Catalina y yo realmente queremos ir a nadar;
ahora es una de las cosas que nos encanta
hacer juntas,
pero hay tormenta.
Así que terminamos escuchando música
en mi habitación y
cantamos usando tiras de regaliz
como micrófonos.
Nos hemos hecho muy amigas,
nos contamos
casi todo.
Hasta le he contado sobre
la obsesión de mamá con inventariar la comida,
y por eso Catalina trae tentempiés
además de su guitarra.
—Tengo siempre provisiones en la mochila —dice,
lamiendo de sus dedos el picante
de unas papas fritas.
—Uf.
Todavía rojos.
Se dirige al baño
a lavarse las manos.
Cuando se va,
meto toda la basura
en su mochila.
Sé que ella
entenderá por qué
lo hice.