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El periodista hace la pregunta:
—Escribiéndole algo a Santa, o llamémosle como sea, deseándole algo para Navidad, ¿qué le pedirías si fuera ese día ahorita?
El cantante responde rápido, tajante y contundente:
—Volver a ver a mi madre.
En 1982, Micky le puso voz a la gran canción de amor que su padre le dedicó a su madre y que inspiró uno de los capítulos de Luis mi rey donde se narraba el flechazo de ambos en 1968: “Marcela, tú alumbraste mi sol.” Cuando la cantó, ella alumbraba el Sol, su hijo, junto a sus otros hijos, y esa luz sigue muy profunda arraigada en su corazón:
Nada en este mundo
Vale nada si no estás
Marcela.
Todo me parece
Más bonito junto a ti
Marcela.
Tus palabras son
Caricias a mi corazón
Marcela.
Mi nublado cielo
Lo alumbraste con tu sol
Marcela.
Tú me has enseñado
La verdad de nuestro amor
Marcela.
Rosas yo quisiera regalarte
Pero a lo mejor
Toman envidia de tu piel.
Cantaré tu nombre siempre así
Marcela
Hice esta canción de amor por ti
Marcela
Te adoraré por siempre
nunca te dejaré.
Es imposible no estremecerse pensando en lo que la pluma de Luisito escribía en 1968 y lo que sucedió en 1986. ¡Qué curioso! Tan solo invirtiendo el orden de los dos últimos números, del 68 al 86, invertimos también la luz que se vuelve oscuridad, 18 años transcurridos para que aquel amor declarado acabara en un silencioso final. Hay silencios que duelen más que cualquier estruendo.
Pero si hay una canción en la que los sentimientos de tristeza y dolor del cantante se expresan con gran pasión, dejando en el aire un canto de esperanza, esta es “Yo sé que volverás”. El cantante la incluyó en su álbum Segundo Romance en 1994, fechas que coinciden en el tiempo con la investigación privada que hizo del asunto. La revista Eres publicó algo que encaja perfectamente con esta información. Según palabras que atribuían al propio Luis Miguel, él narraba por qué dedicaba esta letra a su madre y por eso ponía tanto sentimiento en la interpretación, al punto que se le dificultaba por sentir un nudo en la garganta: “Es algo que no he dicho, esta sería la primera vez. Esa es la única canción que se la dedico a mi madre. Mi madre fue una mujer que cumplió muy bien siempre con su papel, fue una mujer sumamente dedicada a la cual yo le tengo un gran respeto y un gran cariño, ¿qué te puedo yo decir?, es un tema muy especial para mí, al oír esta canción, automáticamente pensé en ella, la canción es: ’Yo sé que volverás‘. Es una de las que más trabajo me cuesta cantar en vivo, porque no puedo evitar que me llegue.”
Aquí se manifiesta su sentida interpretación de la hermosa melodía de Armando Manzanero adaptando el poema de Luis Pérez Sabido.
Yo sé que volverás
cuando amanezca,
aún cuando los demás
ya se hayan ido,
la cita no ha cambiado
aunque parezca
que todo ha naufragado
en el olvido.
Yo sé que volverás
muy vigilante,
aquí te esperaré
lo he prometido,
la espera sería inútil
y asfixiante
si no supiera
cuanto me has querido.
Esa esperanzada certeza del amor de un hijo hacia su madre se resume a la perfección en tres palabras: “Volverás cuando amanezca”, fue de hecho en el titular original que pensé para este libro enfocado en el epicentro de la historia que marcó la vida del protagonista y en homenaje a la memoria de una buena mujer. Estas tres palabras son la clave de la esencia de Luis Miguel, cercano al medio siglo de existencia. Su vida se convirtió en una espera, en un anhelo constante de abrazar de nuevo a su madre.
Habrá de esperar al amanecer de la luz eterna, del fulgor de la otra dimensión en la que presuntamente debe descansar un alma que nació pura y buena, que mezcló en esta vida terrenal pocas alegrías y muchos sufrimientos; el alma de una niña tierna, de una adolescente muy linda que sólo quería ser costurera, pero que en la elección de su destino rasgó las costuras de su bondad bajo el yugo de su pareja.
En el momento de su desaparición, Marcela tenía 39 años, hubiera cumplido 40 en diciembre, pero su desgaste físico era enorme, con un deterioro que se había acentuado paradójicamente de manera proporcional al éxito de su hijo y las mayores ganancias que manejaba Luisito. El estrés junto a los Gallego pasó una alta factura en aquella mujer que desde muy niña había destacado por ser muy hermosa. Cuando conocí a Rosa Barbarito en Cádiz, pude darme una idea de lo que había pasado con Marcela. La compañera de Mario Gallego, como ya señalé, muy linda en su juventud, como su hija Lorena, presentaba síntomas de envejecimiento prematuro típicos de las personas a las que su estilo de vida o la dura lucha del día a día castigan en su apariencia.
Arrastrada por la inercia de los acontecimientos y postrada en la soledad y el sufrimiento, Marcela abusó del alcohol y el tabaco, tenía tendencia a perder peso y adquirir un aspecto raquítico, pero estaba claro que en cuanto fuera capaz de librarse de todo aquello volvería a florecer. Una mujer de 40 años es una mujer muy bella, en la plenitud de la madurez, y el poco tiempo que convivió con su familia en Massa-Carrara bastó para darse cuenta de que podía volver a lucir radiante y brillar como el sol, como el astro rey del sobrenombre con el que conocían a su hijo en México y toda América Latina.
Esta leyenda de El Sol está dedicada en cierto modo a ella y a todas las madres del mundo que, además de ser madres, admiran al primogénito de Marcela cuando canta con sentimiento: “Yo sé que volverás cuando amanezca.” El mundo entero, los millones de fans del cantante le deben un sentido y profundo homenaje a la figura de Marcela Basteri, por el sacrificio que fue su vida entera, porque le dio la vida, porque sin su valentía nunca hubiera salido de su zona de confort en Buenos Aires rechazando a quien le garantizaba la estabilidad de una familia normal argentina de clase media; porque sin su abnegado carácter nunca habría hecho oídos sordos y obedecido sumisa los deseos de quien decía amarla en sus canciones pero acabó vejándola; porque sin su espíritu de sacrificio no habría vagado por medio mundo; porque no habría ido a Puerto Rico, porque no habría nacido Micky, porque no estaríamos casi acabando este libro con estas letras…