Al nacer, las criaturas están mal formadas, así sucede con todas las innovaciones, que son los nacimientos del tiempo; no obstante, como aquéllos que primeramente aportan honor a su familia son generalmente más valiosos que la mayoría de sus descendientes, así el primer precedente (si es bueno) rara vez es alcanzado por imitación; pues el mal, para la naturaleza pervertida del hombre, tiene un movimiento natural más fuerte en constancia, pero el bien, como movimiento forzado, es más fuerte al principio. Seguramente, cada medicina es una innovación y el que no quiera aplicar remedios nuevos tenga que esperar nuevos males, pues el tiempo es el mayor innovador; y, por supuesto, si el tiempo altera las cosas para empeorarlas y la sabiduría y la prudencia no las alteran para mejorarlas ¿cuál será el final? Es cierto que lo que está establecido por la costumbre, aunque no sea bueno, por lo menos es apropiado; y las cosas que durante mucho tiempo han marchado juntas, están, como sea, adaptadas entre sí; además, son como extranjeras, más admiradas y menos favorecidas. Todo eso es verdad, si el tiempo continúa, el cual, por otra parte, pasa tan rápido que una obstinada retención de costumbres es tan turbulenta como una innovación; y quienes reverencian demasiado los tiempos antiguos no son más que el desdén del presente. Por tanto estaría bien que los hombres siguieran en sus innovaciones el ejemplo del propio tiempo, el cual, por supuesto, hace muchas innovaciones pero tranquilamente y por grados que apenas se perciben; pues si no, todo lo que sea nuevo es inesperado y siempre mejora a unos y perjudica a otros; y el que es afortunado lo toma por una suerte y da gracias al tiempo; y el que es perjudicado, por desgracia, se lo imputa al autor. También es bueno no intentar experimentos en los Estados, salvo que sean de urgente necesidad o de utilidad evidente; y debe tenerse en cuenta que ha de ser la reforma la que produzca el cambio y no el deseado cambio el que busque la reforma; y, por último, que la novedad, aunque no sea rechazada, sea sostenida por algún indicio, y, como dicen las Escrituras: Nos paremos en las sendas antiguas, miremos en torno, y descubramos cuál sea el camino derecho y andemos por él.