17


El Sol de México y el general
del “Pentágono”

Después de la boda todo fue coser y cantar. El 21 de junio de 1981 fue un Día del padre para los mexicanos, ya que este festejo cambia y cae siempre en domingo, el tercero del mes; el territorio de los “Vampiros”, es decir, la privada de la calle San Bernabé de la colonia San Jerónimo, fue testigo de una reunión mitad festiva, mitad ejecutiva. Luisito organizó una fiesta por todo lo alto. Invitó a David Stockling, Miguel Reyes y Jaime Ortiz Pino, con sus respectivas familias. No faltó la paella de Pepe ni la guitarra de Luis, además del tequila y el whisky con el que amenizaron el rato. No pude confirmar la presencia de Durazo en este encuentro, pero es más que lógica y probable. La asistencia regular de Durazo en la privada fue mencionada públicamente de un modo muy singular por Roberto Palazuelos, como ya vimos, en Big Brother. Casualmente aquel Día del padre coincidía con el solsticio de verano en el hemisferio norte, todo un presagio para la llegada de un sol que iba a calentar mucho el panorama musical y las listas de éxito de la radio mexicana.

Luis Miguel le regaló a su padre un rastrillo de afeitar. Hablando de regalos, en mitad de la investigación pude saber cuál fue el destino de algunos de los encendedores Dupont de oro que Luisito le había prácticamente hurtado a Juan Pascual. No se los devolvió jamás, porque nunca tuvo intención de hacerlo. Los usó para meterse en el bolsillo a los ejecutivos de la EMI. Cada uno de ellos recibió uno, y cuando lo hicieron no sabían como agradecer el gesto pensando en el “detallazo”: “¡Lo que se habrá gastado Luisito en estos regalos!”, fue la frase que me confesaron había pronunciado uno de los agasajados.

En aquel ambiente tan distendido de esa tarde-noche dominical, luego de hablar del que ya se daba como nuevo artista de EMI, no faltó el pequeño show del niño prodigio con rancheras, incluso temas en inglés de la recordada Ella Fitzgerald. A raíz precisamente de una de sus soberbias interpretaciones subiendo y bajando tonos como si tal cosa, se hizo un comentario acerca de la capacidad de Luis Miguel de lograr el llamado scat o scat singing, un tecnicismo que muchos asocian principalmente a la música jazz, consistente en cantar melodías y ritmos improvisados. Es en sí una improvisación vocal en la que se usan palabras sin sentido, haciendo de la voz un instrumento musical en sí. Para los entendidos, es el más claro síntoma de estar delante de un artista integral, y en aquella reunión lo que había era precisamente gente entendida en el mundo de la música. El niño tenía como una mezcla artística de negro y gitano, como un portento fundido del jazz, el soul y el flamenco, sin olvidar los genes de la lírica y la melodía italiana de su sangre Basteri. Todos se frotaban las manos con el diamante en bruto que tenían delante.

Contaba la familia española que Luisito quiso hacer una prueba para ver si su hijo estaba de verdad preparado para lo que se le venía encima. Así que un día tuvo una fuerte pelea con él haciéndole creer que le prohibía que se convirtiera en artista, como si él hubiera cambiado súbitamente de opinión, algo que desde luego dentro de su entorno sólo podría haberse creído un menor de edad. Supuestamente quería ver la reacción de su hijo, porque la de Marcela, así no contara para nada a la hora de decidir, seguía siendo la misma, no quería bajo ningún concepto que su niño se convirtiera en una estrella. Luis Miguel, en cuya mente infantil ya se había formado un torbellino de fantasías e ilusiones con la idea de hacer eso que tanto le gustaba, entró casi en shock según la versión de los Gallego, al punto de atreverse a decirle a su padre que si no lo dejaba cantar se escaparía de la casa. Dado el trato de total sumisión que había entre padre e hijo, esta anécdota no dejaría de tener su relevancia. Particularmente creo que nada se habría detenido, sin importar su respuesta.

En esos días de mitad de año es donde Luisito tiene la última conversación en calidad de padre para pasar a convertirse en el manager de Luis Miguel. Así se lo hace saber con una plática directa en la que le informa que por el momento va a apoyarse en su tío Vicente para que lo acompañe cuando él no esté. Vicente duró poco, después de él aparecerían Paco Ibáñez y José Luis Durán. Luis Miguel no hablaba como artista, hablaba como hijo, como niño disciplinado, le aseguraba que no le fallaría y que podía confiar en él.

El contrato era ya un hecho. La EMI esperaba la llegada del director general de EMI España para el mercado latino, Rafael Gil. En realidad era un formalismo, pues la decisión estaba tomada y era imposible que Gil pudiera revertirla viendo las condiciones del menor.

La gente de EMI no sabía la que se le venía encima con un socio como Luisito, alguien acostumbrado a no jugar limpio. Al principio todo fue bien, él, que fungía como padre y manager, exigió a la disquera que pusiera toda su potente maquinaria multinacional en favor de convertir a Luis Miguel en un hit incontestable en toda América Latina y España. EMI apostó fuerte, no solamente en el mercado en español, casi de manera simultánea al boom en México, se programó una grabación en portugués de algunos de los temas del primer disco para el mercado brasileño. Si esperaban que una vez el producto se consolidara hubiera lealtad y agradecimiento de la contraparte para renovar su relación laboral, estaban muy equivocados.

Con el contrato firmado se puso en marcha todo el proceso que culminó con el lanzamiento del disco. Todas las personas que iban a participar en el mismo tenían una acreditada solvencia en la industria musical. La producción fue encargada a José Enrique Okamura, quien había cosechado éxitos con Juan Gabriel. Los arreglos irían por cuenta de Peque Rossino y las canciones eran de compositores como Juan Gabriel, Rubén Amado, Xavier Santos, Jorge Ayala (King Clave), Octavio, el propio Luisito Rey y una adaptación de Miguel Medina de un tema de los italianos Riccardo Fogli y Maurizio Fabrizio.

A la hora de elegir el primer sencillo, una decisión bastante importante, no se pusieron de acuerdo. La mayoría apostaba por “Lo que me gusta”, uno de los temas de Juan Gabriel, pero también gustaba mucho uno de los temas conjuntos de Amado y Santos, “1+1=2 enamorados”. Lo que hicieron fue organizar un pequeño test entre un grupo de adolescentes de un colegio de la colonia Anzures, que escucharon las dos canciones y tuvieron una reacción más favorable hacia la que finalmente sería elegida. Hubo cierto consenso en la imagen que se debía manejar en el arranque, con fotografías en las que se usaban los tonos dorados y acaramelados, con efectos en difusión como dando un toque angelical e inspirados en la imagen de Peter Pan. Luis Miguel usaba mucho un traje de corsario durante ese primer año de 1982 y parte de 1983, que según su gente él odiaba. La imagen no tardaría en cambiar paulatinamente, en abril de 1983 cumplió 13 años y su cuerpo fue evolucionando hacia la pubertad, lo cual fue pertinentemente aprovechado para presentarlo en portadas de torso desnudo, cabello húmedo y unas claras connotaciones sensuales que se alejaban del espíritu del niño eterno del personaje de James Matthew Barrie. La carátula de Palabra de Honor o de una posterior reedición de Directo al Corazón son muy elocuentes en este sentido.

Dos fechas se fijaron como claves en el futuro de una de las grandes novedades musicales para el año 1982. El 21 de enero era la fecha del lanzamiento y el 31 su primera aparición en Siempre en domingo, con Raúl Velasco, un escaparate fundamental.

La presentación a los medios se hizo el jueves 21 de enero de 1982 en la sede de la calle Río Balsas 49, organizada por la jefa de prensa, Rosi Esquivel, una mujer que en aquellos días ignoraba la manera en que ligaría su destino al de aquel niño. En el evento resurgen una vez más las viejas mentiras marca de la casa Gallego y entre los muchos datos que ese día se le dan a los periodistas se incluye el parentesco con la actriz italiana Rossana Podestá, de quien según dice su padre es sobrino. Se informa que nació en Veracruz, que tiene una rica mezcla artística en sus venas y que México le ha dado todo y ahora él quiere darle todo a México.

El éxito fue rotundo e instantáneo, notorio desde el día siguiente de la presentación y del impacto en la radio. Era el centro de todas las conversaciones del medio y fue un flechazo instantáneo en las jovencitas. Bien lo pudo comprobar la propia Rosi cuando tuvo que acudir con el nuevo artista a una entrevista en la estación de radio XEW. Había un programa que era referencia y que encajaba a las mil maravillas para el perfil del nuevo producto, se trataba de La hora de Menudo. Decenas de adolescentes se habían reunido allí para esperarlo, y empezaron a gritar histéricas en cuanto llegó. Pero peor fue a la salida, después del programa la multitud se había incluso duplicado. Para colmo no estaba el auto que los debía recoger. Rosi se asustó, buscó inmediatamente un taxi mientras Luis Miguel salió corriendo al ver a todas esas muchachas que lo buscaban a él. Por fin pudo reunirse con su jefa de prensa, que lo llamaba desde el taxi, a donde entró con el enjambre de fans detrás.

Antes de todo aquello y de exponer al niño al epicentro de la fama, hubo que atar cabos. La versión de que el niño era mexicano, una fachada que desde hacía tiempo ya se había difundido boca a boca por obra y gracia de los Gallego, tuvo que oficializarse. Durazo volvió a echarles una mano con los trámites a través de un tal Sahagún Vaca. En la documentación aparecería su origen jarocho. En fechas no muy alejadas de su nacimiento, lo más cerca que los Gallego habían estado de Veracruz fue cuando Vicente llegó a su puerto con muebles procedentes de Puerto Rico. La versión que se manejó, ante la ausencia de una partida de nacimiento, era que el papel estaba en un convento que se había quemado y que fue pasto de las llamas. Como ya quedó dicho, en ese pasaporte presuntamente se modificó su edad haciéndolo dos años más joven.

Resultaba muy complicado venderle a la opinión pública que El Sol de México, un alias perfecto para la imagen y el producto que se quería lanzar, era en realidad español y había nacido en Puerto Rico. El apelativo de El Sol, que sería a la postre el título de su primer disco y se le quedaría por siempre como sobrenombre, se consolidó en una reunión de marketing y según varias fuentes fue el propio Negro Durazo el que tuvo la ocurrencia. Era ideal, pero el niño tenía que ser y parecer mexicano. El entrenamiento en el acento que venía recibiendo desde que empezó el año estaba ya a punto de dar sus frutos. Tampoco necesitaba mucho esfuerzo, era muy espabilado, con gran capacidad de imitación y de mimetizarse con el entorno. Llevaba casi un año escuchando acentos y jergas mexicanas por todos lados. No sería complicado, como tampoco fue difícil que un niño que de tonto no tenía ni un pelo de su larga melena, menos en el ambiente en el que se había criado, en picaresca permanente, interiorizara que a partir de ahora México era su país y Veracruz su lugar de nacimiento, en mitad de una gira de su padre, por si alguien preguntaba. Seguramente ningún periodista de los que diez años antes habían recibido a Luisito con su bebé en el aeropuerto iría a recordar que cuando llegó había dicho que su hijo nació en Nueva York. Menos probable todavía que alguno le diera por ir a curiosear a la hemeroteca.

Cuando padre e hijo estamparon su firma en el primer contrato profesional de la carrera de Luis Miguel, desaparecieron de un plumazo todos los problemas económicos de los Gallego. ”El Sol de México“ era a su vez el hallazgo de El Dorado para el fracasado cantautor andaluz. Bastantes fuentes consultadas coincidieron con una afirmación, con la que estoy completamente de acuerdo, Luisito, y los hermanos en general, eran menos peligrosos sin dinero que con dinero. Lo pude comprobar con mis propios ojos al ver cómo el propio cantante contrató a terceros para cuidar a su abuelo paterno en sus últimos años en Cádiz a fin de evitar que el dinero pasara por sus tíos. Estoy plenamente convencido de que si Luis Miguel hubiera sido mayor de edad desde el mismo comienzo de su carrera, su padre no habría durado ni un año a su lado. No fue así la cosa, por el contrario, el papá tuvo 6 años de libre manejo de la gallina de los huevos de oro.

Luisito no iba a ponerse a saldar deudas y a hacer las paces con la gente después de la jugosa cantidad de dinero que le supuso la firma del primer contrato de Luis Miguel, gracias al cual en un solo año, 1982, tuvo ya dos LP’s exitosos en el mercado. Nada más lejos de sus intenciones. Lo que hizo fue aumentar el nivel de vida hasta el punto que los nuevos y altos ingresos se equiparaban a los nuevos gastos. No demoró mucho en buscar una casa mejor de la que tenían prestada por Andrés García en San Jerónimo, y se mudaron a los Jardines de Coyoacán, paso intermedio hacia la posterior y nueva mudanza a las Lomas de Chapultepec y al más tardío penthouse de Polanco.

Lo que sí empezó a forjarse fue una fortuna y Luisito se sentía como nunca, con dinero y poder, su frase favorita aludía a que era el general en el Pentágono, desde donde se encargaría de ir nombrando otros generales para la guerra que él pudiera dominar. Al general no se le escapaba ni un detalle, ni un solo peso. Creó un entramado de manejo irregular del dinero para evitar pagar los impuestos, algo que sería una constante en todo el tiempo que estuvo al frente de la carrera de su hijo. Las millonarias cantidades que se generaban acarrearían un grave problema con imputación de delito fiscal al propio Luis Miguel, que a punto estuvo de costarle muy caro y que la intervención de Hugo López logró evitar. Luis Rey no tributaba el dinero como debía en México, lo evadía, el destino principal era Suiza, donde al menos durante la investigación pude saber que una cantidad cercana a los 20 millones de dólares se encontraba en una entidad llamada Soditic en el país alpino, cuyo agente era un judío argentino.

En el manejo irregular del dinero, Luisito iba a involucrar a Marcela Basteri, a la que usó como testaferro en determinadas transacciones que la dejaban a ella como titular. Marcela sabía demasiado, y esto le preocupaba y le hacía temer por su propia integridad física, así se lo reconoció a su familia italiana en los meses previos a su desaparición. Es uno de los indicios circunstanciales que alimentan la teoría de los familiares transalpinos de que a ella se la tragara la tierra.

El domingo 31 de enero de 1982, Marcela no podía ni presagiar lo que se había puesto en marcha. Ese día ella se olvidó de su oposición a la carrera de su hijo, del hecho de que aquello era el principio de una más profunda soledad, y asistió con orgullo a la retransmisión de Siempre en domingo. Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas con una gran cantidad de sentimientos encontrados. Por un lado está el sentimiento de madre, de recordar todos los momentos que aquel bebé lloró en sus brazos, las vivencias de un niño soñador que comenzó a cantar en familia y soñaba con llenar los escenarios y sacar a su gente de la pobreza. Por otro está la terrible corazonada de que el carácter de Luisito acabaría por procesar todo eso hacia la negatividad. Su esperanza la depositaba en su padre y su madrastra.

Catalina Mezín recordaba que el gran sufrimiento de su ahijada en esta nueva etapa apenas comenzaba. Tanto fue así que, viendo el panorama, trató desesperadamente de que su madrastra y su padre se mudaran a México a vivir con ella. Le escribió a su padre para que le ayudara a convencer a Cata, y este no dudó en dirigirse a su compañera para complacer a su hija. Le escribió una carta en la que le decía que se fuera a vivir a México, y que si lo hacía él se les uniría también. Las palabras textuales de Sergio Basteri fueron estas: “Querida Cata, soy Sergio. Te escribo para que sepas que he recibido una carta de Marcela en la que me dice que quiere que vayas a México con ella. Te necesita. Vende todo y ve, cuando tú estés allí yo iré también. Te dejo la dirección.” Pero Cata no le creyó. Ya había tenido una oportunidad cuando ella se fue a Italia y él le falló, no se casó con ella y acabó regresando a la Argentina.

El nuevo estatus económico que consiguieron a raíz del lanzamiento de Luis Miguel supuso un punto de inflexión en el agravamiento de la adicción de Luisito con la cocaína, en la que introduciría a su hijo prácticamente como si de una medicina se tratara, con la excusa de que lo haría rendir mejor en las presentaciones y en el ritmo exigente, un tanto avaricioso, del apretado calendario de giras, un hecho del que ni sus propios hermanos han tenido pudor alguno en contar públicamente en la televisión, tanto Pepe en 2010 como Vicente en un documental argentino en 2006 y en las largas pláticas que tuve con él en Cádiz. El desmadre, que nunca le abandonó a lo largo de su vida, se salió de todo límite desde el momento que se vio con holgura económica.

El papá de Luis Miguel veía el uso de la droga como un modo de dopar al artista y mejorar su rendimiento, en un acto de tremenda irresponsabilidad. Luis Miguel estuvo sometido desde un primer momento a un ritmo de trabajo muy exigente, girando no solamente en México, sino en muchos de los países donde la compañía discográfica había decidido apostar fuerte, como podía ser Argentina, Chile, Venezuela, Perú o Puerto Rico, entre otros. En este último país fue presentado en un show junto a los populares Menudo y de aquí recogí una anécdota escuchada por un operario de sonido, que escuchó al niño llorando en una discusión reprochando a su padre que estaba aprovechándose de la situación para acostarse con otras mujeres y engañar a su madre. En la isla lo presentaron como mexicano de Veracruz, nadie cayó todavía en el engaño, habían pasado demasiados años.

En Argentina, país donde acabaría viajando mucho a lo largo de su carrera, pudo conocer a parte de los Basteri que todavía no conocía. En el país de la patria de la primavera vivió incontables anécdotas y llegó a niveles de popularidad similares a los de México. Para Chile tuvieron que expedirle en la más absoluta discreción un pasaporte de los Estados Unidos, con el que entró al país andino, debido a los problemas migratorios que se presentaban para los mexicanos en plena dictadura del general Pinochet, arrastrados desde la ruptura de relaciones diplomáticas por parte del presidente Luis Echeverría. Las relaciones entre ambos países no serían restablecidas hasta el 23 de marzo de 1990.

De Perú hay otra simpática anécdota que contaba su tío, cuando quiso hacer una de sus típicas bromas con un rocoto que tenía la forma muy redonda, parecía una manzana. El dueño del restaurante decía que esos en particular eran muy picantes. El rocoto es una variedad de chile picante muy típico de la gastronomía peruana y chilena, en México me dijeron que hay una variedad similar llamado precisamente chile manzano. Luis Miguel le dio el rocoto rojo a una institutriz que lo acompañaba y que respondía al nombre de Gloria. La engañó diciendo que se trataba de unas manzanitas típicas del Perú. Ya sabía de antemano que ella era casi alérgica al picante, lo detestaba. Cuando esa pobre mujer dio el primer bocado al rocoto casi se muere entre las risas de los acompañantes, periodistas incluidos, que compartían mesa y mantel en aquel restaurante limeño.

A las giras había que sumar las nuevas grabaciones, las versiones en portugués y la primera de las dos películas. El niño estaba sometido a una tensión constante y hacía siempre lo que le decía el papá.