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Retorno frustrado:
la vida en “blanco” y “negro”

Como era lógico y previsible, la llegada de la familia a México no cambió un ápice la manera de comportarse de Luisito Rey, quien seguía abusando de la buena voluntad de Juan Pascual sin ningún tipo de rubor, mientras con su hermano Pepe seguía entrando y saliendo de la ciudad. Estamos en la época en la que las amistades de los Gallego van ampliando horizontes de muy diferente naturaleza. El actor Andrés García, otra persona clave en que los acontecimientos permitieran que Luis Miguel se convirtiera en estrella, al que entrevisté varias veces y como es sabido llegué a escribir más tarde su propia biografía, les presentó a Arturo “El Negro” Durazo, al que se agarraron como a un clavo ardiendo para sobrevivir.

Para dar una muestra de la catadura moral del personaje y de hasta dónde estaba dispuesto a llegar en la huida hacia delante de la supervivencia, puedo decir algo que ya se mencionaba en Luis mi rey, y es que El Negro me confirmó delante de un testigo, todavía vivo, lo que muchas personas en el medio en México sabían, que Luisito no tuvo ningún reparo en ofrecerle la compañía de su pareja como moneda de pago a cambio de ciertos favores. Crucé los dedos a la hora de saber si El Negro había aceptado la moneda y si Marcela fue obligada a tamaña barbaridad. Él me dijo que no. Quiero creer que así fue.

En esta época empiezan los continuos viajes al punto fronterizo de Ciudad Juárez y El Paso, Texas. La versión de los Gallego era que allí se ganaban el dinero con la compraventa de ropa. Yo tuve otras versiones, pero como siempre la responsabilidad de no afirmar abiertamente lo que sólo se sostiene en testimonios y no en procesos legales abiertos, me invita a ser prudente a la hora de redactar a qué se dedicaban en realidad y qué tipo de contactos frecuentaban en la frontera con los Estados Unidos.

La amistad con Durazo va a incrementar la tendencia de Luis Gallego a la vida de excesos, cocaína y noches interminables. En 2011 Canana y Canal Once produjeron un documental, Verdaderamente Durazo, dirigido por Mauricio Katz, que confirma el perfil que recabé del personaje. Ahí se describe a El Negro como mujeriego, parrandero, hedonista, megalómano y adicto desde sus tiempos en la policía judicial al alcohol y la cocaína. Anillo al dedo con el autor de la canción de la copa de vino y su hermano Pepe. Él les consiguió todo y por momentos parecía uno más de la familia Gallego en la época de San Bernabé, del mismo modo que Micky iba a cantar cada dos por tres a la casa del general porque a su mujer le encantaba cómo cantaba el niño.

Hay una anécdota posterior a Luis mi rey pero que confirma lo que allí se contaba. En octubre de 2002, en el programa Big Brother México, Roberto Palazuelos contó que, cuando era niño, Durazo les regalaba ametralladoras a Luis Miguel, a él y a sus otros amigos de “Los Vampiros”, incluido el actor Héctor Suárez Gomís. Palazuelos lo llamaba “el general”, y contó que les enseñaba a disparar y que además era muy espléndido, les obsequiaba con fajos de billetes de 1,000 dólares. Roberto fue contundente al afirmar en aquel programa “fue mi general quien en realidad descubrió a Luis Miguel”. Descubrirlo estrictamente no, pero financiar y posibilitar su lanzamiento y ascenso, sin duda.

En una de las múltiples ausencias de Luisito, Juan Pascual se decidió a hacer una visita a Marcela. Cuando me entrevisté con él recuerda perfectamente todo lo que estaba pasando y los muchos rumores que había en la ciudad sobre el proceder del cantautor andaluz: “Sí, mucha gente hablaba de que Luisito usaba a Marcela de una manera poco moral por decirlo de alguna forma, y había quien decía que yo los estaba ayudando precisamente por eso mismo, pero todo eso es falso, a mí Marcela jamás se me insinuó, siempre se comportó como una señora, pero a mí sí me daba mucho pesar porque Luisito peleaba mucho con ella, le voceaba, y eso no me gustaba. Donde quiera que esté para mí siempre será una santa por haber tenido que soportar todo aquello con ese marido. Ella era una mujer amorosa y abnegada. Yo les ayudaba al final ya por voluntad propia, por ella y por los niños, que estaban todo el rato en la casa sin hacer nada. Para mí eran unos paisanos en dificultades. Después de cuatro meses transcurridos me di cuenta que ni me pagaban nada ni iba a hacer carrera ninguna con Luisito. Casi todos los días les mandábamos comida al departamento, paellas, fabadas y otros guisos típicos españoles o platillos mexicanos, un encargado que se llamaba Eliut se lo llevaba y a veces hasta se lo llevaba yo personalmente, y allí sólo estaba Marcela y los hijos. Ellos no iban a la escuela, estaban perdiendo el curso escolar, se la pasaban en casa todo el rato con la mamá. Yo iba a pagarles un colegio privado bilingüe e iba a comprar un departamento para ellos y pagarlo en diez años, esas dos cosas no las hice, si no hubiera sido mayor todavía el desfalco que me hicieron.”

Juan Pascual me contó una de aquellas visitas, cuando acudió acompañado por otra persona a buscar al cantautor y como casi siempre no estaba. La mamá de Luis Miguel se esmeraba en ser amable y disimular como podía la tremenda pena que le daba la situación. Recordaba el fundador de Casa Juan que ella era buena cocinera, aquel día tras insistir para que se quedaran a comer con ella y con los niños, le ofreció unas habas frescas y una tortilla española.

Una de las anécdotas de aquella época que retratan como pocas la personalidad pícara del andaluz errante se produjo a raíz de la invitación que hizo la disquera EMI a Luisito para visitar Acapulco en la convención que organizaron en el hotel Ritz de la célebre ciudad de Guerrero. Aprovechando la ocasión, Juan Pascual quiso tener un detalle e invitó a su familia y a la de Luisito para que pudieran pasar una semana relajados por su cuenta en el Marriot. De aquellos días, en los que disfrutaron mucho, tenía buenos recuerdos y entrañables fotografías donde se ve a Luis Miguel en Acapulco con 10 años y a su hermano Alejandro, así como a su mamá, en compañía de la familia Pascual, con su esposa Margarita y una de sus hijas. El empresario alquiló un yate y pasearon por toda la bahía, fueron a Puerto Marqués, comieron mariscos, disfrutaron del sol y entre los recuerdos de mi anfitrión frente a un plato de paella estaban también las enormes borracheras que los Gallego agarraban en el yate y donde fuera sin freno ni pudor: “Ellos hacían auténticas barbaridades, se emborrachaban muy feo y tomaban drogas... algunas cosas mejor no quiero recordar; así se la pasaban todo el rato. Nosotros nos llevábamos a los niños para tenerlos alejados de todo eso, de ahí son las fotos por ejemplo en el restaurante La Perla.”

Él recordaba mucho la fascinación de Luis Miguel con Acapulco: “No tengo dudas de que el amor que tomó por Acapulco nació en aquel viaje, él andaba feliz en el barco, con el mar, el sol, la comida y todo. Luego ha ido muchas veces más, ya como cantante famoso y compró su casa allá donde se la pasa casi todo el rato (es bueno saber que estas declaraciones son de 1996). Una noche mi esposa Margarita y yo nos lo llevamos a cenar al restaurante La Perla junto a la famosa Quebrada para sacarlo del ambiente pesado y él estaba feliz.”

La semana fue tan buena que Luisito le dijo a su representante que se quedaran una semana más, que esa iba por cuenta suya, para devolverle el favor, él los invitaba. Juan Pascual dijo que le agradecía mucho el detalle pero no podía quedarse más días porque tenía que atender los negocios en la Ciudad de México. Luisito insistió una y otra vez. “Yo le dije que sí para que se callara, pero no podía quedarme. Al día siguiente me fui y dejé dicho que le comunicaran que me había llamado mi secretaria Yolanda y que había tenido que salir de urgencia. Cuando llegué a México me llamó por teléfono, que cómo le despreciaba la invitación, que regresara. Yo hice lo mismo, le dije que en un par de días volvía para que todos nos regresáramos juntos a México pero lógico yo no podía moverme de mis negocios. No entendía tanta insistencia hasta que a los tres o cuatro días me llama el gerente del hotel Marriot diciendo que ahí estaba Luisito Rey con él, que le estaba diciendo que yo me había ido sin dejarle dinero para pagar la cuenta y que yo era su representante y me iba a hacer cargo de los elevados gastos que había generado. Era el colmo del cinismo y de la desfachatez, cuando estaba diciendo que esa cuenta iba por su parte y que él mismo me había dicho que invitaba. Resultó que estaba escuchando la conversación y entonces le arrebató el teléfono al gerente y se puso él, gritando y hablando grosero como solía hacerlo, diciendo encima que cómo le había hecho eso. ¡Qué caradura! Le dije. Pero la cosa no acabó ahí, al poco tiempo me llamó el dueño del yate que habíamos alquilado. Él lo había vuelto a alquilar una semana más y lo dejó sin pagar diciendo que yo lo haría. El tipo estaba furioso. El gerente del Marriot no lo dejaba salir si no pagaba, a mi esposa sí pero a él no. Al final tuve que mandar a un encargado mío a Acapulco, un tal Amor, para pagar todas las cuentas y permitir que pudieran regresar a México. Además ni siquiera me dio las gracias, lejos de eso volvió a quejarse de cómo le podía yo hacer eso. Era inaudito, yo me indigné, y poco a poco se me fue acumulando todo hasta enfermar. Haciendo un cálculo así por encima del agujero que me ocasionó Luisito en todo el tiempo que duró la relación con ellos yo creo que estamos hablando de unos 250,000 dólares más o menos que lógicamente jamás recuperé. Pero además del dinero me costó la salud.”

Un buen día los Gallego desaparecieron sin dejar rastro del departamento dejando una deuda enorme de la renta y de los muebles. A Juan Pascual empezaron a aparecerle acreedores por todos lados a cuenta de Luisito, y los informes de sus colaboradores decían que estaba al borde de la ruina y que deberían arriesgarse a perder el Bulerías. No lo aguantó. Debió ser hospitalizado en el Hospital Español de la Ciudad de México y recibir tratamiento psiquiátrico durante semanas. Nadie de la familia Gallego fue a visitarle. Cuando se recuperó tuvo que vender algunas propiedades y viajar a España para reponerse.

Por inaudito que parezca, la cosa no acabó ahí. Con un Juan Pascual convaleciente y mirando cómo salvar su restaurante, un día se le apareció como un fantasma un Luisito acabado. Iba en busca del último abuso. Fue otro de los momentos en los que el destino conspiró, porque de haberse salido con la suya aquel día, no estaríamos hoy día ante el fenómeno Luis Miguel: “Luego de todo lo que me hizo, incluidos por cierto unos encendedores Dupont de oro que se llevó sin que nunca me los devolviera, un día se me presentó para decirme que lo perdonara y que le ayudara con un boleto de regreso a España para él y para su familia porque ya nadie quería ayudarlos. Lo vi desesperado y desahuciado, no daba crédito a mis ojos que luego de todo lo que me hizo pudiera presentarse así con su bigote y su melena como si tal cosa. Entonces le dije que cuando le pagué el viaje a él y a la familia los boletos eran redondos, que por qué no los usaba, y resultó que había vendido el regreso no sé de qué manera. Ahí sí le dije que no, y menos mal, porque donde le hubiera dicho que sí el niño Micky se habría vuelto a España y no habría llegado a ser cantante nunca. A decir verdad dudé, casi me convence por enésima vez, hasta recuerdo que acabó llevándose unas botellas de vodka para una fiesta que decía había organizado. ¡Qué personaje! Espero que Dios se haya apiadado de él.”

Al que seguro Dios sí reservó silla para una larga tertulia en el cielo fue al bueno de Juan Pascual, que repito, a pesar de haber sido engañado de aquella manera, jamás vi en él un resquicio de rencor y sí mucho de perdón.