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Una tabla en alta mar:
el bautismo artístico

Luis Miguel destacó desde muy niño por su voz tal y como hemos ido contando. Sus genes llevaban arte por las dos partes, la más influyente de los Basteri, donde había portentosas voces aunque no hicieron carrera con la música, y por la de los Gallego. De este lado cabe mencionar la duda que alguna vez le asaltó al propio Luis Miguel acerca de si Luisito era su padre biológico, de hecho llegó a preguntarlo hace años a un amigo cercano de la familia que él llegó a pensar que podía ser su padre. Voy a mantener a salvo la identidad de esta persona por expreso deseo suyo, pero sí diré que, al igual que me contó cómo Micky le había formulado tan peculiar cuestión, me dijo también que él jamás tuvo nada con Marcela, ni se le pasó por la cabeza ni mucho menos tuvo la más mínima insinuación. Sin embargo me aseguró entender las dudas de Luis Miguel por la poca consideración moral que el pequeño cantautor andaluz tenía al respecto. En virtud de mi investigación puedo decir que por la sangre de Luis Miguel sí corren genes Gallego desde su gestación en la Argentina, y de esto hablaba el propio Vicente con algunos JB ya encima en mi primer encuentro con él, en Cádiz en 1996.

Para cualquier mortal era muy evidente que el niño tenía un potencial enorme. Y si era obvio para cualquier mortal, imagínense para Luisito Rey. La familia española me reconoció en algún momento, recordando episodios como el de Puntarenas, por ejemplo, que siempre estaban muy pendientes de ver en qué momento ese talento vocal del primogénito podía volverse una interesante fuente de recursos. El momento fue en aquel final de 1980 y principios de 1981 cuando los Gallego veían una vez más el horizonte negro, con el crédito artístico del pequeño del clan completamente quemado y amortizado, sin posibilidad a corto plazo de volver a España y sin siquiera tener dónde ir y dónde vivir.

Andrés García fue la salvación en ese momento. Luisito lo buscó y de su generosidad nació otro momento crucial en el destino del futuro intérprete de “1+1 = 2 enamorados”. Tras su fuga del departamento donde los mantenía Juan Pascual, Luisito acudió en su ayuda y tuvo la suerte de que Andrés tenía una casa libre en la colonia San Jerónimo, en la calle San Bernabé, concretamente la número 20, que les cedió para que se ubicaran temporalmente ahí mientras se arreglaban las cosas. Aunque su memoria es floja, Andrés recuerda que al mismo tiempo que los ayudaba, pretendía el descarado cantante venderle un mueble que no había pagado y que procedía de un acto de pillaje, una práctica que como hemos visto ya, numerosas fuentes apuntaban como habitual.

Esta es la época en la que nacerá el famoso club de “Los Vampiros”, así se hacían llamar. Era un grupo formado por algunos de los niños que eran vecinos de la privada de San Bernabé, entre los que estaban el propio Luis Miguel, Roberto Palazuelos, Héctor Suárez Gomís y los hijos de Andrés García. A Micky lo recordaban por su imitación del grito de Tarzán, algo fácil para su portento vocal. Le quedaba poco tiempo para ejercer de niño como tal, muy a pesar de su madre, que hacía de ama de casa y sufría ante el inminente futuro que ya sabía le esperaba a su hijo mayor. Los Vampiros tenían su sede, por así decirlo, en una casa abandonada de las inmediaciones y desde ahí se prestaban sus miembros a las gamberradas de turno, como aventar huevos a los camiones o darse a la hábil puntería en el uso de las resorteras.

Jaime Ortiz Pino contaba una anécdota que corroboraba por un lado el diamante en bruto que era Luis Miguel y por otro el hecho de cómo su padre pretendía que no se notara que barajaba la posibilidad de que su hijo se convirtiera en un nuevo ídolo de los niños y jóvenes mexicanos. Los hermanos siempre decían, en las pláticas mantenidas en enero de 1996, que Luisito abandonó su carrera por su hijo. Después de haber dedicado tantos meses a investigar y estudiar el fenómeno Luis Miguel, de haberme entrevistado con tantas personas clave en la carrera de El Sol, estoy completamente en desacuerdo con aquella aseveración, que estimo muy conveniente. No se puede dudar que, a su manera, con sus numerosos defectos y no pocas irregularidades, el menudo padre buscaba siempre el mayor éxito para su hijo, pero desde luego no hizo ningún sacrificio abandonando su carrera. Su carrera lo había abandonado a él, estaba acabado, había agotado todas las oportunidades y no tenía muchas posibilidades de volver a grabar tras la acumulación de fracasos. Es más, mientras se gestó el lanzamiento de Micky, la fuente de ingresos de la familia estaba más ligada a los favores del Negro Durazo y a sus andanzas en la frontera que al ejercicio musical de Luisito, que para actuar tuvo que llorarle a su amigo Andrés García para que le echara una mano y lo llevara con él en sus presentaciones, como de hecho sucedió.

Ortiz Pino hablaba de un día festivo, probablemente un domingo, más o menos a finales de 1980, que había invitado a sus amigos a pasar el día en su casa. Ellos tenían una casa en Cuernavaca y era habitual que hasta allá se desplazaran con cierta frecuencia tanto los Gallego como otras amistades. Recordaba que uno de aquellos días, mientras jugaban tranquilamente al dominó, desde afuera se escuchó una voz a capela prodigiosa: “Yo me quedé muy asombrado, hasta ese momento no me había dado cuenta de que el hijo mayor de mi amigo tenía esa voz. Era como una pieza de jazz que el niño se echaba pero muy sobrado en todos los tonos. Enseguida hice el comentario, Luisito le quitaba importancia, decía que sí, que de vez en cuando le daba por arrancar pero que no se lo tomaba muy en serio. Yo le dije que si estaba hablando en serio, él no era ningún ignorante en la materia, aquello no era la voz de un niño normal que le da por arrancarse, aquello era una joya. Me sorprendió la indiferencia de él en aquel momento, al punto que poco después se lo dije a Marcela. Ella no se mostró indiferente pero desde luego tampoco feliz. Me dijo que ya sabían que el niño cantaba muy bien pero que a ella no le parecía una buena idea meter a su hijo en el medio artístico.”

Este testimonio de Jaime Ortiz coincide plenamente con el de otra de las personas más cercanas a la familia en aquellos momentos, el actor Andrés García: “Yo de música no entiendo un carajo, me sale desafinado hasta tocar el timbre, pero recuerdo mucho, más en esa época que estábamos de vecinos, que Micky cantaba todo el rato y cantaba maravilloso. Yo se lo decía a Luisito, quien se hacía como el pendejo, un día me llamó él a mí preguntándome que si su hijo cantaba, yo lo mandé al carajo, es como si voy yo a preguntarle a él si mi hijo tiene talento para la actuación. ¡Pues claro que cantaba! Me acuerdo que se aventó una ranchera, no te sabría decir cuál pero la cantaba fabuloso, y otros pedacitos de otras canciones, la que sí me acuerdo era la de ‘Granada’, y sin ser yo muy entendido sí sé que no es una canción muy fácil de cantar.”

Las nuevas tecnologías han hecho que hoy en día podamos tener una idea de lo que los protagonistas de esta historia vivieron en su momento. Efectivamente, la célebre canción del maestro Agustín Lara que interpreta de manera soberbia el tenor Plácido Domingo no es una pieza al alcance de cualquiera. Como tampoco lo es ”La Malagueña“, que formaba parte del repertorio de un Luis Miguel que de la mano de su padre se daría a conocer en pequeños círculos y que recomiendo se busque en YouTube para comprobar que a nadie se le podía escapar el talento de aquel niño, todavía español, muy andaluz, como contaba Juan Pascual y como se puede ver por el acento que demuestra en sus cantos en los documentos televisivos que todavía se conservan, un niño cantante al que ya estaban construyendo su futuro mexicano.

Andrés García recordaba que una vez que Luisito se dejó de disimular y fue en serio a intentar hacer carrera de su hijo, volvió a pedirle ayuda: “Ahí sí es cuando yo lo presento en Ciudad Juárez en un show. La que no quería era Marcela, le escuché varias veces que no quería que Luisito metiera a su hijo en el medio porque sabía lo que le esperaba, y desde luego no se equivocó, porque una vez que empezó a él no le importó meter a su hijo en vicios de adultos y en un mundo muy complicado para un niño. Lo que pasa es que lo que opinara Marcela desafortunadamente allí no importaba, siempre se hacía lo que Luisito mandaba.”

Luisito Rey intuyó y descubrió que su pequeño Luis Miguel podría ser la tabla de salvación de sus finanzas y su vida. Era una tabla en alta mar. Tal vez esa arrogancia suya y ese ego inversamente proporcional a su tamaño físico provocaron que en un principio se hiciera del rogar para reconocer que su hijo era una joya en todos los aspectos que tan sólo necesitaba una oportunidad. Y así era, Luis Miguel tenía una voz poderosa pero también tenía duende y un físico muy agraciado con el rostro bello heredado de los Basteri. Con los contactos adecuados era coser y cantar, nunca mejor dicho. No tardaría mucho en llegar esa oportunidad.

Andrés García fue contratado por el promotor Arnaldo Cabada para unas actuaciones en Ciudad Juárez. Los Gallego andaban tan desesperados, que metidos de lleno en los negocios a través de la frontera acabaron por desplazarse por un tiempo también a Chihuahua. Andrés había concertado con Luisito una intervención en su espectáculo a fin de echarle una mano y que se ganara unos pesos, ya que su situación económica era dramática. Fue ahí donde, viendo las condiciones del niño, el propio Andrés acuerda con su amigo que le pueden hacer un hueco para ver cómo reacciona el público: “Yo le pregunté que si se atrevía, y él me contestó sin dudar: Sí, tío. Siempre me llamaba tío. Le dije que le iba a meter en mi show, que lo iba a poner con su padre a la guitarra y él a cantar, que si se atoraba en algún momento o cualquier cosa, que me llamara y yo salía. No tenía duda que iba a ser un hit, el cabrón tenía mucho talento, a mí me imitaba y yo me cagaba de la risa. Hacía igual mis gestos y mis andares, era muy chistoso.”

Y fue dicho y hecho. Andrés hablaba de aquel día en el cabaret de Ciudad Juárez como un día inolvidable, fue el auténtico bautismo artístico de su “sobrino”, de hecho así fue como lo presentó: “En un momento yo me dirigí al público y le dije a la gente que les iba a presentar a un muchacho que era el hijo de un amigo, que quería que ellos mismos me dijeran si el niño valía o no para eso del espectáculo porque él cantaba y yo no tenía ni idea de cantar. Les dije que era el hijo de Luisito, pero que era como si fuera también mi hijo. Le pregunté si quería quedarse solo o quería que lo acompañara, y él dijo que no hacía falta, que él podía. Micky empezó a cantar, su padre estaba detrás acompañándolo a la guitarra, y yo ya me fijaba en la cara de la gente, creo que no había pasado ni un minuto y ya estaba claro que eso era un éxito seguro, se metía al público en el bolsillo, y eso que al principio parecía que se iba a equivocar en alguna letra, sin embargo le salió tan espontáneo que la gente se empezó a reír y le aplaudió más. Él mismo se dirigía al público para que le pidieran canciones, al poco rato yo me dije qué buena onda por el chavo pero ahí casi nadie se acordaba ya que eso era un show mío con la colaboración de Luisito Rey.”

Lo contaba con una amplia sonrisa. Pareciera en aquel momento, cuando lo entrevisté una de las primeras veces en su casa del Ajusco, en Ciudad de México, que recreara con la evocación del recuerdo el buen rato que pasaron aquel día y que suponía el verdadero bautismo artístico de Luis Miguel, así fuera de aquella manera tan improvisada. La cosa no se quedó ahí, viendo el impacto, también lo llevaron a la televisión en Ciudad Juárez con Arnoldo Cabada de la O, que triunfaba con su show televisivo en el Canal 44 (ese es el dato del canal que me consta de la investigación, si bien el propio Arnoldo en algún momento citó al Canal 5). Andrés García lo presentó en la televisión de Ciudad Juárez y luego ellos siguieron solos. El papá daba paso a su hijo y este era el que realmente se robaba el show.

La actuación de Luis Miguel era impresionante, se atrevía hasta con canciones en inglés, pero en la famosa ”Malagueña salerosa“, el popular son mexicano, era algo fuera de serie, la facilidad de alcanzar los agudos y subir hasta tres tonos, mientras el arte de su padre con la guitarra era un complemento perfecto. Fuera de eso, llamaban mucho la atención las dotes interpretativas que demostraba en cada tema, como un auténtico y veterano profesional. Recuerdo un comentario al respecto de Marco Antonio Muñiz diciendo que Micky con los apenas 11 años que iba a cumplir tenía una expresividad y un arte impensable en un muchacho de su edad. Arnoldo Cabada citaba siempre una anécdota relacionada con estas facultades interpretativas innatas de El Sol. Le llamaba la atención que en una de las canciones, de connotaciones religiosas, levantaba los brazos como invocando al cielo. Al aire incluso llegó a preguntarle qué era lo que pedía, a lo que él respondió que miraba hacia arriba mirando a Dios y que a Él le pedía que le hiciera un buen cantante. Está más que claro que, de la mano de Andrés García, podemos decir que el arranque artístico de Luis Miguel como tal se produce en el norte de México junto a los Estados Unidos.

Es la época del clan Gallego en la frontera de El Paso, Texas, unida con Ciudad Juárez a través del famoso puente de Santa Fe. Allí están una vez más los tres hermanos buscándose la vida, siempre dispuestos a encontrar quien les echara una mano, como en este caso, además de Andrés, sería Arnoldo Cabada, quien los hospedó en algún momento y empleó a Pepe en la televisión. Luisito lograba más galas gracias al eco que en la ciudad había tenido su show con su hijo.

Arnoldo Cabada fue uno de los tantos testigos del trato riguroso, militar podría incluso decirse, que Luisito aplicaba con su hijo como lo hacía con su esposa y con cuantos estaban bajo su yugo. El ordeno y mando, y la obediencia abnegada era lo que la mamá temía y jamás pudo evitar. El fenómeno Luis Miguel estaba en marcha. Había que regresar a México y mover los contactos para hacerlo realidad. El año 1981 acababa de arrancar, en abril cumpliría 11 años. La posibilidad de un nuevo éxito al estilo de Menudo seduciría a cualquier casa de discos, y una oportuna palanca garantizaba la difusión. El talento del niño se encargaría del resto.