En lo que respecta a la doctora,
aprendo a esperar lo inesperado.
Hoy está vestida como el Conejo Blanco*
para Halloween.
—¿Tú lo celebras? —me pregunta.
—No mucho.
A mamá no le gusta por
todas las golosinas.
A mí no me gusta porque
los disfraces no me caben.
Es de verdad una noche horrorosa.
La doctora asiente y las dos nos reímos cuando
se le caen las orejas de conejo.
Cuando le entrego mi lista de palabras desagradables,
la doctora les echa un vistazo y se detiene.
—Cuéntame sobre esta: silla.
Le cuento lo que sucedió en clase de Matemáticas y
le muestro algunos de los moretones.
Sus bigotes se retuercen cuando la doctora hace una mueca.
—Deberías estar enojada
por tanto bullying,
pero no te veo
expresar esa emoción.
Ven conmigo.
Salimos
y la doctora me alcanza una botella de refresco.
—Dale una buena sacudida.
Lo hago mientras la miro de reojo.
—¿De qué se trata esto?
—La paciencia es una virtud.
Su nariz de conejo hace que su voz suene
como si estuviera resfriada.
—La paciencia es una virtud, doctora,
pero la impaciencia es un don.
Y yo lo tengo.
Se ríe hasta roncar,
y su falsa nariz de conejo sale volando
mientras yo sigo sacudiendo la botella.
—Ahora, ábrela, Ellie.
—Pero, va a...
—Hazme el favor.
—No diga que no le advertí, doctora.
Una lluvia de espuma y burbujas
se derrama a borbotones sobre nosotras.
—Ese es un ejemplo perfecto de
lo que sucede cuando
reprimes el enojo.
En el momento que lo liberes,
provocará un gran desastre.
* Famoso personaje de Las aventuras de Alicia en el país de la maravillas de Lewis Carroll.