EL DÍA DE LA MARMOTA

Antes de irnos a la cama,

la nieve espolvorea los árboles

como azúcar glass.

En la mañana,

las ramas se comban bajo

seis pulgadas de nieve

como una capa densa de vainilla sobre un pastel.

 

—¿Qué tienes ganas de hacer hoy? —pregunta Viv—.

Tenemos esquíes.

¿Los quieres probar?

 

Trato de imaginarme esquiando y veo

que mis piernas terminan

retorcidas como un pretzel o

abiertas de par en par.

Lo único que esta chica quiere abrir

es un chocolate.

Propongo otra idea.

—¡Hagamos una mujer de nieve!

 

La nieve no es común en Dallas,

y esta es la primera nevada verdadera

de Viv en Indiana,

así que varias veces intentamos

descubrir cómo

moldear la nieve.

 

La bola del medio termina siendo más grande

que la base,

y nuestra mujer de nieve queda inclinada.

 

—Es imperfectamente perfecta, como nosotras

—digo mientras agregamos

los detalles finales.

 

Con frío y mojadas,

nos refugiamos dentro de la casa.

Viv calienta un poco de sopa de tomate

y me enseña a preparar

una tremenda tostada de queso

y chocolate con cacao puro.

 

Comemos mientras miramos

una película vieja, El día de la marmota.

Phil, un meteorólogo televisivo, tiene que volver a vivir

un mismo día hasta hacerlo correctamente.

Para febrero faltan más de dos meses,

pero sé que no viviré este día de nuevo.

 

Lo hicimos correctamente.