Apocalypse Now (1979)

Título original: Apocalypse Now

Productora: Zoetrope Studios

Productor: Francis Ford Coppola

Director: Francis Ford Coppola

Guion: John Milius, Francis Ford Coppola

Fotografía: Vittorio Storaro

Música: Carmine Coppola, Francis Ford Coppola, según la novela corta de Joseph Conrad El corazón de las tinieblas

Montaje: Lisa Fruchtman, Gerald B. Greenberg, Walter Murch

Intérpretes: Martin Sheen, Marlon Brando, Robert Duvall, Frederic Forrest, Sam Bottoms, Laurence Fishburne, Albert Hall

País: Estados Unidos

Año: 1979

Duración: 147 min. (196 min. Apocalypse Now Redux). Color

Mientras que una película tan anacrónica como Boinas verdes (The Green Berets, Ray Kellogg, John Wayne, 1968), producida pasado el ecuador de la Guerra de Vietnam (1955-1975), enlazaba directamente con la tradicional tendencia de Hollywood a servir de sostén cultural al Gobierno de Estados Unidos, trascendiendo de su tono y contenido un discurso abochornante, sesgado, reaccionario, interesado y manipulador, en suma convertida en instrumento de propaganda al servicio de la ideología hegemónica y ejemplo de formas fílmicas ancladas en el pasado, cintas como El regreso (Coming Home, Hal Ashby, 1978), la extraordinaria El cazador (The Deer Hunter, Michael Cimino, 1978) o Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979) asumían una perspectiva muy diferente, más acorde tanto con el sentir crítico que se abría paso en la sociedad norteamericana, y por ende mundial, como con los revolucionarios caminos que el cine de Hollywood encontraba para su desarrollo y expresión durante los años setenta, roto definitivamente su cordón umbilical con el llamado cine clásico.

Apocalypse Now, más allá de integrarse en el seno de ese cambio en el discurso ideológico, aportó una revisión de la importancia concedida hasta entonces al argumento, al relato literario en sí mismo, dentro del cine comercial, propensión de la que se apartó de forma decidida para centrarse en una concepción expresionista del cine, donde se concede a las imágenes la oportunidad de valerse por sí solas para construir ya no una historia, sino una emoción, que en el caso de la película de Coppola configura un testimonio del malestar que presidía una época cuajada de descontento y desorientación (los conflictos raciales, los asesinatos de John F. Kennedy y Martin Luther King, las dos crisis del petróleo, la Guerra de Vietnam, el escándalo Watergate), marcada por el fin de una era que veía resquebrajarse las columnas donde antaño se había apoyado la sociedad surgida tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, haciendo aflorar todas sus miserias y contradicciones.

El estreno de Apocalypse Now en el Festival de Cannes de 1979 servía de digno colofón a una producción que, iniciada varios años antes del comienzo efectivo de un proceso de rodaje y montaje que ocupó tres años, estuvo constantemente acosada por todo tipo de contrariedades: financieras, pues las majors de Hollywood no querían enemistarse con el Gobierno favoreciendo un filme que era crítico con la Guerra de Vietnam; de casting, dada la unánime negativa de grandes estrellas a participar (solo Marlon Brando aceptó interpretar al enloquecido coronel Kurtz gracias al desorbitado salario de dos millones de dólares por algo más del mes de rodaje empleado en sus secuencias) y el despido de Harvey Keitel tras cuatro semanas de trabajo, sustituido luego por Martin Sheen; naturales, ya que el tifón Olga destruyó todo el decorado de los dominios del coronel Kurtz construido en Filipinas, paralizando el rodaje durante seis semanas; de logística (dificultades en el suministro de alimentos para el equipo de rodaje durante su estancia en zonas selváticas hicieron que este pasara hambre); de salud, con una crisis cardiaca de Martin Sheen que hizo suspender durante mes y medio la filmación, hasta verse restablecida su salud; de logística, con falta de ayuda militar por parte del Pentágono (los helicópteros y sus pilotos los facilitó el ejército filipino); e incluso personales, pues las exigencias de la producción motivaron una crisis de pareja entre Coppola y su esposa.

En la historia del capitán Willard (Martin Sheen), enviado por sus superiores en misión secreta para remontar el río a bordo de una patrullera de la Armada con objeto de encontrar los dominios de Kurtz en Camboya y asesinarle, prevalece, por un lado, el interés existente en todo viaje iniciático, que lo es más para el espectador que para los personajes, donde el descubrimiento del sinsentido de la guerra —la orden de liquidar a Kurtz es «igual de absurda que poner una prohibición de velocidad en las pistas de Indianápolis», dice el narrador en off— supondrá, por otra parte, el enfrentamiento de Willard con el lado tenebroso que acoge el interior de todo ser humano. Esa profundidad de la jungla donde termina morando Kurtz es la metáfora de su mente inmersa en la locura, apartado de su cordura ese barniz que es la civilización (última línea de defensa entre la barbarie y la humanidad) con motivo de sus experiencias en la guerra, monarca de un reino ficticio donde no falta el bufón, interpretado por Dennis Hopper, y un séquito compuesto por su ejército de renegados asilvestrados. Un espacio físico el recorrido por Kurtz —antiguo militar de éxito y prestigio contrastado— que deviene en espiritual y que Willard hará suyo.

Pero Apocalypse Now no es únicamente una oportuna traslación de la breve novela El corazón de las tinieblas (1899), de Joseph Conrad, al contexto de la Guerra de Vietnam (la obra literaria tiene como escenario el África colonial), sino que es un espectáculo cinematográfico y sensorial de primer nivel: la escena del ataque aéreo a una aldea vietnamita liderado por el teniente coronel de caballería Kilgore (Robert Duvall) al son de la Cabalgata de las valquirias (fragmento de la ópera de Richard Wagner titulada La valquiria) es todo un icono del cine moderno; la intimista historia protagonizada por el capitán Willard tiene a la jungla como colosal escenario en el que reflejar su desamparo espiritual, solo comparable con la inmensidad del espacio que rodea al astronauta Bowman (Keir Dullea) en 2001: una odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, Stanley Kubrick, 1968), paisajes ambos que de algún modo representan la encrucijada del hombre moderno.

La desconcertante aparición de un tigre ante los ojos de Willard y Chef (Frederic Forrest) cuando abandonan la patrullera para adentrarse en la jungla en busca de algo de fruta simboliza esa inmersión del hombre en un mundo que cree ajeno pero al que, sin embargo, realmente pertenece, un mundo salvaje del que desde tiempos remotos trata de desvincularse; sin conseguirlo, claro: «¡No debimos salir del barco!», gritan asustados; y es que ese río que remonta la nave representa el filo de la navaja que los separa del horror, el mismo sobre el que Kurtz contempla deslizarse a un caracol sin sufrir este daño.