Golpeo la puerta.
Marissa abre.
—Dame a mi perra.
Gigi intenta liberarse.
Trato de agarrarla.
Kortnee se interpone.
—No tan rápido.
Gigi lloriquea.
Saca la lengua mientras jadea,
agobiada por el pánico.
—Dame. A. Mi. Perra.
—Debe tener hambre
—dice Marissa.
—Justamente
tenemos algo para darle.
Kortnee se va y vuelve a la puerta
con un pastel en forma de ballena.
—Cómetelo —ladra Marissa—.
Cómetelo todo,
si quieres que te devuelva a tu perra.
Solo me importa Gigi.
—Todo está bien
—le digo para calmarla.
—Sí, Gigi, todo está bien
—dice Marissa—.
Siempre y cuando Splash
pague tu rescate.
Estamos a punto de ver
cuánto vales.
Cómete el pastel, bola de grasa.
Marissa balancea a Gigi con el arnés.
Gigi mueve sus patas en el aire
y estornuda para adentro.
—¿Qué fue eso?
—pregunta Kortnee.
—Quién sabe
—Marissa pone los ojos en blanco—.
Hace toda clase de ruidos raros.
Como Splash aquí presente.
Come, ballena asquerosa.
¡Come!
Gigi no aparta sus ojos de mí.
Ella confía en mí.
Confía en mí como yo en el agua.
Haría cualquier cosa por ella.
Kortnee pone el pastel
delante de mi boca.
Marissa lanza a Gigi por el aire
y apenas llega a atajarla antes
de comenzar a hacer un video
con su teléfono.
—No lo voy a comer —digo.
—Dice Splash por primera vez
—Marissa se ríe.
—Y tampoco voy a dejar
que ustedes vuelvan a hacerme bullying.
Ambas creen que son mejores que yo,
pero en realidad son patéticas.
Miren todo lo que hicieron
solo para lastimarme.
Todo el tiempo que usaron para planear esto,
el dinero que desperdiciaron en un pastel.
—Me río y me acerco—.
Pero ya basta de ustedes dos.
Ahora dame mi perra.