DE DÓNDE VIENE EL ODIO

¿Habrá por fin paz en el mundo

cuando las familias se pongan de acuerdo

en qué comer en la cena?

 

Papá quiere barbacoa.

Mamá quiere el último, el mejor restaurante de moda.

Anaïs quiere cualquier cosa que no sea americana.

Liam quiere pizza.

No importa lo que yo quiera.

A donde sea que vayamos,

no me molesto en mirar el menú.

Mamá siempre decide por mí.

 

Vamos a donde propone mamá,

y mientras esperamos la comida,

se acerca un niño pequeño de la mesa de al lado.

Papá exagera su acento.

—Hola, hola, pequeñín.

 

El niño me mira a mí y luego a su papá,

que asiente y sonríe.

Me mira otra vez de frente.

—Eres gorda.

Corre hacia su papá,

se detiene, regresa, y agrega:

Ah, deja algo de comida

para el resto de nosotros, ¿eh?

 

El niño recibe

un choque los cinco de su papá,

y todos en su mesa se mueren de risa.

En un instante, mi papá está en su mesa.

El papá del niño se para.

Mi padre es más alto que él.

Ahora puedo imaginarme

cómo era papá,

cuando crecía en el rancho en Panhandle

y lidiaba con toros.

 

El silencio invade el restaurante.

—Le debe una disculpa a mi hija.

—Lamento que sea gorda —se ríe entre dientes.

 

El mánager se acerca,

y se interpone entre ellos.

—Mantengamos la calma.

 

Mamá se pone de pie.

—Basta, Phillip. Vámonos.

Ya nos humillaron bastante.

 

¡¿Nos?!

 

—Nos vamos.

Mamá tironea a papá del brazo mientras

nos ordena a los chicos que vayamos al auto.

 

Como dije,

mamá siempre decide por mí.