Como en Cenicienta,
el momento mágico termina.
La varita de la doctora es de nuevo una lapicera,
lista para tomar notas.
—Lo que acabamos de hacer fue un juego de roles,
que te permite
pensar, ver y sentir como
otra persona y
verte a ti misma a través de sus ojos.
¿Qué aprendiste de eso?
—Que su actuación haciendo de mí
necesita ser mejorada.
—Ella pretende sacarse
una daga del corazón—.
Y que yo le doy a los que me hacen bullying
demasiado poder.
Ellos me dicen
cómo debo percibirme a mí misma,
cómo debo sentirme conmigo misma.
¿Cómo cambio eso?
Ella sonríe de oreja a oreja.
—Me alegra mucho que lo preguntes.
La doctora me da dos tareas.
La primera es decirle a mamá
que me lastima con sus comentarios.
Si no me siento cómoda a solas,
debería pedirle a papá que esté presente.
La segunda tarea es
comenzar a reemplazar todos mis
pensamientos falsos, negativos,
por pensamientos verdaderos, positivos.
Eso me recuerda lo
que quiero que hagan los estudiantes con
la cartelera de los botes de basura
que Enemigo Número 3 y yo creamos
en la biblioteca.
Pero es mucho más fácil
arrojar a la basura los pensamientos
que los demás tienen sobre ti
que los que
tienes sobre ti misma.