UNA RONDA DE APLAUSOS

Aprieto tanto las mandíbulas

que creo que mis dientes se pulverizarán

en mi boca como tiza mojada.

 

Marissa se ríe,

susurra: boladegrasa.

 

Me abalanzo.

El señor Harrington se interpone.

—Aléjate, Ellie.

 

Su voz resuena otra vez:

—¡Kortnee, a dirección!

 

Unos pocos aplauden mientras

ella camina pavoneándose entre los bancos

y sale por la puerta.

—La mejor broma de todos los tiempos.

 

—¡No más comentarios!

—El señor Harrington recorre con los ojos el salón—.

Tendrán dos días de sanciones.

¿Quieren que sean tres? Sigan hablando.

 

Silencio.

¿Significa que están de acuerdo o

tienen miedo de defenderme o

no quieren más amonestaciones?

No lo sabré nunca.

 

—Estoy muy decepcionado, de todos —dice —.

Aún si ustedes

no aflojaron los tornillos,

sabían que alguien lo hizo,

así que son igualmente responsables

por lo que pasó.

Tendrían que haber hablado.

Los libros de historia están llenos

de cosas horribles que suceden

porque la gente se queda sentada

y no hace ni dice nada.

Para ustedes,

lo que pasó hoy está bien

porque no eran ustedes

los que sufrían bullying.

Pero un día,

pueden serlo.

Recuérdenlo.