CAPÍTULO 39

–¿Willow?

Me siento extraña al pronunciar su nombre. Se dirige a los guardias, sin dejar de mirarme a la cara ni un instante:

—Ya podéis marcharos.

El sargento acompaña a los guardias al exterior del aerodeslizador. Se mueven al unísono, como una fila de muñecos mecánicos. Willow y yo nos quedamos a solas. Todavía me zumban los oídos a causa de las balas, y caigo en la cuenta de que hace días que ni como ni duermo como es debido. Intento concentrarme en su atractivo rostro, pero se vuelve borroso, las líneas afiladas, metálicas, del interior del vehículo se difuminan a su alrededor.

—¿Rose? ¿Estás bien?

Oigo su voz a pesar de que todo está a punto de desvanecerse y, por un instante, me olvido de mi otro nombre, de mi nombre del canon. Abro la boca para contestar, pero lo único que consigo articular es un caos de sonidos vocálicos.

—Ven. —Me conduce hasta un taburete de metal y me ofrece una taza de algo caliente—. Es té, te ayudará con la conmoción.

Miro sus ojos de cobre. No sé si quiero darle un abrazo o pegarle un bofetón. Todos mis sentimientos se confunden entre sí y forman una bola horrenda, amorfa, en el estómago. Me alegro mucho de que no esté con Alice, y hay algo en ese rostro tan perfectamente organizado —la simetría y el orden— que hace que me sienta a salvo. Pero también estoy enfadada. Furiosa. No solo porque se haya acostado con mi supuesta mejor amiga, sino también porque conoce la existencia de los duplicados y, aun así, no hace nada; y habría dejado que aquellos guardias le amputaran las manos a Nate si Alice la Saco de Escoria no hubiera intervenido... ¿Cómo pudo ser tan pusilánime?

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto.

—Tenía la esperanza de poder ser tu caballero de la brillante armadura. He venido a salvarte.

«A salvarme... ¿Por qué quiere salvarme?» El aleteo de esperanza ha vuelto y comienzo a pensar que a lo mejor siente algo por mí. Pero me obligo a mantener la compostura: no sería la primera vez que me decepciona.

—¿Cómo te has enterado de que estaba aquí? —continúo.

—Rose, sé que estás con los rebeldes, y no pasa nada, no estoy enfadado. Al principio sí, pero cuando mi padre me explicó los planes de los gemas para tenderles una emboscada a los rebeldes esta noche, lo único que me importó fue que estuvieras a salvo.

No puedo evitar fruncir el ceño.

—¿Cómo sabes que soy una rebelde?

—Alice. La chica del baile, la del mercado.

—Ah... ella.

Hace caso omiso de mi tono, pero no puede disimular la vergüenza que le tiñe la mirada.

—¿Por qué te marchaste así? Nos besamos y ya no pude volver a encontrarte.

«Porque te follaste a mi mejor amiga, puto». Me fuerzo a esbozar una ligera sonrisa.

—¿De verdad no lo sabes?

Agacha la cabeza y le veo la coronilla por primera vez: todos los mechones de color caramelo surgen en espiral a partir de un único punto central. Me recuerda a un molinete. Suspira.

—Cometí un error terrible. Solo fue una vez, pero supongo que bastó.

—Sí, te vi con ella la noche en que me marché. Me partió el corazón.

No estoy mintiendo. Descubrir que mi mejor amiga podía traicionarme de esa forma me afectó, pero dejo que Willow crea que fue cosa suya. Su culpabilidad podría actuar en mi favor.

—Rose, lo siento mucho. —Me coge las manos y me acerca a él de manera que capto el aroma a cítricos de su jabón y la menta de su aliento—. Verás, me dijo que trabajaba para el gobierno, que era una especie de agente que desenmascaraba espías impes. Cuando me dijo que solo te estabas acercando a mí para pasarles información a los rebeldes, me disgusté mucho y... Fui un estúpido. Me arrepentí de inmediato.

¿Alice le dijo a Willow que yo hacía labores de espionaje para los rebeldes? Si Willow se hubiera ido de la lengua ante las autoridades gema, mi supuesta mejor amiga podría haber conseguido que me mataran. Sé que es improbable, teniendo en cuenta que Willow perdonó a Rose por estar con los rebeldes, pero corrió un riesgo enorme. Me recorren oleadas de sorpresa y rabia, me revuelven el estómago y me dejan sin aliento. ¿Tan dispuesta estaba Alice a jugar con mi vida?

Y además no me contó que había engañado a Willow, que lo había confundido, solo se limitó a dejar que me creyera que era mejor que yo. Tal vez Alice no posea ningún tipo de extraño poder vudú sobre los hombres, quizá solo conspire y maquine, y se saque las tetas, como dijo Katie. Bueno, puedo competir con eso... aunque puede que no con sus pechos. Empiezo a sentirme más fuerte, empoderada. Me lleno los pulmones de aire y me llevo la mano al cuello, donde solía estar mi colgante.

—Más o menos decía la verdad. Soy una rebelde impe. Se suponía que debía ganarme tu confianza y descubrir los secretos de los gemas, pero todo eso cambió en cuanto te conocí.

—Lo sé, lo sé.

«Chulo arrogante», pienso, pero sigo sonriendo, desesperada por volver a encarrilar el canon.

—Sabía que jamás podría traicionarte, incluso después de haberte visto con Alice. Es una de las razones por las que me marché de la mansión, para poder decirles a los rebeldes que había fracasado. Así te dejarían en paz para siempre.

Sé que me estoy comportando como una manipuladora, pero hay tantas cosas que dependen de que vuelva a ganármelo, que me da totalmente igual.

Y parece que se lo está tragando. Sonríe y me mira a los ojos.

—¿Incluso después de que me vieras con otra chica? Eres increíble, Rose, y me da igual que estés con los rebeldes, ni siquiera me importa que seas una impe. —Me quita la taza de las manos y me abraza—. Por eso he venido, para llevarte de vuelta a la mansión. El sargento es un amigo de la familia y me ha dicho que me ayudará a sacaros a tu hermano y a ti de aquí sin que nadie se entere.

Durante un momento, sus palabras me tientan. El tufo a humo y carne quemada aún no ha llegado hasta aquí. Solo huelo Los Pastos: frescos, puros y cargados de polen. Pero sé que todo eso es una mentira.

Me aparta el pelo de la cara.

—Muchos gemas tienen amantes impes. Aunque tú serías mucho más que eso, por supuesto. Es decir, en algún momento tendré que casarme con una chica gema, pero solo sería para guardar las apariencias.

Un plan comienza a tomar forma en mi cabeza. Entorno ligeramente los ojos mientras intento pensar. Ojalá tuviera lápiz y papel para anotarlo todo y no quedarme enredada en las diferentes fases. Si los gemas me capturan esta noche, Willow todavía podría declarar su amor por mí en el baile del ahorcado de mañana. Solo tengo que alejarme de él sin despertar sus sospechas. Después tendré que poner a Nate, Ash y Katie a salvo antes de entregarme a los gemas.

Podría funcionar. El entusiasmo se añade a mi pánico anterior, así que tengo la sensación de estar a punto de rebosar adrenalina. Todavía estoy a tiempo de provocar una revolución. De irme a casa. De salvar a los impes. «La esperanza brota como una florecilla».

Rodeo la cintura de Willow con los brazos con la intención de dar más peso a mis palabras.

—No hay nada que desee más que estar contigo. Pero antes necesito poner a mis amigos a salvo. ¿Me ayudarás?

—Claro.

—Sácanos de aquí en el aerodeslizador, sin guardias, y cuando sepa que ellos están a salvo, seguros tras las murallas de la ciudad, volveré a la hacienda.

—Te acompañaré.

Niego con la cabeza tras recordar con un escalofrío a la multitud dispuesta a linchar a cualquiera que parezca gema.

—Los impes te matarán si descubren que eres un gema.

«Y entonces no podrás completar el canon», pienso con un aguijonazo de culpabilidad.

Suspira y cede con lo que tal vez sea demasiada facilidad.

—Por favor, ten mucho cuidado.

Me besa en la boca. Pero ya no me parece un beso... es más bien... como dos personas que chocan los labios.

Me aparto con suavidad.

—Lo tendré, te lo prometo.

—Entonces démonos prisa.

Se acerca a la escotilla.

—¿Willow?

Se detiene y se vuelve, con la mano suspendida sobre un botón verde, brillante.

—¿Cómo se ha enterado tu padre del asalto a la Carnicería?

Se encoge de hombros.

—No me lo ha dicho, ¿por qué?

Es algo que me ha preocupado desde que empecé a oír el rugido de los helicópteros gema. ¿Cómo es posible que los gemas supieran que íbamos a atacar la Carnicería? En el canon, Willow era quien facilitaba el ataque, pero en el ahora lo he facilitado yo. Es imposible que ni un solo gema estuviera al corriente, exceptuando que tengamos un topo entre nuestras filas.

—Por pura curiosidad —digo restándole importancia al asunto con un gesto de la mano.

Willow aprieta el botón y la puerta se abre. Se dirige a la entrada.

—Traedme a los dos chicos, por favor.

Ash y Nate emergen de la oscuridad. Oigo como se desliza la escotilla al cerrarse herméticamente a nuestra espalda. Tras haber contemplado el rostro limpio y perfecto de Willow, Nate y Ash parecen un par de ratas medio muertas, cubiertas de mugre, sangre y moratones. Siento la imperiosa necesidad de abrazarlos.

—¿Qué está haciendo él aquí? —pregunta Ash.

Niego con la cabeza, instándolo a cerrar la boca. Willow me rodea los hombros con un brazo y me planta un beso en la mejilla.

—Entonces, nos alejaremos de los soldados.

Nunca había visto a Ash fruncir el ceño con tanta intensidad. Pero no puedo evitar que se me escape una sonrisa: se me acaba de ocurrir otra idea. Le guiño un ojo a mi hermano.

—Solo tenemos que encontrar una tapa de alcantarilla.

—¿Una tapa de alcantarilla? —repite Willow.

—¡Madre mía! —exclama Nate encantado—. Vamos a entrar en las cloacas.