PERTENECER

—Hola —dice Sonya,

abriéndome la puerta de entrada

y dándome un abrazo

cuando voy a quedarme a dormir en su casa

una semana después,

pasado ya mi castigo.

—Catalina está en su cuarto.

Con suerte, ya terminó de limpiarlo.

Era un desastre.

—Pone los ojos en blanco y sacude la cabeza—.

Esa chica.

¿Cómo dicen ustedes, Ellie?

¿Oy vey?*

 

Nos reímos.

 

—Mejor que vuelva a la cocina.

Estoy preparando tu cena favorita:

enchiladas de pollo.

 

Se me hace agua la boca.

—¡Gracias!

 

—¡Eh! ¡Hermana!

—me saludan Javier, Nat e Izzy

desde la habitación grande mientras subo la escalera.

—Hola —digo.

 

Vengo a esta casa con tanta frecuencia,

que ya somos familia y

hablamos la misma lengua.

Pertenecer se siente bien.

 

—Quedó muy ordenado —le digo a Catalina y

comienzo a abrir el armario

para colgar mi abrigo.

 

—¡No, detente!

—Se abalanza para cubrir la puerta con su cuerpo—.

Tal vez haya amontonado algunas cosas ahí.

Posiblemente.

Tal vez.

No lo abras.

A menos que estés usando casco

o te sientas con suerte.

 

Con la desaparición del desorden,

noto que en medio de todos los pósters de música

pegados a la pared, hay un mapa

de México antes

de la guerra entre México y Estados Unidos.

Me da curiosidad

como un guion largo en una oración.

La gente hace que Catalina se sienta

poco bienvenida aquí,

pero Texas perteneció

a su familia

mucho antes que a la mía.

mucho antes que al resto de nosotros.

 

No es justo.

* Frase en yiddish que se usa para expresar frustración o exasperación.