LO MEREZCO

Lástima que la magia no sea real;

podrías arreglar cualquier cosa

con un toque de varita.

 

La doctora mueve su lapicera otra vez.

—Abracadabra,

patas de cabra.

Ahora yo soy Marissa

y tú eres tú.

 

Me siento en la silla.

La doctora se pone de pie.

—Te mereces sufrir.

Ella hace de Marissa mejor que yo.

Va directo a la yugular.

Soy un pequeño malvavisco

en chocolate caliente

que se derrite rápido.

Estoy desapareciendo...

 

La doctora se acerca y se inclina

de modo que estamos otra vez cara a cara.

—Admítelo.

 

Estoy desapareciendo...

 

—¡Admítelo!

 

Desaparecí.

Asiento.

 

La doctora trae una silla a mi lado.

Ahora nadie puede mirar desde arriba a nadie.

—Tú no te defiendes

porque crees que te mereces el odio.

 

Asiento;

soy una imitación sorprendentemente buena

de un muñeco cabezón.

—Soy gorda.

Me merezco cualquier cosa que alguien

diga o me haga.

 

—No, Ellie.

No es así.

No importa cuánto peses,

te mereces que la gente te trate

como a un ser humano con sentimientos.

 

Se me hace un nudo en la garganta y

creo que no puedo respirar, pero

lo que no puedo es tragar, así que

inhalo una bocanada de aire.

 

Pero no lo soy,

creo.

Soy una cosa grande y gorda.

 

Mi propia madre dice eso.