LA VIDA EN EL SUBIBAJA

Tratar con mis padres es como

montar un subibaja sin descanso.

 

Papá me promete ir de compras.

Subo.

 

—¡Buena suerte con encontrar algo que pueda ponerse!

Bajo.

 

—Podemos arreglárnosla sin ti.

Subo.

 

Mamá agarra su maletín, la cartera y las llaves.

—No te olvides de la primera cita de El

con la terapeuta.

 

Bajo.

Rápidamente.

De golpe.

Como cuando la otra persona

salta del subibaja y

todo se desequilibra.

—¿Eh? Espera. ¿Qué?

 

Los hombros de mamá se relajan

mientras su mano se congela en el picaporte.

—Me dijiste que le contarías.

Le arroja cuchillas a papá con la mirada.

 

Él la ahuyenta como a una mosca molesta.

—Vete. Yo me encargo.

 

¿La ballena tiene que ir al psiquiatra?

Parece sacado de un mal chiste sobre gordos.