Si en la oficina hubiera una balanza
estaría tentada de subirme.
Me siento diez kilos más liviana.
A veces, cuando tienes náuseas,
la única manera de sentirte mejor es vomitar.
Y es como si hubiera vomitado
todas las emociones enfermas
que tragué la noche de la película.
—Creo que te vendría bien un descanso.
—La doctora se va y vuelve con agua—.
Brindo por ti, porque te hayas sincerado.
Levanta su vaso.
—Brindo por usted, por no alardear.
Choco mi vaso con el de ella.
–Bah —dice ella, con
un ademán rápido y desdeñoso de su muñeca—.
Lo haré cuando te hayas ido.
Digo con mi mejor acento de Texas:
—¿No debería estar preparada
para compartir algún consejo?
—Sí —me dice—. ¿Qué te parece este?:
Escribe las palabras hirientes que te dice la gente
así no tienes que cargarlas aquí.
Se toca la cabeza
y el corazón.