Las siete puertas del infierno en Mendoza
Cuenta la leyenda que en toda metrópoli hay siete puertas que conducen directo al infierno. Son portales ocultos, siniestros, secretos, pero como todo lo relacionado con el diablo, están a la vista de cualquiera, solo basta buscar para encontrar. Y Mendoza no está exenta de ellas.
Estas puertas se abren todas las noches puntualmente a las 3 de la mañana y liberan por la ciudad a las más nefastas almas que se encargan de atormentar, confundir, tentar y hostigar a propios y ajenos de la ciudad. Como una horda de alimañas hambrientas, los demonios se cuelan entre las galerías, en los locales, en los semáforos solitarios de la noche, entran por las ventanas de los departamentos, por las hendijas de las puertas de los cafés, por las cerraduras de las farmacias de turno y los tugurios de mala muerte.
Suelen poseer por algunos minutos u horas a esas almas débiles o depresivas, tristes, arruinadas, melancólicas, para hacerlas cometer atrocidades de todo tipo. Se meten dentro del cuerpo de los taxistas y los transforman en violentos conductores suicidas o en mudos y momificados fantasmas vacíos e insulsos. Se les aparecen a los locos que deambulan errantes por las calles del centro para asustarlos y muchas veces instarlos al suicidio o a cometer actos vandálicos, como orinar paredes o defecar en la puerta de las iglesias urbanas. Cuando una pareja discute luego de las 3 de la mañana en la ciudad, sin duda un demonio se mete dentro de uno de los dos y lo pone violento o escurridizo. En los bares poseen a las mozas lindas, para ningunear y tratar con desprecio a los clientes solitarios, que buscan en el refugio del alcohol la solución a sus infortunios y desamores. En boliches citadinos y antros bailables están en cada una de las mujeres hermosas, para defenestrar a todo desdichado poco agraciado que intente incursionar en el arte de la seducción, porque el demonio es débil ante la belleza ajena, así que solo hace sufrir a los mártires del cortejo, aquellos acostumbrados a los fracasos sentimentales.
Los más afectados psicológicamente por los demonios son los ludópatas nocturnos, quienes sienten la necesidad física de apersonarse en los casinos luego de la hora maldita a jugarse sueldos, hipotecar inmuebles y prendar autos, padeciendo todos los sinsabores de este espantoso vicio. Están en todos los actos funestos, en todo asesinato, en todo suicidio, en todo siniestro o acción violenta. Son los demonios los culpables de todas las atrocidades que se comenten en el centro de las metrópolis por las noches. Solo ellos.
Además, las horrorosas puertas, suelen abrirse al público en general en algunas oportunidades, para que personas corrientes ingresen, y una vez dentro… , una vez dentro suceden los más macabros festines demoníacos, como fiestas turbias, farras prohibidas, bailes diabólicos, sacrificios sexuales, espectáculos de magia negra y todo tipo de rituales paganos.
Las puertas son confusas y nadie tiene claro a dónde llevan, por qué están ahí o qué sentido tienen. Pero todos las pueden ver… desde tiempos inmemorables.
Hay una forma, solo una, de cerrar estas puertas. Pero el sacrificio que esto implica es prácticamente imposible de llevar a cabo. Tiene que entrar un menor puro, virgen, libre de pecados de cuerpo y alma, en el momento preciso en que las puertas se abren, a la hora maldita, y cerrarlas desde el lado de adentro, quedando atrapado para siempre. Cada puerta que se cierra aumentaría el flujo de demonios en las restantes aún abiertas, por lo que el sacrificio sería cada vez mayor al ir cerrando puertas. Incluso al cerrar seis, la séptima sería custodiada por el mismísimo Diablo. Habría que conseguir muchos jóvenes mártires que deseen entregar su vida por el bien de la humanidad y que a cambio reciban la condena eterna de ser atormentados por los siglos de los siglos, dentro del más miserable infierno. Incluso la batalla que se libraría en las últimas puertas sería brutal y sangrienta.
Cuando escuché de la leyenda decidí investigar y creo haber encontrado al menos seis de las siete puertas del infierno en Mendoza. Comencé preguntando en el lugar céntrico más sagrado de la ciudad: la Iglesia de los Jesuitas.
No puedo nombrar al cura con el que hablé por motivos obvios, pero me llevé una gran sorpresa cuando me dijo que una de las puertas estaba en la mismísima Iglesia y que la habían intentado tapiar inútilmente. Del otro lado no había absolutamente nada, la puerta no llevaba a ningún sitio. Esta puerta pertenecía a la parroquia; hoy una publicidad clausuraba su normal uso. Sin dudas había encontrado la primera de las siete puertas.