Hay en esto una sabiduría que sobrepasa las normas de la medicina. La propia observación de cada cual, lo que encuentra bien y lo que encuentra mal, es la mejor medicina para preservar la salud; pero es más seguro decir: Esto no me conviene, por tanto no seguiré con ello, que esto otro, no encuentro daño en esto, por tanto puedo usarlo: porque la fortaleza natural en la juventud resiste muchos excesos cuyos efectos no se notan hasta edad avanzada. Daos cuenta del paso de los años y no sigáis haciendo la misma cosa siempre, pues no se podrá desafiar a la edad. Estad alerta ante los cambios repentinos en los puntos importantes de la alimentación y, si es necesario imponerlos, adaptad lo demás a ellos; pues es un secreto, tanto en lo natural como en lo artificial, que es más seguro cambiar muchas cosas que una sola. Examinad vuestros alimentos habituales, sueño, ejercicios, ropas y cosas análogas; y tratad, en todo lo que juzguéis dañino, de interrumpirlo poco a poco; pero de tal modo que, si encontráis algún inconveniente con el cambio, volváis a ello otra vez; porque es difícil distinguir lo que generalmente se tiene por bueno y saludable de lo que es bueno particularmente y apropiado para vuestro cuerpo. Estar despreocupado y de buen humor a las horas de las comidas, del sueño y del ejercicio es uno de los mejores preceptos para larga vida. En cuanto a las pasiones y ocupaciones de la mente, evitad la envidia, los miedos angustiosos, la ira interior, las cuestiones sutiles y complicadas, las alegrías y risas excesivas, las tristezas no comunicadas. Las esperanzas gratas, regocijos más que alegrías, variedad en los deleites más que el hastío de ellos; maravillarse y asombrarse y por tanto tener novedades; estudios que llenan la mente con temas espléndidos y nobles como historias, fábulas y contemplación de la naturaleza. Si te alejas completamente de la medicina, la encontrarás demasiado extraña a tu cuerpo cuando la necesites; si te familiarizas demasiado con ella, no te producirá mucho efecto cuando te sobrevenga la enfermedad. Más bien recomiendo alguna dieta en ciertas estaciones que el uso frecuente de la medicina, salvo que se haya hecho ya habitual porque entonces esas dietas alteran más el cuerpo pero lo perjudican menos. No desprecies los nuevos acaecimientos en tu cuerpo sino que has de pedir consejo sobre ello. En la enfermedad, pon atención a la salud; y en la salud, a la acción. Porque quienes se preocupan de mejorar su cuerpo durante la salud, pueden, en la mayoría de las enfermedades que no sean muy agudas, curarse sólo con dieta y vigilancia. Celso no habría podido hablar como médico de no haber sido un sabio al mismo tiempo, cuando daba como uno de los grandes preceptos de salud y longevidad que el hombre debía variar e intercambiar los contrarios pero con tendencia al extremo más benigno. Utilizar el ayuno y la comida completa, pero más bien la comida completa; velar y dormir, pero mejor dormir; reposo y ejercicio, aunque mejor el último, y así sucesivamente; así se cuidará la naturaleza y se enseñará a dominarla. Algunos médicos son muy complacientes y conformables con el humor del paciente con lo que no alcanzan la verdadera curación de la enfermedad; algunos otros son tan exactos en proceder con el arte de la curación que no respetan suficientemente la condición del paciente. Escoge uno intermedio; o, si eso no lo encuentras en un solo hombre, combinar dos de ambos tipos; y no olvides de trabar profundo conocimiento con tu propio cuerpo, pues eres el más indicado para ello.