De noche, las estrellas
pueden ser grandes y brillantes
en el corazón profundo de Texas,
pero no donde vivimos
gracias a la contaminación lumínica.
—Sirio.
Señalo la estrella más brillante, la única visible.
—A ti te toca conocer la estrella perro.
Fíjate que no hay estrellas gato.
—Tal vez no en la Vía Láctea —dice Viv—,
pero estoy segura de que hay una galaxia
más evolucionada que la nuestra
donde mandan los gatos.
Ellos invadirán nuestro planeta
y tomarán a todos los pugs de prisioneros.
Reconoce que extrañarás a Oreo.
Me salpica con cada sílaba.
—Solo si tú reconoces que extrañarás a Gigi.
La salpico en respuesta.
Cuando la mamá de Viv viene a recogerla,
nos prometemos mensajes, video chats,
lo que sea para mantenernos conectadas.
Viv sugiere que hagamos un juramento de sangre.
Le recuerdo que se desmaya con solo ver una gota.
Nos conformamos con una dócil, sosa promesa de meñiques.
Viv se dispone a abrir la puerta del auto,
pero en cambio me rodea con sus brazos.
Lloramos nuestros adioses.