—Creí que tendría que nadar hasta casa.
Me seco la cara como si estuviera mojada por la lluvia,
no las lágrimas, después de subir al auto de Javier,
repleto de las hermanas de Catalina.
—Suerte que Catalina te vio.
Es una tormenta terrible.
Voy a detenerme un momento.
Casi no puedo ver.
Javier estaciona frente a un minisúper.
—Hay una canción para cada ocasión
—dice Catalina y sube el volumen
de “En la tormenta” de Días Divertidos
en su teléfono.
Los cinco nos movemos al ritmo bebop,
sacudiendo el auto,
hasta que escuchamos la sirena por el tornado.
—¡Corramos a la tienda! —grita Javier
y salimos como flechas bajo la lluvia.
En la tienda, escuchamos las noticias.
Un tornado alcanzó la ciudad vecina,
gira directamente hacia nosotros.