Epílogo

 

 

 

 

 

ERA NAVIDAD, su época favorita del año. Fuera estaba nevando y todo el mundo estaba metido en la cama, tapado con colchas hechas a mano. La chimenea estaba encendida y Gunnar sabía por experiencia que desde fuera se vería cómo echaba humo.

Ir a la cabaña se había convertido en su tradición navideña.

Y a todos les encantaba, incluidos los niños.

Era más pequeña que el resto de las casas que tenían por el mundo, pero siempre sería la más especial, la más real.

Ni Olive ni él trabajaban mucho en esa época. Habían decidido delegar. De hecho, Olive había decidido no crear ninguna empresa y ponerse a escribir libros infantiles. Y a él le parecía bien que hiciese lo que quisiese, porque era suya.

Porque le había devuelto su hogar.

Miró el árbol de Navidad que había en un rincón y a los niños, que dormían en sus camas.

Olive le había devuelto su corazón.