Capítulo 14

 

 

 

 

 

A pesar de que estaba en primera fila, Mark no podía concentrarse en el rodeo ni en la maravillosa actuación de Dirk.

Estaba concentrado en recrear en su mente los momentos que había pasado con Alyssa en las últimas semanas.

«¿Me quiere?», se preguntó.

—¡Te he estado buscando por todas partes! —exclamó Dirk al cabo de un rato.

Estaba furioso, y Billy seguía haciendo esfuerzos por no reírse. ¿Por qué se habría enfadado?

«Lo de que era mejor olvidarnos de todo, tal vez no lo dijera en serio».

—¡No me habíais dicho nada del toro! —bramó Dirk.

—Dirk, mira cómo es el animal —dijo Billy señalando al pobre toro, que tenía unos cien años y era manso como un perro—. No te preocupes, no te va a hacer nada.

Marco, que así se llamaba el toro, estaba dormido, y un par de niños le estaban haciendo cosquillas con un palo.

—¡No tengo ni idea de cómo se monta un toro! —protestó Dirk.

—No te va a pasar nada —le dijo Mark.

«Ya no es suficiente… ¡Ahora lo entiendo!».

—¡Te digo que no sé cómo se monta a un toro!

—Te sientas encima de él, te agarras bien con las rodillas y levantas una mano —contestó Mark—. Marco lleva años sin tirar a nadie.

—Por cierto, Mark, Alyssa te estaba buscando hace un rato —comentó Billy.

—¿Cómo? ¿Está aquí? —dijo Mark sorprendido.

—Sí, y muy, pero que muy enfadada.

«Dios existe», pensó Mark decidiendo que aquello era una segunda oportunidad que no estaba dispuesto a dejar escapar.

—¿Dónde está?

—Por la zona de la comida, pero…

Billy no pudo terminar la frase porque Mark ya se había ido.

Mark miró por todas partes. Alyssa estaba allí. No había ido a la segunda entrevista. Había vuelto.

Decidió decirle lo que sentía por ella y ofrecerse a ir con ella a Billings si quería pero, sobre todo, que la quería.

Al llegar a la zona donde se llevaban a cabo las subastas de la comida que preparaban las mujeres, la buscó, pero no la vio.

Al que sí que vio fue a Matt Groames, el chaval que siempre quería la comida de Alyssa. No, de eso nada. Ese años, todos los sándwiches de jamón de Alyssa eran suyos y solo suyos.

—Sesenta dólares —ofreció Matt.

—Setenta —dijo él.

Aquel era el primer paso para hacerle ver que era suya.

—Sesenta y nueve dólares con cuarenta y cinco centavos —dijo Matt tras rebuscarse en los bolsillos.

—¡Cien! —gritó Mark—. Búscate otra chica —añadió recogiendo la comida y yéndose a buscar a Alyssa.

Iba tan concentrado buscando una cabellera rizada y pelirroja que no se dio cuenta y se chocó con alguien.

—¡Alyssa! —exclamó abrazándola—. ¡Cuánto me alegro de verte!

—No tan rápido —dijo ella—. ¡Tienes que explicarme varias cosas! —añadió zafándose de él.

—¿Qué?

—Sí, por ejemplo, ¿para qué querías el vino? —dijo golpeándolo en el pecho—. ¿Y las velas? —añadió con otro golpe—. ¿Y eso de cortar leña sin camisa? ¿A qué venía todo eso, Mark? Quiero saberlo.

—Yo…

—Llevo toda la vida esperando, Mark, toda la vida —lo interrumpió—. Esperando y preguntándome, y no me parece justo que hagas esto justo ahora que me tengo que ir.

—Lo sé. Si…

—¡No! —gritó Alyssa.

La gente los estaba empezando a mirar.

—Pero…

—Nada de «peros». Te quiero, Mark. Te quiero y necesito saber qué sientes tú por mí. Y no me refiero al sexo, que conste. Porque no me pienso quedar para que podamos subir al mirador de vez en cuando o para que nos perdamos por ahí en la camioneta.

—¿Te importaría bajar la voz?

—Sí, sí me importaría porque te…

Mark le tapó la boca.

—¿Puedo decir una cosa?

Alyssa asintió.

—Adelante —le dijo cruzándose de brazos.

Mark la miró y sonrió.

—No puedo dejar que te vayas. Si te vas, iré detrás de ti. Y no porque me quiera acostar contigo… aunque quiero, la verdad es que sí. Te deseo tanto que me estoy volviendo loco.

—Ya lo sé, Mark, a mí me pasa lo mismo, pero no es suficiente —dijo Alyssa con decisión.

—Me parece que no me entiendes, Alyssa —dijo acariciándole la mejilla—. Te quiero. No como amiga o como hermana, sino como esposa.

Alyssa se quedó inmóvil como una piedra al principio y, luego, se puso a temblar. Entonces, Mark la abrazó para darle fuerzas.

—Siempre te he querido, pero no lo sabía —le dijo sinceramente—. No sabía que lo que sentía por ti fuera amor.

—¿De verdad?

—Sí, de verdad.

—¿No lo dices para pedirme perdón por…

—Por favor, quiero casarme contigo. ¿Es eso pedir perdón?

—No, más bien una propuesta de matrimonio —sonrió Alyssa entre lágrimas—. No me lo puedo creer.

—Si quieres irte a Billings…

Alyssa le tapó la boca con cariño y Mark también sintió deseos de llorar.

—Te ofreciste a dejarme el dinero para montar una clínica aquí en Lincoln, ¿recuerdas?

—Si es lo que quieres, cuenta con ello.

—Es lo que quiero —contestó Alyssa abrazándolo—. Cuánto te quiero —susurró.

—Yo, también —contestó él acordándose de la comida—. De hecho, te quiero tanto que he batido todos los récords del rodeo y he pagado cien dólares por tus sándwiches.

Alyssa miró la tartera y empezó a reírse.

—No es mía. Me parece que vas a comer con Mary Raines.

—¿Cómo? —dijo viendo a Matt Groames consolando a la chica en cuestión.

Alyssa no podía parar de reírse y, en medio de todo el lío, Mark decidió que tenía ante sí un futuro perfecto. Como colofón, su futura mujer le dio un maravilloso beso que lo hizo olvidarse de los sándwiches de jamón hasta que anunciaron por megafonía que Dirk iba a montar a Marco.

Así fue. Dirk salió a la pista, se subió al animal y levantó las manos. Como todo el mundo se había enterado de que iba a estar en el rodeo aquel año, la afluencia de público había sido masiva.

Todos se pusieron en pie y aplaudieron. Tanto ruido despertó a Marco de su letanía y lo hizo moverse como un animal veinte años más joven.

De hecho, se volvió medio loco y Dirk tuvo que agarrarse como pudo para no salir despedido.

—Ay, Dios —murmuró Alyssa.

Mark la agarró de la mano y corrieron al redil. De camino, le dio la comida de Mary Raines a Matt Groames, que sonrió agradecido.

—¡No me lo puedo creer! —les dijo Billy cuando llegaron a su lado.

—¡Qué bien lo hace! —gritó alguien.

Era cierto. Dirk lo estaba haciendo como un profesional. Cuando sonó el timbre que anunciaba los doce segundos, tres payasos viejos y visiblemente nerviosos se acercaron para ayudarlo a bajarse.

Al soltar las riendas, Marco hizo un último movimiento y Dirk salió por los aires. Todos corrieron hacia él preocupados, pero estaba perfectamente y los recibió con una sonrisa triunfal.

—Por unanimidad, el jurado ha decidido nombre a Dirk Mason campeón del rodeo —anunciaron por megafonía.

Dirk saludó dando las gracias y el público se volvió loco.

—Me apuesto el cuello a que es la primera vez que lo gana un homosexual —dijo encantado antes de vomitar todo lo que se había comido en el concurso de productor horneados.

La familia Cook se quedó de piedra. Mark se volvió hacia Alyssa y vio que no estaba sorprendida.

—¿Lo sabías?

—Sí —confesó.

—¿Y todos esos paseos, esas citas y esos besos?

—De lo más inocentes —contestó Alyssa acariciándole la mejilla—. Él está enamorado de otra persona —añadió mirando a Guy.

—¿Guy?

—Lleva años enamorado de él. Como yo de ti.

—Sí, la historia me suena —dijo Mark agarrándola de la cintura y apretándola contra él.