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Antes de llegar el momento cumbre del drama de El Sol mexicano con la muerte de su padre, Mc Cluskey sería testigo atónito de otra anécdota en la que ese mismo sol pasaba de ser mexicano a ser en realidad boricua. El detonante fue una respuesta en una conferencia de prensa en Puerto Rico en 1991, cuando le preguntaron si él se hacía cargo de los hermanos y él respondió que sí, que era el mayor y por lo tanto siempre tenía asumido ese papel de responsabilidad. Esa respuesta la escuchó un viejo damnificado de su padre, Alfred D. Herger, quien en una ocasión, años atrás, lo había visto en televisión y se había hecho la misma pregunta: ¿Era ése el bebé que su primo Charles había traído a este mundo? La primera vez él mismo se respondió que no, pues ese que cantaba decían que era mexicano, debía tratarse por tanto del segundo hijo de Luisito, pero cuando escuchó de su propia voz decir que era el mayor, entonces el corazón le dio un vuelco.
Alfred fue rápidamente a buscar a Alex Mc Cluskey, al que ya conocía desde que este cantara con sus hermanos en Argentina en los años 60. Le preguntó que entre Luis Miguel y el otro hermano, cuál era el mayor. Mc Cluskey le confirmó que el mayor era Luis Miguel y en ese momento él se quedó de piedra al ver la rotundidad de la frase y el gesto de Herger: “Pues si este es el mayor quiero que sepas que nació en Puerto Rico.” Mc Cluskey trató de convencerlo de su equivocación, pues el chico había nacido en Veracruz, pero Alfred fue lo suficientemente convincente como para asegurar que había tenido ese bebé en sus propias manos.
Herger se portó como lo que es, todo un caballero. Obtuvo el acta de nacimiento, la mandó a la oficina de Hugo López y fue discreto. Hugo le dio las gracias en su nombre y en el del propio Luis Miguel, tenía miedo de que el escándalo pudiera afectar la carrera del artista, quien ya en esa época daba sus primeros síntomas de transformación del joven adolescente alegre y espontáneo al adulto adusto, hermético e inseguro en el que se convertiría, marcado por los acontecimientos. A ello contribuyó también la idea que Hugo López tenía sobre el manejo de su artista, prefería darle la aureola de divo intocable e inaccesible, máxime cuando fue sabedor del reguero de mentiras y tranzas que el manejo de Luisito había dejado por el camino durante tantos años.
La nacionalidad era un problema. Debido a la irregularidad con la que se manejaron las cosas cuando Durazo ayudó a la familia a montar la historia de Veracruz, con el tiempo fue difícil ratificar la nacionalidad mexicana. Hugo López y Alex Mc Cluskey usaban el pasaporte español de Luis Miguel para los desplazamientos, desconocían por completo que había uno estadounidense. En todo caso, antes de que la bomba informativa explotara en pleno Caribe, los adecuados movimientos del entorno lograron que en noviembre de 1991 el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari le concediera la nacionalidad y un pasaporte mexicano auténtico, país al que le debía todo y en el que en ese preciso año cumplía una década de alojamiento procedente de Cádiz. Aun con su nacionalidad mexicana, según mis informaciones, Luis Miguel no renunció a su pasaporte español, que aparecerá en todos los trámites legales hechos en España tras la muerte de su padre.
A pesar de la discreción con la que se manejó el asunto, era cuestión de tiempo para que alguna filtración diera pie a una exclusiva, y así sucedió el 26 de julio de 1992 cuando la revista Vea, con Nelson Castillo al frente, imprimió una de sus portadas históricas: “¡Luis Miguel es boricua!”, en la que antetitulaba que descubrían su secreto tras 22 años y desnudaban ante el mundo otra de las grandes mentiras de Luis Rey.