CAPÍTULO 3

Esperamos para conocer a Russell en una sala larga y en penumbra. La cola es más corta de lo que me esperaba, solo hay un par de adolescentes que revisan los selfies de su móvil.

Una mujer con un portapapeles en la mano nos toma el nombre y coge nuestros billetes de diez libras arrugados.

—Vale. Vamos bien de tiempo. Vuelvo enseguida.

Se va con las chicas de los selfies por una puerta que hay al fondo. Estiro el cuello para ver si logro vislumbrar a Russell, pero van demasiado rápido.

—No me puedo creer que esto sea real. —Alice me estruja la mano.

—¡Lo sé! —respondo.

—¿Estoy guapa?

—Claro que sí —respondo, sin mirarla.

—¿Crees que Russell habrá oído hablar de mí?

Nate se echa a reír.

—Ni de broma. Es una superestrella, ¿te crees que anda leyendo cualquier fanfic de una aspirante a Sally King?

—Gracias por tu opinión, pero a ti no te he preguntado nada —replica Alice en tono ácido—. Y, para que te enteres, no me interesa ser como Sally King, la pobre desgraciada se suicidó después de solo una novela. Yo escribiré una trilogía.

—¡Guau! Tienes un corazón que no te cabe en el pecho —exclama Nate—. Descanse en paz la dulce Sally King.

—Pero ¿a ti quién te ha invitado a la fiesta, mequetrefe? —Alice le pincha con un dedo en las costillas y Nate chilla como si tuviera cinco años. Cualquiera que los viera creería que son hermanos.

Vuelve Doña Portapapeles.

—Muy bien, chicos, os toca a vosotros.

Alice nos aparta y pasa primero, taconeando. La seguimos y entramos en otra sala mal iluminada. Veo a Russell Jones de pie en el fondo, las chicas de los selfies estrujan su tonificado cuerpo, y les rodea la cintura con sus fuertes dedos. Sonríe, y el flash de la cámara ilumina los andamios que hay sobre nuestras cabezas y la lona que tiene a su espalda. La banda sonora de la película, los violines y los tambores me retumban en la cabeza y siento una repentina descarga de adrenalina.

Veo a Julia Starling, la actriz que interpreta a Rose, sentada en un escritorio, charlando con unos guardias de seguridad. Bajo el resplandor esmeralda de las luces del escenario parece incluso más etérea de lo habitual. Sus manos aletean ante su cara mientras suelta risitas chillonas. El pelo le cae por la espalda como una cascada de ondas oscuras y brillantes sin signos de encrespamiento. Lleva vaqueros y una blusa blanca y de pronto me siento como un fraude, con aquella túnica, tratando de hacerme pasar por Rose. Sé que soy guapa, en mi estilo pálido y peculiar (al menos la gente me dice que soy guapa en un estilo pálido y peculiar), pero nunca podría tener la gracia y la delicadeza de los rasgos de Julia.

Las chicas de los selfies se marchan. Russell bebe un trago de agua, lo que me permite intuir la forma de la nuez, que le sube y le baja por la garganta como la punta de una espada.

—Disfrutad —dice Doña Portapapeles, acompañándonos hasta él.

Russell nos saluda con un gesto de la cabeza y de inmediato clava la vista en Alice. La semillita de la envidia se expande hasta ocupar todo mi cuerpo.

Le atraviesa la cara una sonrisa de dientes tan blancos que casi relucen.

—Una hermana gema. No es una elección muy popular, pero si te lo puedes permitir no te cortes, qué coño.

—Sí, ¿verdad? —la risa de Alice es un trino nervioso.

Russell se aparta el cabello color caramelo de los ojos y me dedica su atención.

—Ah... Rose, amor mío, me has encontrado al fin. —Sus ojos son como los de Willow; sus pupilas irradian motitas color ámbar, son como rayos de luz que escapan de una esfera negra, un eclipse solar. Pero no tienen la amabilidad de Willow—. Jules —grita—. ¡Eh, Jules! Esta es la mejor Rose que he visto en todo el día.

Jules nos mira por encima del hombro y sonríe.

—¿Me quieres quitar el trabajo, chica? —Abro la boca para contestar, pero no sale ninguna palabra. Jules se ríe—. Me estoy quedando contigo... Estás genial, de verdad. Me encanta tu faja.

—Gracias. —Mi sonrisa amenaza con partirme la cara en dos.

—Y tú debes de ser Thorn —dice Russell, tendiéndole la mano a Nate, que se la estrecha tal vez con demasiado entusiasmo.

—Soy un gran fan, un gran fan, un gran fan...

Russell señala el broche de la túnica de Nate: una flor de cardo tallada en roble.

—Bonita insignia, el símbolo de la rebelión impe.

—«Córtanos y renaceremos más fuertes». —A Nate se le ilumina la cara—. Ya sabes, como las malas hierbas.

Russell le da una palmada en la espalda, creo que para que se calle, y se vuelve hacia Katie.

—¿Y de qué vas tú?

—De hélice de ADN.

—Muy inteligente, me gusta.

Me doy cuenta de que Alice frunce el ceño y se le agrieta la base de maquillaje.

Se oye un chirrido sobre nuestras cabezas y la luz esmeralda oscila y arroja sobre nosotros una sombra gigante que cruza, veloz, los rasgos perfectos de Russell.

—¿Cómo preferís que lo hagamos, chicos? ¿En grupo o por separado?

—En grupo —decimos Katie y yo en estéreo.

Alice no debe de habernos oído, porque dice:

—Por separado, por favor.

Oigo el chirrido otra vez y recorro con la vista el andamiaje: parece bastante consistente. Los violines me están dando mucho por saco.

—Muy bien, superhumana, ven aquí. —Russell coge a Alice por la cintura, pero no me pongo celosa; solo estoy un poco mareada, como si me acabara de beber un vodka con Red Bull de un trago.

Hasta ahora no me había fijado en el fotógrafo, que parece salir de la nada, como atravesando la oscuridad. Vuelvo a oír el chirrido, la luz esmeralda vuelve a oscilar.

—¿Cómo te llamas? —pregunta Russell.

—Alice.

—Pues ahora sí que estás en el País de las Maravillas.

Willow nunca habría dicho eso. La decepción me sube por la garganta y los labios se me paralizan. Se dispara el flash y la luz les blanquea las caras y crea una sombra que se proyecta en la ondeante lona. Parpadeo unas cuantas veces.

Alice suelta una risita.

—Mi seudónimo de escritora es Anime Alice. Escribo muchísimos fanfics de El baile del ahorcado, seguro que has oído hablar de mí.

Russel parece impresionado.

—¿Tú eres Anime Alice? ¿La Anime Alice de verdad? Claro que te conozco, causas furor en internet. ¡Eh, Julia! Sácame una foto con Alice, que me irá genial para Instagram.

Alice no puede resistirse a arquear una ceja en honor a Nate, justo antes de que le estalle una sonrisa en toda la cara.

Julia saca el iPhone del bolsillo.

—Espero que te pague algo por esto. Te llamabas Alice, ¿no? —Saca la foto—. Deberías venir a la próxima ComicCon y participar en la mesa redonda de fanfic. Tienes una cara fantástica para la publicidad.

Alice abre la boca para responder, pero los tambores parecen subir de intensidad, ahogando sus palabras, y las fosas nasales se me llenan de un extraño olor a medicamentos y tela quemada. Me llevo las manos a las sienes y siento que el pulso se me desboca.

—¿Violet? —dice Katie.

Otra vez el chirrido, más agudo esta vez. No son los violines, seguro. La luz esmeralda empieza a oscilar de nuevo, como una bombilla a punto de fundirse o como si se hubieran quedado mil polillas atrapadas tras el cristal.

—¡Violet! ¿Estás bien? —repite Katie. Su cara pasa del verde al blanco, del blanco al verde.

Siento que el suelo se balancea medio metro hacia la izquierda, como si me acabase de bajar de una atracción de feria, y el desayuno me sube, denso y caliente, más allá de la garganta. Creo que oigo gritar mi nombre. Miro a Nate y lo veo con los ojos marrones abiertos como platos y la boca también abierta. Miro hacia arriba por instinto y ahí es cuando lo veo: la luz esmeralda gira colgada de un cable y los andamios se precipitan hacia abajo. Apenas tengo tiempo de taparme la cara cuando toda la estructura de metal se nos viene encima.