de la gente llega a casa a las 6:00 p.m. sin haber pensado siquiera lo que hará desde ese momento hasta las 11:00 p.m. que se vaya a acostar. Ésta es la razón por la que muchos afirman no tener tiempo para sus pasatiempos, a pesar de que es obvio que permanecen despiertos dos horas o más después de que sus hijos se van a dormir. Encender la televisión no cuesta trabajo, pero para sacar un cuaderno de dibujo se necesita esfuerzo y planeación. La gente dice que no tiene tiempo para sus hijos y sus cónyuges, pero deambula por la casa y sigue despierta entre dos y tres horas casi todas las noches. El problema es que, sencillamente, no ha pensado en este tiempo y por eso siente que no existe.

Establecer la intencionalidad de hacer una actividad o dos para atender una relación por la noche o temprano en la mañana te permite convertir este tiempo en algo más; hace que en tu mente cobre tanta importancia como el trabajo, y por lo tanto lo vuelve más vasto. Funciona incluso si desde una perspectiva objetiva tu labor no es del todo profunda. Si tú y tu cónyuge están preparando la declaración de impuestos, tener intención al respecto les podría permitir contar con suficiente tiempo para discutir sus objetivos y su vida en relación con las finanzas. Un viaje para probar automóviles nuevos podría transformarse en una cita romántica: sólo sería necesario ponerse algo un poco más elegante y probar un modelo de lujo, aunque sepas que no es lo que piensas comprar. Sospecho que una de las razones por las que los servicios de entrega de paquetes para preparación de alimentos o meal-kits han alcanzado tanta popularidad en los últimos años es porque tomaron una actividad ordinaria (preparar y poner la cena en la mesa) y la convirtieron en una aventura que las parejas pueden compartir. El apetito por hacer más significativas las horas está ahí, es sólo cuestión de pensar un poco y planear lo que harás en un tiempo que, de otra manera, se te escaparía entre las manos.

POR QUÉ LA GENTE QUIERE VERTE TRIUNFAR

Los miembros de la familia inmediata tienen la ventaja de la cercanía física, y en el mundo de las relaciones profesionales también los colegas próximos la tienen. Es cierto que pasamos mucho tiempo en el trabajo, pero contrariamente a lo que indica nuestra percepción, no es la mayor parte de las horas que estamos despiertos. Ese tiempo, sin embargo, podemos aprovecharlo muy bien si invertimos en nuestras relaciones laborales. Sentirte cercano a la gente de tu entorno laboral podría ayudarte a producir mejor trabajo y a disfrutarlo más. Como la actividad laboral tiene la desafortunada tendencia a hacerte mirar el reloj, cualquier cosa que te ayude a transferir más horas a la categoría de las actividades agradables puede transformar la manera en que percibes el tiempo. Esto es lo que marca la diferencia entre sentir terror todo el domingo a medida que las horas se aceleran hacia el lunes y estar genuinamente contento de pasar el lunes con alguien con quien también estarías dispuesto a pasar el domingo.

Como la gente es gente, creo que las relaciones laborales son iguales a todas las demás, sin embargo, así como sucede con tus familiares, el hecho de que estemos rodeados de pendientes nos orilla a relegar la construcción de las relaciones a los únicos momentos que nos quedan libres. Si tienes una vida ajetreada, no tienes tiempo de sobra y por lo tanto ignoras o descartas la parte amable del trabajo. A veces incluso adoptas un aire santurrón con base en la noción subyacente de que no forma parte esencial de tu labor profesional. Algunas personas me han dicho que se consideran “buenas” para manejar el tiempo porque no lo desperdician conversando con sus colegas, pero son el tipo de individuos que se encierran en su oficina, siguen trabajando a la hora de la comida e invariablemente terminan sus tareas a tiempo.

Ésta es una forma de abordar la situación y a veces se hace así porque la gente tiene una hora límite en la que debe tomar cierto tren o porque no quiere llevarse trabajo a casa. Pero esta actitud tiene sus desventajas. Que te asciendan de puesto, te nombren director y luego tengas que llevar a cabo tu labor con eficiencia no depende nada más de que seas capaz de terminar tareas, sino también de que logres inspirar a otros a que se esfuercen en su trabajo con el fin de apoyarte. Y todo esto depende de que la gente te conozca y de que le agrades, pero la única manera en que puedes hacer que los demás te conozcan y confíen en ti es demostrándoles que te importa su vida y pasando con ellos tiempo en el que todos se puedan sentir relajados y liberados del reloj.

Esto sucede incluso en ámbitos que no parecen cálidos ni acogedores. Christopher Brest trabaja de día en un cuerpo policial y ha pasado los últimos 18 años en el ejército, pero ahora es sargento primero en las reservas. A pesar de toda la frustración de la vida militar, “realmente hacen un buen trabajo en lo referente al desarrollo de líderes —explica—. Todo siempre termina teniendo que ver con la gente”. Un buen líder aprende que fortalecer la lealtad se basa en no pedirle nunca a nadie que haga algo que no esté dispuesto a hacer. Si los soldados de Brest están cavando zanjas bajo el rayo del sol, “yo no voy a sentarme en una oficina con aire acondicionado a beber café”, señala. Brest invierte enormes cantidades de tiempo en orientar a futuros líderes, lo cual “implica sentarse a tener muchas conversaciones a puerta cerrada y preguntar: ¿qué estás haciendo para ser mejor?” Este militar sabe cuándo debe ser amable. Debido a que se ha tenido que desplegar en muchas ocasiones al extranjero acompañado de individuos muy rudos y bien entrenados, dice que “no te esperas que los hombres se sienten en su trinchera a llorar porque extrañan a sus hijos, pero sucede mucho”. Brest podría permitir que un soldado que extraña su hogar falte a alguna actividad para poder llamar a casa por teléfono. Y sí, incluso en el ejército la lealtad es producto del tiempo que la gente se relaja colectivamente. “Quizá en el ejército no haya una hora feliz —explica—, pero en lugar de hacer abdominales podemos jugar futbol americano como parte del entrenamiento físico.” Un líder que aborda algunas situaciones con ligereza y muestra que le importa la gente puede formar algo que el estereotípico sargento gritón que dirige los ejercicios militares jamás podrá: soldados que confían en su líder lo suficiente como para hacer cualquier cosa que éste les pida.

En el liderazgo del ámbito civil sucede lo mismo. Si llegas a ascender en la jerarquía ejecutiva, todas esas conversaciones en los pasillos, los almuerzos y las visitas al bar en la hora feliz que no parecen trabajo real podrían convertirse en parte esencial de tu trabajo. Andrew Glincher, el director ejecutivo y socio administrativo del bufete Nixon Peabody de quien hablé en el capítulo 4, se esfuerza por asistir a toda recepción o reunión casual que se esté llevando a cabo en las oficinas en las que está de visita. “Es una oportunidad de pasar tiempo con mucha más gente —explica—. Cualquier reunión puede representar una inversión muy valiosa de tiempo.” Puedes obtener grandes ganancias. Resolver un problema trivial de alguien antes de que se haga más grande podría evitar que esa persona renuncie y se lleve un cliente importante consigo a hacer negocios con un competidor.

Incluso aunque no tengas la menor intención de dejar de ser un colaborador independiente, el éxito profesional de todas formas proviene de las relaciones sólidas. Las otras personas podrían tener un entendimiento más profundo de las políticas de la oficina o ideas que no has considerado aún. Incluso tal vez cometieron errores estúpidos sobre los que te pueden advertir. Comer en la cafetería de la empresa y averiguar esta información ahí mismo podría ser más útil que quedarte a comer en tu escritorio.

Como a tus colegas los ves con frecuencia, es relativamente sencillo propiciar un tiempo de relajación en el marco de tu vida laboral. Sin embargo, esto no tiene por qué convertirse en el conflicto que la gente con frecuencia cree que existe entre el trabajo y la vida. La gente que se queda atorada en lo que yo llamo la “trampa de 24 horas” piensa: Si voy a la hora feliz con mis colegas, ¡no podré ver a mis hijos! Tal vez no los veas esa noche, pero la semana tiene varios días. Salir a una reunión o quedarte un poco más tarde una o dos noches por semana implica que las otras cinco o seis estarás en casa, y eso difícilmente me suena desequilibrado. Así que si la gente sale a beber algo después del trabajo, tómate la molestia de ir ocasionalmente. No siempre porque, ¿acaso alguien sale diario?, pero trata de aceptar cuando puedas y así la gente te seguirá invitando. Si tu respuesta es negativa, sabrán que ni siquiera tiene caso preguntarte.

A lo largo de la jornada de trabajo también hay muchas oportunidades. Si tienes una reunión privada con una persona, sugiérele salir a tomar un café o a caminar. El cambio de panorama te permite modificar tu actitud y eso, a su vez, te puede dar la oportunidad de involucrarte de forma genuina.

Cuando estés definiendo tus prioridades profesionales de la semana, incluye un desayuno o una comida con alguien a quien te gustaría conocer mejor. Incluso las conversaciones ordinarias se pueden hacer de una manera enfocada y consciente. He observado a buenos conversadores y me he dado cuenta de que hacen preguntas que les permiten a sus interlocutores contar sus historias preferidas. Cuando le preguntan a la otra persona cómo le fue el fin de semana, escuchan la respuesta con atención, no tratan de superar la historia y si llegan a redirigir la conversación, tienen cuidado de articular este cambio de tal forma que quede claro que entienden las prioridades de su interlocutor.

¿Y qué hemos descubierto? Que a todas, a todas las personas les gusta que las escuchen. En su trabajo en los cuerpos policiales, Peter Brest ha descubierto que: “como regla general, a la gente le importa ella misma y la forma en que saldrá beneficiada”. Si interroga a un sospechoso en una celda de la cárcel, Brest sabe que a esa persona no le importan ni tantito los avances que ha tenido en el caso y que sólo compartirá con él información si eso le ayuda en algo. Así es como se le debe dar forma a la conversación. Gracias a un estudio sobre las reuniones más efectivas se descubrió que éstas incluían al principio algunos minutos de conversación trivial durante los cuales todos tenían la oportunidad de decir lo que les parecía importante en lo personal. Contemplar estos minutos de parloteo en la agenda permitía limitar su duración para que nadie se quejara y dijera: “¡No tenemos tiempo para esto!”, pero el hecho de que sucediera les daba a los miembros del equipo la oportunidad de sentirse cómodos con el grupo. Si los equipos se sienten unidos, el trabajo suele ser más creativo y eficiente. Cuando la gente compite para atraer la atención, cuando el grupo trata de descifrar si alguien está diciendo un insulto enmascarado o cuando suceden otras cosas como resultado de que, al interactuar, la gente siente recelo, se pueden perder muchísimos minutos. Ganarse la confianza de alguien toma tiempo, pero vale la pena invertir en la gente.

Ponte en contacto (PC)

Los colegas y los miembros de la familia pertenecen a la categoría de la gente que ves con frecuencia, pero la gente fuera de tu organización o incluso la que está en distintas áreas de la misma pertenece a la segunda categoría: tus relaciones que involucran a personas a las que no frecuentas de forma natural. Por razones lógicas, al cerebro humano se le dificulta enfocarse en este tipo de personas. Si nuestros ancestros de las cavernas no veían a alguien por un tiempo, probablemente se debía a que la persona estaba muerta, ¡y no a que ahora trabajaba desde casa!

A pesar de todo, vale la pena incluir a estas relaciones en la lista de prioridades, lo que me lleva al tema del networking o “trabajo en redes”, aunque debo aclarar que, si pudiera, desecharía por completo esta palabra y su connotación transaccional. Bien entendido, el trabajo en redes solamente implica construir relaciones auténticas con personas a las que quieres ver triunfar y que sienten lo mismo respecto a ti. Algunos exageran en el denominado trabajo en redes y lo hacen de una manera verdaderamente repulsiva. Por supuesto que a nadie le simpatiza el individuo que va a una conferencia y se pasa el tiempo mirando por encima del hombro de la persona con la que conversa para tratar de encontrar a alguien más importante con quien interactuar, pero en lo personal he aprendido que el pecado más frecuente del trabajo en redes es no aprovecharlo. La gente que no está buscando activamente un nuevo empleo no se toma la molestia de conocer a los ejecutivos ajenos a su organización y supongo que no hay nada de malo en eso, pero recuerda que pocos empleados son permanentes en la actualidad. Hoy día, la seguridad en el empleo depende de contar con un puñado de personas que en algún momento te han dicho: “Si alguna vez piensas en cambiar de trabajo, búscame primero”. Pero esta red sólo se forma cuando la gente llega a conocerte y descubre que le simpatizas.

La buena noticia es que nutrir una red próspera no implica tantos encuentros con personas como podrías imaginar. Yo soy una agente independiente que trabaja en casa hasta cierto punto y, por lo tanto, esta noticia me agrada bastante. Hay individuos a los que he visto en persona si acaso unas seis veces en poco más de cinco años y los considero parte de mi círculo de amigos, y ellos piensan lo mismo de mí. La clave radica en complementar las reuniones ocasionales con todas las otras formas de comunicación que existen y, claro, hacer que esa comunicación se convierta en un hábito.

El mejor consejo que he escuchado sobre este tema de fortalecer una red de trabajo entre la gente que no ves a menudo es contactar a una persona distinta cada día.

Molly Beck, autora del libro Reach Out (Ponte en contacto) le llama a esto el hábito “RO” o “PC” en español. Todos los viernes, cuando estés planeando la semana, haz una lista de las cinco personas con las que te gustaría ponerte en contacto. Pueden ser:

Debes ser cuidadoso en esta última categoría, porque enviarle mensajes o comunicación indeseable a gente famosa no te ayudará gran cosa. Ni a ti, ni a quien la reciba. Pero si leíste un libro y te gustó, o si te impresionó alguien a quien viste en televisión porque lo entrevistaron o de quien te enteraste porque fue citado en un artículo, es posible que a esa persona le agrade escuchar tu opinión. La gente normalmente lee este tipo de mensajes, pero no siempre los responde.

Podrías hacer una nota en borrador para cada una de estas cinco personas al mismo tiempo (calcula entre ocho y 10 minutos por mensaje), o sólo escribe uno cada mañana. Empieza con un halago y ofrece información útil, como tal vez una recomendación. Si vas a solicitar un consejo, asegúrate de que la respuesta no se pueda encontrar en Google. Los mensajes pueden ser sencillos. En 2013, por ejemplo, Molly Beck me envió uno de sus mensajes PC. Buscó mi dirección de correo y me escribió para agradecer que retuiteé un link a su blog, en donde, por cierto, escribió sobre uno de mis libros. La nota no contenía más de 110 palabras, pero funcionó, ya que he seguido su carrera con atención desde entonces.

A diferencia de la visión normal que se tiene del networking o trabajo en redes, hacer un contacto PC diario “no toma mucho tiempo —explica Molly—. No tienes que buscar una niñera para hacer esto”. Tampoco tienes que vivir cerca de una ciudad importante. “Si cuentas con conexión de internet, puedes empezar mañana mismo.” Si envías 250 correos al año y te contesta 40% de los destinatarios, tendrás cien respuestas. Si hablas o te reúnes con 20 de esas personas, entonces tendrás muchas conexiones sólidas. “Tienes que convertirlo en un proceso independientemente de lo que desees lograr”, dice Molly, quien, de hecho, usó el mismo sistema para conocer a su esposo. Ella, al igual que él, abordó de forma sistemática su labor en los sitios de citas románticas. Ambos trataban de tener una cita a la semana. Tiempo después se conocieron y dejaron de organizar citas con otras personas.

Estoy segura de que quienes se consideran campeones en el trabajo en redes ya empezaron a quejarse de esta limitada meta: ¿sólo una persona al día? Pero ellos, a diferencia de mí, ya se graduaron en el hábito de contactar a alguien diariamente y ahora son capaces incluso de presentar a terceras personas de sus redes entre sí, lo cual es genial, si te es posible hacerlo. Nuestra mente funciona de manera distinta en cada caso. A mí, por ejemplo, se me dificultaría pensar: Ah, conozco a Beth y sé que le gusta el arte francés como a Mary. Mary visitará pronto Boston, y ahí vive Beth. Debería sugerirles que se conozcan. Quienes carecemos de habilidades de conexión intuitivas tenemos que conformarnos con lo que podemos hacer, y para nosotros contactar y conocer a una persona es mejor que nada.

Dependiendo de la situación de cada quien, tal vez nuestra labor es más intensa de lo que parece. Hace tiempo me lamenté en mi blog porque no estaba poniéndome en contacto ni trabajando en redes con la frecuencia que creía que debía, pero alguien señaló que en los últimos 15 años he escrito por lo menos un artículo a la semana para varias publicaciones. Esto generalmente implica entrevistar por lo menos a dos personas, así que estaba contactando a por lo menos cien personas al año en un contexto profesional. Además, mi conexión era con expertos y con “gente real”, y también llegaba a conocerlos, daba seguimiento a sus casos, escribía sobre ellos de nuevo y hablaba respecto a los libros y los proyectos de mucha gente. Eso también es networking, sólo que en este caso no tuve que apresurarme a conocer gente en una reunión de coctel.

Por cierto, creo que si los eventos de networking te angustian y si tiendes a extralimitarte, el hábito de contactar a una persona cada día es el mejor antídoto. De esta manera no sentirás la presión de recolectar 10 tarjetas de presentación, porque sabes que de cualquier forma contactarás a 10 personas en los próximos 10 días, así que puedes relajarte. Puedes hacerlo sin otro objetivo que el de entablar una conversación con gente interesante. Este interés puede ser a nivel profesional o sólo para encontrar un buen restaurante o para que te recomienden un libro, lo cual también es una fuente de placer.

CÓMO HACERSE TIEMPO PARA LOS AMIGOS

Como sucede en el caso de los contactos profesionales que no trabajan en la misma oficina que tú, los amigos a veces entran en la categoría de gente a la que no ves varias veces a la semana de manera natural. Mis artículos sobre cómo hacerse tiempo para los amigos son de los que más ha compartido la gente y creo que esto se debe a que las amistades son el tipo de relación más propensa a desmoronarse durante los años que nos enfocamos en el trabajo. Nuestra labor la hacemos porque tenemos que pagar la hipoteca. Incluso si tú y tu cónyuge sólo se ven entre los montículos de ropa sucia que hay que meter a la lavadora, esta frecuencia puede permitir que la relación continúe. En cambio, asignar tiempo para los amigos puede parecer una acción increíblemente autocomplaciente. Si te cuentas a ti mismo la historia de que trabajas muchas horas y que por eso nunca ves a tus hijos, tal vez te parezca imposible tomarte dos horas del sábado y reunirte con un amigo para ir a correr o aprovechar el fin de semana para visitar a una amiga en Boise. Pero a menos que seas el tipo de persona que todos los días se puede sentar tres horas en un pub con sus amigos después de trabajar, estoy segura de que podrías tomarte más tiempo para ver a tus amigos. Los buenos amigos te energizan y eso te permite lidiar con las responsabilidades laborales y familiares.

Hay varias maneras en las que puedes hacer que la amistad sea una prioridad en tu vida y asegurarte de que, en tu lista, la categoría de las relaciones incluya tanto a los amigos como a la gente con la que estás emparentado y la gente con la que trabajas.

En primer lugar, ve a lo grande. Puede parecer extraño, pero tal vez es más fácil priorizar los grandes eventos que los pequeños. Incluso si estás ocupado, es probable que vayas a la boda de un buen amigo, así que si te gustaría reencontrarte con amigos a los que no has visto en años, puedes volverte el instigador de una ocasión así de importante. Dale a la gente una fecha para una gran reunión en un fin de semana largo y hazlo con un año de anticipación. Reserva en un lugar fabuloso y diles a tus amigos que inviten a sus parejas y a sus niños: esto impedirá que se sientan culpables por dejar a todos en casa. Además, cuando las familias se hacen amigas, los vínculos se fortalecen porque se construye una segunda capa en la relación. Luego, cuando todo mundo esté disfrutando el primer fin de semana y gozando un tiempo libre del reloj, con una copa de vino mientras los niños están dormidos, aparta una fecha para la segunda gran reunión. Con el tiempo, tu fin de semana anual cobrará vida por sí solo.

Otra opción es fijar fechas recurrentes para reuniones más íntimas con amigos locales. Los eventos de una sola ocasión pueden ser divertidos, pero exigen más tiempo de planeación del que podría justificar una sola reunión. La gente está ocupada y, entre más personas trates de reunir, más se dificultará la logística. Los eventos recurrentes, en cambio, no presentan ninguno de estos inconvenientes. Si ya sabes que la gente de tu club de lectura se reúne el primer jueves del mes por la noche, nadie necesita pensar al respecto. Tus amigos saben que tienen que mantener la fecha apartada a menos que se presente una emergencia. Sus familias y sus colegas también saben que tienen que hacer un plan alternativo para ese día. Otra de las ventajas de cualquier reunión regular es que empezarás a anticipar con emoción esos jueves por la noche porque sabes que, aunque no hayas hecho gran cosa con tus amigos recientemente, los verás el próximo jueves y eso te recuerda que eres el tipo de persona que tiene amigos.

Evidentemente, verse con un solo amigo o amiga es más sencillo, pero de todas maneras, si les guardas un lugar regular en tu calendario a estas relaciones, las cosas pueden funcionar mucho mejor. Cathy Doggett y Elisabeth McKetta por lo general hablan todos los lunes. Si no pueden hacerlo ese día, saben que pueden intentarlo de nuevo el martes. Reunirte con un amigo para desayunar todos los viernes permitirá que ese evento que te habría gustado que se diera realmente suceda con regularidad.

Si las reuniones recurrentes no te funcionan, tu siguiente mejor opción es alinear tu tiempo y encontrar una forma agradable de hacer varias actividades simultáneamente. Primero eliges algo que necesites o tengas que hacer e incorporas a un amigo o amiga en el plan. Ahora que lo pienso bien, en esta etapa de mi vida ésa es la manera en que logro hacerme de tiempo para la amistad. Tengo, por ejemplo, algunos amigos con quienes corro y platico para que los kilómetros parezcan menos. Podrías inscribirte en una clase de ejercicio con alguien a quien te gustaría ver con más frecuencia o también puedes comprometerte a un trabajo voluntario con una amiga y así se verán en las reuniones de la mesa directiva. También transportarse ofrece la oportunidad de alinear tu tiempo con el de alguien más, así que puedes tomar el mismo autobús con un amigo a veces u organizar viajes colectivos en el auto de alguien específico, aunque eso sea ligeramente menos conveniente. Yo, por ejemplo, me he podido reunir con amigos gracias a viajes de negocios que hemos hecho a Nueva York, San Diego, Seattle y Nash­ville. Mi podcast es la actividad que, en tiempos más recientes, me ha permitido alinear mis horas con las de alguien más. Sarah y yo tomamos una actividad divertida que no hacíamos con mucha frecuencia —platicar sobre nuestra vida y nuestra carrera— y la convertimos en un suceso que ahora el público espera que hagamos con frecuencia. Convencer a un amigo de que se una a ti para hacer un negocio alternativo o para dirigir una organización profesional te garantizará que se vean con mucha más frecuencia, y definitivamente hará que el trabajo sea más divertido.

SÉ SELECTIVO

Por último, debo señalar que priorizar las relaciones implica ser selectivo respecto a la gente con la que eliges pasar tus horas y creo que esto nos lleva de nuevo a la magia de la amistad de Cathy Doggett y Elisabeth McKetta. Hay distintas razones por las que ciertos individuos tienen más gente en su vida que otros. Algunas personas tienen una familia extendida verdaderamente nutrida, y además viven cerca de ella; otras personas están emparentadas con una persona prominente en la comunidad; algunos son más extrovertidos que otros, y algunos han ido recolectando amistades debido a vínculos antiguos como los que ofrece pertenecer a una fraternidad o un equipo deportivo colegial. A pesar de que vale la pena invertir tiempo en convivir, las horas son limitadas y la triste verdad para quienes enfocan su vida en otros es que no todas las relaciones soportarán el paso de los años, y mucho menos si te concentras en construir una carrera o tener una familia, o ambas. No todas las relaciones sobrevivirán a las mudanzas y a los cambios profesionales. Es natural que, a medida que descubras quiénes eran cercanos a ti porque en verdad formaban parte de tu espíritu y quiénes sólo estaban en tu vida porque les parecía conveniente, se vaya dando una separación.

Quizá también comprendas en el camino que algunas personas nunca te ayudarán a profundizar en tu espíritu. La mayoría de las amistades y de las relaciones familiares mejora si trabajas en ellas, pero a veces descubrirás que la labor que se necesita excede el valor del vínculo. Sin embargo, no debes preocuparte porque tu objetivo no es acumular cantidad, sino calidad. El objetivo es averiguar en cuáles relaciones vale la pena invertir tiempo incluso si no parecen convenientes y luego lanzarse de lleno a hacerlas funcionar.

Esto exige tomar decisiones conscientes respecto a cómo usarás tu tiempo. A pesar de lo que dice la canción —“haz nuevos amigos, pero conserva a los antiguos”—, si tu tiempo es limitado, tendrás que ajustar tus actividades. Puedes invitar a un nuevo amigo a tomar café o puedes irte a tomar ese mismo café con un viejo amigo para renovar tus vínculos con él o ella. Si este antiguo amigo no vive cerca de ti, puedes pasar ese mismo tiempo hablando con él por teléfono. Elisabeth McKetta dice que Cathy Doggett tiene varias amigas más a las que, como ella, ha conservado por mucho tiempo. “Cathy las cultiva”, explica. Pasar tiempo con la gente cercana que ves con frecuencia es sencillo, pero dedicar conscientemente tiempo limitado a quienes no están cerca “exige una disciplina asombrosa —dice Elisabeth—. Es como trabajar en un libro en lugar de responder un correo electrónico: tienes que tomarte la molestia de hacer planes para escribirlo”.

Esta mentalidad puede resultar un misterio para quienes están con frecuencia cerca de ti, e incluso podrías parecerles poco amigable. En la ciudad de Nueva York, por ejemplo, todos entienden la transitoriedad, pero en la comunidad de Pensilvania a la que me mudé la gente no tiene claro este concepto y por eso al principio tuve que lidiar con algunas personas que me consideraban ajena. Mucha gente creció ahí y tiene fuertes vínculos con sus grupos de amigos y familiares, de los que no nos sería fácil llegar a formar parte. Un día, en el parque de juegos, un padre que también era nuevo en la comunidad me dijo en broma que el mensaje de los habitantes locales era: “Nosotros hicimos nuestros amigos en quinto año, ¡no necesitamos más!” Esta mentalidad puede parecerle insular a la gente de fuera, pero a la gente que pertenece a estos grupos tan unidos le hace feliz seguir rodeada de conocidos en la mediana edad, de los amigos que hizo cuando todos eran niños. Este tipo de amigos te conoce más allá de las apariencias de con quién te casaste y qué haces para ganarte la vida, y además sabe si tus hijos son estudiantes estrella o fracasados rotundos. Integrar nuevas personas a la dinámica podría dese­quilibrarla y mucha gente no está dispuesta a correr ese riesgo.

Afortunadamente, en todas las comunidades siempre hay gente que está dispuesta a incluir en su vida a los recién llegados y también hay otras personas que acaban de llegar a la comunidad. Como verás, el apoyo puede ser mutuo mientras todos van encon­trando su lugar y, por supuesto, también puedes invertir en tus antiguas relaciones, regresar a visitar amigos, buscarte tiempo para hablar y hacer todo lo necesario para que tus relaciones funcionen. En el caso de los vínculos románticos, sabemos que es indispensable hablar sobre la relación y sobre las dificultades que podríamos enfrentar, pero con las amistades es diferente. “Realmente nunca había hablado con un amigo o amiga respecto a nuestra amistad”, confiesa Elisabeth McKetta, refiriéndose a su vida antes de conocer a Cathy Doggett. Sin embargo, “Cathy y yo sí hemos hablado del tema. Ella es quien lo pone en la mesa diciendo cosas como: ‘Esto no me agradó, ¿podemos hablar al respecto?’ Cathy siempre va directo al grano y gracias a eso podemos regresar a un lugar de paz, ligereza y confort”.

¿Pero qué sucede si no puedes regresar a esa paz, ligereza y confort? La triste verdad respecto a que te importen otras personas es que toda relación puede llegar a su fin y, visto desde cierta perspectiva, al menos en este mundo, todas las relaciones terminan. A la par de esta deprimente noción, sin embargo, hay un pensamiento positivo: todo lo que amamos se vuelve parte de nosotros. Toda la felicidad que hayamos tenido sigue en la memoria y los recuerdos los podemos pulir como joyas en lugar de encerrarlos en cajones. La felicidad del recuerdo no depende del presente. Por eso me encanta este párrafo del libro Jayber Crow, de Wendell Berry: “No es terrible amar al mundo sabiendo que siempre está pasando y es irrecuperable, que sólo lo podemos conocer en la pérdida. Amar cualquier cosa buena, a cualquier precio, es un regalo.”

No tiene caso contenernos para evitar el dolor, porque sabemos que éste es inevitable. Ser sabio es aceptar la realidad del dolor y amar de todas maneras, y si vas a amar de todas maneras, lo mejor es que se lo hagas saber a la gente. Todo esto forma parte de reconocer que vale la pena invertir tu tiempo en otros.

Como no soy una persona efusiva, me parece que se siente más auténtico pensar y hablar de las maneras específicas en que la gente le aporta algo a mi vida. Muchos de mis correos “PC” (para ponerme en contacto) son simplemente notas de agradecimiento a los maestros de mis niños por algo que les enseñaron, a la gente que escribió algo que me hizo pensar, a una amiga por invitarme a tomar una copa de vino en su cocina un miércoles por la tarde que en verdad necesitaba escapar de mi oficina. Hasta en los años más difíciles y desafiantes puede haber mucho de qué estar agradecido. Incluyendo particularmente a mis cuatro pequeños, la gente que forma parte de mi vida ha hecho mucho por mí y gracias a eso ahora tengo una noción más profunda del valor del tiempo y recuerdos más graciosos y conmovedores de los que habría formado de otra manera.

EL ASOMBRO A TRAVÉS DE LA MIRADA DE ALGUIEN MÁS

Siempre trato de aprovechar las oportunidades de formar recuerdos que se han presentado a lo largo del circo que han sido los últimos años. Cuando recuerdo que “vale la pena invertir tiempo en otros”, por ejemplo, pienso en maneras de generar recuerdos con quienes me importan. Pienso en lo que me gustaría ver escrito en los registros de mis horas algún día en el futuro, cuando mire hacia atrás y analice en qué usé mi tiempo.

Este deseo de acumular experiencias me llevó a sugerir el regalo de Navidad para Jasper cuando tenía nueve años. Mi hijo anhelaba desesperadamente un perro o un gato, pero no le dimos uno porque me pareció que yo ya no podía cuidar a un ser vivo más. Discutimos las opciones y Jasper estuvo de acuerdo en que en lugar de darle una mascota lo llevara conmigo dos días a la ciudad de Nueva York, en febrero, porque tendría algunos días de vacaciones en la escuela. Le di una guía y le dije que eligiera nuestras actividades, y él eligió las más turísticas, lo cual supongo que tiene sentido. Habría sido ilógico que insistiera en ir a un club de jazz bastante desconocido o que fuéramos a almorzar a un restaurante vegano demasiado cool para hacer reservaciones. Entonces tuve que tragarme mi orgullo y comprar boletos para subir a la punta del Empire State, para ir en ferry a la Estatua de la libertad y para ver El rey león en Broadway. También planeamos visitar el zoológico de Central Park.

Viajar con un hijo de nueve años es más sencillo que viajar con uno de dos, pero de todas formas se trata de un niño. Nueva York tiene restaurantes asombrosos, pero no pudimos comer en ninguno de ellos, e incluso la pizza fue un inconveniente porque en algunos lugares sólo preparaban pizzas tipo gourmet con manchas de mozzarella y hojas gigantes de albahaca, y mi hijo prefiere el tipo de pizza uniforme que viene en la caja de DiGiorno. Me sentí agradecida cuando encontré un Au Bon Pain en el que una de las sopas era sabor macarrón y queso, y un pub que ofrecía un menú infantil porque querían atender a los padres que pasaban con sus hijos en el distrito de los teatros. Cerveza artesanal para mí y chocolate caliente y tiritas de pollo empanizado para Jasper.

A pesar de todo, fue una experiencia maravillosa. Cuando vimos el atardecer desde el piso 102 del Empire State, pudimos contemplar el resplandeciente cielo rosado sobre el río Hudson y el río Este. Al día siguiente miramos boquiabiertos la ciudad desde el ferry y, a pesar de que era una tarde invernal, la visita a Central Park fue mágica. En el zoológico, el leopardo de nieve caminó con paso lento a sólo unos metros de distancia de nosotros y el panda rojo, que normalmente duerme casi todo el día, se movió con agilidad entre los árboles. Mi hijo me preguntó si podíamos dar un paseo en carreta y, como era algo que yo siempre había querido hacer, pero nunca había podido justificar debido a mi política de frugalidad, acepté. Nos acurrucamos debajo de las cobijas y le dimos la vuelta a Central Park como lo habríamos hecho en la época de Frederick Law Olmsted. Nuestro conductor nos dijo que el caballo necesitaba estirar las piernas, así que pasamos volando debajo de los árboles desnudos y los rascacielos. Ni yo ni Jasper podíamos dejar de sonreír porque sabíamos que, en la noche, cuando terminara toda esa diversión, todavía iríamos a ver El rey león.

Más tarde nos acurrucamos en una de las camas del hotel y platicamos de nuestro día. Sé que en algunos años todo eso habrá quedado en el pasado. Jasper ya casi está de mi estatura, pero por el momento aún es un niñito impaciente. Todavía le emociona subirse a un bote, al metro, a un taxi y a un elevador. Como yo viví en Manhattan durante muchos años, me siento saciada de casi todos los atractivos de Nueva York, pero recuerdo que cuando tenía 23 años y me mudé ahí también estaba asombrada. Me sorprendían las pequeñas cosas como las florecitas azules de los restaurantes de delicatessen de la esquina que estaban abiertos a cualquier hora que quisieras comprar algo. Había visto flores blancas, ¿pero azules?

Durante dos días viví este asombro a través de la mirada de alguien más. Sé que, en buena medida debido a la existencia de mi hijo y de sus tres hermanos, jamás volveré a ser esa chica de 23 años, pero estar con Jasper me trajo de vuelta parte de esa alegría a la que creo que no habría tenido acceso de ninguna otra forma. Y todo sucedió gracias a que amo a esta personita y a que compartimos el hermoso regalo que es el tiempo.