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Luis Gallego era un cantante andaluz y un virtuoso intérprete de la guitarra, desconocido del gran público en su tierra española. Decidió probar fortuna en el continente americano, pero la escasa relevancia de sus composiciones, su complicado carácter y su afición a los vicios mundanos lo llevaron de fracaso en fracaso. Siempre de la mano del clan de sus inseparables hermanos mayores, emprendió una vida más propia de granujas que de artistas, llena de engaños y más de una acusación de estafa. Una vida nómada de país en país, saliendo siempre de mala manera y apenas saboreando el éxito en la Argentina con un tema llamado “Frente a una copa de vino”. En ese Río de la Plata fue donde dos caminos iban a cruzarse, donde sería concebido un futuro bebé, donde daría comienzo una historia que acabó forjando uno de los más grandes ídolos de masas del público latino.
Luis Gallego Sánchez, nombre verdadero del que artísticamente y para el resto de sus días sería conocido como Luisito Rey, nació en la calle Santo Domingo de la ciudad de Cádiz, el 28 de junio del año 1945. Cádiz es la provincia más meridional de España, antiguo puerto por donde, a través del río Guadalquivir, como rezan las célebres habaneras, entraban y salían desde o hacia Sevilla los galeones que comunicaban la península con las colonias de las por entonces llamadas Indias. El río bético forma la división natural entre la gaditana Sanlúcar de Barrameda y la provincia de Huelva, la cuna del Descubrimiento de América, orgullo de la raza hispana, donde se erige el monumento a Colón y el Muelle de las Carabelas. A la capital gaditana la llaman la Tacita de plata y dentro de su provincia se halla la ciudad más sureña de la Península ibérica, Tarifa, desde la que se divisa África en medio de los enormes vientos del Estrecho de Gibraltar.
Pero más allá de sus peculiaridades geográficas, Cádiz es conocida por ser cuna de arte flamenco en locales de comparsas o rincones donde se mezclan la sangre gitana con la sangre paya entre el vino fino, las guitarras y el humo del tabaco. De San Fernando, sin ir más lejos, donde pasó sus últimos años el abuelo paterno de Luis Miguel, era el mítico cantaor Camarón de la Isla. Cádiz es cantera de talentos creativos donde no falta el gracejo nativo de sus gentes, cuyo ingenio y peculiar manera de hablar son muy seductores y cuyas chanzas son conocidas en toda España, como lo demuestran sus famosas chirigotas carnavaleras.
Este gracejo andaluz, combinado con la picaresca típica de la idiosincrasia hispana, sería en el futuro una de las armas que los Gallego usarían en su deambular latinoamericano para subsistir a costa de terceros. La picaresca y la mentira se instalaron en la vida de Luisito desde el mismo momento que nació y hasta sin querer, su familia no tuvo rubor alguno en reconocer que a pesar de haber nacido un 28 de junio, la fecha falsa que constaría de manera oficial para la posteridad en sus documentos sería la del 2 de julio para verse beneficiados de una ayuda social. Este patrón de comportamiento granuja de los Gallego se calcará al cambiar el lugar de nacimiento de Luis Miguel cuando empezó a cantar. El intérprete de “Ahora te puedes marchar” tuvo también una fecha de cumpleaños equivocada, aunque ese error, como veremos más adelante, no parece fruto de intenciones bribonas sino más bien una cuestión de imprecisión, y una documentación mexicana falsa cuando empezó a cantar. Se le consiguió vía el Negro Durazo un pasaporte mexicano falso en los años 80, con un lugar de nacimiento y una fecha falsa, donde él tenía dos años menos, esa era al menos la versión que sostenían quienes se vieron involucrados en aquella falsificación. No encontré nunca mayor explicación para justificar la manipulación de la edad que adaptar la fecha a la versión que se manejó de que los papeles se habían quemado en un convento o retrasar deliberadamente dos años la mayoría de edad de Luis Miguel.
España no había participado en la Segunda Guerra Mundial pero había peleado su propia Guerra Civil entre 1936 y 1939, y vivía en la década de los 40 años de mucha hambruna y escasez generalizada. Otra posguerra dura y complicada que haría especial mella en el hogar del matrimonio que formaban Rafael Gallego Rey y Matilde Sánchez Repiso, en el que además de al pequeño Luisito había que alimentar a sus dos hermanos mayores, José Manuel, nacido en 1940, y Vicente, tres años mayor que el benjamín. El sueldo como farolero del padre de familia era escaso, la madre intentaba ayudar con trabajos domésticos. La situación y las “fatiguitas”, como dicen los andaluces, arreciarían cuando Rafael, el padre, enfermó y perdió el empleo, con una incapacitación perpetua que mermó los ya de por sí limitados ingresos.
El abuelo paterno de Luis Miguel, así como sus ascendientes inmediatos, eran grandes aficionados al cante flamenco como él mismo recordaba en las entrevistas realizadas para Luis mi rey. Habían destacado en reuniones familiares y de amigos sin nunca llegar más allá. Esta impronta genética de generosas facultades vocales unida a la de la familia Basteri, harían más tarde de Micky un portento de solista en ciernes con una interesante herencia donde se mezclaba el sentimiento del cante jondo andaluz y la imponente fuerza de la lírica italiana.
Luisito demostró desde muy pequeño que poseía un talento especial para tocar la guitarra y para cantar. En Cádiz empezó a correr de boca en boca su prodigio. Los Gallego contaban que llegó a llamar la atención del ilustre poeta gaditano José María Pemán y que gracias a su arte logró ganar algunas pesetas en concursos radiofónicos. Tal como sucedería años más tarde con el propio Luis Miguel, el genio del niño era visto por sus padres como una tabla en alta mar. Era la época de Joselito, conocido como “El Pequeño Ruiseñor”, que había puesto a soñar a miles de niños en toda España con sacar a sus familias de la pobreza a través del cante. De ahí que doña Matilde se entregara en cuerpo y alma a intentar que su hijo triunfara. No sólo no lo conseguiría, sino que daría paso al inicio de una biografía plena de incidentes, turbulencias y sobresaltos.
Con solo 8 años, el menor de los Gallego, cuyo nombre artístico en esos momentos surgió de la contracción de las primeras sílabas de sus apellidos, haciéndose llamar Luisito Gasán, logró grabar un disco sencillo donde se podían escuchar sus habilidades con la guitarra y con el género flamenco. Su madre se lo llevó a Madrid en busca de la fortuna, pero esta nunca llegó. Sobrevivieron con muchísimas penurias, endeudándose y siempre al borde de tirar la toalla y regresar a Cádiz. Lo impidió una joven promesa radiofónica. Según recordaban en la familia, su talento no pasó inadvertido para Encarna Sánchez, una locutora de radio que con el tiempo alcanzaría gran fama e influencia en España con su famosísimo programa Directamente Encarna, de hecho los Gallego presumían de su amistad, en algunas fotografías aparecía ella con Luis Miguel siendo niño. Una de esas fotos, tomada durante una estancia en la República Dominicana, apareció publicada por vez primera en Luis mi rey. La imagen correspondía a un encuentro que tuvieron años después, en 1975, cuando el clan Gallego andaba de lado a lado por toda América Latina. Coincidieron en Puerto Rico en una edición del festival de la OTI, ellos viajaron desde Venezuela con la expedición de la cantante Mirla Castellano y ella al parecer estaba en aquella época en una emisora de radio puertorriqueña. De allí pasaron unos días a la vecina Santo Domingo. En ella aparecía junto a Micky su hermano Alejandro.
Tenía pensado hablar con Encarna para ver qué tan cierto era todo aquello y cómo había sido su encuentro con los Gallego, así como saber qué opinaba de Luis Miguel y si tenía alguna relación con él. El acceso me lo facilitaría un buen amigo que trabajaba en su programa, pero desistí cuando supe que desafortunadamente su estado de salud estaba muy deteriorado a causa de la larga enfermedad que acabó con su vida. Encarna falleció en abril de 1996, aquel día yo estaba en Argentina.
Volviendo a esos primeros años, Encarna quedó encandilada con el talento del pequeño niño prodigio gaditano y lo presentó a sus oyentes, entre los cuales estaba la empresaria promotora argentina Herminia López, quien propuso llevarlo a Buenos Aires para lanzarlo a la fama. En realidad lo lanzó a un infierno que forjó más todavía la personalidad en ciernes, dura y anárquica, de un niño de 9 años solo en un país lejano. En aquella época Luisito conoció a un curtidor de pieles de origen andaluz, Apolo Martínez, que según me confesó era muy amigo de la señora Herminia y fue con ella a recibirlo a Ezeiza cuando llegó, cuya amistad se prolongó hasta la época de triunfo pleno de Luis Miguel en la Argentina.
El menor de los Gallego acabó escapándose de la casa donde se alojaba y huyendo del Río de la Plata con la ayuda de Apolo. Regresó a España como polizón en un barco mercante luego de dos años de una tormentosa relación con Herminia López, según él mismo contaba por incumplimiento de la señora y por un trato inhumano; el papá de Luis Miguel declaró que le hacía pasar hambre y no mandaba el dinero prometido a su familia española.
Cuando regresó a España la familia se mudó a Madrid. Se inició en las artes amorosas con la edad de un púber, hecho que se repetiría años más tarde con su hijo mayor. Sus hermanos le iniciaron en su devoción por el sexo femenino y fue habitual entre ellos compartir cama y placer a veces con la misma mujer, chisme que el propio Luisito presumía con todo aquel que se le cruzaba en sus locas noches de guitarra y parranda, cuando los efectos del alcohol y las drogas empezaban a notarse. Unos hábitos un tanto cuestionables si se enfocan desde la moral cristiana, que le acompañarían hasta la misma hora de su muerte en 1992 y que sin duda son el origen del rumor y la duda que han asaltado a lo largo de muchos años a personas del entorno de Luis Miguel, incluso al propio cantante, que cuestionaban la paternidad biológica de Luisito Rey.
He de decir al respecto que, si bien me constan esos rumores, no se puede cuestionar la paternidad de Luisito por cuanto no hay prueba alguna que demuestre lo contrario. En el año 2001 fui invitado al programa de TV de Marta Susana en Miami, en calidad de biógrafo de Luis Miguel a raíz de la polémica que surgió en Puerto Rico, donde un señor llamado José Juan Arias afirmaba ser el padre biológico del cantante y se sometía voluntariamente a la prueba del ADN que obviamente el artista jamás secundó. Según supe después, hasta publicó un libro al respecto al que llamó Luis Miguel es mi hijo. Arias se apoyaba en un cierto parecido físico en algunos rasgos de su rostro, porque en corpulencia desde luego no se le parecía en nada, él un boricua muy alto, Micky de estatura mediana. Además en ese presunto parecido facial que él presumía radicaba su primer y grueso error genético. Como hemos visto ya, el intérprete de “Directo al corazón” es un Basteri completo, no hay más que repasar la foto del bisabuelo gemelo. Sea quien sea el padre, el rostro de Luis Miguel tiene una ascendencia genética materna más que evidente.
Pero había más pruebas en su contra. Ya lo dije entonces en directo en el show de Marta Susana hace 17 años, grabado ha de estar, y reitero ahora en este nuevo libro. Con toda seguridad, ese señor no es el padre de Luis Miguel. No podía afirmar con rotundidad que no hubiera tenido como él decía una aventura con Marcela Basteri, pero desde luego sí desmentí con firmeza que como fruto de aquello se produjera el embarazo por una sencilla razón, Marcela ya estaba embarazada de Luis Miguel cuando llegó a Puerto Rico. Es más, ella misma confesó que salió embarazada de Buenos Aires.
El talento extraordinario de Luisito no iba a sobreponerse jamás a su personalidad conflictiva y muy deshonesta, que le arruinó constantemente cualquier posibilidad de triunfar. Huyó de España siendo apenas un adolescente, se convirtió en prófugo de la Justicia, entró a Francia con un nombre falso resultante de añadir un segundo nombre al primero y una letra al apellido, de ese modo aparecía como Luis Miguel Gallegos. La versión de los hermanos Gallego era que no quería hacer el servicio militar y que lo habían denunciado por presuntas injurias y blasfemias, que en aquella época eran constitutivas de delito, la España de Franco era un estado confesional católico. Sea como fuere, y si hubo o no más razones por las que tuvo que salir clandestinamente de su país, el joven cantautor y guitarrista acabó con sus huesos en París, donde nació una de las muchas milongas propagandísticas que serían una constante en toda la biografía familiar, maña que llevaba denominación de origen de los Gallego Sánchez y que aseguraba que era un artista apadrinado por Picasso.
Me contaban durante las entrevistas hechas en Cádiz en 1996 que el pintor malagueño Pablo Picasso lo había visto actuar en el Olympia y quedó impresionado con la interpretación de su paisano andaluz al grado de decir que era “un escalofrío que se escuchaba”. La coincidencia con el artista universal fue convenientemente utilizada por Luisito para intentar abrir puertas, incluso llegaba a exhibir un dibujo hecho a trazo de lápiz, donde se veía su silueta junto a la guitarra y abajo la presunta firma de Picasso. Era un dibujo falsificado como reconoció Mario Gallego en el invierno gaditano de 1996 luego de alguna que otra ronda de bares y dosis de JB. Meses más tarde me lo confirmarían otras fuentes. Luisito también era dado a soltarse de la lengua cuando la sangre empezaba a subir el nivel de alcohol y estupefacientes.
El mayor de los Gallego, José Manuel, al que todo el mundo conocía como Pepe, demostró desde muy joven sus habilidades para moverse como pez en el agua en todo tipo de negocios y ambientes. Se había formado en la universidad de la calle, en los avisperos más pícaros de su Cádiz natal y luego recorriendo el mundo a bordo de un barco en calidad de ayudante de cocina. Era el cerebro que complementaba el genio de su hermano pequeño, al que ayudó para su huida clandestina de España y al que representó en calidad de manager cuando decidieron, luego de la ruina que se les venía encima en París, cruzar nuevamente el charco rumbo a la Argentina para probar fortuna. Pepe presumía de su mucha vida recorrida y sus importantes contactos, sobre todo en México, en aquella comida en su casa de Osuna en enero de 1996 en la que no me permitió grabar una sola palabra de toda la conversación.
Con ese gracejo andaluz y la verborrea innata del embaucador que puede vender una nevera a un esquimal, Pepe me iba envolviendo en su conversación obviamente sin abordar algunos de los asuntos más espinosos que apuntaban directamente a su persona y que en aquel momento yo además desconocía. A Pepe lo señalaban fuentes muy solventes como el enlace en México con negocios de dudosa legalidad en la frontera de El Paso, Texas, como me reconoció el mismo Negro Durazo en el encuentro que tuve con él en el restaurante El Embarcadero de Acapulco, en 1996. Pepe se movía muy bien en las altas esferas de todo tipo. Suyo fue el arreglo para que Luisito viajara a Puerto Rico, suyo el plan para huir después de romper con Herger, suyo el arreglo con el mexicano Juan Pascual para que la familia, con un Micky ya crecido, regresara a México en los ochenta, suyo el mérito de lograr que Luis Miguel cantara en la boda de Paulina López Portillo, y de mover influencias en Televisa por medio de amigos pesados para que la naciente estrella asegurara su éxito. “Hay que tener amigos hasta en el infierno y estar siempre inventando el invento”, frases muy típicas de su manera de ser que yo mismo escuché de su viva voz. En otras palabras, la actuación de Pepe Gallego es vital e imprescindible para que el destino acabara desembocando en el fenómeno Luis Miguel.
Pepe Gallego se encargó de intentar abrirle paso a su hermano en Argentina en la década de los 60, donde a pesar de sus continuos incidentes motivados por su pesada personalidad, logró un triunfo relativo y temporal con el tema “Frente a una copa de vino”. Sus reuniones sociales, donde no faltaba la paella del mayor de los Gallego y el cante de Luis, abrieron puertas en noches eternas donde el alcohol y las drogas daban paso a continuos amaneceres, incluso en algunos casos a composiciones, él decía que la embriaguez lo inspiraba.
El éxito porteño reunió de nuevo a los tres hermanos. Vicente era otro bohemio polifacético que intentaba abrirse paso como artista con escaso éxito, inventando el invento, como él mismo repetía, siempre dado a los placeres que como vividor empedernido le tentaban con excesiva frecuencia. No tenía ni de lejos la perspicacia, astucia, genio y fuerte personalidad de sus otros dos hermanos, y según él mismo decía, trabajó en la Argentina gracias a la amistad de la familia con el actor Jorge Mistral, una amistad cuya profundidad nunca pude contrastar, debido a que Mistral se suicidó en México en 1972.