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El hermetismo al que la vida lo orilló hizo muy complicado entrevistar a Luis Miguel. Puede que esta inaccesibilidad fuera buena también para el negocio, como decía Hugo López. Ha sido muy complicado abordar los temas más profundos que lo marcaron como ser humano. Las pocas veces que alguien intentó cuestionarle por el paradero de su mamá comprobó la reacción de bloqueo absoluto. Así lo confirmaría cualquiera de los privilegiados informadores que fueron invitados por el cantante en 1995 a Montecarlo, con los que compartió cerca de dos horas de distendida tertulia en un ambiente relajado en el que no faltó el buen champán francés. Todo iba muy bien, algunos mostraban su asombro ante la brillantez del verdadero Luis Miguel, otros comentaban que de su padre al menos había heredado un temperamento fuerte cuando tocaba, pero todo cambió en un momento. Le preguntaron por su madre y, sin más, se levantó y se fue de la sala.
Muy pocas veces ha enfrentado el tema delante de una cámara: “Es una de las cosas que más me duelen. Es algo que en su momento podré superar. Una madre es una madre y para todos aquellos que no contamos con su presencia y su cariño todavía le damos muchísimo más valor”, dijo al programa Aquí y ahora de Univisión en 2008, visiblemente incómodo ante la pregunta de la entrevistadora, a la que reconoció el altísimo impuesto que ha pagado en la vida por consolidar su carrera, admitiendo que fue un viaje de no retorno, como el despegar de un jet, una vez acelerado es imposible la reversa.
A mediados de 1993 hubo una interesante entrevista que rescaté de la hemeroteca, en Tele Clic, en Argentina, país en el que siempre se mostró más dispuesto a abrir su corazón frente a los micrófonos. “Sólo me falta encontrar a mi madre (…). Mi padre era una persona que manejaba las cosas a su manera (…). Una vez tuve problemas en México con Hacienda por mis impuestos, cosa que no sabía porque ni siquiera manejaba mi dinero. En fin, distintos problemas que fueron apareciendo por su mismo descuido con todo. Mi padre nunca fue una persona de formalizar las cosas en papeles. Me agradaría conocer a alguna persona que contestara todas mis preguntas. ¿Traumas? Claro, llevo un gran peso encima respecto a eso. Y lo admito porque es de hombres admitir. Si vivo esa tristeza es porque a lo largo de mi vida me han ido ocurriendo situaciones con mi familia nada satisfactorias, pero me he tenido que ir acomodando a ellas. Ahora entiendo que no se puede tener todo en la vida. En varias ocasiones tuve la oportunidad de abandonar mi carrera, o por lo menos no dedicarle tanto tiempo, pero ya no pude echarme atrás, sobre todo después de lo que me ha pasado. Tengo que seguir con mi creencia de conseguir lo que deseo como cantante y como artista. Mi padre empezó a separarse de mi madre cuando trabajaba conmigo. Esto, a su vez, provocaba un reflejo con la cuestión del dinero, cosa que ellos no estaban acostumbrados a manejar. Fue un impacto para mí y eso contribuyó a los desórdenes familiares. Afortunadamente el éxito nunca me abandonó. Esto no significa que todo el tiempo haya estado bien, pero casi siempre me ha acompañado en los momentos de tristeza y alegría (…). Ahora disfruto estar solo, me gusta la soledad. En realidad no soy muy sociable (…). A raíz de mi personalidad no solamente tengo problemas con la prensa, sino con todo el mundo. Así soy yo.”
Más explícito no se puede ser. En junio de 1996 dijo algo parecido: “He tenido que luchar solo para formarme la personalidad que tengo. No es fácil. Tuve que afrontar muchos problemas familiares siendo casi un niño. Ello me ayudó a madurar prematuramente y a tomarme las cosas muy en serio.” También reconoció que en su vida había entre otras cosas mucha “nostalgia, dramatismo, soledad y sueños frustrados”.
Esto se refleja también en una entrevista con Mariana Montini de la revista argentina Gente: “La muerte de mi padre me ayudó a vivir la vida día a día. Esa ha sido una de las lecciones que él me ha dejado. Nadie tiene suficiente vida como para repartirla, cuando te tiene que llegar la última hora te llega y no hay timbre de alerta como para que te prepares. Hoy estoy arrepentido de haber estado tan alejado de mi padre, y ya es tarde. Yo lo quise mucho, más de lo que yo mismo creía. Cuando por momentos te crees que lo tienes todo, te das cuenta de que te falta algo. Porque el dinero y la fama me dan igual, no sé ni lo que gano. De vez en cuando me dicen hay tanto, y yo digo, ¡pues qué bien!”
Sus periodos depresivos, la lucha de El Sol contra su propio ocaso, son una constante en su vida. Refugiarse en fármacos es un recurso que su propio cuerpo no ha podido disimular a pesar de llevar el asunto en la discreción más absoluta. Quizá hay quien vea esto como un escándalo, sin reparar en lo que existe detrás de un ser humano de carne y hueso, vulnerable como cualquier otro a los avatares de la vida, que lucha por buscar motivaciones para seguir y una privacidad que se le niega.
A veces estos episodios críticos han generado una repercusión pública impresionante ante la falta de información y las numerosas especulaciones que rápidamente corren como la pólvora. También en este caso puede que fuera bueno para el negocio, no faltaba quien decía que los rumores de sus falsas muertes o sus problemas de salud aparecían en vísperas de lanzar nuevos discos. Tal vez para el negocio sea bueno, pero para la salud y el aspecto de Luis Miguel es un grave y muy serio problema.
En el año 2000 estuvo hospitalizado en el Cedars-Sinai Medical Center de Los Ángeles, según le contó a Navarro una persona cercana a él en aquellos momentos, por una infección en el estómago y los riñones, que en principio los antibióticos no podían controlar: “No podía tomar alcohol, estuvo hospitalizado como 10 días. Su hija Michelle Salas fue a verlo y otra persona que lo visitó fue Daisy Fuentes. Los medios dieron a conocer la noticia de que se estaba muriendo, cosa que no era cierta, lo que sí estaba era irreconocible, con barba y con pijama.”
Una de las mayores crisis de ese tipo que se recuerdan, al margen de la última de 2016, sacudió como si de un sismo se tratara a toda su fanaticada y a los medios, que reportaron que debió ser internado en un hospital de Los Ángeles a mediados de 2010, hecho que confirmaron personajes como el compositor español Juan Carlos Calderón. A raíz de aquello, pudimos ver en televisión, después de muchos años en la sombra manejando un bajo perfil, a su tío Pepe, que a cambio de unos euros le contó al programa Donde estás corazón de Antena 3 los presuntos problemas de su sobrino con el alcohol y la cocaína. Aseguró en aquella intervención que había hablado con él, cosa que yo personalmente no me creo y, por lo que vi, alguno de los colaboradores del programa tampoco. Es más, después de decir que habló con él, minutos más tarde, en la misma entrevista, acorralado por las preguntas, se desdijo y aseguró que conversó con uno de sus road managers. Gallego en estado puro.
Pepe declaró que a través de un contacto suyo en la Embajada de México en España le habían confirmado que el cantante había estado en coma, hecho que nadie pudo confirmar: “Estuvo varias veces en coma, además entra y sale de rehabilitación porque es adicto a las drogas y al alcohol”, soltó. Acto seguido habló del cantante y la cocaína: “Luis Miguel desde muy niño, desde que tenía 11 años, su padre le daba una droga, para que pudiera cantar en un sitio y cantar en el otro. Se la administraba casi a diario. También veía cómo sus padres consumían droga, el niño no era ciego. Desde entonces tiene una adicción y ha ingresado por un problema con las drogas y el alcohol.”
La periodista María Patiño, probablemente sabedora del perfil del personaje, le apretó mucho en la entrevista dudando de todo lo que estaba afirmando y llegándole a cuestionar sobre las fuentes que él tenía para asegurar que su sobrino estaba ingresado por un problema de adicción. Pepe entonces ya no citó a la embajada, dijo: “Me han llamado amigos que yo tengo en México.” No faltó la pincelada del sentido del humor que tanto le caracterizó y que era parte del repertorio de las artes locuaces del mayor del clan: cuando le pidieron que especificara la droga a la que se estaba refiriendo, contestó diciendo que era “Coca Cola con apellidos”.
Su cuerpo se ha resentido por toda esta lucha contra el ocaso, ganando peso y volumen, en un deterioro que afectó a su rostro, por momentos visiblemente hinchando. El deterioro del aspecto físico lo encerraba cada día más en la cueva de su hermetismo, quedando expuesto y vulnerable al terrible veredicto que hoy en día representan las redes sociales, por las que circularon algunas imágenes suyas muy negativas. El problema añadido para recibir ayuda es que no confía en muchas personas, por no decir en casi nadie: “Me gusta mucho la soledad, yo disfruto mucho la soledad, me ayuda mucho a concentrarme y a reflexionar con mucha más tranquilidad”, confesó delante de una cámara. Una de sus canciones del álbum Amarte es un placer contiene frases que podrían formar parte de su propio himno: “No me puedo fiar, el miedo me ha hecho frío, compréndeme, si ya ni en mí confío, mi soledad, tal vez la adulación, me han roto el corazón, siento hastío, no me fío.” Dicho sea de paso, nótese aquí su pronunciación de las palabras “adulación” y “corazón”, todo un guiño a sus orígenes ibéricos.
No cabe duda que una de las más agudas y prolongadas depresiones fue la que padeció en estos últimos años, donde se convirtió en un generador constante de noticias negativas, abandono de shows, abandono de sus obligaciones con la disquera, abandono de su público con siete largos años sin una sola novedad y abandono de sí mismo, en una actitud de “valemadrismo”, permítaseme el neologismo, acorralado por las demandas, las finanzas y la justicia de California, que a punto estuvo de detenerlo y meterlo preso en abril de 2017, una información que manejó en exclusiva Juan Manuel Navarro justo en la época en que trabajábamos en calidad de asesores con el equipo de escritores de la serie sobre su vida en México.
A esta última mala racha no le ayudó mucho la afección tinnitus en uno de sus oídos, por la que se temió incluso que no pudiera volver a cantar, cosa que afortunadamente no sucedió, tal como demuestra la salida al mercado de La fiesta del mariachi y el anuncio de sus nuevas presentaciones. El tinnitus, también llamado acúfeno, consiste en la percepción de ruidos en la cabeza, aunque los doctores consultados aseguran que no hay una causa psiquiátrica detrás de esto. El ruido se puede oír en cualquier parte de la cabeza, en uno o en los dos oídos. Luis Miguel según pudimos saber lo sufre sólo en uno. No hay cura científicamente probada, impide descansar adecuadamente y puede enloquecerte si no aprendes a manejarlo.
Su futuro era muy preocupante y su decadencia era vox populi en América Latina y en España. Encontré una nota en Libertad Digital que simboliza perfectamente la coyuntura. Está fechada en enero de 2017 y firmada por el veterano periodista y locutor español Manuel Román, paisano mío por más señas y autor de varios libros relacionados con la música. Una nota muy dura pero por desgracia nada ajena a la realidad. Con el título de “Luis Miguel, arruinado entre demandas y deudas”, el periodista hablaba de un “ocaso” que temía “podía ser definitivo”, citando a dos prestigiosos medios mexicanos que confirmaban que esa era la crisis más aguda de su vida. Román decía:
Sus más cercanos lo encuentran deprimido, sin querer recibir a sus amigos, sin atender razones ni consejos, sumido en una situación sin salida que él resuelve con base en alcohol y cocaína. Las drogas lo están matando lentamente, al tiempo que su reputación artística pierde enteros a velocidades supersónicas. Porque en el mundo del espectáculo cuando un artista no cumple con sus contratos, se comporta en el escenario de manera al menos rara por no recurrir a razones más contundentes ligadas a las sustancias que consume, los empresarios lógicamente se cubren en defensa de sus intereses. Y así, después de las espantadas que Luis Miguel dio en el pasado año, de su vergonzosa actuación en el mismísimo Auditorio de México (se refería a lo sucedido en noviembre de 2015 cuando se fue luego de 15 minutos de actuación), pocos o casi nadie creen ya en él, en que vaya a regenerarse, al menos en los próximos meses. Hoy en día, con las redes sociales, con los medios que permiten casi en el acto conocer los pasos de alguien como él, es absurdo negar su penosa situación. Sabemos que en su pretensión de cantar durante veinticuatro galas en el Cosmopolitan Hotel de Las Vegas, a la empresa que lo representa en Miami, Emax Group, le han ofertado únicamente cuatro actuaciones. Y gracias… Y es que, por conflictivo, se le van cerrando muchas puertas.
Román reconocía el problema en el oído pero no creía que fuera excusa ni atenuante:
Eso no justifica su comportamiento en escena, el olvido de las letras de sus canciones, los desvanecimientos y la cancelación de actuaciones en giras programadas donde las empresas arriesgan mucho dinero en publicidad y en las contrataciones de sus locales. Parece una actitud gratuita, irresponsable, de quien no sólo juega con su salud y con su carrera, sino que perjudica a los demás de modo flagrante.
El veredicto del periodista manchego es muy crudo y acto seguido añade algunos datos de cuando lo conoció en sus inicios:
Estamos ante un tipo déspota, maleducado, orgulloso, colérico, y por encima de todo soberbio. Cree estar por encima de los demás. Yo lo conocí siendo adolescente cuando compareció junto a su padre, el mediocre intérprete coplero Luisito Rey, a los postres de un almuerzo en el madrileño Club Internacional de Prensa. Entonces, el jovencito era prudente, educado. A los pocos años, ya afamado en México, vino a Madrid y en un par de ocasiones me concedió sendas entrevistas en el hotel que ocupaba. No recuerdo a artistas canoros más endiosados como él, insulsos luego a la hora de hablarnos de su carrera y de su vida. Pero es que ese modo de ser y actuar lo ha desarrollado con sus fans y con sus más allegados, entre los que recuerdo a un chico de su edad, hijo del fallecido jefe de confección del diario Pueblo, Pepe Asensi. Pero ni éste podía sujetarlo. Luis Miguel, divo entre los divos, ya saben fue motejado en tierras aztecas como “El Sol”. Ahora eclipsado y ya con muy poca luminosidad por cuanto les he contado.
Un buen amigo apareció al final de ese largo túnel para evitar el eclipse, colocarlo con su apoyo en la senda de la luz y tornar el ocaso en otro esperanzador amanecer. Este amigo no es otro que el empresario mexicano Miguel Alemán Magnani, que le ha demostrado al cantante una amistad sincera dándole una mano en uno de los peores momentos de su vida.
Palazuelos dijo en una entrevista, después de encontrárselo en Miami en 2017, precisamente estando acompañado de Miguel Alemán, que creía que tenía un encuentro espiritual consigo mismo muy importante y “trae una actitud muy buena”. Eso concuerda con la mayor accesibilidad con la que se le ha visto fotografiarse con fans y tener una actitud más educada con los paparazzi a pesar del acoso al que sigue sometido. Parece una buena señal y ojalá sea el rumbo correcto para que El Sol siga amaneciendo y el ocaso no sea más que una bella postal californiana.
A Luis Miguel, con todo el respeto y la humildad necesarias para decir esto, me gustaría recomendarle públicamente, a modo de conclusión, que persevere en ese camino, si es que ya está en ello, como algunos allegados dicen o si no, que busque la senda de la espiritualidad y del perdón, perdón suyo para quienes lo hirieron y perdón solicitado a los que él lastimó; que busque ayuda si es necesario para cerrar esos círculos que lo han atenazado desde niño, que intente soltar y vivir la vida con base en valores sanos y refleje su corazón en el corazón inmaculado de Nuestro Señor Jesucristo, aquel mismo de su ya lejana y muy austera Primera Comunión en Cádiz, aquel al que decía abrir sus brazos en la televisión de Ciudad Juárez, aquel para el que la humildad es un valor innegociable.
Tiene un talento enorme, para muchos el mayor de todos los tiempos desde el punto de vista interpretativo que haya salido de México. Está a tiempo de sanar las heridas del alma, tal vez la coyuntura de la serie sobre su vida le ayude, al poner su biografía en primer plano público. Puede ser el momento de aprovechar y hacer catarsis, de reconocer lo dura que fue la vida, de valorar el esfuerzo de superar tantos obstáculos, de humanizarse sin miedos ni quebrantos, sin pena ninguna, él al fin y al cabo de nada tuvo la culpa, como me decía Mario Gallego en el comienzo de mi investigación aquella fría noche de Cádiz después de haberme soltado si había ido a matarlo.
El dolor de extrañar a su madre y de evocar lo que sucedió es grande, pero más grande es la gloria de Dios. Lo sabe él, y lo sabemos todos aquellos que un día tuvimos que despedir a nuestras madres de este mundo, pero que las hallamos a diario en la oración y en el corazón. Ese amanecer de la luz perpetua es el que debe buscar en su propio corazón, cantar y extender sus brazos al cielo, porque es ahí donde su madre lo abrazará eternamente, lo reconfortará con indulgencia y siempre volverá en cada amanecer y en cada despertar.